«No se debe usar la censura sobre ningún criterio»
Entrevista con el cineasta cubano Rolando Díaz, cuya última película, 'Cercanía', se estrenó recientemente en Miami.
Indagación y tolerancia. Esta es la ecuación que insinúan los protagonistas de Cercanía y que parece guiar el trabajo de su director, Rolando Díaz. Tras realizar Melodrama y Si me comprendieras, el cineasta cubano regresa a las pantallas con esta película, donde recupera lo mejor de sí mismo y hace cine vivo —discutible, pero honesto—, lo que no es poco en el cementerio cinematográfico que se está convirtiendo el cine cubano de un tiempo a esta parte.
Cercanía, película llena de interrogantes, se presentó oficialmente en agosto pasado en Miami y tendrá su premier europea en Berlín el próximo 24 de enero.
El Festival de La Habana ha cerrado sus puertas y, que sepamos, su película más reciente, 'Cercanía', no fue exhibida en el mismo, a pesar de haber sido inscrita en tiempo y forma.
Imaginaba que eso iba a pasar. Lo que sucede es que siempre he deseado que la pelota no quede en mi terreno. Todas las películas que he realizado fuera de Cuba, las he enviado al Festival de La Habana. Hasta ahora habían hecho exhibiciones limitadas, truqueadas en todos los casos, pero Cercanía es demasiado fuerte para el presente. Hablar de los cubanos de Miami como seres humanos normales, con sentimientos, capaces de sufrir, amar, reír y odiar, es imposible de asimilar por la Cuba oficial.
Sin embargo, los extranjeros que han visto Cercanía no entienden por qué no se exhibe en Cuba. La ven como una película esencialmente humana, pero tienen una mirada inocente, de personas que no conocen que en Cuba el solo hecho de no ser "revolucionario" es un problema grave y la película está habitada por personas que nunca creyeron en la Revolución o se arrepintieron de haber sido revolucionarios.
¿Qué ha querido contar en su nueva película?
He querido hacer un homenaje a mi padre. Él fue de los que nunca creyó que la Revolución era una solución para la nación cubana, y vivió toda su vida con esa angustia dentro. En el tiempo en que creí fervientemente en el proceso cubano, nunca lo escuché. Nunca tuvo un espacio para que sus opiniones fueran tenidas en cuenta, aunque él, sin una valentía excepcional, porque era un hombre sencillo y tranquilo, siempre defendió su postura e hizo mucho por no romper la familia. Murió en Cuba y nunca más pudo ver la inmensa parte de sus seres queridos que se fueron a vivir a Miami y lo más trágico, nunca pudimos darle la razón en vida.
Heriberto, el protagonista de Cercanía, tiene mucho de él y otro tanto del abuelo de mi hijo David, el mayor, un hombre rebelde muy extrovertido, con una gran intuición para el pequeño negocio y de gran ímpetu. Esa síntesis de personalidades, la interpreta genialmente el actor Reynaldo Miravalles.
Por otro lado, necesitaba contar esta historia, sentía una deuda muy grande con esa inmensa ciudad que es Miami, que alberga a más de un millón de compatriotas y que una buena parte de la prensa demoniza sin rigor alguno. Además, el cine cubano realizado en la Isla, por razones obvias, nunca le ha dedicado una mirada de respeto a esa realidad. Ha sido muy emotivo para mi realizar una película sencilla, sin pretensiones, que hable sobre ellos. La recepción que la película ha tenido en Miami me ha hecho muy feliz. Sólo me falta, para cerrar el ciclo de la felicidad, que sea vista en Cuba, y sé que algún día va a suceder.
¿Qué fue primordial: la necesidad artística o la deuda como intelectual comprometido?
Me resulta difícil responder esa pregunta. Soy una persona muy emotiva, que crea y escribe historias por impulso. No me considero un intelectual.
Mis reiterados viajes a Miami, en principio por motivos familiares y de amistad, me fueron acercando cada vez más a una realidad que, como ya dije, quería reflejar de alguna manera. Sentía una deuda también con una película excelente, El Super, de León Ichazu y Jiménez Leal, que nunca ha sido integrada dentro de lo que en realidad debería llamarse cine cubano, como otras tantas películas que corrieron igual suerte.
Estoy convencido de que esa película en particular hubiera arrasado en muchos festivales y conquistado muchos públicos; es sencilla, grácil y profunda a la vez, con actuaciones memorables, pero tuvo el estigma de haber sido realizada fuera de Cuba y eso significaba que no estaba reconocida por el cine revolucionario, que en aquellos instantes, casi como ahora, dominaba (desde el punto de vista de la representatividad de "lo cubano") todo el espectro de los festivales internacionales y hasta el de algunas casas de distribución.
Ahora me estoy inclinando más en la respuesta hacia el compromiso del cineasta. Como vez, creo que fui impulsado por las dos cosas: la necesidad artística y la deuda como cineasta con "otro" cine al que no le pude hacer justicia en su momento.
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