Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Venezuela, Chávez

Venezuela: entre el legado y las promesas (II)

Miradas sobre una década chavista: entrevista al activista político Simón Rodríguez Porras

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Con este texto continúa una serie de tres entregas sobre la actualidad e historia política reciente de la Republica Bolivariana de Venezuela, evaluada desde la perspectiva plural de diversos intelectuales y activistas de la patria de Bolívar, realizadas en el marco de una estancia académica del entrevistador, en abril pasado. En esta ocasión contamos con el aporte de Simón Rodríguez Porras, músico de formación y militante por vocación, quien se desempeña como coordinador de la página web Laclase.info y activista del partido Unidad Socialista de Izquierda. El principal valor de su mirada es el de provenir de una izquierda crítica, desmarcada de las posturas del Gobierno y la oposición reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que trata de articular, junto con movimientos sociales, sindicatos combativos y organizaciones populares autónomas, una alternativa dentro de la polarización vigente.

Este 2011 se cumplen doce años de la asunción de la presidencia de Venezuela por Hugo Rafael Chávez Frías, con un discurso preñado de promesas refundacionales. ¿Cuáles son a su juicio las causas que explican el ascenso y mantenimiento en el poder de dicha figura por más de una década?

Simón Rodríguez Porras (SRP): La llegada de Chávez a la presidencia por vía electoral viene a coronar toda una década de crisis política, que se abre con el levantamiento popular del 27 de febrero de 1989 contra el paquetazo de Carlos Andrés Pérez, fecha que marca la decadencia irreversible del bipartidismo burgués del Pacto de Punto Fijo, subordinado a las multinacionales y el FMI. Los de arriba no podían seguir dominando como venían haciéndolo, y la fuerza ascendente de la protesta estudiantil, obrera y popular demostraba que los de abajo no estaban dispuestos a seguir tolerando su condición de explotación y exclusión. Los partidos del status quo y de la izquierda reformista también mostraron su agotamiento y casi nula representatividad, mientras que se desarrolló una resistencia popular de gran magnitud contra los ajustes del FMI. Ya en 1993 se expresa electoralmente la ruptura con el bipartidismo cuando la mayoría de los electores optaron por candidaturas distintas a las de AD y Copei.

Chávez capitalizó en 1998 el rechazo a la élite partidista que gobernó el país a partir de 1958, completamente degenerada, corrupta, subordinada al imperialismo. En virtud de su participación en la rebelión militar de febrero del 92, y un discurso de ruptura y refundación del sistema político, Chávez cabalgó sobre el descontento popular y ganó las elecciones, con una plataforma electoral que incluía a partidos del régimen, políticos socialdemócratas y socialcristianos, militares de derecha, estalinistas. Cuando uno lee las bases programáticas del MBR-200, se trata de un galimatías posmoderno sin definiciones precisas. Cuando Chávez gana las elecciones, ya había depuesto sus propuestas más avanzadas, como el no pago de la deuda externa, pero mantenía la consigna de la refundación institucional a través de la Asamblea Constituyente, para lograr la inclusión política de las mayorías marginadas por el bipartidismo. De allí su discurso acerca de la democracia participativa y protagónica.

En los primeros años de su Gobierno, el pueblo venezolano logra conquistas importantes, como la redacción de una nueva Constitución que recoge avances en materia de derechos humanos, aumentos del salario mínimo por encima del índice inflacionario, un importante aumento en los impuestos a las transnacionales petroleras. La mayor parte de la burguesía, exceptuando a un sector minoritario que apoyaba a Chávez, se lanza en un ataque furibundo contra el Gobierno, el gremio empresarial acaudilla a la burocracia sindical y a los partidos burgueses tradicionales, y Chávez se apoya en la movilización popular para maniobrar defensivamente frente a una reacción con rasgos semifascistas. Por eso es derrotado el golpe de abril de 2002 y el lock out patronal de diciembre de 2002 y enero de 2003, gracias a una poderosísima movilización de los trabajadores y los sectores populares. El triunfo obrero y popular se traduce en el lanzamiento de las Misiones, programas de educación y salud que tuvieron un importante impacto en su primera etapa, aunque hoy se encuentran en franco retroceso.

Ese perfil de representar la ruptura con el bipartidismo, su discurso antiimperialista, las conquistas sociales y democráticas de los primeros años de su gobierno, son lo que explica la importante base social que aún mantiene el Gobierno, a pesar de que se ha deteriorado de manera notoria, en parte porque hoy ataca directamente y destruye muchas de esas conquistas, y porque al haberse mantenido en el marco capitalista fue incapaz de atender graves problemas sociales como el déficit de vivienda o el subempleo y el empleo informal que rondan el 50 %.

¿En qué medida la actual gestión de Gobierno corresponde a las críticas y expectativas que la población venezolana tenia respecto a la llamada IV Republica (1958-1998)?

SRP: De manera explícita, la mayoría de la población cuestionaba la corrupción de los gobiernos adecos y copeyanos, su carácter represivo, la exclusión económica, pues la renta petrolera se la apropiaba un minúsculo sector parasitario mientras que las grandes mayorías debían soportar toda clase de privaciones; y la exclusión política, pues la mayoría de las personas percibía que sus exigencias no tenían la menor resonancia en el Gobierno. De manera implícita, las protestas estudiantiles y las huelgas, los estallidos como el Meridazo en 1987 y el Caracazo en 1989, por su contenido de clase y sus reivindicaciones democráticas y sociales, cuestionaban el orden capitalista imperante en nuestro país. La ideología populista con la que la mayoría del pueblo venezolano rompió, sostenía que la democracia burguesa venezolana podía servir los medios para el ascenso social y la coexistencia pacífica de los explotadores y los explotados.

El balance del actual Gobierno es desolador. No hubo el menor intento de luchar contra la corrupción, los desfalcos del período bipartidista quedaron impunes, y la corrupción “roja-rojita” avanza sin toparse con el menor obstáculo. La gran mayoría de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por los represores adecos y copeyanos se han mantenido en la impunidad, y casi la totalidad de los casos de sicariato contra dirigentes campesinos y obreros durante el Gobierno de Chávez no han sido siquiera investigados. El saqueo de la renta petrolera continúa. La deuda externa se ha multiplicado. El déficit de vivienda no ha parado de crecer. La participación de los asalariados en la renta nacional ha disminuido en los últimos años a favor de los patronos. No se ha aprobado una ley de seguridad social universal. El clientelismo partidista y la exclusión política se han profundizado, a tal punto que para acceder a un empleo público o legalizar un consejo comunal se exige la inscripción en el Psuv. No ha habido cambios estructurales en la sociedad venezolana, a pesar de toda la palabrería pseduorrevolucionaria de Chávez.

En 2005 y 2006 se evidencia un proceso profundamente regresivo con la creación de las empresas mixtas, que hacen a las transnacionales imperialistas socias del Estado venezolano y copropietarias de los yacimientos petrolíferos, el Gobierno destruye la Unión Nacional de Trabajadores para evitar que surja una central obrera autónoma, arranca una política cada vez más sistemática de criminalización de las protestas sociales, reprime las tomas de fábricas por parte de los trabajadores, como en el caso de Sanitarios Maracay y se modifica la Ley de Tierras en favor de los terratenientes. En 2007 y 2008 viene la amnistía a los golpistas, se inicia un plan de ajuste que incluye la liberación de precios de los alimentos, el aumento del IVA, una devaluación monetaria del 100 %, importantes subsidios a las empresas capitalistas exportadoras, y un retroceso del salario mínimo respecto de la inflación. En el terreno político, se evidencia el control de todas las instancias del Gobierno por parte de la nueva burguesía surgida del manejo de los recursos estatales, conocida popularmente como “boliburguesía”, y la orientación de regimentar a la base social del Gobierno se expresa en la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela, un aparato sin democracia interna y con una ideología de colaboración de clases. A todo esto se suma el sicariato contra el movimiento obrero, por parte de bandas surgidas de los sindicatos del sector de la construcción y ligadas al Psuv.

Por todo esto decimos que el Gobierno frustró las expectativas que despertó en la población.

Ideología bolivariana, socialismo del siglo XXI, populismo militarista y autoritario son términos utilizados indistintamente para definir al régimen y proceso venezolanos. ¿Cuáles serían los elementos centrales que caracterizan el proyecto político que llega a Miraflores en 1999 y qué continuidades o contradicciones posee respecto a los gobiernos demo liberales de la región y a su propia evolución histórica?

SRP: Como ya hemos dicho, las peculiaridades del Gobierno de Chávez están intrínsecamente relacionadas con el proceso histórico que le da origen, que es el de una aguda crisis social y política. Chávez es a la vez expresión de esa crisis y una respuesta bonapartista a la misma, para regimentar y derrotar al movimiento popular, liquidando de esa manera la crisis abierta en 1989. Su dinámica actual es hacia una centralización cada vez mayor del poder y tiende a apoyarse cada vez más en la acción de los cuerpos represivos y la limitación de las libertades democráticas, en la misma medida en que se erosiona su base social de los primeros años.

Al igual que el resto de los gobiernos de la región, es un gobierno burgués, que paga puntualmente la deuda externa, entrega los recursos naturales a las transnacionales, y aplica severos planes de ajuste a la población ante los efectos de la crisis capitalista. La Constitución del 99 ofrece plenas garantías al capital transnacional, y un entramado de tratados comerciales como el tratado contra la doble tributación con EEUU, y otros convenios internacionales, mantienen al país firmemente atado al orden capitalista internacional.

Dentro de la Constitución de 1999, en la legislación aprobada posteriormente y en la retórica política de actores oficialistas y (más recientemente) de opositores se habla mucho de “democracia participativa y protagónica”. ¿En qué medida esta representación corresponde con la realidad; cuáles han sido avances y retrocesos en ese rubro en los últimos doce años?

SRP: Los partidos de la oposición patronal proimperialista demostraron durante más de cuarenta años cuál es el tipo de democracia que defienden, una farsa al servicio de los empresarios nacionales y transnacionales. No tienen nada que ofrecer a la población venezolana. Por otra parte, este Gobierno traicionó las expectativas de consolidar una democracia con mayor participación y protagonismo popular. Además de que practica el más horrendo culto a la personalidad y presenta a Chávez como un dirigente iluminado e incuestionable, en el terreno práctico combate todo protagonismo autónomo de las organizaciones populares y obreras en la política nacional, utilizando al Psuv y el aparato estatal para corporativizar a las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, y comunitarias. Cuando la cooptación y la presión económica no es suficiente, el Psuv utiliza a los consejos comunales adictos para enfrentar a los trabajadores, como ha ocurrido en PDV-Gas, o emplea a bandas armadas de rompehuelgas, como la llamada “Muralla Roja” que actuó la semana pasada en las empresas del aluminio, en Guayana. Más de 200 trabajadores tienen juicios abiertos por hacer uso del derecho a huelga. En definitiva, la democracia participativa y la inclusión política son consignas huecas en boca de los dirigentes del Psuv y de la oposición agrupada en la MUD. La verdadera democracia la practicamos a través de la movilización y la lucha y la elevaremos a sistema político cuando gobiernen los trabajadores y el pueblo a través de sus organizaciones.

El venidero 2012 tendremos elecciones presidenciales, donde la oposición tratará de alcanzar la Primera Magistratura de la nación y el Presidente reelegirse en el poder para continuar con su proceso de cambios. ¿Cómo vislumbras los escenarios de cara a dichos comicios y qué consecuencias se generarían a partir del triunfo de ambas tendencias? ¿Habrá espacio para una tercera opción que reduzca la polarización vigente e incluya al enorme sector de los llamados Ni-Ni?

SRP: El Gobierno va muy debilitado al proceso electoral de 2012. Es lógico que haya un desgaste enorme producto de más de una década de discursos oficiales disociados de la realidad social. Lo que más favorece al Gobierno es que su antagonista, la MUD, representa un legado político que es odiado por millones de venezolanos, y que poco disimula su talante antipopular y proimperialista. Habrá una intensa disputa de ambos polos burgueses por conquistar la jefatura del Estado y la administración de la renta petrolera, y se reducirá el espacio electoral para otras opciones. Pero nuestra apuesta seguirá siendo conformar una alternativa política de los trabajadores, de ruptura con el Psuv y la MUD, y creemos que hay un importante espacio representado por millones de personas que han roto con las dirigencias del actual Gobierno y los gobiernos anteriores, así como el ascenso en las luchas obreras y populares. Este ascenso lo reflejan las cifras recopiladas por organizaciones de derechos humanos como Provea. La mayor parte de los votos que conquistó la MUD en las elecciones parlamentarias de septiembre de 2010 fueron una expresión de voto castigo contra el Gobierno, y no un apoyo orgánico a los partidos de derecha. Creemos que, independientemente de la candidatura presidencial que resulte ganadora en 2012, se tratará de un gobierno precario, muy débil, mientras que lo que tiende a fortalecerse es la lucha social. Se trata de un escenario favorable para nuestro planteamiento de que es necesaria una alternativa política de los trabajadores, los campesinos, las organizaciones comunitarias autónomas, los estudiantes, y demás sectores oprimidos, para levantar nuestra propia agenda y pelear por el verdadero socialismo.


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