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América Latina

Crecimiento y pobreza

¿Entienden por igual Lula, Kirchner y Chávez que sólo una economía de mercado puede sostener un vigoroso crecimiento económico?

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No hay nada que ayude tanto a los pobres como un vigoroso crecimiento de la economía, el cual, primero que nada, debería beneficiar a los más necesitados, si es que verdaderamente se quiere erradicar la pobreza.

Los débiles índices de crecimiento y los casi nulos intentos de erradicar la miseria —característica de la realidad de América Latina en las dos décadas pasadas, con la excepción de Chile— son una mala noticia que se escucha a menudo. Pero resultan aun peor las profundamente enraizadas desigualdades económicas que continúan dañando seriamente el ya frágil tejido social en casi todos los países latinoamericanos.

En el informe Erradicación de la pobreza y crecimiento económico, publicado recientemente, el Banco Mundial ofrece un análisis muy comprensivo de los problemas de la región, desde un punto de vista certero. La pobreza está entre las razones de más peso que han motivado el decepcionante hecho de la ausencia de crecimiento económico en América Latina. En otras palabras, el análisis indica que erradicar la pobreza beneficiaría a todos los ciudadanos por igual.

Lograr que haya un crecimiento económico a favor de los pobres y que se erradique la pobreza a favor de este, son tareas que deben ir de la mano. Para resolver las desigualdades que afectan a los ciudadanos tiene que crearse un Estado que promueva la igualdad de oportunidades y lleve a cabo una redistribución eficiente de los bienes de la nación.

Un lastre terrible

Desde los tiempos de la Colonia hasta finales del siglo XIX, América Latina desarrolló su economía al son de la exclusión social. Las riquezas minerales y la economía de plantaciones crearon sociedades en las que escasas minorías con poder exprimieron los bienes de los países, explotando a las masas de piel más oscura.

América Latina todavía arrastra el lastre de este terrible legado, lo que en buena parte explica sus rezagos socioeconómicos. La historia, sin embargo, no se debe confundir con el destino. En la década de los sesenta, otras regiones del mundo comenzaron a aprovechar las ventajas de la expansión de la economía global, pero América Latina decidió permanecer encerrada en sus fronteras con férreas leyes proteccionistas. La intemperancia de la macroeconomía condujo a la consabida implosión sucedida en la década de los ochenta.

Las desigualdades económicas no deben considerarse como algo incambiable. Hace un siglo, Francia, España y Gran Bretaña, por ejemplo, tenían un nivel de desigualdades muy pronunciadas en los ingresos de sus ciudadanos. Pero estas diferencias fueron mitigadas en cuanto se creó un Estado de bienestar social que se preocupó por redistribuir la riqueza entre todos, de forma más equitativa. El Banco Mundial ha hecho hincapié en que América Latina aún está a tiempo de tomar las decisiones adecuadas para lograr un resultado semejante al de estos países.


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