Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Alemania

Rebelión en la socialdemocracia

La inestabilidad en el seno de la centro-izquierda complica aún más el ascenso al poder de la democristiana Angela Merkel.

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Estupor general

En realidad, nadie en Alemania esperaba semejante desajuste del SPD en pleno proceso de negociación con la CDU/CSU. Menos aún provocado por la caída de un hombre que no hace mucho fue ratificado por más del 90 por ciento de sus correligionarios. Estupor general en Alemania, ya que todos daban por sentado que, una vez fuera de la ecuación el tozudo Schroeder (el poder parece pegársele, porque tendrá que seguir de canciller en funciones hasta la elección de su sustituto) y despejado el camino hacia la Gran Coalición, la socialdemocracia se había estabilizado definitivamente.
Más bien se esperaba que en cualquier momento los barones de la CDU (Democracia Cristiana), descontentos con el brusco descenso en las urnas de la democracia cristiana con respecto a las intenciones de voto en las encuestas que achacan a la jefa del partido, le pasarían la cuenta sin piedad a Angela Merkel. Pero, apretado o no, un triunfo es un triunfo y se impuso la cordura. La Merkel logró una vez más capear el temporal, ganó en aplomo mediático y recientemente deslumbró con una disertación magistral sin guión escrito a los jerarcas de la economía y las finanzas alemanas en Dusseldorf, amén de convencer a tirios y troyanos de que es una estadista a la altura de la tarea gubernamental.

Pero en política no hay nada escrito, y la Merkel en particular no gana para sorpresas desagradables. Por lo pronto, Edmund Stoiber, jefe de la Unión Social Cristiana (CSU), quien tras largas vacilaciones parecía decidido a ocupar la importante cartera de Economía, ha vuelto a poner sobre el tapete en público la posibilidad de renunciar a un rol en la capital y refugiarse en su feudo bávaro. Primera señal de contagio en las filas democristianas. A la que pueden seguir otras si los próximos días no traen una solución de la crisis interna del SPD.

El rollo es mayúsculo, puesto que un cambio de personas, por lo visto probablemente aparejado a un replanteamiento radical de exigencias como el que supone la posible ratificación de la Nahles en el congreso del SPD, daría al traste con unas negociaciones ya de por sí cuesta arriba entre los dos grandes partidos populares alemanes. De paso, habría que postergar indefinidamente la elección de la Merkel, si es que consigue retener el apoyo compacto de su partido, a la cancillería federal y la toma de posesión de la Gran Coalición. Eso en el mejor de los casos.

Que lo más probable es que también esta gestión negociadora acabe en fiasco lo demuestra el hecho de que entre los partidos opositores, terceros sonrientes en este nuevo desbarajuste político alemán, ya se alzan voces que agitan el fantasma de las llamadas coaliciones "Semáforo" (rojo-amarillo-verde: socialdemócratas, liberales y verdes) y "Jamaica" (negro-amarillo-verde: democristianos, liberales y verdes). Tampoco podría descartarse, en el supuesto de que el ala izquierda de la socialdemocracia se lleve en efecto el pato al agua en el congreso de este mes, una esperpéntica coalición rojo-rojo-verde, integrada por el SPD, La Izquierda y Alianza 90/Los Verdes. Espanto y tiempo perdido. La sombra de Marx en versión progre, es decir, "vacilable", planea sobre la República Federal.

Una última alternativa

Ahora bien, bromas aparte, las coaliciones "Semáforo" y "Jamaica", aunque numéricamente viables, fracasaron por manifiesta incompatibilidad programática ya durante los primeros sondeos posteriores a las elecciones de septiembre. Serían ollas de grillos de corta duración, incapaces de sacar al país de la crisis. Con la tercera alternativa, la tremenda, se corre además el riesgo de ahondar el foso psicológico entre Alemania Occidental (antigua RFA) y Oriental (antigua RDA) y provocar una implosión de la Alemania reunificada. Cuando menos, marcaría el fin o la disolución de la socialdemocracia, ya debilitada por la defección de Oskar Lafontaine y sus tránsfugas de La Izquierda.

Quedaría una última alternativa no menos desagradable: convocar a nuevos comicios federales. Eventualidad fuerte, plausible. Desde luego, además de aumentar la apatía política de la ciudadanía, la nueva convocatoria a las urnas reiniciaría casi al seguro el actual círculo vicioso con otro escrutinio ambiguo. Habida cuenta de que no hay razones para pensar en el cambio repentino de una opinión pública profundamente dividida ante una agenda que promete mayores sacrificios sin garantías de éxito en un mundo globalizado.

Todo parecía indicar que, apagada la rebelión dentro de las filas democristianas, repartido a partes iguales el pastel ministerial en Berlín, la conquista del poder por la primera mujer en toda la historia del parlamentarismo alemán desde Bismarck era ya sólo una cuestión de trámite. Por rocambolesca carambola, se cumple aquí el refrán de que no hay peor astilla que la del mismo palo: sin proponérselo, ha sido otra fémina, la Nahles, quien a última hora le ha puesto malo el dado a la Merkel.

De todos modos, dadas las circunstancias, la "Dama de Hierro" alemana, quien en el fondo tiene un corazón tan pragmático como tierno en el centro de un pecho científico, pero igual es ducha en cabalgar tigres, sigue siendo candidata de fuerza a la cancillería federal; y la Gran Coalición, la fórmula óptima para modernizar el país sin desmontar el Estado del bienestar. Su investidura como canciller federal el próximo 18 de noviembre sería también la mejor noticia posible para la oposición cubana.

Cualquier otra solución del dilema alemán equivaldría al estancamiento de la República Federal con consecuencias igualmente nefastas para una Unión Europea acéfala, cuyos países miembros acentuarían su tendencia a decidir cada cual por su cuenta en materia diplomática. Por lo que nos atañe, el resultado de la prolongación de la crisis política alemana sería el mantenimiento del actual statu quo en detrimento de una diplomacia comunitaria coordinada con centro en la defensa de la democracia en la Isla y el apoyo consecuente a la disidencia interna.


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