Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Nueva Jersey

Santa Claus contra Cristo

¡Merry Christmas! o ¡Happy Holiday!: A cada cual según su fe, según su democracia.

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A comprar que llegó la Navidad. A gastar, a endeudarse. Es de buen gusto regalar, y mientras más costosos los regalos, mejor que mejor. Las tiendas hacen zafra, y también las televisoras y los periódicos, y hasta las funerarias, por tantos suicidas (fiebre de Navidad), por eso pocos se quejan: ni los vendedores de autos, ni los publishers, ni los curas, que por esos días se llena más el cepillo en las iglesias.

¿Cuántos recuerdan que la Navidad celebra un niño que nació en un pesebre? Qué contradicción: vivo en Estados Unidos, un país donde el presidente jura sobre La Biblia, y cada día se celebran más las fiestas y menos la Navidad; donde ya pocos se dicen ¡Merry Christmas! y muchos exclaman, cerveza en mano: ¡Happy Holiday! Hasta hace pocos años, por esta época, la radio se poblaba de villancicos navideños, ahora es el consumismo y la contracultura hip hop. Dame más gasolina sustituyó a Feliz Navidad…

¿Qué hacer, si los villancicos en las escuelas estadounidenses no pueden tener letras, sólo música, si los Reyes Magos con sus camellos son obsoletos, y en el supertrineo de Santa Claus caben bufandas de cachemira, un TV LSD, de 42 pulgadas, un collar de perlas, y hasta un porche deportivo? ¿Qué hacer, si en estos tiempos de guerra inútil (todas las guerras son inútiles), regalar un libro de poesía es casi un insulto, si la bondad es una debilidad imperdonable, si en Hollywood hay una relación perfecta entre cantidad de muertos por película y de millones recaudados? ¿Cómo juega esto con el Jesús de "amaos los unos a los otros"?

"Hay una gran diferencia entre celebrar la Navidad y disfrutar las fiestas —observa el Padre Tom, de la Iglesia de San Agustín, en Union City, Nueva Jersey—. La Navidad es para el que tiene a Cristo en su corazón, y las fiestas para el que no lo tiene. El nacimiento de Jesús debe ser motivo de alegría, pero también de recogimiento, de interna celebración. Disfrutar la fiesta por fuera, sin festejar dentro de nosotros, el nacimiento de Cristo, es traicionar el espíritu de la Navidad.

¿Y qué hay de la regalomanía?, pregunto al cura.

"La costumbre de intercambiar regalos en Navidad es una forma de reconocer que Dios nos regaló su propio hijo, que se despojó de todo para vivir entre nosotros —agrega el religioso—. Los regalos son un reflejo de lo que sucede a nivel de la fe. Pero el regalo pierde el sentido de la Navidad, si por vanidad, tratamos de impresionar al que lo recibe. Lo que da valor al regalo es el amor con que se da, no el regalo en sí".

"Pienso en la dependienta de Mac Donald que hipotecará el alma para regalarle a su novio una laptop, en el adolescente que le 'exige' por Navidad un MP3 player de 30 GB a su madre indocumentada. Veo en las supertiendas, atiborradas de compradores, que hay arbolitos que compiten en luminosidad, con enormes medias colgantes que proclaman abundancia, pero ¿dónde están los nacimientos, con los tres Reyes Magos: Gaspar, Melchor y Baltasar, que ofrecen al niño del pesebre los tres regalos simbólicos: oro, por su naturaleza real, incienso, por su divinidad, y mirra, que representa su sufrimiento y muerte futura".


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