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El mundanal ruido

ETA: camino hacia la nada

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Tras la puerta de muchas casas, tanto en el Caribe como en Brasil, pende un ojo enorme de oscura pupila. Un ojo que ve el daño y lo prevee. Puede que el País Vasco herede esta costumbre antillana y disponga en breve de ojos electrónicos que todo lo ven o, al menos, eso afirman sus promotores. Quizás, como las chismosas de barrio, vean lo prescindible y pestañeen ante lo esencial. La electrónica padece esas manías.

 

La policía explosiona una mochila en Córdoba, un etarra revela en Francia su verdadera identidad... No pasa un día sin ETA en la prensa nacional. Sus objetivos no serán muy claros (más bien tenebrosos), pero tienen un gran sentido del marketing. Directa o indirectamente, imponen su presencia. Y fueran cuales fueran sus fines (al menos los originales), en este caso los medios injustifican los fines. De modo que, a veces, me recuerdan ciertos grupos musicales que componen (¿componen?) puro ruido, desafinan y gruñen con un suspiro de voz, pero se pintan de verde, salen con el culo afuera y se orinan durante los conciertos. Alguno comprará sus discos, aunque sea por curiosidad zoológica.

 

Si un día se dejara de mencionar a ETA, si sus tiros en la nuca y sus bombas en hipermercados no ocuparan un sitio en los periódicos, perderían cuando menos la mitad de su sentido, que es intentar ocultar con mucho ruido las pocas nueces; desaparecería el efecto de ponderación de su escaso voto a puro bombazo. Sabemos que son cuatro gatos, pero maúllan toda la noche y no dejan dormir a los diez mil trabajadores, que no son empresarios del terror ni administradores de la extorsión, y deberán ganarse mañana el salario sudando la camisa.

 

Hace algunos años y más allá del Atlántico conocí por pura casualidad en una fiesta a dos jóvenes. ¿Españoles?, pregunté. La respuesta fue inmediata y cortante: "No. Vascos". Mis nociones geográficas tardaron algo en recomponerse. Sus ideas eran una mezcla de marxismo pasado por M&M (Mao y Marcusse) ─más cerca de los hermanos Marx que de Don Karl─, malas traducciones de Nietsze, racismo victoriano con vaqueros y camisola progre, y un regionalismo feroz,digno de la Baja Edad Media. Puro folklore político. Su equivalencia de ETA con la guerrilla latinoamericana me dejó un tanto extrañado. Jamás supe si eran etarras o simpatizantes. Tampoco qué hacían allí.

 

Ignoro si aquel coctel ideológico responde a la alambicada filosofía del etarra tipo. Pero descubrí más tarde que es un coctel Molotov y mata personas cuyo único delito es estar cerca de la bomba.

 

Es demasiado fácil decir: son unos asesinos, y asumirlo como un accidente genético.Sus argumentos de grupo sanguíneo y formas craneales me repugnan. Los crematorios de Treblinka, la conquista de América y la esclavitud funcionaron con ese combustible. Los vascos tienen sangre roja, masa encefálica gris y muchas buenas ideas transitando entre las neuronas.Es lo único que importa.Y hablar hoy de un Euskadi colonial bajo la corona española resulta risible para un latinoamericano, que de eso sí sabemos. Y mucho.

 

Según aquellos jóvenes, se trata de instaurar un Estado nacionalista y socialista en Euskadi. ¿Nacional-socialista?, pregunté. Pero eran impermeables al humor tropical, y solemnes como adolescentes queriendo entrar a un cine porno. No era una dictadura del proletariado sensu stricto ─ver manuales (hoy, casi exclusivamente en manuales)─, porque el proletariado, sobre todo los inmigrantes de otras regiones, estaba ─según ellos─ corrompido, aburguesado, y habría que "reeducarlo" o "neutralizarlo" para instaurar el nuevo Estado. Enseñar a las masas a pensar por su cuenta (no pude precisar si por cuenta propia o por cuenta de ellos). En síntesis: una especie de "dictadura contra el proletariado".

 

Imbuidos de una fe mesiánica, blindados contra la duda, sumidos en la implementación de los medios para lograr sus fines, los fines se habían desdibujado (de ahí su incoherencia), suplantados por los medios. Y pensé que donde haya paro, marginalidad, corrupción y diferencias sociales, usted toma a un joven marcado por la angustia y dotado con toda la rebeldía de su adolescencia, le coloca en el cerebro cuatro dogmas rotundos e indiscutibles, y en las manos una metralleta con que dar por zanjada cualquier discusión, y el joven descubre que la metralleta es su argumento, su derecho al voto y al veto. No es raro que la use. Gamberros hay en todas partes. Es la cultura de la violencia. Pero cuando esa necesidad destructiva es dotada de una presunta coartada ideológica, se convierte en un arma letal. La manada hace al lobo. Aparecen los especialistas de la muerte y la ideología se reduce al procedimiento exacto de colocar las cargas, la relojería del detonador y el montaje táctico de la operación. La víctima es deleznable: un mero accidente en el camino luminoso hacia la sociedad futura. Y a propósito, ¿qué sociedad era? No importa.Olvida eso. Ya veremos cuando llegue.

 

Sonaría ridículo, si no fuera trágico.

 

 

“El camino de ETA hacia la nada”; en: El Nuevo Herald, Miami, agosto, 2000.



Fidelidad a plazo fijo

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En su reciente artículo de Caribe, "Teoría política de la corrupción", Carlos J. Báez Evertsz define a la corrupción como procedimiento y práctica universal de la clase política (no de todos los políticos, por supuesto, aunque la sabia Vox Populi no suele concederles la presunción de inocencia), manejando el tema a escala global con una soltura que no oso. Pero su lectura me ha conducido a la pregunta, no tan fácil de responder como quisieran los indios y los cowboys: ¿Existe corrupción en la clase política cubana?

 

Si tomamos como referente el escándalo de la Lookheed en Alemania. el affaire Mario Conde, la "piñata" de los dirigentes sandinistas cuando perdieron las elecciones o la fortuna que levantaron Trujillo y Fulgencio Batista con el sudor de sus cargos, no. Tomemos en cuenta que en una sociedad donde el ciudadano "disfruta" la cartilla de racionamiento más larga de que se tienen noticias, un Ferrari sería tan escandaloso como La Veneno en una reunión anual de Oxford, y un jet particular sería un OVNI. Máxime cuando entre los postulados iniciales de la Revolución estaba la igualdad (que llegó a leerse como igualitarismo), y el borrón y cuenta nueva con el pasado, que se tildaba en bloque y sin excepciones de corrupto ─recuerdo que las clases de historia republicana que recibí en cuarto grado eran lo más parecido a Alí Babá y los cuarenta ladrones─. El fervor de los 60 impuso la proletarización (al menos aparente) de la clase política, que hizo del caqui verde oliva y gris (fuese militar o civil) el uniforme institucional. Su incuestionable honradez y desprendimiento quedaba fuera de dudas: habían aprobado con sobresaliente el detector de burgueses que fue la Sierra Maestra.

 

Aceptemos también que un jefe de Estado debe recibir, dada la estatura de su posición, una vivienda acorde, escolta, coches y toda la parafernalia; como en menor escala, los más altos (pero no tan altos) cargos. Hasta ahí, normal. Pero ya desde 1959, los cuarteles se convirtieron en escuelas, y muchas viviendas abandonadas por los burgueses (con todo su contenido), en viviendas de los más listos guerrilleros, y los coches y algunos yates, etc., etc. (para que esto no parezca un inventario). Ramiro Valdés llegó a decir que quienes se habían jugado lo más excepcional, la vida, por la Patria, tenían derecho a una retribución excepcional. Hay que decir, para ser justos, que Ramiro ha sido siempre consecuente con sus ideas. De modo que la Patria pagó sin rechistar ese derecho de pernada. No en balde el Che, tan temprano como en 1964, y precisamente en una reunión del Ministerio del Interior, lanzó aquello de que "contrarrevolucionario es aquel señor que valiéndose de sus cargos...", que debió ruborizar a todos los presentes.

 

Pero aún cuando aceptáramos aquello como botín de guerra, pasó el tiempo y pasó que la pobreza se institucionalizó, la libreta se eternizó, la miseria digna se convirtió en el modus vivendi nacional, y fue defendida con fervor, como paradigma de igualdad. Así y todo, el funcionariado no estaba dispuesto a aceptar grandes responsabilidades con un salario que sólo superaba al de un médico en un 10-20%, de modo que mientras defendía el racionamiento, creó un intrincado sistema para violar el racionamiento: tiendas "especiales", viajes de servicio con dietas serviciales, distribución discrecional de viviendas y autos, más la sustracción pura de medios destinados a sus empresas y ministerios. Llegó un momento que se instituyó como parámetro económico el "faltante", cuyos parámetros "normales" oscilaban entre 10-15%. Quien robara dentro de lo "aceptable" no era sancionado. Quien no tuviera "faltante" era destacado en la prensa como un ejemplo, una rara avis digna de ingresar al Zoológico Nacional. Así, los casos más sonados de corruptos caídos han coincidido sospechosamente con personajes políticamente inconvenientes. Desde los 60 hasta Luis Orlando Domínguez o Aldana, por no llenar demasiados folios. O el ajuste global de cuentas de las Fuerzas Armadas al Ministerio del Interior tras el Caso Ochoa. Pero lo más curioso es que sólo se descubra al corrupto en ese instante y no mientras traficaba cocaína, regalaba decenas de casas y coches, abría cuentas en Panamá, embutía fajos de dólares en su caja fuerte, o disfrazaba de soldados a "niñas" que volvían de las fiestas porno en Luanda incluso condecoradas. Y eso en un país donde "siempre hay un ojo que te ve", un ojo del poder que, al parecer, padece presbicia, porque divisa la corrupción en Miami, pero no en el ministerio de los bajos. Y sólo ahora (ingenuo de mí) me pregunto ¿a quién beneficia esa presbicia? Por supuesto que, en primera instancia, al corrupto. Pero, a su vez, el corrupto sabe que El Poder (sólo hay un Poder con mayúscula) lo sabe y, por tanto, paga el precio de su libertad condicional, que puede ser derogada al menor asomo de incontinencia política. Sabe que no se le exige probidad (aunque los haya), ni siquiera eficacia en el ejercicio de su cargo (aunque también los haya), sino (y sobre todo), incondicionalidad. Y mientras más ineficaz y torpe sea el "cuadro político" (nunca mejor dicho), más incondicional deberá ser para garantizar la pensión vitalicia de que disfruta y que en ningún sitio de la galaxia le otorgarán por sus servicios. Pero nada de esto ocurre "in vitro". Hay 22 millones de ojos que lo ven. Y aprenden cada día del ejemplo, que es el mejor sistema pedagógico. Pero eso es otro costal de harina, que rebasaría las dos cuartillas.

 

Un proceso que se ha intensificado y ha buscado nuevas rutas en la Era del Dólar, arrimándose al amparo de las empresas mixtas y el turismo. Un regreso al verde que sólo muy lejanamente recuerda el verde olivo de los 60, cuando un ministro que se preciara debía embarrarse un poco el caqui del uniforme antes de entrar a la Junta de Administración, para resultar así más proletario.

 

“Fidelidad a plazo fijo”; en: Prensa del Caribe. Año 1, n.º 3, Madrid, septiembre, 1997, p. 15.



Ruidos

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Casi el 40% de los encuestados por el Centro de Estudios de Ordenación Territorial y Medio Ambiente considera la contaminación acústica el problema ecológico que más les afecta. Y no es para menos. El tráfico, las fábricas, los bares y discotecas son los primeros generadores de ruido, cuyos efectos se multiplican gracias al trazado urbanístico irracional, o al de las zonas que se edificaron en una época más silenciosa. Ruidos que afectan al sistema cardiovascular, neurofísico, sensorial y digestivo; disminuyen la productividad laboral y aumentan la agresividad, incluso en los niños, que también sufren una merma en su capacidad de concentración.

 

Cuando un domingo de camping redescubrimos ese sucedáneo del silencio que es la música de la naturaleza ─el viento entre las ramas, el trino de los pájaros, un mugido lejano─, podemos estar demasiado encallecidos para disfrutarlo. Porque escuchar el silencio también requiere su aprendizaje. De modo que existen ya sanatorios donde el primer tratamiento es el silencio, y locales donde el ejecutivo sometido a stress puede disfrutar media hora en una cámara insonorizada por un precio módico.

 

Pero hay otra forma de contaminación sonora que las estadísticas medioambientales suelen soslayar: la contaminación retórica. Somos bombardeados cada día con millones de declaraciones y discursos. Nuestra clase política intenta explicarnos continuamente su verdad. El método más eficaz para ocultarnos la verdad. Llenan de palabras cada minuto de silencio. Porque el silencio es peligroso: insta a pensar. Y ya se sabe que la economía requiere productores competitivos; la política, votantes. Pensar es siempre un ejercicio disidente.

 

Veintiocho mil millones de pesetas necesitaría la Junta de Andalucía para resolver el problema de la contaminación acústica en la Comunidad: silenciadores, aislamientos de fachadas, pantallas acústicas en las vías rápidas y mejora en las instalaciones de aire acondicionado. Nadie ha estimado el costo que supondría eliminar las palabras superfluas.

 

“Ruidos”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 12 de marzo, 1997, p. 30.



Ciberpesetas

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El dinero electrónico promete hacernos la vida más fácil. Bastará cargar la tarjeta e introducirla en los dispositivos de lectura, para que podamos adquirir desde la barra de pan a los cigarrillos sin manipular una peseta. Con ese dinero se podrá comprar por teléfono o vía Internet, e incluso la televisión digital nos anuncia nuevos aparatos donde bastará insertar el monedero, para adquirir instantáneamente el nuevo chirimbolo que nos oferta la Tienda en Casa. Podremos transferir dinero para ciertos usos y no para otros, aumentar la velocidad y disminuir el costo de las transacciones; convertirnos en nuestros propios banqueros. El dinero podrá moverse con sigilo y rapidez por la red informática planetaria, dejando a la policía económica como el pescado en la tarima: con los ojos abiertos pero sin ver nada. Cosa que seguramente aprovecharán quienes se dedican a la higiénica tarea de lavar dinero. La red podría convertirse en el detergente universal. Y ya los falsificadores no tendránque afanarse en copiar los minuciosos dibujos de los billetes y las marcas de agua. Bastará que descubran los códigos electrónicos, con lo cual el ciberdelincuente se pondrá a la orden del día. Algunos aseguran que en 10 años sólo el 20% de los gastos familiares se pagarán en dinero contante y sonante. Otros van más lejos y auguran la desaparición del dinero tradicional, reducido a mera curiosidad numismática, dado que una cajetilla de Ducados costará 170 bytes. Falta que de aquí a allá tengamos trabajo, y por tanto dinero, electrónico o no, que ir a gastar en los hipermercados del ciberespacio.

 

“Ciberpesetas”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 20 de febrero, 1997, p. 27.



Teología neoliberal

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La Internacional Socialista acaba de aprobar un documento contra el "fundamentalismo neoliberal", apelando a una nueva función del Estado dirigido, sobre todo, al servicio del ciudadano, y que tenga como principales preocupaciones la eliminación del paro y la modulación de las grandes desigualdades estructurales. Sólo que hoy ello resulta más difícil.

 

El capital, ente sin patria, móvil como nunca antes y que no entiende sino el esperanto de la contabilidad, rastrea por todo el planeta las mejores oportunidades, y es allí donde se coloca. Lo ahuyentan las legislaciones que protegen al trabajador, los impuestos y la inestabilidad socio-política. Lo atraen las facilidades fiscales, la mano de obra barata, abundante y fácilmente prescindible, así como los regímenes estables, no importa si democráticos o dictaroriales, pero que aseguren los derechos de las inversiones, aún a costa de cualquier otro derecho. De modo que se ha elaborado una teología a su imagen y semejanza: el neoliberalismo puro y duro, que establece, ante todo, que "todos los dineros son libres e iguales". Aunque se nos venda continuamente como "creador de empleo" es, ante todo, multiplicador de su propia riqueza, cosa que no puede hacer, naturalmente, sin plusvalía y, por tanto, tiene que crear empleo.

 

De modo que la contemporaneidad se sume en un atolladero difícilmente soluble: el Capital, ajeno a los intereses del Hombre, es quien dicta las reglas. Si el Hombre modifica esas reglas, puede ahuyentar al Capital hacia sitios más complacientes, y sin inversiones sólo es posible el equitativo reparto de la miseria. El Estado del malestar. Es quizás el nudo gordiano de nuestra Era, sólo que la solución aplicada entonces por Alejandro, cortar el nudo, quizás no sea hoy tan fácil. Aunque más vale tarde que nunca, los propios ideólogos del neoliberalismo deberán entender que las garantías sociales y el bienestar de los muchos no es un simple lujo, sino una necesidad para su propia supervivencia: hoy y mañana. Los pueblos colocados entre la espada y la pared, suelen aprovechar el menor descuido para tomar la espada y cortar el nudo.

 

“Teología neoliberal”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 11 de febrero, 1997, p. 29.