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Perú

Un país escindido

Elecciones presidenciales: Por una segunda vuelta de sobriedad colectiva.

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Los conteos a pie de urna revelan que no hay grandes sorpresas. La provisional victoria del líder nacionalista y ex militar Ollanta Humala, seguido por Lourdes Flores Nano, quien procede de las canteras del derechista Partido Popular Cristiano, y el empecinado Alan García por el APRA, era algo que podía vaticinarse en cada esquina de Perú.

Según las cifras manejadas por la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales), con un 52,7 por ciento de los votos escrutados, el dirigente nacionalista —apadrinado por el presidente venezolano Hugo Chávez— alcanzaba el 27,8 por ciento de los votos; seguido de la conservadora Lourdes Flores, de 46 años, con un 26,3 por ciento de los sufragios; y el ex presidente Alan García, de 56 años, aparecía en tercer lugar con un 25,6 por ciento.

Difícilmente Alan García, a pesar de su corta desventaja, sobrepase en los conteos oficiales a Lourdes Flores, con vistas a una segunda vuelta. Esto nos deja ante un panorama bastante complicado que algunos ya han calificado de escisión en Perú. Lo primero, para hacer un pronóstico realista, sería contemplar dónde irían a parar las intenciones de voto de los peruanos simpatizantes de García, Valentín Paniagua, Alberto Andrade y los fujimoristas recalcitrantes.

Con sólo leer los nombres, conociendo el perfil de los electores de cada cabeza de partido, dan ganas de cerrar los ojos y la boca, y no atrevernos a pronóstico alguno. Sin dudas, un alto porcentaje de los seguidores de Paniagua y Andrade reforzarán a la candidata Lourdes Flores Nano. Pero la cosa se complica cuando pensamos en los dudosos seguidores de Alan y del delincuente Fujimori.

No puede dejarse de lado el perfil "popular" de ambas propuestas, pero también hay que destacar que tanto en Alan como en los que siguieron a Fujimori en la figura de Martha Chávez, se trataba de un populismo que encubría una tendencia dictatorial y un coqueteo con ciertos sectores de la oligarquía peruana y alianzas con corruptos partidos tradicionales. Esto nos impide ver claro el panorama, a no ser que echemos mano a elementos de juicio mucho más contundentes.

El mayor respaldo a Humala proviene de empobrecidas zonas rurales que no se han beneficiado del crecimiento económico logrado en los cinco años de gobierno del presidente Alejandro Toledo, y de la tan tristemente célebre gestión histórica de los partidos tradicionales en Perú.

Si pensamos en el camino recorrido por el candidato cocalero boliviano Evo Morales, que lo llevó a la presidencia recientemente, y del panorama internacional latinoamericano con Hugo Chávez de padrino de Humala, y el cada vez más antipático George W. Bush, todo parece apuntar a un triunfo del ex militar peruano.

Razones de fuerza mayor

Vale la pena contemplar otras razones. Como sucede en muchos países del cono sur, los peruanos han sufrido históricamente los desbalances e injusticia social de la concentración del capital. Alrededor de 70 cabezas de familia se benefician del PBI en un nivel aproximado al 85%. Son dueños de los bancos, fondos de la seguridad social, financieras, seguros, bolsa de valores (son los únicos que cotizan en bolsa), yacimientos mineros, pesqueras, industria de la construcción, grandes farmacias, supermercados, industria y comercio de consumo masivo.

Estas 70 cabezas de familia han entronizado un poder económico y político, un establishment: se apoderan de más del 90% de las licitaciones del Estado, especulan en el sistema financiero y la bolsa de valores cuando les place, presionan a gobiernos considerados "populistas" o "dictaduras". Y este espectro parece haber conducido, tanto en Perú como en Bolivia, a un callejón sin salida en las preferencias políticas populares.


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