Actualizado: 06/05/2024 0:13
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Debate interno

Sin grandes expectativas, la convocatoria al XVII Congreso del Partido Comunista abre una discusión inédita sobre las reformas.

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Cambios en la cúpula

Lo cierto es que el XVII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) del próximo otoño puede traer importantes cambios en la cúpula de la formación que gobierna el país desde hace 58 años, como la probable llegada a puestos de alta responsabilidad de una nueva generación nacida tras 1949, con el comunismo.

Xi Jinping, nuevo jefe del PCCh en Shanghai, que suena como uno de los aspirantes a la presidencia de China a mediano plazo, encabeza esa generación nacida en los años cincuenta, poco después de la fundación de la República Popular China en octubre de 1949. Xi, de 53 años, asumía antes el cargo del que fue destituido en 2006, Chen Liangyu, implicado en el mayor escándalo de corrupción institucional de la última década en China.

La generación de Xi vivió los años de la Revolución Cultural en el lugar donde fue más violenta, universidades e institutos, y como las dos anteriores (encabezadas por Jiang Zemin y Hu Jintao), está dirigida por funcionarios pragmáticos, que intentan no destacar mucho y seguir las directrices del momento.

Los otros dos nuevos secretarios provinciales del PCCh fueron Li Jianguo (Shandong) y Qiang Wei (Qinghai), que llenan los huecos dejados recientemente por Zhao Leji y Zhang Gaoli, quienes ocupan desde hace unos meses las jefaturas del partido en Shaanxi y Tianjin. Además de Xi, dos de los nuevos líderes provinciales, Zhao y Qiang, nacieron después de 1949. Los tres, sobre todo el nuevo jefe del PCCh en Shanghai, suenan ya como candidatos para el nuevo Politburó nacional que se nombrará en el XVII Congreso.

Los cambios en provincias, que se han intensificado desde julio de 2006, son la antesala a los futuros ascensos en la jerarquía del poder central, en que los expertos esperan nuevos líderes que cumplan dos requisitos. El primero es que surjan del consenso de las dos facciones en el PCCh (la del presidente Hu y la del ex presidente Jiang Zemin), y el segundo, que traigan algo de "sangre nueva" a una cúpula dominada actualmente por sexagenarios.

"El Partido busca líderes jóvenes, cambios generacionales más rápidos que antes. Necesita cargos que hayan pasado por distintas etapas en el poder y que no sean ni conservadores ni reformistas", señaló Liang Zhu, experto en historia del PCCh y profesor de la Universidad de Pekín.

Según fuentes cercanas al PCCh, el nombramiento del nuevo secretario en Shanghai ha sido una decisión personal del vicepresidente Zeng Qinghong, cabeza del ala más conservadora y ex mano derecha de Jiang. Pero la decisión también fue aprobada por el presidente Hu e incluso por el propio Jiang Zemin, lo que lo convierte en un "delfín de consenso".

'Hacerse rico es glorioso'

Estos cambios de mentalidad y mayor apertura en las discusiones previas ante un congreso del PCCh, son frutos de un proceso. Bastaría recordar este ejemplo: en una encuesta realizada en 1995, más de mil millones de chinos respondieron que su ideal era hacerse ricos y comprar televisores, lavadoras, refrigeradores, vídeos, etcétera. Hace 20 años no disponían de ningún electrodoméstico: en ese año, el 84% poseía televisor, el 25% nevera y un 35% lavadora; y en las ciudades costeras, el 100% tenía televisor.

La reforma económica de Deng se basó en modernizar cuatro ámbitos: agricultura, industria, ejército y tecnología. En 1978 permitió a los campesinos vender parte de su cosecha en el mercado libre, mientras que antes estaban obligados a venderlo todo al Estado a precios preestablecidos.

En todos los centros urbanos se asistió a un florecimiento de pequeños mercados donde era posible encontrar mucha más mercancía que en las tiendas del Estado, aunque obviamente a precios muy altos. Unos cien millones de chinos pasaron del campo a la ciudad. Muy pronto empezó a desarrollarse la industria ligera, estimulada por el crecimiento de las ganancias y la mayor disponibilidad monetaria. Este rápido crecimiento económico trajo una fuerte inflación que empujó a los dirigentes a poner de vez en cuando frenos a la iniciativa privada.

Ya en 1995, unos 21 millones de chinos contaban con un estatus de clase media alta, y se cifraban en más de un millón los multimillonarios. La explicación es el giro hacia el mercado libre y la apertura al exterior que se aprobó en 1978, y por supuesto, el tenaz trabajo de los chinos. De los ciudadanos enriquecidos —son una minoría—, 55 millones pertenecen al "aparato" del Partido Comunista y otros muchos, además de comerciantes, son altos dirigentes del Ejército. Deng afirmaba: "Hacerse rico es glorioso".

Estos hechos se remontan a doce años atrás. Así que no resulta difícil imaginar las transformaciones que se han producido últimamente.

Para acelerar estos cambios, la Asamblea Nacional Popular (ANP) adoptó el pasado 16 de marzo una decisión destinada a marcar un antes y un después. Por un amplio margen, aprobó la ley más discutida de su historia, que reconoce por primera vez la propiedad privada y equipara su protección a la de la pública y la colectiva.

En la última jornada de la sesión anual de la ANP, que se celebró en Pekín desde el pasado 5 de marzo, sus 2.888 integrantes analizaron la Ley sobre la Propiedad, que llevaba 13 años debatiéndose, por 2.799 a favor, 37 abstenciones y 52 en contra. Nótese la falta de unanimidad. En definitiva, una muestra de que los diputados chinos no tienen temor a discrepar de las directivas oficiales, ya que la ley había sido presentada por el Ejecutivo.

Así las cosas, no resulta lógico esperar cambios espectaculares en este XVII Congreso del PCCh, pero se trata, sin duda alguna, de un proceso lento que llevará al gigante asiático hacia nuevos caminos democráticos.


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