Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Entrevistas

Literatura

«El sol de la historia me quemó»

El escritor Manuel Pereira habla sobre 'Insolación', su más reciente libro.

Enviar Imprimir

Por otro lado, cuando triunfa la revolución se produce una especie de insolación histórica. Así, en la novela se verifica una transmutación de la insolación física, solar, a una insolación histórica o ideológica.

O intelectual incluso, que me parece que es la más peligrosa…

Sí, es la más peligrosa porque es la que produce una especie de inflamación en el cerebro. Menciono en la novela que las neuronas se dilatan y estallan. El cerebro se llena de ampollas. Es todo un juego con el tema de la revolución. ¿Qué pasa con la revolución? En realidad, lo que pasa es que es un proyecto tan ambicioso que le queda grande a la Isla, por eso fracasa, porque es una ambición desmesurada, una utopía descabellada, delirante.

Para Coliseo —otro personaje importante de su novela—, la palabra revolución proviene de revolver. Definición que nos argumenta al momento de sacudir ese tanque de agua de lluvia estancada del cual emergen mosquitos, renacuajos y demás insectos. Ésta es una definición que podemos adaptar a cualquier tiempo, pero, en nuestros días, ¿qué es ser revolucionario?
En Cuba la palabra revolucionario ha perdido sentido. Ya la revolución fracasó, lo que queda es Fidel Castro: él, en el poder. Pero eso no es ninguna victoria, es sólo la permanencia de un dictador en el poder. No es revolución. La revolución fue en el 59 y 60. Lamentablemente, a partir de cierto momento, la Isla cae bajo el eje soviético y entonces hablamos de socialismo.

La gran derrota es ética, no económica ni militar, sino ética. Se había dicho que la ética era la gran conquista, pero justamente es la dignidad humana la que se destruye cuando las calles de Cuba se ven inundadas por la prostitución, pues no sólo son mujeres las que se prostituyen, sino también hombres. El sistema los obliga, así que el sistema ha fracasado.

Entonces, para mí, la muerte de la revolución avanza a lo largo de tres décadas, y en los años noventa recibe su tiro de gracia. Estamos en 2006 y muchos dirán: "allí sigue Fidel, sigue la revolución". Sí, sigue Fidel, pero Fidel no es la revolución.

Muchos están en espera de…

Todos están esperando el gran entierro, todos estamos esperando el gran sepelio. Todos, los de afuera y los de adentro. Lo que pasa es que los de afuera tenemos la ventaja de que lo podemos decir y los de adentro simulan o tienen que estar callados por temor a las represalias.

En esta novela usted deja ver en distintas ocasiones, a través de Joaquín, el sentimiento de ser extranjero en su propio barrio. Es un híbrido del niño gótico con el mataperros. Y al mismo tiempo, con el personaje de Adelita nos dice que la "Patria es el lugar donde más cómodo se está". En este sentido, ¿cómo se siente Manuel Pereira viviendo en el exilio?

Mi patria ya es el mundo. He viajado mucho, estuve en Alemania, después en Francia, luego en Estados Unidos, posteriormente en España y ahora en México, figúrate. Ya soy universal, ya no tengo patria. Y creo que esa universalidad es perfecta, al menos para un escritor. Claro, todo esto tuvo un precio: dolor, sufrimiento, nostalgia, tristeza, mucha soledad en ocasiones. Pero creo que está bien. Si tuviera que volver a pagar ese precio, lo haría con gusto porque al final he alcanzado lo que todo escritor y todo intelectual debe perseguir: la universalidad y la libertad. Mi patria es el mundo.

Y para un escritor, su lengua…

Claro, yo tengo la suerte de escribir en un idioma que hablan más de 300 millones de personas en todo el globo. Mi patria, efectivamente, es el mundo y la lengua también.

¿Ha pesado en su escritura el exilio, o ha influido en el estilo que está asentando en ella?

El estilo de mi escritura ha sido el resultado de muchas lecturas, de mucho estudio y de mucha carpintería literaria. No sé si tengo un estilo personal. Algún amigo que está leyendo Insolación me ha dicho que sí, que ahí hay un estilo ya. Ojalá. Conseguir un estilo es casi un milagro, es muy difícil tener un estilo personal. No me atrevería a afirmar si tengo o no un estilo. Sería muy vanidoso de mi parte, prefiero que eso lo diga algún crítico y que, además, lo argumente.