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Medio Oriente

De tribus, democracia, religión y petróleo (II)

La única alternativa en Irak para detener la guerra civil es la partición controlada en Estados autónomos.

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Occidente está sordo al creciente clamor iraquí en favor de la partición, a la idea de volver a trazar el mapa de Irak, justificado en el criterio de que una separación conduce al incremento de la violencia y la exclusión sectaria. Los críticos de la remodelación destacan que los milicianos chiítas con lazos con los partidos políticos en el gobierno, son tan responsables del terror como los insurgentes sunitas.

La Comisión Baker descartó la idea de dividir Irak en regiones autónomas y distribuir la riqueza petrolera por igual entre kurdos, chiítas y árabes sunitas, sosteniendo que ello incitaría la guerra civil. Sin embargo, el senador Joseph R. Biden Jr., de Delaware, una de las voces líderes en materia de política exterior del Partido Demócrata, miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, ha apoyado la solución de separar Irak en tres Estados autónomos.

Los iraquíes sí reconocen que se encuentran envueltos en una guerra civil no declarada, y que, de facto, existe una partición. Irak se encamina aceleradamente a su desmembramiento: cada una de las tres étnicas busca eliminar drásticamente el gobierno central para que no sea instrumento de opresión a quienes no estén en el poder.

Irak ya se encuentra desunido, pues los kurdos no desean ser parte de él. Los gobiernos locales y sus milicias étnicas y religiosas, controlan las diferentes regiones.

Limitar la influencia iraní

Una parcelación de Irak con los kurdos al norte, los sunitas al centro y los chiítas al sur, limitaría al menos la influencia iraní sobre la parte sur. Al reconocer la plena autonomía de sus tres componentes étnicos, podrían desarrollarse bolsones de libertad política y económica más duraderos. En Kurdistán se agruparon tres zonas en un enclave autónomo con sus propias fuerzas armadas, su aparato de inteligencia, primer ministro y ministro del petróleo. Los peshmergo o milicianos kurdos constituyen el corazón de las fuerzas de seguridad de Kurdistán.

El experimento kurdo ha inspirado a muchos dirigentes chiítas. Los kurdos tendrían la mejor posibilidad de crear una sociedad relativamente libre en su área, pues en la actualidad están inseguros de que su actual autonomía pueda preservarse tras la salida norteamericana. Quizás lo más inquietante es que Turquía rechaza una autonomía kurda por el efecto negativo sobre la población kurda que habita en su territorio. Por eso, varias veces ha amenazado con intervenir militarmente, de proclamarse un Kurdistán independiente.

Pero la independencia o la autonomía estatal dentro de una federación, apoyada por los kurdos y los chiítas, son rechazadas por los sunitas, debido a que el territorio que pueblan, el central, carece de petróleo. La Constitución otorga a los kurdos y a los chiítas una mayor proporción de los ingresos petroleros que a los sunitas.

Otro de los temores infundados es que los chiítas iraquíes (árabes) sean asimilados por los chiítas iraníes (persas). El diferendo árabe-persa es tan profundo que supera la coincidencia de secta islámica, aparte del desacuerdo sobre la separación o no de la religión y el Estado. Además, los clérigos chiítas iraquíes se consideran con más prestigio y autoridad que los iraníes, pues los lugares sagrados del chiísmo se encuentran precisamente en la región sur de Irak.

Los chiítas y los kurdos fueron brutalmente reprimidos bajo los regímenes sunitas de Karim Kassem y Sadam Husein, razón por la cual una vez llegados al poder han logrado debilitar al gobierno con una Constitución que incluye la opción de la descentralización.

Petróleo de por medio

Los chiítas, defensores históricos de la autonomía sureña, al igual que los kurdos del norte, poseen sus fuerzas de defensa y el control sobre la explotación petrolera. La lucha sanguinaria de facciones envuelve a sunitas versus chiítas y sunitas versus kurdos, y también a sectas chiítas. Las tres comunidades cuentan con arsenales de armamentos que nunca se confiscaron.

Los sunitas son los únicos que desean un territorio unificado (pero no el actual, dominado por chiítas y kurdos), debido a que en una confederación libre, de Estados autónomos, o una partición, obtendrían poco petróleo. Una de las razones por las cuales los insurgentes sunitas están luchando: temen ser dejados en un área pobre de recursos. El oeste y noroeste dominado por los sunitas es un desolado desierto, desprovisto de petróleo y gas.

Los líderes sunitas no reciben los beneficios de la democracia y sólo ven que los chiítas están sacando ventaja de la escalada de violencia para lograr apoderarse del petróleo. "El control de estas áreas generará una enorme fortuna que pueden explotar", sostuvo Adnan Dulaimi, destacado político árabe sunita. "Su motivación es que están sedientos de control y poder".

La única alternativa en Irak para evitar la actual guerra civil, u otra que englobe todas las etnias, es una partición controlada, en la cual los sunitas se gobiernen a sí mismos y se negocie un acuerdo de coparticipación petrolera viable.


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