Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Música

A pura garganta

Olga Guillot: «En Cuba silenciaron mis boleros, quemaron mis programas de radio y televisión, como si no hubiera existido nunca».

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Por la época en que cantas Me muero, me muero, de Lolita de la Colina, se habla del arte nervioso, te ponían de ejemplo a ti y a Lola Flores…

¿Por qué metes a otros artistas en mi entrevista? Por suerte me preguntas por Lola, mi gran amiga. Nos admirábamos. Teníamos un estilo parecido. Ella en gitano y yo en bolero, y la gente nos concebía como lo que fuimos, hermanas. Nunca trabajé con Lola. La única temporada que hice con otra artista fue con Sarita Montiel, en Madrid, se llamó "Nostalgia". Seis meses a teatro lleno con la señora Celia Gámez.

¿Tuviste amistad con José Alfredo Jiménez?

¡Niño, yo soy Olga Guillot! Todas las figuras artísticas nos conocemos. Tú no sabes que los artistas somos como un partido político. Además, yo no soy ranchera. Le canté varias rancheras bolereadas a Lico, pero en mi estilo. ¿Cómo es aquella que dice: "Amanecí otra vez entre tus brazos y desperté llorando de alegría…?". Y déjate de mortificarme, estás como uno que recién vino de Cuba, que me preguntó que si yo conocía a Benny Moré.

¿Te aplaudes cada vez que te miras al espejo?

Un día, una señora me dijo: "tú no me gustas", y yo le respondí: "yo no tengo la culpa, yo canto para que todo el mundo sea feliz, y si no te gusto, no compres mis discos, cambia de canal cuando aparezca en televisión, apaga la radio, pero no me lo digas en mi cara, que yo no me meto contigo". ¿Te respondí? Y sin modestia, yo siempre luché para triunfar y que me aplaudieran, no para quedarme en mi casa a mirar las paredes.

¿Qué le dirías a los artistas jóvenes?

Que defiendan la calidad de la música, que no se dejen arrastrar por lo comercial, por el dinero fácil. Deben respetar al público que compra sus discos, que les da todo lo que tienen, hacer de su carrera un sacerdocio.

Cuando recibiste en Las Vegas el Premio a la Excelencia Musical de la Academia Latina de la Grabación, dijiste que "la música fue el apostolado de tu vida"…

Y sigue siéndolo. He antepuesto muchas cosas por el arte. "Total, si no tengo tus besos, no me muero por eso, ya yo estoy cansada de tanto besar…". Como ves, he vivido en carne propia algunos de mis boleros.

Has tenido cinco maridos. ¿No te soportaron?

No digas maridos, por favor, suena muy feo. Me casé cinco veces, tuve cinco esposos, muy preparados e inteligentes, intelectuales, pero los señores no aguantaron. Ningún hombre acepta que su mujer esté por encima de él. Cuando veían que no podían competir conmigo, porque ganaba tres veces más que ellos y era mil veces más famosa, empezaba el desastre. Por eso, mi carrera ha sido mi esposo y mi amante.

¿El compositor René Touzet fue el gran amor de tu vida?

También tuve un montón de aventuras, porque no dejé escapar a ninguno. Con Touzet no me casé. Fui madre soltera.

¿Algún bolero relacionado con tus amores?

No de mi parte, pero sí de parte de ellos. El papá de mi hija me escribió La Noche de anoche, que después de mí la cantó medio mundo.

También te escribió: "Me contaron anoche de tu vida y hundieron mi vida en la desolación…". ¿La anécdota que canta el bolero es cierta?

No abuses, no creas que te lo voy a contar todo, para que luego no pueda vender mi libro.

Ahora que estás retirada del escenario, ¿no te aburres?

¡Un momento! Estoy semiretirada. Escríbelo así, mi'jo. Las noches de glamour de los teatros y cabarés de mi juventud las tuve que terminar. Hay cierta edad en que ya una tiene que parar, decir: "hasta aquí". Ya no puedo hacer largas temporadas en teatros ni viajar el mundo como antes. Sólo doy algunos conciertos para que el mundo no me olvide.

En Cuba, antes de la revolución, se podía caminar la Isla oyendo tus boleros, pero hoy, generaciones de cubanos no te han escuchado…

¡Pobrecitos! No tienen la culpa. No me conocen porque el sistema comunista me borró. No sólo a mí, sino a muchos de los artistas que tomamos el camino del exilio, como también apagó a otros que se quedaron en la Isla. Y es muy triste, tú escuchas en la radio de Buenos Aires a Carlos Gardel y a Libertad Lamarque, ves sus discos en las vidrieras, hasta los más jovencitos cantan sus tangos. Pero en Cuba silenciaron mis boleros, quemaron mis programas de radio y televisión, mis recortes de prensa. Como si Olga Guillot no hubiera existido nunca.

¿Cuándo fue la primera vez que oíste hablar de revolución?

En Santa Clara, en 1957. Yo inauguraba el cabaré Venecia, con Fernando Albuerne, y nos sonaron una bomba que apagó la ciudad, y tuve que cantar con velas en las mesas. Yo no sabía que existía la Sierra Maestra, hasta esa noche.

Desde el inicio, el gobierno revolucionario acusó al bolero de pesimista…

Si lo sabré yo. Retiraron mis discos de las vitrolas por apestados. Pero ahora los están pasando en los hoteles a donde van los turistas. Los mexicanos que vienen de Cuba me dicen que oyeron mis boleros allá. ¡Es una burla!

¿Dónde resides actualmente?

Seis meses en México y seis en Miami. Soy agradecida, y México me ha dado mucho. Pero el que no quiere a su tierra, no quiere a nadie, y como no tengo mi isla, tengo que venir a cada rato a Miami a comer arroz congrí y empaparme del sabor de los cubanos.

En tu casa, ¿qué música escuchas?

Lírica. Soy una cantante operática frustrada. No pude cantar ópera, porque en el grupo donde empecé a dar clases de canto, con la soprano Hortensia Coalla, yo era la más mala. Pero hoy, entre Carmen y Traviata, ¡no te rías!, me encanta escuchar a Olguita Guillot.

Creaste un estilo, te imitan…

No he enseñado a nadie, mi estilo caminó y los artistas jóvenes aprendieron algo. Todos aprendemos de todos. Yo siempre quise ser Rita Montaner, la más grande que ha dado Cuba. Cada uno busca sus ídolos.

¿Qué es lo mejor que te ha sucedido?

Estar viva todavía.

¿Crees que tus boleros te sobrevivirán?

Como dice Manzanero: "aprendí que puedo irme mañana mismo de este mundo…". Tendría que acabarse el amor para que mis boleros desparezcan. Un nuevo arreglo, una nueva orquestación, y estarán listos para acompañar las caricias (o provocarlas). ¿Y cómo vamos a terminar esta entrevista? Ya sé, déjame a mí… espero que me recuerden como la mujer que le cantó al amor.


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