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Libros, Lecturas, Borges

Dime lo que lees y te diré quién eres

El poeta y narrador Félix Lizárraga revela sus hábitos de lectura en esta entrevista, en la que confiesa que hay libros que antes adoraba, pero que ahora detesta

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En realidad, la frase completa de François Mauriac que he tomado prestada para el título es: “Dime lo que lees y te diré quién eres; eso es verdad, pero te conoceré mejor si me dices lo que relees”. Y acerca de sus lecturas y relecturas habla el narrador y poeta Félix Lizárraga. Desde el pueblo de Kansas en el cual reside y donde trabaja como traductor, el autor de Busca del unicornio ha tenido la amabilidad de someterse a este asedio y revela sus experiencias en esa orgía perpetua que, para Flaubert, es perderse en las páginas de un libro.

¿Qué tipo de lector eras de pequeño? ¿Qué libros o autores de la infancia recuerdas?

Como Cervantes, siempre he sido “aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles”. En mi casa había poco material, fuera de periódicos y revistas. La biblioteca entera de la casa estaba en la cabecera de mi madre: un Nuevo Testamento con letras doradas en el lomo, un diccionario, un ejemplar de la novelesca biografía de Cleopatra por Emil Ludwig (cuyo olor todavía recuerdo) y una rotación de novelas de Corín Tellado (que ella no quería que yo leyera, pero que me leí todas).

En algún momento entre los siete y los nueve años pedí al párroco canadiense de nuestra iglesia católica que me prestara una Biblia para leer el Antiguo Testamento. Recuerdo que las largas enumeraciones dinásticas me aburrieron, y que me dejó perplejo la violencia constante e interminable (Abraham, dispuesto a sacrificar a su hijo; Absalón, colgado de sus cabellos; Jezabel, devorada por los perros; ciudades enteras arrasadas, destruidas, pasadas a cuchillo; un mundo entero masacrado por el diluvio).

Los cuentos de hadas eran mi lectura favorita. Pasé largas horas en bibliotecas, y conseguí que Conchita, la directora de mi escuela primaria (una mujer imponente y justa a quien todos temían, pero que yo recuerdo con cariño) me prestara, uno a uno, los tomos del Tesoro de la Juventud (versión castellana de The Children’s Encyclopædia) guardados bajo llave en su oficina.

El primer libro que fue mío de verdad, en el recuerdo, fue Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, o más bien su empobrecido fantasma en español.

¿Qué libros tienes actualmente en tu mesilla de noche?

Para combatir a mi viejo amigo el insomnio, he aprendido a evitar en la noche libros nuevos y a refugiarme en el confort de los muchas veces leídos. Los libros del momento tienden a variar con la estación.

¿Qué te influye a la hora de escoger un libro? ¿El boca a oreja, las críticas, la opinión de un amigo de confianza?

Todo lo anterior, y además el azar.

¿Qué libro se supone que debía gustarte, pero no te gustó?

Bastantes. Recuerdo en particular la logorrea pedante y mierdolenta de La muerte de Virgilio, de Hermann Broch. Otro ejemplo son los libros de Dune, de Frank Herbert. Siempre quise leerlos, sobre todo después de ver la película de David Lynch, terrible y fascinante (en todas las posibles acepciones de ambos términos). Cuando al fin me cayeron en las manos, la decepción fue grande, sobre todo a partir del segundo.

También hay libros que antes adoraba, pero que ahora detesto. Casi todo Hemingway, por ejemplo. El cristianerismo desaforado de C. S. Lewis me estropeó Narnia para siempre: nunca he pasado del primer libro. (Aunque, con inconsistencia difícil de explicar, se lo perdono en su trilogía del espacio.) Y qué decir de Ginsberg, Kerouac y comparsa, héroes de mi juventud, que ahora me irritan.

¿Recuerdas el último libro que abandonaste? ¿Qué te hace abandonar la lectura de un libro?

Me temo que he abandonado la lectura de más de un libro. La razón principal es el tedio. Antes eso me hacía sentirme culpable, pero a estas alturas, como decía Sancho, ahí me las den todas.

¿Con qué personaje te gustaría tomar un café mañana?

Real: Jorge Luis Borges. Imaginario: tal vez el duque de Bomarzo, el de los jardines monstruosos. ¿O será al revés?

¿Cuáles son los géneros que más te gusta leer? ¿Y cuáles intentas evitar?

En el terreno de la literatura, mis géneros favoritos son la fantasía y la ciencia ficción. Ah, y la novela negra. Tiendo a evitar la poesía, o a consumirla en dosis pequeñas, como se hace con el veneno.

La filosofía fue en un tiempo una lectura favorita e intensa, pero ahora me pone a dormir, fuera de los textos antiguos (hindúes, chinos, griegos). El filósofo más contemporáneo que aún leo es Platón.

En el vasto y amorfo territorio de lo que pudiera definirse como nonfiction, sin un orden particular: los evangelios apócrifos y gnósticos (¿por qué todos esdrújulos?), libros de ocultismo, magia y adivinación, mitología, física cuántica (¡más esdrújulos!), budismo, astronomía y astrología, la biografía de algún que otro escritor. Ah, y el cine. Siempre el cine.

¿Qué libro sorprendería a la gente ver en tus estanterías?

Un libro de recetas de cocina.

¿Cuándo y cómo te gusta leer? ¿Libro impreso o e-book? ¿Por la mañana o por la noche? ¿Un libro cada vez o varios de manera simultánea?

La presencia de los libros impresos es para mí una necesidad, como el aire que respiro, pero en la práctica los e-books me permiten llevar en el bolsillo una biblioteca babélica. Leo en cualquier momento: mientras como; en minutos robados al trabajo; en la cama, con la luz apagada. A veces uno, a veces varios.

¿Tienes algún héroe ficcional favorito? ¿Y antihéroe o villano?

Después de pensarlo mucho, tendré que contestarte con una canción:

Los héroes y antihéroes que a mí me matan

son tantos, que se atropellan,

y como de matarme tratan

se agolpan unos a otros

y por eso no me matan.

Si organizaras una cena literaria, ¿a qué tres escritores, vivos o muertos, invitarías?

Los escritores tendemos a no ser la mejor compañía para otros escritores. (Ahí está, para probarlo, el famoso viaje en taxi de Proust y Joyce.) Preferiría cenar con mis amigos; y, si son escritores (que algunos lo son), pues hablar de los libros de otros.

¿Qué libros te gustaría ver adaptados al cine?

Breves, como los cuentos de Isak Dinesen o las novelas de Glenway Wescott. Si llevados a serie o miniserie, me encantaría que Luca Guadagnino hiciera una adaptación de En busca del tiempo perdido.

Espero —con impaciencia, pero también con cierto escepticismo—la adaptación de Pinocho de Guillermo del Toro. Del Toro es el director perfecto para traducir al cine la atmósfera de la novela de Collodi (tal vez la primera novela negra para niños que se haya escrito), pero sus dos últimas películas me decepcionaron mucho, a pesar de los premios.

Si hubiese un libro que ha hecho de ti quien eres hoy en día, ¿cuál sería?

Más de uno; demasiados, en realidad, para mencionarlos todos. Elogio de la sombra y El cementerio marino me enseñaron a escribir poesía; Rayuela, a escribir prosa. Memorias de Adriano y los textos budistas me enseñaron a ser humano. Claro que nunca se termina de aprender, y además he sido muy mal discípulo.

¿Qué autor te gustaría que escribiese la historia de tu vida?

Marguerite Yourcenar. Ya se estaba escribiendo bajo el título de Qué he hecho yo para merecer esto, pero nos lo robó Almodóvar. El nuevo título provisional es Marranillo, o Mamá, ¿por qué lavas la carne? Cuando se lleve al cine, quiero que lo dirija Andréi Tarkovski con Tilda Swinton.

¿Hay escritores cubanos que no han sido traducidos tan internacionalmente como deberían? ¿Cuáles recomendarías?

Muchos, me temo. Todo el mundo conoce a Carpentier, a Lezama o a Ítalo Calvino, pero muy pocos a Mariano Brull, a Miguel de Carrión o a Carlos Victoria. Y qué me dices del destino nepéntico de Virgilio Piñera, cuya marginación empezó ya con los orogenitalistas…