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El mundanal ruido

La espiral infinita

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Era un joven como cualquier otro. Llegó a la discoteca, en el Paseo Marítimo de Tel Aviv, el viernes primero de junio, a las once de la noche. En medio de la multitud de quinceañeros, se disponía a entrar. Una muchacha le preguntó si venía a bailar, y él afirmó con la cabeza mientras sonreía levemente. Era un joven como cualquier otro. Con una pequeña diferencia: por el contrario que el resto de los adolescentes, él sí conocía el resto de su vida. Sabía que en breves minutos sería mártir. En el momento de activar el detonador, quizás ni siquiera viese a los diecinueve muertos que en unos segundos rodearían su propio cadáver destrozado, quizás su mirada estaba fija en el instante triunfal que seguiría a la explosión: el instante en que Alá lo acogería en sus jardines para siempre.

 

Un hombre se parapeta como puede, trata de proteger al hijo con su propio cuerpo. De pronto el niño se quiebra. Una bala israelí ha reducido a diez años su esperanza de vida. La imagen da la vuelta al mundo, convoca el pavor de todos los padres que, por un instante, nos sentimos en su lugar, impotentes ante la bala que no logramos detener.

 

Seis meses de la segunta Intifada han arrojado ya casi un millar de víctimas. Cincuenta años de conflicto, cientos de miles. Dos milenios de destierro, millones.

 

Una vez los judíos fueron condenados a vagar por el planeta llevando en el equipaje sus antiguas palabras y la añoranza de una patria donde no fueran huéspedes. En 1949, graciosamente, la Gran Bretaña obsequió un país a los judíos. No era un trozo de la verde Inglaterra. Los británicos obsequiaron al pueblo judío un país con habitantes y todo: Palestina. De todas partes del mundo acudieron los judíos a fundar una patria: la tierra prometida. Hacia todas partes del mundo se dispersaron los palestinos: un pueblo sin país que conserva la patria en la geografía intacta de la memoria.

 

En 50 años, Israel se ha convertido en un pequeño gran país: ha labrado el desierto y creado el mayor polo de desarrollo al sur del Mediterráneo. Un pequeño país que suple su inferioridad numérica con el ejército más moderno de Oriente Medio. Ha librado y ganado guerras. Ha conquistado territorios. Ha colonizado el país asentamiento tras asentamiento. Un proceso que ha discurrido a través de guerras frontales o tangenciales, creación de “zonas de seguridad”, matanzas de refugiados palestinos, operaciones de castigo y terrorismo de Estado. En 50 años, el pueblo palestino ha intentado recuperar un país con todos los medios a su alcance: guerras frontales en cooperación con sus hermanos árabes, guerra de guerrillas, intifada, terrorismo dentro y fuera de las fronteras. En 50 años, como ya es costumbre, por cada militar muerto en combate, se amontonan decenas de civiles.

 

¿Quién tiene la razón en esta guerra sin guerra, que es ya la guerra más larga?

 

Ambos. Ninguno.

 

Estados Unidos ha apoyado decididamente a Israel. Tecnología y armamento. Veto a todo intento de sanciones por parte de la ONU. Renuencia a que las instituciones internacionales intervengan en el conflicto. Los países árabes, el antiguo campo socialista, Cuba, China, apoyan a la OLP, cuya existencia sería imposible sin financiación externa. Europa mantiene excelentes relaciones comerciales y culturales con Israel, sin ocultar su simpatía por la causa palestina. En las preferencias de cada uno se mezclan motivaciones morales y estratégicas, intereses económicos y política de corto alcance. Y no es raro que ambas piezas del tablero, sean subterfugios que ocultan devociones y odios mayores. Como de costumbre, mueren los peones, no los ajedrecistas.

 

Durante cuarenta años, los palestinos negaron la existencia de Israel. Su propósito era erradicar el nuevo-viejo país y reconquistar la tierra que les pertenecía. Un hito en esta historia fue el instante en que Yaser Arafat aceptó lo inexorable: Israel existe y seguirá existiendo. Pero al mismo tiempo reivindicó una realidad de la que hasta ahora se han desentendido los mandatarios judíos: Palestina también existe. La memoria histórica es frágil: el pueblo perseguido ayer, es hoy perseguidor; el pueblo sometido a la diáspora, se niega hoy al regreso de los palestinos dispersos por el planeta.

 

El último atentado del viernes tensa al máximo la cuerda. El polvorín de mecha lenta puede convertirse en un polvorín de mecha rápida. Por primera vez Arafat condena un atentado terrorista y la matanza indiscriminada de civiles, decretando, bajo presión israelí, un alto al fuego incondicional, al que se niegan sus propios partidarios. Al Fatah, Hammas y la Yihad Islámica persisten en su propósito de librar contra Israel una guerra santa que no excluye métodos ni descarta enemigos, hasta la liberación de Palestina. Un sondeo del Centro Palestino de Opinión Pública indica que entre los palestinos el 34,4% apoya el alto al fuego, el 49,1% se opone y el 16,5% se abstiene. Ariel Sharon, quien dictara un alto al fuego violado reiteradas veces, promete una respuesta contundente que tampoco excluye métodos ni descarta enemigos.

 

Israel presiona a Arafat para que sean encarcelados los dirigentes de las organizaciones islámicas que fraguan los atentados suicidas. Precavidamente. muchos de ellos ya han pasado a la clandestinidad. El propio Arafat se encuentra confinado en Ramala, ciudad cisjordana 15 kms. al norte de Jerusalén, imposibilitado de usar el aeropuerto de Gaza. Israel divide Cisjordania y bloquea el acceso a decenas de miles de trabajadores, cuya única fuente de ingresos se encuentra en territorio israelí, amenazando a los palestinos con el colapso económico. La lógica del conflicto indica que a partir de este punto, hay dos caminos: la solución razonable o la tragedia.

 

¿Serán capaces palestinos e israelíes de concertar una solución definitiva que pase por la creación del Estado palestino? La presencia de Sharon y el alza de las organizaciones islámicas no presagian un acuerdo razonable. ¿Puede la ONU hacer oídos sordos a la solicitud palestina de intervención internacional o plegarse a la oposición israelí, mientras continúa la construcción de asentamientos, y con ello la expansión del odio? ¿Puede la comunidad internacional observar de brazos cruzados la escalada del conflicto? De hecho, ha podido durante medio siglo. Sólo que hoy la llamada soberanía nacional no es una coartada invulnerable. La autoridad moral de los organismos internacionales está en juego. De ello depende su credibilidad futura, o el descrédito de un sentido internacional de la justicia, tantas veces anunciado.

 

“La espiral infinita”; en: Cubaencuentro, Madrid, 5 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/06/05/2585.html.



El poder relativo

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Después de la aplastante victoria electoral, durante las pasadas elecciones del 13 de mayo, de Silvio Berlusconi, máximo exponente del dinero y de la derecha en Italia, algo que no se veía desde la época de oro de la democracia cristiana, anoche se dieron a conocer unos resultados diametralmente opuestos en las elecciones municipales, donde el electorado italiano designó a los alcaldes de las principales ciudades.

 

Sólo una ciudad de primer orden en Italia, Milán, ha quedado en manos de la derecha, al conservar Gabriele Albertini su puesto. La coalición de centroizquierda El Olivo, contra muchos pronósticos (Berlusconi y su coalición también gobierna las principales regiones del país), ha mantenido las alcaldías de Roma, Nápoles y Turín. Como nuevo alcalde de Roma, con el 52,5% de los votos, se mantiene Walter Veltroni, secretario general de los Demócratas de Izquierda (ex-comunistas). Triunfo importante que le da un respiro para el proceso de reorganización en que está enfrascada la izquierda italiana. En Nápoles, el puesto lo ocupará la ex ministra del Interior democristiana Rosa Russo Jervolino (El Olivo), con el 52,9% de los votos. Y el nuevo alcalde de Turín, con el 52,8%, será Sergio Chiamparinode.

 

Al otro lado del mar, mientras el equipo de Bush negociaba una reducción de impuestos que se eleva a 1,3 billones de dólares, se ha producido un importante cambio en la correlación de fuerzas del senado: el senador republicano James Jeffords abandona la nave y se decide a ir como independiente, al tiempo que Tom Daschle ascendía como nuevo líder de la mayoría demócrata. Se prevee que muchos comités cambien de presidente ante la nueva correlación.

 

Curiosamente, el recorte de impuestos salió adelante gracias al voto a favor del senador demócrata Baucus, del Estado de Montana, incluso contra la opinión de su partido.

 

Todos sabemos que una nación es un pacto entre tendencias, facciones, intereses con frecuencia contrapuestos, que halan en diferentes direcciones la política del país, cuya historia inmediata no es sino la suma vectorial de esas tendencias. Algunos defienden las mayorías absolutas que suelen generar gobiernos fuentes, capaces de poner en práctica sus programas sin cortapisas. Yo respeto esas mayorías, siempre que sean fruto de la libre voluntad de los electores; pero prefiero las mayorías relativas, los gobiernos formados a partir del compromiso entre diferentes fuerzas. El arte del consenso, la voluntad de compromiso, suelen ser más sabios y representativos de la voluntad de los electores que el ejercicio estricto de la mayoría absoluta, un abuso numérico que con frecuencia se traduce en un puñado de votos.

 

Si algo define a la política no es el mero ejercicio de la demagogia, la retórica o el usufructo del poder visto como botín, sino el arte de la negociación, la necesidad de alcanzar ese justo equilibrio que, tanto en la sociedad como en la física atómica, aspira a la estabilidad.

 

Está demostrado que en una discusión los seres humanos dedicamos más tiempo a pensar nuestras respuestas que a escuchar las objeciones del prójimo (sobre todo si es un prójimo no tan próximo); está demostrado que la mayoría absoluta es el sueño de todo político, y la verdad absoluta, la aspiración de todo ideólogo. Pero, por suerte, la praxis cotidiana nos demuestra que la verdad es una aproximación que sólo se consigue sumando algebraicamente sus diferentes versiones; la ideología, una ecuación complejísima que tiene múltiples soluciones y ninguna irrebatible, y el buen gobierno no es otra cosa que el pacto social entre políticos de diverso pelaje, vigilados por la voluntad de sus pueblos. Los políticos saben que a más tardar en cuatro años los anónimos electores recuperarán el poder que les han otorgado en préstamo. Bastará que muevan hacia arriba el pulgar para garantizar su supervivencia, o que apunten a la arena del circo para condenarlos a la jubilación. Quines practican el arte de la negociación suelen pasar la prueba del pulgar con más éxito. Sobrevivir intacto a la mayoría absoluta es más difícil.

 

“El poder relativo”; en: Cubaencuentro, Madrid, 31 de mayo, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/05/31/2510.html.



¿Escudo o estrella?

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Cien mil millones de dólares es el costo estimado del escudo antimisiles propuesto por el presidente norteamericano George Bush. Aunque todavía están en veremos tanto el costo real como su viabilidad tecnológica.

 

La versión 2001 de la Guerra de las Galaxias consiste en un sistema de once satélites dotados de sensores infrarrojos, desplegados en varias órbitas, que detectarán los presuntos misiles atacantes, y con la ayuda de radares de última generación, distinguirán a éstos de los señuelos, ordenando a las instalaciones de tierra y los barcos, el lanzamiento de los interceptores que los destruyan en vuelo. Un sistema tan complejo no sería operativo hasta el 2011. La variante más modesta sería una red de enormes radares en tierra que desde Alaska (para monitorear a Corea del Norte) y desde Maine (para Irán e Irak) detectarían los misiles precozmente. Se habla incluso de un radar en territorio ruso. Los interceptores serían disparados desde veinte bases repartidas por el mundo y operativas en 2005, con la perspectiva de llegar a 250 bases en los siguientes cinco años. Otros proyectos mencionan una red de barcos equipados para la detección y la intercepción, y el empleo de lásers, ya probados por Estados Unidos e Israel, para la destrucción de misiles de alcance medio.

 

Aunque el enemigo más temido es la innombrada China, se menciona a Irán, Irak y Corea del Norte como los presuntos terroristas atómicos, “gobiernos irresponsables” capaces de lanzar un ataque nuclear contra Estados Unidos, aunque el resultado de la respuesta sea su propia desaparición como países.

 

La reactivación de esta iniciativa deja en papel mojado el tratado ABM suscrito entre Rusia y la URSS en 1972, que les comprometía a no desarrollar sistemas antimisiles, garantizando la destrucción de ambos en caso de confrontación nuclear, con el consiguiente efecto disuasorio.

 

Hasta el momento, la respuesta de Putin a la propuesta no ha pasado de la retórica. En parte, porque se trata aún de un proyecto cuya viabilidad está por ver —la efectividad política para una parte del electorado norteamericano queda asegurada—, y en parte por las garantías de Bush de que el paraguas detendría una llovizna atómica coreana, pero no un aguacero ruso, con lo que se mantiene el efecto disuasorio que dictó los acuerdos de 1972.

 

También Putin ha colocado sobre la mesa una contrapropuesta: crear un sistema conjunto, que protegería incluso a los europeos. Washington no parece muy dispuesto a considerar esta variante.

 

La Unión Europea, y en especial Francia, se ha mostrado reticente al proyecto, o al menos ha hecho un expectante silencio. La objeción más seria es que una iniciativa de esta naturaleza promocionará la carrera armamentista de países como China, multiplicando la capacidad autodestructiva de la humanidad y haciendo más delicada y precaria la relación con Taiwán, aliada a su vez de Washington.

 

La propia justificación del plan, es decir, la existencia de “gobiernos irresponsables” con capacidad nuclear, es risible a juicio de muchos analistas, a pesar de los informes de la CIA que anuncian como probable un ataque desde Irán, y como posible, desde Irak y Corea del Norte. La realidad es que en un país como Estados Unidos, donde penetran anualmente miles de envíos de droga, es infinitamente más viable meter de contrabando una carga nuclear y detonarla in situ, que perpetrar con éxito un ataque de misiles de largo alcance. Países que se arriesgan a la inmolación total, en aras de dañar a su enemigo, bien podrían reclutar un comando suicida que se encargara de la operación sin dejar huellas. Y ante tal contingencia, no hay paraguas.

 

Quienes ya se frotan las manos ante la idea son los mandos militares con juguete nuevo, los consorcios armamentistas, y los institutos de investigación que recibirán suculentas partidas para el desarrollo de las tecnologías.

 

La historia demuestra que siempre una nación predominante despierta pasiones contrapuestas y extremas en su perisferia: desde la devoción modélica, hasta el odio, donde con frecuencia constan unas gotas de envidia. Y Estados Unidos no es la excepción, aunque hasta ahora sí sea excepcional el hecho de que en toda su historia como nación jamás haya sido objeto de una agresión en su propio territorio. Todas las guerras libradas por Estados Unidos, y no son pocas, han sido extramuros. Y la perspectiva de que el país se convierta en teatro de operaciones bélicas aterra a demasiados norteamericanos. De modo que una iniciativa que presuntamente lo convierte en impermeable cuenta de antemano con una rentabilidad política cuyo peso en la decisión final no es nada desdeñable.

 

¿Puede ocurrir el ataque cuya prevención costará cien mil millones de dólares? En teoría, sí. En la práctica, difícilmente dichos países cuenten con la capacidad de ponerlo en práctica con éxito en un futuro predecible. Más barato resultaría fomentar en esas naciones una apertura económica, la superación de la crisis que asola a la población coreana, el levantamiento de las sanciones impuestas a Hussein, pero que afectan al pueblo, e impulsar la distensión en las relaciones con Irán.

 

Si Estados Unidos es una “nación responsable” sabrá que el escudo antimisiles más efectivo que se conoce, es el bienestar. Los estados de crisis y miseria con frecuencia han fomentado dictaduras y fundamentalismos “salvadores”. Y aún en democracias formales, la corrupción y el desprecio por el bienestar de los ciudadanos generan una desesperación social que puede conducir a cualquier abismo. Una “nación responsable” tiene por fuerza que comprender que un planeta fracturado en desigualdades extremas es, ya que hablamos de temas nucleares, como los elementos transuránidos: inestable a corto plazo, inviable a largo plazo. Sospecho que fomentar la reducción de esas enormes desigualdades generando, al mismo tiempo, empleo y riqueza, sería el mejor interceptor de un presunto ataque, y una manera más eficaz de emplear el dinero de los contribuyentes.

 

Como en las monedas que lanzábamos de niños al aire para decidir la suerte, este escudo tiene su otra cara, por la que yo apostaría: la estrella.

 

“¿Escudo o estrella? ”; en: Cubaencuentro, Madrid, 22 de mayo, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/05/22/2323.html.



Derecho al veto

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Asistimos a una nueva coincidencia histórica frente a un acontecimiento democrático entre las estrategias de ETA y del gobierno cubano. Hablo de las respectivas reacciones frente a las elecciones vascas efectuadas recientemente (donde el nacionalismo secesionista radical fue sancionado en las urnas), y la votación en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra (donde el gobierno de La Habana, violador sistemático de los derechos elementales, fue sancionado por la mayoría de las naciones presentes).

 

Durante los meses anteriores a la votación de Ginebra, Fidel Castro encomendó a su canciller una intensa labor de cabildeo para recabar votos favorables o abstenciones que evitaran la condena; pero, al mismo tiempo, emprendió una batalla de insultos y descalificaciones contra los gobiernos que presuntamente votarían en su contra.

 

La autonomía vasca, la más amplia de España y posiblemente de Europa, con atribuciones en casi todas las esferas y policía propia, ha elegido, por libre sufragio de sus ciudadanos, el parlamento que nombrará al Lehendakari o jefe de gobierno autonómico. Los partidos, con más o menos fortuna, han intentado conquistar el voto de los vascos mediante sus propuestas de gobierno. En cambio, la campaña electoral de ETA ha consistido en lo de siempre: tiros y bombas. Y la de su brazo político, EH, que acudió a las urnas con un pronóstico de voto que difícilmente alcanzaría el 10% del electorado vasco, alternó promesas de “paz” y “soberanía”, amenazas, insultos, violencia callejera y un discurso nacionalista y socialista que cada vez se acerca más al nacionalsocialismo. Un problema de sintaxis.

 

Mientras en el último día el resto de los candidatos pronunciaban sus discursos finales, ETA concluía su campaña haciendo estallar, a las 23:57 del viernes 11 de mayo, en la esquina de Goya y Velásquez, en Madrid, un Renault Clio de color rojo que contenía al menos 20 kilogramos de explosivos. Como resultado, graves daños en vehículos, fachadas, un hotel, una decena de comercios y una sucursal bancaria completamente destrozada; catorce heridos, uno de ellos grave, con impactos de metralla en la cara, quemaduras de segundo grado y contusión pulmorar. Se trata de un guardajurado de 56 años, quien cumplía su turno de trabajo en la sucursal bancaria. Es el tipo de “agente” del “imperialismo español” que ETA suele matar. Veintinueve coches bombas en Madrid, con un saldo de 53 muertos, entre ellos un niño de dos años, lo confirman. La tragedia pudo ser mayor, dada la afluencia de público a una discoteca cercana los viernes por la noche.

 

Como ya es costumbre, Arnaldo Otegui, candidato de EH, fué el único en no condenar el atentado, sino sólo “sus consecuencias”. Sigue siendo un misterio cómo se puede apoyar la bomba y lamentar las víctimas.

 

Una vez condenado el gobierno cubano en Ginebra, la “diplomacia” habanera sancionó a los gobiernos que votaron en su contra, mediante una violencia verbal que raras veces se escucha a un jefe de Estado. Lamebotas de los yanquis, pigmeos, cucarachas, monigotes, babosos, fueron algunos de los calificativos, a los que se sumó el desfile de presidentes latinoamericanos, convertidos en muñecones, durante los carnavales del primero de mayo. Adujo que el organismo internacional estaba manipulado por Estados Unidos; afirmación que no se repitió cuando los propios Estados Unidos fueron separados de la Comisión, por primera vez en medio siglo.

 

En respuesta al revés electoral, el periodista Gorka Landaburu, recibió el 15 de mayo en su domicilio un paquete bomba que le mutiló las manos de escribir. Y pocos días desués, en San Sebastián, asesinaron a Santiago Oleaga, director financiero de El Diario Vasco, quien por razones de su especialidad, jamás se sintió amenazado por ETA.

 

Las consecuencias de la estrategia cubana no sólo han sido plasmadas en una nueva condena en Ginebra. Se retira el embajador argentino en La Habana, y quedan suprimidas de hecho las relaciones consulares con Costa Rica. Las relaciones con México registran una tensión innecesaria. Y pública o privadamente, muchos electores latinoamericanos, autores con su voto de esos presidentes, sienten que la ofensa les alcanza.

 

No se trata de una coincidencia eventual que la respuesta de Fidel Castro, de ETA y de EH a un evento donde ciudadanos o mandatarios elegidos por los ciudadanos refrendan con el voto sus opiniones, sea la pirotecnia (retórica a su pesar, en el caso de Fidel Castro). Tanto el mandante de La Habana, como los pistoleros de Euskadi, se dicen representantes de sus pueblos sin que ello requiera la prueba de las urnas. Representan cierta “identidad profunda” de lo cubano y de lo vasco, imposible de demostrar mediante la estadística. Y si los respectivos pueblos se niegan a aportar la corroboración electoral, no será culpa de la propuesta castrista o etarra, sino de los pueblos, que deberán ser “reeducados” en la dirección correcta. Según estos “defensores del pueblo”, la función de los líderes no es encarnar la voluntad de los electores, sino corregir la estupidez o la minusvalía mental de la muchedumbre, pensando en su nombre.

 

Algo natural cuando se es infalibre. La condena del gobierno de Cuba, no fue una consecuencia de sus reiteradas violaciones de los derechos humanos, sino una conjura del imperialismo. La derrota de EH y, por tanto, de ETA, que pasó de 14 a 7 escaños en el parlamento, fue, en palabras de Otegui, una estrategia de los amantes de la patria vasca que prefirieron sumar sus votos al nacionalismo moderado contra el “españolismo”; no una prueba rotunda de que apenas el 9% de los vascos apoyan su nacionalismo radical. ¿Intentarán reeducar al 91% restante?

 

Por lo pronto, a Fidel Castro le asiste el derecho al veto, y lo ejerce con una coherencia indudable hace 42 años. A ETA y sus voceros de EH les queda por delante una larga tarea: matar a un millón y medio de vascos para alcanzar la mayoría. El veto calibre 38 es su consigna.

 

El resultado de ambas estrategias se resume en labores de desescombro.

 

Treinta toneladas de escombros en Madrid.

 

Los escombros de las relaciones con países hermanos de Latinoamérica, en La Habana.

 

“Derecho al veto”; en: Cubaencuentro, Madrid, 15 de mayo, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/05/15/2330.html.



Guerra on line

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La guerra de guerrillas del siglo XXI ha comenzado.

 

Tras el incidente entre China y Estados Unidos en que resultó muerto un piloto de combate asiático, y la disputa diplomática, rehenes mediante, miles de “voluntarios” hackers chinos pusieron en acción la variante on line de la guerra de guerrillas. Seiscientas cincuenta webs del gobierno norteamericano, instituciones, empresas y universidades han sido el blanco.

 

El FBI ya había advertido que un ataque masivo en la red podría producirse, de modo que muchas instituciones tomaron sus precauciones y tuvieron menos que lamentar. Otras, no corrieron la misma suerte.

 

Entre las webs atacadas estuvieron, por supuesto, la de la CIA, pero también la de la Liga de Fútbol Americano, bancos de California, centros médicos, universidades e institutos de investigación. Uno de los sitios más atacados fue www.whitehouse.gov, el sitio de la Casa Blanca, a la que Bush llama “la casa de todos los norteamericanos”, frase que los hackers ampliaron hasta convertirla en la “casa de todos los chinos”. Durante seis horas, el servidor de la Casa Blanca anunció “denegación de servicio” como consecuencia de una sobresaturación en la demanda de acceso. Aprovechando la denegación de acceso, los hackers se “apropiaron” miles de computadoras conectadas a la red, que a su vez solicitaron masivamente acceso a las webs atacadas. Se generó una demanda que multiplicó por ocho la capacidad de los servidores, y como consecuencia se produjo el colapso.

 

Los patrióticos hackers norteamericanos respondieron al ataque dejando fuera de combate a cientos de portales de Pekín, centros de investigación científica, instituciones militares y del gobierno asiático.

 

La acción delictiva, “insurgente”, o la pura gamberrada de los hackers, cuya aparición data de los comienzos de Internet, ha dado paso a organizados rangers on line. Se disparan subrutinas y líneas de comando, se derraman bytes en lugar de sangre. Los misiles portadores son las inofensivas líneas telefónicas. Basta un PC doméstico, más barato que un fusil de asalto con mira infrarroja, y un breve entrenamiento, para contar con un soldado en la red. No importa que sea miope, tenga los pies planos o corra los cien metros planos en diez minutos. Este nuevo “modelo” de guerra parece más light y, por supuesto, menos televisivo que la Guerra del Golfo. Pero las apariencias engañan. En un mundo cada vez más interconectado y donde desde las transacciones financieras hasta las órdenes militares, o una operación quirúrgica, se producen on line; un ataque organizado de hackers puede dislocar los servicios de emergencia, obstruir la acción médica, enloquecer las finanzas o sabotear los sistemas de comunicaciones de los que depende el tráfico aéreo. No sólo bytes serán derramados en tales circunstancias. Lógicamente, los países industrializados cuentan con más medios para repeler (o lanzar) ataques de esta naturaleza; pero al mismo tiempo son más vulnerables, dado su alto grado de interconexión. Aunque, por otra parte, el recurso esencial en esta guerra cibernética es el talento, que florece en todas las latitudes. Si un hacker solitario es capaz de crear un virus que provoque pérdidas multimillonarias, ¿qué efecto podría producir un destacamento de hackers adiestrados y dotados de todos los medios por un gobierno? ¿En qué medida serán efectivas las contramedidas y las “fire walls” ante ataques de esa naturaleza?

 

La guerra on line es algo que todavía está por ver. Por lo pronto, la Casa Blanca tuvo “un chino atrás” durante seis horas.

 

“Guerra on line”; en: Cubaencuentro, Madrid, 8 de mayo, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/05/08/2239.html.