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Ántrax que anochezca

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Remedando a Reinaldo Arenas, este sería el título de la novela epistolar que está publicando por entregas Osama Bin Laden, su organización Al Qaeda, o quien se encuentre tras la invasión de Ántrax que tiene aterrada a la población norteamericana, y en estado de temor latente al resto de Occidente. Ántrax que anochezca en Occidente, y amanezca para el Islam, podría ser el slogan de esta campaña.

 

Bob Stevens fue la primera víctima. Ya superan la veintena los casos reportados. Y pueden ser muchos más en un plazo relativamente breve.

 

El bioterrorismo, que hasta el momento ha atacado La Florida, New York y Nevada, nos demuestra lo fácil y económico que resulta perpetrar un ataque cuando se plantea una guerra donde no existe ningún distingo entre militares y civiles, entre culpables e inocentes. Para los bioterroristas, Occidente es culpable, por lo que puede celebrarse como baja enemiga la muerte de un senador, de un soldado, de un periodista o de un niño, siempre que resida en suelo enemigo.

 

Judith Miller, experta en bioterrorismo y periodista del New York Times, ha restado importancia a este modo barato de “sembrar el terror” empleando algunas esporas y un puñado de talco. Pero precisamente en su facilidad y bajo coste se encuentra su pavoroso potencial: no se requieren sofisticados medios de distribución ni tecnología punta. Bastan algunos sobres y sellos, o dejar caer un bidón de líquido en la presa que abastezca de agua a una población, o reventar un bote de gas en un vagón del metro. Más fácil aún si el terrorista, para llevarse por delante a un centenar de infieles, está dispuesto a viajar directo al paraíso, donde le aguarda una cuadrilla de huríes (sin burka).

 

Porque en el argot del terrorista no hay víctimas colaterales. Todo Occidente es culpable.

 

Estados Unidos, en cambio, deberá jugar con otras reglas si no desea incurrir en la misma barbarie que combate. La Casa Blanca ya ha reconocido algunos errores y víctimas colaterales de sus bombardeos. El último, un depósito de Kabul perteneciente a la Cruz Roja. Y antes que acabe la guerra, serán reportados más, con su saldo de afganos inocentes, víctimas por igual de la venganza estadounidense y de la soberbia medieval de los talibanes. Por muy buena vista de que se precien los satélites espías, por muy pavorosamente perfectos que sean los misiles y los bombarderos, siempre habrá un fallo técnico o un error humano que se traduzca en un montón de cadáveres y edificios mutilados.

 

Al tomar Kabul en 1996, los talibanes cañonearon con saña la ciudad, convirtiéndola en devotas ruinas. Jamás contabilizaron sus víctimas colaterales, quizás porque al enviarlas al cielo con sus obuses bendecidos, les hacían un enorme favor.

 

Documentos confidenciales redactados por personal de la ONU en Afganistán dan fe de que los talibanes, bajo las órdenes del mulá Muhamed Omar, cometieron 15 matanzas de civiles en el norte y el oeste del país, durante los últimos cuatro años, para imponer su ley. Ciento setenta y ocho personas fueron asesinadas en Yakaolang. Las víctimas han sido preferentemente hazaras, de profesión shií. Entre los asesinos figuran, además de los talibanes, milicianos paquistaníes y activistas de Al Qaeda. Los talibanes negaron los hechos y, según la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los derechos humanos, Mary Robinson, se negaron a recibir una comisión investigadora. En su retórica, los talibanes tampoco contabilizaron a esos civiles como víctimas colaterales. El mero hecho de no querer someterse mansamente a su ley los convertía en enemigos, no sólo de los mulás y sus estudiantes, sino de la fe.

 

Tampoco contabilizan, por supuesto, las vidas anuladas, los cadáveres de medio Afganistán que caminan dentro de esas tumbas portátiles, las burkas.

 

Y ahora mismo, Francesco Luna, portavoz del Programa Alimentario Mundial (PAM) notifica que un convoy de alimentos atravesó sin obstáculos la frontera por Peshawar hacia Kabul. Pero otro convoy, cargado con 475 toneladas de alimentos en 15 camiones, y que debía dirigirse desde Quetta hacia Herat, en el oeste del país, se encuentra detenido. La causa es que los talibanes imponen al convoy un “impuesto” de 32 dólares por tonelada y exigen la garantía de que el trigo no sea norteamericano. Sin ser especialista en lógica islámica, el sentido común se resiste a semejante monstruosidad: quienes dicen defender Afganistán contra el Imperio del Mal, extorsionan a los organismos internacionales que pretenden paliar la hambruna de su propio pueblo. ¿Quién será el culpable de que miles de personas mueran colateralmente de hambre? Desde una lógica aberrante y un total desprecio hacia la vida de sus compatriotas, se entendería que rechazaran la limosna de Occidente. Pero la admiten, siempre que Occidente les pague por ello.

 

Los talibanes que hasta ayer no aceptaban periodistas occidentales en el país, ahora los invitan a tournées colaterales, mostrando niños heridos, edificaciones civiles derruidas y aportando cifras de muertos imposibles de comprobar, pero que algunos medios dan por buenas.

 

Si los talibanes han convocado la yihad, que en su interpretación es la cruzada total contra los infieles, bien podrían aplicar este razonamiento al bando contrario, y considerar que para Estados Unidos todo hijo de Alá es un enemigo —una tesis que incorporan a sus soflamas dirigidas al mundo islámico—. Para los talibanes un campesino o un niño bombardeados deberían ser mártires de la fe y no víctimas inocentes. Pero no es así, precisamente porque quienes prescinden de toda limitación moral en sus ataques terroristas, sí toman en cuenta las limitaciones morales del enemigo.

 

Suponer a los mulás estrictos fundamentalistas dispuestos al martirologio en nombre de su fe empieza a ser un concepto difícil de compaginar con la extorsión, los rejuegos del marketing y la doble moral, el enrolamiento forzoso de fieles ma non tropo, y los indicios de una muy reciente disposición a pactar condiciones para un cese de los ataques (con el propósito, sin dudas, de conservar una suculenta tajada del poder).

 

No es ocioso airear los “daños colaterales” como consecuencia de los bombardeos. Y Occidente, en consonancia con sus principios, tiene la obligación de minimizar los efectos nocivos de esta guerra sobre los civiles, paliar la hambruna y contribuir mañana a la reconstrucción de ese país. Pero quienes se escandalizan ante una bomba que destruye un depósito de Cruz Roja, también deberán escandalizarse, con el mismo entusiasmo, ante el peor efecto colateral que ha sufrido Afganistán en su historia: la barbarie de los talibanes y sus colaboradores de Al Qaeda, dispuesta ahora a extenderse ántrax que anochezca, y si nadie se lo impide, a todo Occidente.

 

Antrax que anochezca”; en:El Nuevo Herald, Miami, 31 de octubre, 2001 www.miami.com/elnuevoherald/content/opiniones/digdocs/110367.htm.

 

“Ántrax que anochezca”; en: Cubaencuentro, Madrid, 19 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/10/19/4377.html.



Multiusos de la palabra

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Con la participación de un centenar de periodistas cubanos y 300 invitados de 29 países latinoamericanos, se celebra en el Palacio de la Convenciones de La Habana el Congreso de Periodistas Latinoamericanos y Caribeños. Presidido por el señor Fidel Castro, éste definió su agenda como “batalla de ideas, de la verdad contra la mentira”. Sus debates se han centrado en la necesidad de difundir una verdad alternativa ante la hegemónica y monocorde concertada por las transnacionales de la información.
Entre los temas tratados, el mexicano Luis Suárez, presidente de la FELAP, llama a precaverse contra el pensamiento único, y buscar propuestas novedosas para afrontar la tergiversación de las trasnacionales. Algo que según el periodista venezolano Guillermo García Ponce, ocurre con la satanización de su presidente Hugo Chávez. O el silencio que hace la prensa sobre los terroristas de origen cubano detenidos en Panamá, en contraste con la avalancha de información sobre el atentado del 11 de septiembre. Dos sucesos que, a juicio de algunos participantes en el evento, tienen similar valor noticioso.
Edmundo Lébano, decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de San Marcos, en Perú, aportó la nota conceptual al llamar a la unidad entre contenido y forma, algo novedoso aunque siempre de la impresión de haberlo escuchado antes. De la encuesta realizada a pie de calle durante sus horas de estancia en La Habana, el Señor Liébana concluye que a juicio de la población cubana, los gobernantes del país no se roban el dinero. Y exclama enternecido: "Qué hermoso que el socialismo signifique honradez". Si el decano tiene la oportunidad de disfrutar en estos días la prensa local, arribará a otra conclusión complementaria: que en caso de robárselo, tampoco nos enteraríamos. Sin ir más lejos, posiblemente sea Cuba el único país del planeta donde la televisión no ha difundido el escenográfico comunicado de Osama bin Laden, grabado mucho antes pero emitido después del primer ataque, en que llama a la yihad contra Occidente, amenaza a Estados Unidos con nuevos atentados, y deja implícita su autoría en los sucesos de NY. Eso a pesar de que Granma aseguraba que "nuestro pueblo será informado con la máxima objetividad de cada hecho que vaya sucediendo”. Y el Granma al parecer está mejor informado que el Pentágono, porque afirma que “No hay batallones ni ejércitos de terroristas". De modo que cuando en las mismas páginas se refieren a un campamento de Osama bin Laden destruido por los bombardeos, seguramente se tratará de algún camping en su modalidad afgana.
En el Congreso se habló del clima de seguridad (del Estado) en que viven los profesionales cubanos, en contraste con los periodistas muertos en Latinoamérica en el ejercicio de su labor. El fundamentalismo mediático, la manipulación de imágenes y la censura de prensa que rodeará la guerra recién empezada, o la hipócrita “libertad de prensa” de que blasona Occidente, dado que esa libertad, según el profesor de Brasilia Helio Doyle, nunca es absoluta. El argentino Ricardo Horvath se refirió a la guerra cultural que ha declarado Norteamérica al mundo “mediante fórmulas de seducción”. Y Ariel Terrero, de Bohemia, mencionó la preferencia de los grandes medios por el espectáculo antes que por la información veraz.
Por su parte, Tubal Páez, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, recordó que el congreso se efectuaba a iniciativa del Periodista en Jefe, y se refirió a los efectos del neoliberalismo en el sector: desempleo, salarios basura, ruptura de la solidaridad, fragmentación o liquidación de organizaciones gremiales, imposición de contenidos a los medios. Algún periodista cubano, despistado, confundió por unos instantes a Tubal Pérez con un integrista de la verdad, que llamaba a la yihad periodística en Cuba haciendo estallar una autocrítica kamikaze. Pero de inmediato se percató de que no. Se refería, claro está, a la prensa de las multinacionales, convertida “en formidables máquinas de hacer dinero”.
También se requirió mucha atención a los periodistas del patio cuando se habló de “la búsqueda de alternativas para enfrentar el pensamiento hegemónico”, porque se trataba en este caso del “pensamiento hegemónico” y “el poder económico mundial”. No del otro. Ya se les advirtió a la entrada que éste era un Congreso Internacional.
FC se refirió, por su parte, a la experiencia cubana en la transmisión de mensajes mediante la prensa, “sobre todo durante los últimos 23 meses”. Al respecto, aseguró que es esencial la combinación de diferentes medios para hacer llegar el mensaje —y si se pueden usar todos los medios todos los días y a toda hora del día, mejor—. Con toda modestia afirmó que “hemos ganado alguna experiencia en técnicas de divulgación, lo mismo a través de la prensa escrita, la radio, la televisión o el empleo de Internet”. Y llamó a la unidad de las personas de buena voluntad que se encuentran en desventaja “frente a una diabólica y poderosísima maquinaria de transmitir mentiras y engañar al mundo”. Esta vez, la sonrisa del periodista despistado de la última fila quedó sobreseída por los aplausos.
“Multiusos de la palabra”; en: Cubaencuentro, Madrid,11 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/10/11/4244.html.



Prestidigitación

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Dominar las habilidades escapistas de Houdini. Convertir halcones en palomas. Extraer la carta exacta en el momento justo. Sacar un enemigo útil del sombrero vacío. Y más tarde serrucharlo ante los espectadores, pretendiendo que el enemigo sonría a la cámara y corrobore la buena fe del mago. Todas estas, juntas, son las diversas técnicas de prestidigitación que está poniendo en práctica el gobierno cubano. De probarse su eficacia, recibirá el diploma cum laude en las artes de la manipulación.
Muchos escritores se han referido a la magia del idioma, pero sólo he podido constatarlo en el artículo “Terminología y manipulación”, publicado por el diario Granma. En él se nos aclara que la yihad es un “combate espiritual”, contra la opresión y la injusticia, siempre defensivo y jamás dirigido contra civiles inocentes (lo dice el Corán). Su ámbito es “la purificación espiritual individual y el esfuerzo por mejorar la calidad de vida de la sociedad”. Esa es la razón por la que en NY los terroristas aguardaron a que las torres estuvieran atiborradas de comandos de elite disfrazados de secretarias y ejecutivos. O que una discoteca judía se llenara de agentes del Mosaad, bajo la apariencia de adolescentes domingueros. En ambos casos las víctimas pasaron a mejor vida. Si a eso se refiere la mejora aludida por el diario cubano. Claro que la presencia de intereses norteamericanos en países islámicos puede interpretarse como una agresión (según Granma), ajustándose a derecho (coránico) la convocatoria a la yihad. Aclara el periodista que el Islam aborrece el suicidio, aunque poco más adelante refiere que los suicidas de la yihad —“personas capaces de inmolarse por los conceptos religiosos en los que creen”, y de paso inmolan a los demás— alcanzarán el cielo mediante esa fórmula del martirologio. Cosa rara, dado que en una sola detonación volatilizan dos preceptos coránicos: son suicidas y asesinos de inocentes.
Un tipo de magia interpretativa se acaba de producir al comentar el apoyo del presidente Bush a un futuro Estado palestino. El mundo lo interpreta como un importante paso, a contrapelo de su colega Sharon, para resolver el mayor foco de conflicto en el mundo árabe, imprescindible para la extirpación global del terrorismo. Las autoridades cubanas lo han calificado como mera retórica en busca del apoyo de los países árabes a su causa. Si hubiera dicho lo contrario, se trataría de apoyo irrestricto al opresor judío. Y si no hubiera dicho nada, silencio cómplice. Claro que esta es una magia menor, que ya sólo causa asombro en los parvularios. Cuba es el país que más respeta los derechos humanos, el único verdaderamente democrático, donde no hay presos de conciencia, etc. Meter un pañuelo rojo en la chistera, y sacarlo tan rápido que parezca azul.
Pero la Política Mandrake no se reduce a la semiótica. Las autoridades cubanas muestran una sorprendente preocupación por el exilio cubano en Estados Unidos, que “puede ser arrastrado por la furia xenófila de los norteamericanos''. Luis Sexto se lamenta de que cualquier cubano residente en Estados Unidos podría ser acusado indiscriminadamente de terrorista. Olvidando que sus cinco Luises anteriores les acusaban indiscriminadamente de mafiosos. Varios entrevistados temen por la vida de sus familiares en Estados Unidos, víctimas de "la intolerancia del pueblo norteamericano” (sensu Renato Recio). Amén de que los jóvenes cubanoamericanos serán utilizados como “carne de cañón” en la próxima guerra. Una comprensible preocupación de La Habana, dado que Afganistán queda más lejos que Angola y que Etiopía, y en estos tiempos ocurren muchos accidentes aéreos.
Este tipo de magia es la evolutiva: el gusano de los 60 se mete en el sombrero, y a fines de los 70sale una mariposa cargada de regalos, miembro de la colmena llamada “comunidad cubana en el exterior”; el mafioso de los 90 se extrae a fines de 2001, convertido en dulce conejito, víctima del águila imperial. Darwin nuestro que estás en los cielos. A este paso, puede que mañana nos descubran que Miami no está poblada por exiliados, sino por androides fabricados por el Pentágono para confundir a la opinión pública mundial, o por invasores extraterrestres que bailan casino en el Nostalgia con el perverso fin de despistar a la especie humana.
Por último, acompañando al pésame a las víctimas, los sentidos votos antiterroristas, y su adhesión (a regañadientes, pero adhesión) al tratado formulado por el Consejo de Seguridad de la ONU, el gobierno alerta a la población, un día sí y el otro también, sobre la presunta, posible y hasta inminente, agresión de Estados Unidos a la Isla. ¿Qué razones tendría para temer algo así un gobierno que jamás ha amparado ni ejercido el terrorismo? ¿Qué informaciones confidenciales impulsan al señor Fidel Castro a exclamar: "¡Nuestra independencia, nuestros principios y nuestras conquistas sociales los defenderemos con honor hasta la última gota de sangre, si somos agredidos!"? Misterio de misterios. Magia de alto calibre. Puede que las razones dimanen de un viejo principio de la magia: La mano es más rápida que la vista. Reformulado: la lengua es más rápida que la vista y la mano. Una técnica que ya conocían los pastores del Viejo Testamento. De modo que cuando la esquila era excesiva, el pasto escaso, o se secaba el abrevadero, gritaban: Ahí viene el Lobo. Y las ovejas se ponían en guardia, postergaban su sed, olvidaban trincar alguna brizna de hierba, y cerraban filas, muy marciales, en torno al pastor. Porque hay una sola cosa peor que no tener nada que comer: ser comido. Con cara de Robin Hood en el bosque de Sherwood, el pastor oteaba el horizonte con el ceño fruncido y la seguridad de que ningún lobo adicto al ganado ovino merodeaba en cien leguas a la redonda. Asombrado aún de que hubiera ovejas tan crédulas, incluso después de trasquiladas.
“Prestidigitación”; en: Cubaencuentro, Madrid,8 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/10/08/4187.html.



Coincidencias

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El 6 de octubre de 1976, el avión CUT 1201 de Cubana de Aviación, sufrió un atentado terrorista en las proximidades de Barbados. Tras infructuosos esfuerzos para alcanzar el aeropuerto, el avión se precipitó al mar a escasas millas de la playa. De las 73 personas que se encontraban a bordo —su único delito era ser cubanos residentes en la Isla que viajaban en un avión cubano—, sólo unos pocos despojos fueron hallados. En aquella ocasión, Cuba sometió al Consejo de Seguridad el proyecto de Resolución S/23990, para que actuara contra los culpables. Pero el proyecto no fue considerado.
Veinticinco años después de aquel acto de barbarie, la Asamblea Nacional del Poder Popular convoca una sesión extraordinaria para rendir tributo a las víctimas, al tiempo que otro episodio de terror tiene al planeta en los umbrales de una guerra cuyas proporciones, alcance y duración aún se desconocen.
Esta vez las Naciones Unidas solicitan unidad a todos los países miembros para evitar el terrorismo, medidas de control sobre las armas químicas, nucleares y bacteriológicas. Una resolución urgente del Consejo de Seguridad (dictada tras “rápidas y poco transparentes negociaciones” según el embajador cubano ante la ONU), acogida al capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas, obliga a los 189 Estados miembros a negarle asilo y apoyo de cualquier tipo, incluido el político, a los terroristas, cooperar en las investigaciones, facilitar ayuda e información, y congelar los activos financieros vinculados al terrorismo. Se debate en estos momentos un tratado internacional para concertar una campaña contra el terrorismo de alcance mundial. Un tratado que posiblemente incorpore los 12 acuerdos internacionales existentes en materia de terrorismo, a cuya aprobación se insta con urgencia. Esperemos que la definición de la palabra “terrorismo” haya quedado suficientemente aclarada —la delegación cubana exige esclarecer el término, para evitar aceptar sin más la definición que ofrezca la potencia hegemónica—, como para que los Estados acuerden la ratificación de los acuerdos por la vía rápida. Los terroristas, por su parte, no sufren ninguna vacilación semántica.
En medio de esta cruzada global, el primero de octubre, el representante permanente de la República de Cuba ante la ONU, Bruno Rodríguez, citó al señor Fidel Castro, quien en discurso reciente afirmó que el terrorismo “no puede ser nunca instrumento de una causa verdaderamente noble y justa", y que “la comunidad internacional debe crear una conciencia mundial contra el terrorismo”. En lugar de la guerra, que sería “el comienzo del fin del tan proclamado Estado de Derecho”, el embajador cubano en la ONU propone que sea la Asamblea General, más multitudinaria y democrática que el selecto Consejo de Seguridad, la que implemente y organice una estrategia mundial contra el terrorismo, llegando incluso al uso de la fuerza, pero “con extrema prudencia y responsabilidad”. Pide La Habana sortear hegemonismos, dobles raseros o selectividades políticas, invita a convocar “una Conferencia de Alto Nivel sobre el Terrorismo Internacional, la creación de un Centro de Cooperación Internacional y la negociación de una Convención General sobre el Terrorismo Internacional”.
Aunque se declara terminantemente contrario a participar en cualquier acción militar, que antes tendría que contar con la autorización expresa del Consejo de Seguridad, el embajador de Cuba asegura que cooperará de buena fe contra el terrorismo y que “nuestras finanzas son transparentes y nuestros bancos no atesoran ni lavan dinero mal habido (...)nuestras instituciones no venden ilegalmente información o tecnologías, ni toleran el tráfico de armas ni sustancias peligrosas; ni nuestras fronteras amparan el crimen transnacional”.
El embajador reitera que la ONU deberá otorgar el peso decisivo a la Asamblea General, en contra del elitista y minoritario Consejo de Seguridad, y que debería abolirse el derecho al veto.
Coincido en que el terrorismo es un mal de alcance global, y que globalmente debe ser repudiado. No se puede censurar el terrorismo de Estado que ejerce Israel, y hacer silencio ante el estruendo de los hombres-bomba. O viceversa. Ni condenar el terror sembrado por los paramilitares y olvidar el que ejerce la guerrilla. O condenar una posible bomba en Panamá, mientras se elude condenar las bombas de ETA.
Coincido en que se promueva un consenso internacional contra el terrorismo, se debata la semántica y hasta la semiótica del término. Pero la comunidad internacional no se puede enfrascar de brazos cruzados en discusiones bizantinas. Sería un insulto a los que yacen aún bajo las Torres Gemelas, a los cadáveres de Cachemira, las niñas aterradas de Belfast o los concejales de Bilbao que se despiertan a medianoche con la pesadilla del tiro en la nuca.
Coincido en que cada país tenga el derecho de alinearse (o no) en la próxima guerra; pero a todo país le asiste la obligación de cooperar sin titubeos en la extirpación de cualquier terrorismo. La neutralidad o el silencio son en este caso tan perversos como cómplices.
Coincido en que quienes volaron el avión de Cubana hace un cuarto de siglo merecen castigo. Y los que atacaron NY. Y los que derribaron el avión civil de Hermanos al Rescate. Los patrocinadores de los hombres-bomba y los artífices del asesinato high-tech en Israel. Los que hundieron el remolcador Trece de Marzo y los que dejan a su paso en Colombia cosechas de coca y de cadáveres.
Coincido con el gobierno cubano en que la democratización de la ONU es un imperativo global. Un selecto club de naciones no tiene por qué dictar las normas que deberán cumplir todas las naciones. O vetarlas graciosamente cuando no sean de su agrado. Un mundo globalizado demanda órganos que respondan a los intereses de la humanidad, y no de sus segmentos elegidos. E iría más lejos en mi apoyo a las autoridades cubanas en su afán de democratizar el órgano supremo de las naciones. ¿Por qué debe valer lo mismo el voto de un país de 11 millones, que el voto de un país de 1.000 millones de habitantes? En términos de estricta democracia, es absurdo. Aún más: Si queremos que el órgano supremo sea un reflejo cabal de las aspiraciones de toda la humanidad, deberíamos garantizar que quienes asumen la voz y el voto de sus pueblos sean verdaderamente sus representantes, democráticamente electos. Promover la democracia entre las naciones mientras se admite su ausencia dentro de las naciones es una manipulación falaz de la estadística.
El terrorismo jamás ha sido democrático, salvo en el desprecio y la indiferencia hacia la naturaleza de sus víctimas.
Leyendo lo anterior, me percato de que en este asunto mis coincidencias con el gobierno cubano son casi unánimes.
Habría que ver si ellos, en reciprocidad, coinciden conmigo.
“Coincidencias”; en: Cubaencuentro, Madrid,4 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/10/04/4114.html.



Mesas redondantes

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Una de las peores herencias del Caso Elián, son las repetitivas mesas redondas, que han terminado por agotar la paciencia audiovisual de los cubanos. A partir de los sucesos de actualidad, los temas se repiten cíclicamente: el embargo, la Ley de Ajuste, la globalización, el embargo. Despreciando los avances del marketing subliminar, su mensaje machacón se extiende durante horas, sin la menor noción de síntesis. Un selecto grupo de propagandistas, denominados periodistas en el argot oficial, se encarga de volver una y otra vez sobre los argumentos, siguiendo el método pedagógico del Orador en Jefe.
Los procedimientos de las mesas redondas se resumen en siete: repetición, verdades fragmentarias, mentiras de apoyo, silencios selectos, afirmaciones tangenciales, olvidos convenientes e interpretación única.
En la última mesa redonda transmitida por la televisión cubana, los propagandistas habituales se refirieron con velado regocijo a la preparación de los talibán para la defensa, y a los miles de voluntarios pakistaníes que acuden a cumplir en Kabul su deber internacionalista y fundamentalista. Se trata de una afirmación tangencial, dado que no pueden expresar abiertamente su apoyo a los talibán contra Estados Unidos en la presente coyuntura. Como cuando evocan la antigua relación de negocios entre las familias Bush y bin Laden, que nada tiene que ver con Osama, pero sugiere al espectador un vínculo perverso.
Se acusó al imperialismo, por supuesto, de emprender una guerra hegemónica que ya tenía preparada, y a la espera de una excusa, en consonancia con lo expresado recientemente por el señor Fidel Castro: "Ante el Congreso de Estados Unidos, se diseñó la idea de una dictadura militar mundial bajo la égida exclusiva de la fuerza, sin leyes ni instituciones internacionales de ninguna índole''. (Interpretación única, que será repetida una y otra vez, y no requiere demostración). Claro que uno no sabe muy bien si, mientras lo decía, el señor Fidel Castro recordaba las aspiraciones expansionistas del antiguo campo socialista, o su propio intento de establecer un imperio de la subversión manipulado desde La Habana, y conformado por los más variopintos grupos, con un denominador común: su enemistad hacia Estados Unidos. En sus épocas de esplendor, cuando aún contaba con la logística soviética, sus tentáculos alcanzaron cuatro continentes. Sus asesores militares florecieron como la verdolaga, hasta el punto de que durante la guerra entre Etiopía y Somalia, había cubanos en ambos bandos.
En la mesa redonda se comentó también el levantamiento de sanciones y las ayudas económicas norteamericanas como un modo de “comprar” la cooperación de Pakistán. De nuevo se olvida (selectivamente) que en sus “buenos tiempos” Cuba compró adhesiones obsequiando hospitales y centrales azucareros; médicos y maestros tan bien capacitados como mal pagados, por lo que constituían una mercancía barata. O armas, ya repondría Papaíto Moscú. O aquella libra de azúcar que cada cubano donó de su cuota al Chile de Salvador Allende, y que debió seguirse entregando puntualmente al Chile de Pinochet, porque jamás la recuperamos.
No merecen comentario sus acusaciones a las autoridades norteamericanas de pretender cercenar los derechos civiles. Dicho desde Cuba, es puro chiste. Es un ejemplo de silencio elegido (toda referencia a los derechos civiles en Cuba) y verdad fragmentaria al no mencionarse las posibles causas de esos presuntos recortes. Esta última técnica es mucho más explícita cuando Arleen Rodríguez, comentando el apoyo de Rusia a Bush, extrae con pinzas la acotación de que algunos parlamentarios no han estado de acuerdo. Traducida y ponderada la nota: una parte del pueblo ruso no aprueba la alineación de su presidente.
Y cuando Randy Alonso denuncia que la prensa será presionada hasta llegar a la mentira, que una emisora de televisión de Baltimore obligó a todos sus locutores a leer antes las cámaras una declaración de apoyo al gobierno, o que la Voz de las Américas censuró un mensaje del mullah Mohammad Omar al pueblo estadounidense. Aunque no sabemos si se trata de una crítica o de una autocrítica velada.
Pero lo más interesante de esta última mesa redonda es que en un solo silencio se resumen la reiteración, la mentira de apoyo, el olvido conveniente y la interpretación única.
Uno de los temas recurrentes de los últimos tiempos han sido los cinco agentes condenados en Estados Unidos por espiar para Cuba (repetición), de quienes se reiteraba que no se interesaban por objetivos norteamericanos sino sólo por las actividades del exilio. Esta afirmación, que hasta el momento no pasaba de interpretación única, se ha convertido de pronto en mentira de apoyo.
La detención reciente de Ana Belén Montes, principal analista del Pentágono para asuntos militares cubanos, acusada de espiar para Cuba desde 1996, ha echado por tierra el argumento principal para la reivindicación patriótica de los cinco espías. Resulta difícil demostrar que Ana Belén Montes se dedicara a espiar al exilio en Washington y, en particular, desde uno de los circuitos más selectos de la inteligencia norteamericana, la Agencia de Información de Defensa (DIA), brazo de inteligencia del Departamento de Defensa. Una agencia que integra, con la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional y la Oficina Nacional de Reconocimiento, la elite de la inteligencia norteamericana. Resulta difícil explicar con la tesis patriótica y anti-exilio, que esta agente haya entregado a Cuba un "Programa de Acceso Especial'', tan clasificado que ni siquiera pudo ser mostrado al tribunal. El hecho de que la especialista de la DIA haya sido detenida a raíz del desmantelamiento de la Red Avispa demuestra la relación de esta “patriota” con los otros cinco. Más inconveniente aún, cuando ahora se sabe que entre sus actividades al servicio de Cuba pudo influir en el informe al Congreso de Estados Unidos en 1998, donde se afirmaba que Cuba ya no es una amenaza militar para Estados Unidos. Un intento de influir directamente en la política norteamericana, y que muy poco tendría que ver con el exilio. O la información, que presuntamente pasó a la Isla, sobre unas maniobras militares realizadas en 1996 por el Comando Atlántico, ejercicios militares en Norfolk, Virginia, y "un programa de acceso especial relacionado con la defensa nacional de Estados Unidos”. La sugerencia de la representante republicana de Florida, Ileana Ros-Lehtinen, acerca de que Cuba podría haber compartido esta información con Irán o Iraq puede asumirse por ahora como hipótesis, aunque en caso de confirmarse agravaría los hechos.
¿Cómo han asumido las mesas redondas esta noticia? Primero: el silencio. Ni una línea se ha publicado en la Isla sobre el caso. Ni un comentario en las mesas redundantes que tanto tiempo gastan en repetir manidos argumentos. Segundo: desaparecen los cinco “patriotas” de la retórica oficial (fin de la reiteración e inicio del olvido conveniente). Un modo, aunque sea verbal, de desconectarse del hilo directo que conduce hacia Ana Belén Montes. Tercero: al develarse que la interpretación única (patriotas Vs. exilio) no era más que una mentira de apoyo, se pasa de inmediato al Plan B: el silencio.
No obstante, los portavoces de las mesas redondas continuarán ideando astucias para sortear los baches de silencio (transitar las calles cubanas es una práctica excelente), agotar la sintaxis para decir lo mismo y que no lo parezca, quizás con el propósito de convertir a La Habana en una caricatura retórica de Camelot.
“Mesas redondantes”; en: Cubaencuentro, Madrid,1 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/10/01/4043.html.