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El mundanal ruido

Anfibología y otras sospechas

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María Moliner, en El Diccionario de uso del español, define el término "anfibología" como "Equívoco. Circunstancia de tener una palabra o expresión más de un significado". Lo mismo ocurre en la vida. A veces parece que un banquero es el ejemplo de made himself para mostrar a la juventud, una especie de Cid Campeador de las finanzas, y al final resulta un ratero al por mayor. O un militar que vela por el sueño de los honrados currantes se trueca en un cuatrero evadido por medio mundo y para agarrarlo hay que ofrecer recompensas más sustanciosas que en su día por Billy The Kid.

 

De modo que los inocentes consumidores de noticias, acudimos a los diarios con el ánimo de enterarnos, al menos, de lo que ocurre en el teatro del acontecer, aunque sigamos ignorando lo que ocurre de verdad entre bambalinas, porque la realidad suele desclasificarse mucho después de ocurrida. ¿Y qué encontramos? Con frecuencia, indicios y pistas que bien podrían acercarnos a la verdad. Pero otras, intentamos entender, pero ni con muy buena voluntad nos enteramos.

 

Por ejemplo: "Abierto el plazo para solicitar alimentos de intervención de la Cruz Roja". ¿Qué son alimentos de intervención? ¿Alimentos que intervienen nuestra hambre? ¿O que interviene la Cruz Roja?

 

O: "El portavoz de la familia Cordón cree que el industrial secuestrado sigue en sus manos". Si sigue en manos de la familia Cordón, como asegura este titular, se trata de una noticia muy interesante. En tal caso, ¿por qué cree y no está segura la familia? ¿Y si esasmanos parece que son, pero no son, entonces, de quién son?

 

Pero la noticia más asombrosa que he descubierto últimamente en los titulares es que: "Declaran el despido de una embarazada improcedente". Lo que parece una noticia china, donde un segundo embarazo es altamente improcedente. Pero se trata de una información local. Quizás la perspicacia del periodista rebasa nuestra admiración. Puede que ni la improcedente madre o el padre, que seguramente no hizo ni más ni menos que lo que suele hacerse en estos casos, sepan que un niño improcedente está a punto de arribar a este mundo (no tan procedente como algunos quisieran). Y por eso la despidieron. Desde que leí la noticia escruto a cada embarazada por la calle para ver si es improcedente o no. Pero no lo consigo.

 

“Anfibología”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 24 de noviembre, 1996, p. 52.



Nueva victima de Barbie

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Una joven granadina de 26 años yace en coma irreverible tras ingerir diuréticos masivamente para bajar de peso. Una joven que, según las estadísticas, no había recorrido sino la tercera parte de su trayecto vital, intentaba disminuir unos kilos a cualquier precio, y de hecho ha disminuido hasta el peso cero: la levedad de la muerte.

 

Mientras en los países en desarrollo (mejor decir en subdesarrollo, que lo otro es mera conjetura) millones de personas mueren de hambre sin intentarlo, porque la vida no les deja otra opción; en nuestros lares, que podrían alimentar a un cuarto de Europa más con lo que se tira a la basura, miles de jóvenes bien alimentadas se suicidan de hambre por alcanzar la estética Barbie, una estética que ya va siendo tan macabra en víctimas de la anorexia como aquellos zapatos de hierro que usaban las mujeres chinas para tener los pies pequeños, y que a los occidentales nos aterran por su barbarie.

 

¿Qué dosis de responsabilidad atañe en estos casos a la persona que, entontecida por un diseño corporal que los ricos alcanzan, cuenta corriente de por medio, a silicona y bisturí, se niega a reconciliarse consigo misma, y sobrevalora kilos y centímetros a costa de subvalorar su inteligencia, sus sueños y su sensibilidad, es decir, lo que hacen de ella un ser humano, no una muñeca presuntamente perfecta? Mucha. ¿Cuánta responsabilidad correspondea una propaganda repetitiva hasta la obsesión, al bombardeo de imágenes perfectas, de personitas de diseño, e incluso al empresario que exige "buena presencia", aunque él mismo sea feo como la muerte en día de lluvia? Mucha también.

 

De cualquier modo, vale reflexionar en estos casos sobre lo que hemos perdido. ¿Cuántas obras, emociones, sueños y felicidades (o infelicidades) probables habrá inmolado esta joven a la diosa Barbie? Nunca lo sabremos. Sólo que 26 años de experiencia vital no fueron suficientes para comprender que la vida, aún en su humana imperfección, es la aventura más espléndida, destinada por igual a ser disfrutada y padecida por gordos y flacos, por feos que nunca tendrán "buena presencia", y por feos del alma, que son los peores aunque se paseen por las pasarelas.

 

“Víctimas de Barbie”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 16 de noviembre, 1996, p. 33.



Diana cazadora

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Con su gesto independiente y altivo, la Diana cazadora de los griegos bien podría figurar en el escudo de los movimientos feministas. La que quizás no figure nunca (o quizás sí) es esta Diana Cazadora de Gales, que insiste en ser noticia y ha recorrido desde la crónica rosa hasta la prensa amarilla. De la telenovela sin happy end que fue su matrimonio hasta las poses de víctima y las sospechas de victimaria, hay un solo factor común: cualquiera que la mire con atención se dará cuenta de que esta mujer (mujer y media a juzgar por el largo), llore o sonría, camine con ese encorvamiento ligero que algunos tomaron como humildad cuando no es más que un modo de parecer más pequeña que el Príncipe, acaricie niños minusválidos o represente al Reino Unido en alguna ceremonia oficial, siempre sabe más, mucho más de lo que dice. Incluso de contabilidad, como demuestra su contrato de divorcio. Decididamente, mucho tiene que saber para dirigir 200 asociaciones (yo no recordaría ni los nombres), aunque ahora renuncie, humildemente, a cien.

 

Según el Daily Express, Diana está dispuesta a convertirse en la colaboradora número uno en la lucha contra el SIDA. Y no lo dudo. Diana las caza al vuelo y el SIDA, aun sin ser la enfermedad que más gente se lleva al otro barrio, es la enfermedad más publicitada, que arrasa sin miramientos a cantantes y estrellas del basket en plena edad competitiva, no cree en millonarios, políticos y nobles; aunque su víctima predilecta sea el africano que no conoce el preservativo ni de oídas y el yonqui de séptima categoría.

 

Diana del SIDA, perdón, de Gales, sin olvidar sus otras 100 organizaciones caritativas, cruzará el planeta en todas direcciones (el SIDA es como Dios, omnipresente) y seguirá apareciendo hasta en la sopa, porque alla sabe de muchas cosas, pero sobre todo de marketing y no permitir que la olvidemos es su primer empleo.

 

“Diana cazadora”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 31 de octubre, 1996, p. 29.



Felices sueños

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La foto es patética y conmovedora: un viejo comunista ruso, de manos vastas como estepas siberianas y bastas (pésima manicura es el trabajo), un viejo comunista con su medalla en la solapa, sus cabellos nevados (los que quedan), dormita encogido en su asiento del Congreso Popular Patriótico celebrado en Moscú.

 

¿Quién es? El fotógrafo posiblemente lo ignora. Sólo captóla cáscara de sus sueños. Quizás un defenestrado de la nomenklatura que no supo reconvertirse a tiempo en demócrata y nuevo rico, de modo que las vacaciones en Marbella le están vedadas. O algun tiranuelo de bolsillo, esos que engendra con tanta asiduidad la autocracia. ¿O un abstemio que escondía el vodka en frascos de limonada?

 

Pero quizás persiguió durante toda su vida, desde la popa de un arado allá en su koljós anónimo, el espejismo de un futuro equitativo y justo. O quizás sea un humilde tornero que soñó, empecinadamente, diseñar la pieza exacta para la maquinaria luminosa del porvenir. Sin darse cuenta, como Serguei Boronov, que "estamos condenados a la esperanza". Los manipuladores de la esperanza supieron mandarse a hacer, con la doctrina de Marx y Engels, trajes a la medida de sus ambiciones. Los manipulados fueron convencidos de la comodidad y la elegancia de las camisas de fuerza. Hoy, los más ágiles y susceptibles a los cambios de la moda, detentan un discurso demócrata, defienden la sagrada libertad de empresa y asisten a misa. Los otros, duermen. De cualquier modo, manipulador o manipulado, felices sueños. Mejor sería que no te despertaras. La vigilia es siempre menos reparadora.

 

“Felices sueños”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 28 de octubre, 1996, p. 15.



La ciudad a distancia

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Dos experiencias que no olvidaré fueron volar entre Río de Janeiro y Sao Paulo, y aterrizar en Ciudad México.

 

A veinte minutos de Río aparecieron bajo las ventanillas los suburbios de Sao Paulo. Faltaban 25 minutos más para aterrizar en medio de esta New York del Sur que acoge 19 millones de almas (cuento también a los desalmados). Tan sólo su barrio japonés es dos veces y media mayor que Jaén.

 

Cuando el avión se asomó al valle de México y pude ver, bajo la nube perpetua de smog que ni siquiera los 21 millones de DeeFectuosos (así se llaman a sí mismos los habitantes del DF) son capaces de respirar, aquel océano de cemento que transgrede el horizonte, sentí el mismo vértigo que ante un precipicio.

 

La I Conferencia Internacional sobre el futuro de las ciudades, celebrada en Santiago de Chile recientemente, discutió el destino de los espacios urbanos, en especial las megalópolis latinoamericanas, región cuyo déficit habitacional demandará 170 millones de viviendas hasta el año 2000. Un Santiago de Chile cada año. 200.000 hectáreas en 4 años; superficie que podría cuadruplicarse si no se densifican y se revitalizan los centros. Ciudades que crecen con la furia aleatoria de las malas hierbas, al ritmo de dos urbanismos contrapuestos pero igualmente devastadores: el de la miseria y el de la nueva riqueza. De modo que los problemas estructurales se multiplican.

 

La densificación del espacio urbano permitiría la optimización de un bien que ya en algunos países es escaso: la tierra, y dotaría a las ciudades de más espacios verdes. Pero ello requerirá un modelo urbanístico no sujeto a la espontaneidad del mercado. Un modelo que concilie armónicamente pasado y futuro, preservando la personalidad de las ciudades, pero no a costa de su habitabilidad.

 

Por muy eficientes que sean los sistemas de transporte público, ya un habitante de México DF emplea 4 horas al día en desplazamientos. Cifra en aumento. De modo que se impone el modelo de ciudades satélites. No sólo ciudades dormitorio, sino verdaderos núcleos urbanos autosuficientes en lo esencial, capaces de generar empleo a sus habitantes. Si a ello se suma el trabajo a distancia mediante las autopistas de la información, algunos estiman que los actuales tiempos de desplazamiento promedio podrían reducirse a menos de la mitad, aún con los medios actuales de transporte. La reducción del stress y el ajuste individual de los horarios laborales más productivos incrementaría la eficiencia y permitiría un mayor margen de ocio.

 

Algunos se aterran ante un futuro de hombres asociales dialogando mediante ordenadores y encerrados en sus pequeños nichos climatizados. Temen la desocialización de la humanidad. Pero, con idénticas razones, pudo temerse cuando la familia sustituyó a la tribu, o cuando las mujeres dejaron de acudir a la fuente por agua, o cuando se empezó a recolectar el trigo con máquinas. Creo que los humanos somos, por naturaleza, animales gregarios, y cada uno de esos pasos que han abolido espacios de convivencia forzosa, han acentuado nuevos espacios de convivencia voluntaria. Nunca antes nos habíamos reunido con tanta asiduidad y para actividades más diversas.

 

Si planificamos adecuadamente nuestras ciudades, dejarán de ser los lugares donde malamente sobrevivimos entre humos, ruidos, congestiones de tráfico y horarios punta; para convertirse en espacios "vivibles", en artefactos urbanos al servicio de los hombres, no viceversa. Yo me confieso animal citadino; no me seduce la bucólica campestre; ni creo que una ciudad tenga que carecer, por fatal definición, de armonía. Pero tendrá que ser obra de la naturaleza... humana.

 

“La ciudad a distancia”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 10 de octubre, 1996, p. 34.