Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Artes Escénicas

«Vine al mundo a escribir, no a lamentarme»

Entrevista con el dramaturgo cubano Yoshvani Medina.

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Emigrar es una actitud. Tener la fuerza de sufrir en paz, sin agregar al dolor de estar lejos el dolor de la insatisfacción individual. La única manera de vivir así es llenarse de coraje y decirse que uno es un artista y vino al mundo para escribir y no para lamentarse. Asumir su responsabilidad, a pesar de las dos lenguas, las dos casas, las dos nostalgias.

Tras la publicación de Holy Smoke , de Guillermo Cabrera Infante, los críticos dijeron que era la respuesta cubana a Conrad y Nabokov. ¿Se imagina que alguna vez se diga que usted es la respuesta cubana a Samuel Beckett?

Si hoy escribo en francés es porque vivo en francés, porque he hecho el trabajo de reflexión de la obra en francés. Creo que Beckett o Cabrera Infante vivieron un proceso de reconocimiento y complicidad con la nueva lengua y la sociedad a la que se vieron confrontados; un proceso muy difícil en el que debes aceptar con humildad el regreso a la escuela y el miedo a lo desconocido. Uno empieza a morir el día que piensa que no tiene nada que aprender. Abrirse a una sociedad y a una lengua es darse, y darse es la mejor manera de recibir. Creo que más que una respuesta, quisiera ser una pregunta cubana a Samuel Beckett.

¿No tiene miedo de convertirse en un escritor traducido para los que serían sus lectores naturales, los que lo hacen en español?

Un traductor es un intermediario peligroso e indispensable, aunque si se trata de poesía vale más prescindir de él. Mi aprendizaje del francés fue una experiencia amarga, tuve que aprenderlo en unos días, al mismo tiempo que dirigía a unos actores francófonos. Pero las escuelas tienen que ser como los remedios: amargas, o no sirven. Gracias a aquella experiencia mi lenguaje es fluido; la crítica ataca más mis puntos de vista que la desenvoltura del discurso. Las dos últimas obras las he escrito en francés, pero como seré quien las traduzca, conservaré el monopolio de los sentidos, de la forma, el público me leerá sin intermediarios.

¿Qué le suscita la provincia? ¿Es Martinica la prolongación de la provincia? ¿Será necesario salir de ella en algún momento?

Me pongo contento cada vez que pienso en Pinar del Río, ese pequeño e inconmensurable pedazo de tierra, adonde todo me conduce, adonde regresaría con gusto, a pesar de las vicisitudes y los malos recuerdos. Sí, la Martinica es como una prolongación de la provincia, aquí llegué huérfano de todo y ella me abrió los brazos y los muslos y me hizo su hijo y a la vez su amante.

La Martinica es un lunar entre el Caribe y el Atlántico, lunar en francés se dice "grain de beauté", grano de belleza, y así veo a esta isla, llena de una belleza muy difícil de comprender para alguien que no viva aquí. En Martinica he podido reunir las condiciones de trabajo que no hubiera soñado en Pinar del Río: mi propia compañía Théâtre Si, una escuela de teatro que dirijo desde 2002, y un equipo técnico liderado por un régisseur francés, que empezó en los años ochenta haciendo roads con Pink Floyd y Led Zeppelin.

Por supuesto, hay que salir de la provincia: nosotros actuamos Suicídame en el Festival de Avignon, leímos Merde! en el Théâtre du Rond-Point des Champs-Élysées y en la Comunidad Wallonie, en Bruselas. Hemos trabajado en la mítica Cartoucherie de Vincennes, conocida mundialmente por ser el cuartel general de Arianne Mnouchkine y su Théâtre du Soleil; en Barcelona, con una leyenda: Els Comediants; en Francia, con el Groupe F, que acaba de regalarnos la magnífica ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Torino. Por el momento retornamos a la provincia, hasta un día…

Se habla de que la literatura caribeña y latinoamericana sólo es válida cuando trasciende las fronteras de sí misma y las obras y los autores recorren los circuitos europeos y americanos, ¿qué opina?

Una buena novela o pieza de teatro apolillándose en una librería de provincia tiene mucho de patético. La literatura, el teatro, se abren al contacto con el público y el éxito sólo puede hacerles bien. Eso no quiere decir que la dignidad de nuestra literatura vaya a estar signada por su inclusión en los grandes circuitos, donde, como en cualquier casa editorial, encontramos muchas obras que debieron quedarse en la santa paz de una gaveta, pero es muy válido aspirar a entrar en ellos, imponernos sin ceder en lo que consideramos nuestras verdades fundamentales. Los buenos teatros están al acecho de las buenas obras, vengan de dónde vengan. Prefiero a los artistas que son víctimas de su éxito, a los mártires de su fracaso.