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La Habana

Pescadores de basura

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La tarde, con su calor estival, va haciendo mella en las personas que están tiradas en la acera, se refugian del sol bajo cartones, sombrillas o en los portales contiguos. La estrecha oficina permanecerá abierta sólo hasta las cuatro de la tarde y para muchos será otro día perdido.

Estas escenas se repiten casi con exactitud en todos los municipios del país. Las oficinas para el cambio y recogida de materia prima son invadidas casi todos los días por cientos de nuevos pescadores de basura.

Por los años ochenta del pasado siglo, en Cuba se hizo popular un cuento de Onelio Jorge Cardoso titulado Un brindis por el Zonzo. En él se cuenta la historia de un hombre caído en desgracia, pero que había comenzado su vida de trabajador "pescando" la basura aparentemente servible que le devolvía el mar. Ahora es un viejísimo oficio vuelto a reciclar, es la manera más reciente de entrar en la lucha diaria, diciéndolo en buen cubano.

Un problema nuevo

Daniel es de los que más acopia. Tiene una pequeña motocicleta de tres ruedas con una cabina alta y techada para amontonar la carga. Es joven y dedica todo el día a la recogida. Por las noches se va al Curso Integral para Jóvenes.

"Ahora la gente se va a las afueras de los pueblos y ciudades, a la orilla del mar y cerca de las industrias —dice—, una vez allí registramos las montañas de chatarra y desperdicios y agrupamos los metales mejor pagados. Después hay que fajarse con el infierno de los trámites y las colas".

Los metales más preciados son los no ferrosos, como el cobre, el aluminio y el bronce, en ese orden. A cambio los pescadores reciben artículos menores, como refrescos, cortinas de baño, colchas para limpiar los pisos, detergente, sábanas, mochilas, bolsos de mano, neumáticos para bicicletas, cualquier quincalla menor.

Con estos datos alguien puede pensar que se trata de una ayuda más a los desempleados o semidesempleados, pero se hace patente la frase de que en Cuba para cada solución hay un problema nuevo. "En lugares donde escasean estas materias primas, algunos pescadores de basura hacen malabares por encontrarlas", dice Daniel.

Ya las sedes territoriales han dado la alerta por la catástrofe inminente. Resulta que los soportes metálicos de los postes de alta tensión eléctrica están siendo desguazados sin escrúpulo de ningún tipo. Estos soportes son de gran peso y grosor, y están fundidos en aluminio, uno de los metales más favorecidos en el cambio de las oficinas operadoras.

Para desarticular estas bases apelan a mandarrias, seguetas y cortadores de acetileno. Esto trae consigo el derrumbe de los postes y la interrupción de largas zonas electrificadas. Pero además de los soportes, ya se han ocupado de los tendidos: los tensores, los alimentadores eléctricos y cuanto sea de aluminio o cobre van a manos de los cambistas. En los primeros tiempos de la alarma se prohibió recibir trozos de cables y tensores de cualquiera de los dos metales, e incluso fueron sancionados muchos de ellos. Hoy ha cambiado el modus operandi: trocean los materiales, los queman, entierran y van despreocupados a cambiarlos. ¿Y los funcionarios de las oficinas de cambio? Nada, si te he visto, ni me acuerdo, responde Daniel.

Ante los altísimos precios de los productos en Cuba, el nuevo oficio de la pesca de basura constituye un aliciente que reporta algunas ganancias. Los artículos que obtienen en el trueque por basura metálica son rematados a buen precio en el mercado negro, siempre por debajo de tazas oficiales. A esto se le añade que la venta se hace sin gravamen alguno y que no son perseguidos (aún) por inspectores, chivatos o policías. Siempre resulta ventajoso comprarles a ellos, tanto por los precios antes mencionados como por ser productos de altísima necesidad y carestía en el mercado estatal.


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