Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cine

«No se debe usar la censura sobre ningún criterio»

Entrevista con el cineasta cubano Rolando Díaz, cuya última película, 'Cercanía', se estrenó recientemente en Miami.

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En 1989, Jesús Díaz (su hermano) realizó la película 'Lejanía'. ¿Podría considerarse 'Cercanía' un homenaje a Jesús o una invitación al acercamiento entre los cubanos desde la otra orilla?

También es las dos cosas. Es bastante claro que Lejanía y Cercanía no son un simple juego de palabras. Mi hermano Jesús fue una persona muy importante en mi vida. Sé perfectamente que él hubiera tenido una mirada como esta, de acercamiento en estos tiempos (aunque contando una historia a su manera, por supuesto). En su época, que nunca negó, de militante revolucionario, hizo Lejanía, que curiosamente fue considerada una película polémica en su tiempo, a pesar de tener una mirada sesgada que Jesús después reconoció.

También está implícito un deseo en Cercanía porque las personas que diverjan en criterios, incluso duramente enfrentados, intenten entenderse. Por supuesto que hay una invitación a la comprensión del otro, aunque la película es lo que es y no lo que yo quiero que sea.

Doce años después, ¿las críticas contra la realidad cubana vertidas entonces en su filme 'Melodrama' le parecen justificadas?

Melodrama es una tibia mirada de lo que es y fue la realidad cubana. Es una película desinhibida que juega mucho con el sexo, hacia el que tiene una postura irreverente, pero realizada en un contexto político asfixiante. Es una película de descreídos, una comedia donde ya los personajes no viven, para nada, pendientes de la Revolución, sino que intentan sobrevivir a fuerza de ingenio. No creo, ni con mucho, que fuera la película más crítica de la época, pero su censura me marcó muchísimo, sobre todo porque me engañaron y nunca me dejaron saber por qué la prohibían. Fue, y es, un castigo brutal para un cineasta. Pero debo reconocer que a otros se lo hicieron peor aún.

Debe ser frustrante hacer una película para que luego el gobierno cubano prohíba su exhibición. ¿Puede decirnos su experiencia al respecto?

Estuve mucho tiempo esperando por la exhibición de Melodrama. Me mintieron en varias ocasiones. Que si el laboratorio estaba falto de negativo, que si había roturas en las máquinas, hasta que, harto de tantas mentiras, decidí estrenar la película en Miami, apoyado por el Ciclo de Cine Cubano del Miami Dade College, usando una copia en vídeo que yo poseía. Así intenté que el Festival de La Habana la mostrara o, de lo contrario, quedara como un organismo censor.

La exhibieron y, pese a las muchas limitaciones que practicaron en su programación (la pasaron en una sola ocasión), tuve la tremenda suerte de que asistiera el alemán Peter Schumann, directivo de la Sección Forum del Festival de Berlín. Fue un domingo a las 10 de la mañana, que en el Festival de La Habana equivale a un horario fantasma. Schumann seleccionó Melodrama, descartando la película que el poder oficial quería imponer para enviar a ese importante festival.

En honor a la verdad, debo decir también que un grupo de cineastas cubanos, amigos, me apoyaron en aquella lucha, al frente de la cual, ya muy enfermo, estuvo Tomás Gutiérrez Alea, el cineasta más grande que he conocido jamás. Eso hizo posible que Melodrama se exhibiera en otros eventos de gran importancia, como el Festival de Toronto; también se estrenó en el Lincoln Center de la ciudad de Nueva York.

En Cuba, todavía hoy, continúa prohibida y sigo sin saber por qué, aunque a estas alturas ya no tengo ningún interés por saberlo. Confío en que Melodrama, Si me comprendieras (otra de mis películas que tuvo una historia de desventuras en el Festival de La Habana, contada muy bien por el conocido cineasta australiano David Bradbury en su filme Algunas memorias sobre Cuba) y Cercanía, serán vistas algún día por todos los cubanos que lo deseen. Vivo convencido de eso.

Fuera de Cuba existe un número importante de cineastas que como usted pertenecieron al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). ¿Cómo valora su trayectoria artística fuera del mecenazgo oficial que les ofreció La Habana?

Es una batalla muy dura, por la cual no siempre obtienes una buena recompensa. Hay nombres importantes dentro de lo que ha sido el ICAIC que, aunque han realizado algún proyecto en el exterior, todavía no han logrado sacar adelante lo que desean hacer con más pasión. Así de complejo es este mundo, donde nadie te está esperando con los brazos abiertos, sino que tienen que confluir muchas cosas para materializar un deseo. No obstante, sé que los proyectos de esos cineastas están vivos y en cualquier momento encuentran salida.

En mi caso específico también he realizado múltiples esfuerzos. Cuando salí de Cuba decidí que no iba a tener más jefes, y pasados algunos años armé con mi amigo cineasta canario Aurelio Carnero, la empresa Luna Llena Producciones S.L. Con ella vamos por el tercer largo, el más reciente es La vida según Ofelia, que se estrenará en España en el 2007, y ya estamos metidos en nuevos sueños. Se sufre, se tensa mucho la cuerda, pero es una alegría producir con tus propios medios, haciendo tú las gestiones.