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Habanerías

Yo, el supremo

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“Yo, el Supremo Dictador de la República...”. Así empezaba Roa Bastos la mayor novela de dictadores escrita en América Latina. Los cubanos, en cambio, disponemos, por desgracia, de una realidad histórica tan delirante como su novela, con la diferencia que llevamos 42 años leyéndola con todo el cuerpo.

 

El discurso de nuestro Supremo el pasado primero de mayo es una pieza digna de figurar en la literatura siquiátrica. Tras contar a los sufridos asistentes su versión condensada de la historia de América, al mejor estilo del Reader´s Digest, afirma sin rubor que su triunfo de 1959 forjó “una nueva etapa en la historia de este hemisferio”. Y dado que se trata de Su Revolución, es Él, Oh Lord, el partero de la nueva era, el que cortó la cinta en la Expo Porvenir de América Latina (o de América Toda). Tres lustros promoviendo guerrillas en Latinoamérica concluyeron en una democratización del continente, lejos de los parámetros del Poder Popular. Tres lustros de guerras africanas concluyeron con aquel Megistu huyendo con su botín, las facciones angolanas repartiéndose petróleo y diamantes sobre un tapete de miseria y sangre, y miles de viudas cubanas recordando a sus muertos. Tras diez años de ausencia rusa y Período Especial, tenemos al Supremo de regreso, proclamándose el segundo fundador de América.

 

Y como un Supremo no puede menos que tener un Supremo Enemigo, afirma que “Todo cuanto hicieron los gobiernos de Estados Unidos en este hemisferio hasta el momento actual estuvo fuertemente influido por su obsesión y temor ante la presencia desconcertante de la Revolución Cubana”. De modo que una Isla de once millones de habitantes, cuyo peso económico decrece y cuya influencia internacional ha pasado de ser canónica a ser histriónica, protagoniza la atención del Norte hacia todo un continente poblado por más de 500 millones de almas. Rara anomalía de las estadísticas.

 

Claro que esa América Latina que olímpicamente desprecia, es aquella que en los 60, integrada en la OEA —“repugnante institución, invalidada moralmente para siempre por el entreguismo y la traición”—, expulsó a Cuba del gremio “Con una abyección repugnante que pasará a la historia como ejemplo sin precedentes de infamia” (la redacción es un abuso idiomático). La misma América Latina que hoy se presta a “una gigantesca anexión (...) a Estados Unidos”.

 

Según nuestro Supremo, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) tiene como propósito “liquidar la soberanía, impedir la integración, devorar los recursos y frustrar el destino de un conjunto de pueblos (...) con lengua latina, cultura e historia comunes”. Claro que la apoyan gobiernos “burgueses y oligárquicos, sin principios políticos ni éticos, que votaron junto a Estados Unidos en Ginebra, por oportunismo o cobardía, para servirle en bandeja de plata pretextos y justificaciones a un gobierno de extrema derecha de Estados Unidos, con el objetivo de mantener su bloqueo genocida, e incluso podrían servir como excusa para agredir al pueblo de Cuba”. Y en sus inferencias podría ir más allá: la tercera guerra mundial, el fin de la galaxia, la extinción del Sol.

 

No continuaré citando la sarta de insultos, porque el espacio de mi columna es breve. Lo cierto es que nuestro Supremo tiene el legítimo derecho de opinar lo que desee sobre el ALCA, pero quizás fuera más persuasivo si ofreciera datos concretos sobre sus nefastas consecuencias, fijándose incluso en México, cuya experiencia en el Libre Comercio no es nada desdeñable. El único amago reflexivo que nos hace es alertar sobre la sustitución de materias primar naturales (presuntas exportaciones de nuestros países) por homólogos sintéticos, de donde se infiere que del Río Grande hacia el sur no hay nada exportable. En cuyo caso no habría comercio, ni libre ni preso. Y Cuba debería olvidarse del azúcar, el ron, los tabacos y el níquel, y promocionar su tecnología espacial.

 

Su panorama es francamente unipolar: USA lo comprará todo en América Latina, lo controlará todo, y los latinoamericanos se convertirán en productores de materias primas, no se sabe bien para qué, porque antes nos dijo que eran sustituibles, y mano de obra barata (casi tan barata como la cubana). Muchos cultivos desaparecerán por la competencia desleal de la subvencionada y tecnológica agricultura norteamericana, y cuando venga una crisis, medio mundo se morirá de hambre por culpa del ALCA. Al margen de que las monedas nacionales desaparecerán —como ya ha ocurrido en Cuba; aunque Él afirme que se ha revalorizado el peso criollo siete veces entre 1994 y 1999, olvidando el detalle de que se ha devaluado 22 veces respecto a 1959—. Aumentará el desempleo al Norte y al Sur del continente (por arte de magia). Debacle con hecatombe y genocidio, para continuar con su estilo.

 

Algo que no nos explica es el por qué, siendo tan mala malísima el ALCA, y tan enemigo de Cuba Estados Unidos, ese país no le propuso a nuestro Supremo integrarse a la comparsa, y hacerle así muchísimo daño.

 

Claro que esos gobiernos anexionistas no les cuentan a sus pueblos las verdades que nos revela el Supremo, “ocultan información” —rubro en que Él tiene una amplia experiencia—. Sólo Venezuela y Brasil comprenden estas verdades y “encabezan la resistencia”. Sólo por un problema de cortesía acudieron a Quebec y firmaron el acuerdo.

 

Y después de advertirnos que en sus palabras no hay ni rastros de exageración, nuestro Supremo solicita un plebiscito para que los pueblos de Latinoamérica decidan si desean o no que sus países integren el ALCA.

 

Plebiscito. Palabra burguesa que siempre ha denostado. Palabra mágica que viene repitiendo la oposición en Cuba durante decenios. Y ahora es pronunciada, al fin, por sus labios. Claro que la regla es “hagan lo que yo digo y no digan lo que yo hago”.

 

¿Le asiste algún derecho para exhortar a un plebiscito? En el orden de las ideas abstractas, le asiste incluso el derecho de proponer el deshielo de la Antártida para irrigar el Sahara. En el orden de las competencias, sólo le correspondería implementar un plebiscito en su propio país, y comprobar con cifras supervisadas que los cubanos detestan el ALCA y lo adoran a Él. La respuesta es tan obvia que en 42 años no se ha atrevido a hacerlo. En el orden del marketing político, era algo previsible:

 

1º-Demostrar que la fiesta a la que no me han invitado, es un fracaso.

 

2º-Devolver, con un cocotazo retórico, la bofetada que algunos países latinoamericanos le asestaron en Ginebra.

 

3º-Mantenerse, aunque sólo sea por bocón, en los titulares de la prensa.

 

4º-Distraer al personal de la Isla, sumido en el área de nulo comercio, en la crisis sin fondo (ni siquiera monetario), la libreta de racionamiento light, y la explotación del hombre por El Hombre.

 

Quizás la culpa la tengamos los periodistas, que comentamos sus suculentas ocurrencias en lugar de hacer un espeso silencio. O esos mandatarios que en los eventos internacionales se apresuran a hacerse la foto de rigor, por pura curiosidad paleontológica, aunque más tarde, cuando se trate de discutir en serio, no le hagan ni el más mínimo caso.

 

“Yo, el supremo”; en: Cubaencuentro, Madrid, 4 de mayo, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/05/04/2199.html.



Primera plana

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Algún picúo intuitivamente lombrosiano, exclamó en su día que el rostro es el espejo del alma. Doy fe que esa ley se cumple sólo como consecuencia del azar (no se trata de una defensa propia, que conste). Más visos de ley tiene la extendida idea de que la primera plana es el rostro que denuncia el alma de los periódicos. Y por carácter transitivo, el alma de los ideólogos que arman los periódicos.
Ya puesto a la tarea, revisé los titulares de primera plana que aparecieron los días 24 y 25 de abril en los diarios cubanos Granma y Juventud Rebelde. Entre ambos, contabilicé 37 titulares, que pueden dividirse en cuatro grupos, en el siguiente orden descendente de importancia:
1-Miserias ajenas (54,1% de los titulares)
2-Qué buenos somos (27%)
3-Cómo nos quieren allá afuera (13,5%)
4-Amigo y sus amiguitos (2,7%)
5-Misceláneas (2,7%)
"Miserias ajenas", con 20 titulares, nos da cuenta de lo mal que anda la cosa allá afuera, para que los nativos no vayan a creerse que Cuba es el peor de los mundos posibles. Entre otros temas, y en primer lugar, se repasa a conciencia las miserias de los países que votaron contra el gobierno cubano en Ginebra ("el fariseísmo, la impudicia y la inmoralidad" fueron los enemigos); la crisis de Argentina, la corrupción en Nicaragua y la de Mr. Torricelli; la presunta existencia de armas nucleares tácticas de Estados Unidos en Europa (esa neocolonia yanqui, si se lee con fervor el Granma); las enfermedades mortales y el asesinato de Kabila en África; el pésimo estado de la salud pública en el planeta; el despojo de América Latina mediante el Acuerdo de Libre Comercio; la "globalización de la hipocresía" y el crecimiento de las desigualdades por la disminución de la ayuda de los países ricos a los pobres. Mediante el caso ejemplar de unos balseros que casi zozobran, se ilustra la acefalia de los cubanos que no emigran por la falta de expectativas, sino por la mera existencia de la Ley de Ajuste. Y ni protestar contra estas iniquidades: un niño de 11 años es asesinado por soldados israelíes, y se reprimen las manifestaciones en Bolivia. En suma: el mundo es un caos a punto de estallar. El capitalismo está en crisis —desde tiempos de Marx y Engels, de modo que es la agonía más larga de la historia—, y de consumirse acríticamente ambos diarios, uno acaba por no comprender cómo 5.000 millones de humanos siguen vivos.
"Qué buenos somos", con 10 titulares, refuerza la idea anterior: vean lo bien que nos va a nosotros. En esta zona nos cuentan que Camagüey es el más destacado, que los pioneros marchan con alegría hacia el futuro gracias a "30 años de una concepción revolucionaria de la educación", que es en la Isla donde existe una verdadera democracia, y que no sólo hay garantías de salud en el Escambray, sino que Cuba es un faro para la Organización Panamericana de la Salud. No falta la parte lúdica, porque 18 millones de cubanos han disfrutado del campismo, dándoles así prioridad sobre los turistas extranjeros. Que a nadie se le ocurra derogar por la fuerza esta felicidad, porque "la Isla no puede ser tomada". Pero el autobombo no se reduce a educación y salud, rubros tradicionales, sino que se extiende a la economía, con los premios a la calidad total (concedidos a 3 empresas). Sin faltar el dato autocrítico en una asamblea de balance de la UJC ("Prevaleció lo mucho que falta para avanzar"), aunque la lectura del artículo no explica qué avances faltan, sino lo bien que vamos, y que si los jóvenes no ingresan a la UJC no es porque no quieran, sino por deficiencias organizativas.
"Cómo nos quieren allá afuera", integrado por 5 titulares, agradece al pueblo mexicano y a los jóvenes argentinos su apoyo, menciona a Hugo Chávez como representante oficioso en Quebec; el acuerdo de colaboración con Laos y las 150 organizaciones de 60 países que acudirán al congreso de la CTC. Moraleja: los gobiernos, manipulados por el Imperio en crisis, son los que no nos quieren. Todos los pueblos del mundo nos aplauden, y hasta se vendrían a vivir aquí, pero no caben.
"Amigo y sus amiguitos" sólo consta de un titular, sobre la renovación en el IX Congreso del Partido de Vietnam. Su escasez corresponde a que, inexplicablemente, Amigo se ha ido quedando sin amiguitos.
"Misceláneas", por último, en un único titular, "Primavera teatral en La Habana", se refiere a eso mismo.
Comparando estas primeras planas con las de otros periódicos internacionales, brillan por su ausencia la desmantelación de la única TV crítica en Rusia mediante la Operación Gusinski; el paseíto al espacio que el millonario Tito compró a los rusos ante la reticencia de la NASA; la detención del corrupto ex-presidente filipino Joseph Estrada; o el juicio en Miami a los presuntos espías cubanos de la Red Avispa. Por no hablar de noticias locales, como la huelga de hambre del prisionero político cubano Jorge Luis García Pérez, en protesta por la negación de atención médica especializada. O la súbita irrupción de emisiones televisivas de la Florida en los receptores cubanos, por algún capricho de la climatología imperialista, que el gobierno ha sido incapaz de interferir, a pesar de que molesta a los televidentes de la Isla, adictos desde Elián a las mesas redondas.
De todas, la noticia más curiosa es la que se refiere a Vietnam, donde se renueva la dirección, pero sin renovarla al estilo occidental, sino dando más de lo mismo pero con otro look. Y menciona de paso los 15 últimos años de prosperidad bastante generalizada, aunque no explica cómo ni por qué. El diario afirma textualmente que "la renovación forma parte de la propia dialéctica de la modernidad contemporánea" (sic.), de lo que ciertos lectores suspicaces y malévolos pudieran deducir que el estatismo forma parte de la "modernidad extemporánea".
“Primera plana”; en: Cubaencuentro, Madrid,27 de abril, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/04/27/2114.html.



Devoraciones

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Como hace 40 años, sólo que 40 años más viejo, Fidel Castro convocó a los cubanos en la emblemática esquina de 23 y 12, para, en sus propias palabras “ratificar el carácter socialista de la Revolución”, no para conmemorar su proclamación. En cifras oficiales, 100.000 personas acudieron al acto, en su inmensa mayoría vestidos de milicianos o soldados, y portando armas largas.
Cuarenta años atrás, sólo unos pocos miles de cubanos habían emigrado, el entusiasmo por la entrada de los barbudos en La Habana y la huida del dictador Fulgencio Batista permanecían intactos. Se acababan de producir varios bombardeos cuyo propósito era desmantelar la fuerza aérea cubana, y una de las víctimas había escrito el nombre de Fidel con sangre en una pared o, al menos, así se cuenta. La inmensa mayoría de los asistentes a aquel acto eran milicianos, uniformados y armados, que se alistaron voluntariamente para suplir la escasez de un ejército profesional. Compensando con heroísmo su escasa pericia militar, ellos serían unas horas más tarde los protagonistas de la fulminante derrota de la brigada invasora en Playa Girón. Pocos de los que participaban aquel día en la concentración tenían una idea clara de lo que proponía su Comandante en Jefe cuando proclamó “el carácter socialista de la Revolución”. Y Fidel Castro evitó la palabra prohibida: comunismo. Todos aplaudieron.
Cuarenta años más tarde, Raúl Castro, con espíritu de remake, advierte de una posible invasión norteamericana que ni él mismo se cree, y su hermano Fidel anuncia que “un nuevo amanecer comienza a iluminar nuestro futuro, un futuro que será más brillante, un socialismo que será más acabado, una obra revolucionaria más prometedora y profunda”. Corroborando lo que ya sabíamos: que la prosperidad socialista siempre se conjuga en futuro, un tiempo verbal inalcanzable.
Cuarenta años después de aquella invasión que provocó una oleada de simpatía universal hacia Cuba, el mismo gobernante se bate a la desesperada en Ginebra para no ser condenado por su recurrente violación de los derechos humanos; mientras todos los mandatarios del continente, excepto él, preparan sus maletas para acordar en Canadá, durante la III Cumbre de las Américas, los principios que regirán el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), Como si no bastaran 40 años de tecnologías obsoletas y caos económico, el pueblo cubano pierde, por el momento, una oportunidad histórica de colocarse en la mayor área de libre comercio del planeta. Pero, según Fidel Castro y gracias al socialismo, eso es una suerte, ya que la Isla “no forma parte de una América Latina balcanizada a punto de ser devorada por Estados Unidos”. Porque en su versión de los hechos, en la cumbre canadiense “la superpotencia hegemónica tratará de buscar las condiciones de rendición a los gobiernos de América Latina”. Ya de paso, según él, bloqueará los accesos de América Latina a Europa y Asia, impedirá el desarrollo del Mercosur y reeditará, corregida y actualizada, la Doctrina Monroe.
De modo que su perspicacia económica, de la cual ha dado abundantes muestras en casi medio siglo, advierte un peligro del que no se han percatado economistas y gobernantes, decenas de países donde habitan 300 millones de latinoamericanos. Todos dependientes y “devorados” por el Imperio. Excepto, claro está, aquellos cuya política sea favorable a las autoridades de Cuba.
Curiosamente, el país que Fidel Castro excluye de ser devorado, el país teóricamente más anti-norteamericano del hemisferio es, al mismo tiempo, el más dependiente. Antes que se pusiera en boga la “dolarización” de las economías latinoamericanas, ya Cuba había dolarizado la suya, hasta el punto de que los billetes de José Martí son hoy una submoneda en el país que los emite. Durante 40 años, el discurso nacionalista y reivindicativo ha descansado sobre la existencia de un enemigo, Estados Unidos, sin el cual perdería todo viso de coherencia. En el discurso oficial, el embargo no sólo ha ocasionado el cataclismo económico de la Isla, sino que es el causante del estado de sitio permanente, lo que justifica la ausencia de libertades, empezando por las democráticas. Claro que, en realidad, el embargo es la excusa perfecta para el monopolio del poder absoluto, y su levantamiento sería una catástrofe para los gobernantes cubanos. No otra explicación tiene que clamen públicamente por su derogación, mientras, de hecho, boicotean toda distensión. Por si no bastara, Cuba es, posiblemente, el país latinoamericano con una mayor proporción per cápita de emigrantes en Estados Unidos, y el único donde el volumen económico de esa emigración es superior al de su nación de origen. Hasta tal punto, que las remesas familiares de sus emigrantes son hoy la segunda fuente de ingresos de la economía cubana.
Dudo que Latinoamérica se deje devorar mansamente por Estados Unidos. La que ya ha sido devorada es Cuba, que nunca, en toda su historia, dependió tanto de ese país, como desde el día en que se proclamó su “independencia definitiva”.
Cuarenta años después de aquella declaración, el 20% de los cubanos, abolido el entusiasmo, caducadas las esperanzas, ha abandonado la Isla. Otros 32.000 han perdido la vida en el intento. Y a juzgar por los flujos puntuales durante los momentos de apertura, la popularidad del bombo de visas en la Oficina Norteamericana de Intereses y la crisis permanente de la Isla, algunos estiman en otros cuatro millones los que se marcharían sin mirar atrás. Cuarenta años después, las milicias son decorativas y Cuba dispone del segundo ejército profesional del continente, con la mayor proporción de soldados por habitante. Con rotuladores indelebles se escribe en las paredes la palabra “Fidel”, precedida por “Abajo”. Se reúnen en La Habana los protagonistas de Girón a contar sus batallitas, síntoma de que aquello es historia. Fidel Castro no se recata de pronunciar la palabra comunismo. Y los milicianos reunidos en 23 y 12, extras en el remake de aquella fecha, ya saben exactamente a qué se refería su Comandante en Jefe cuando proclamó “el carácter socialista de la Revolución”. Quizás por eso, los cargadores de las armas con que adornaron el acto fueron cautamente vaciados. Ya el ejército no es “el pueblo uniformado”. El ejército es el ejército uniformado. De modo que acabando el acto, se recogieron todas las armas. Cuarenta años después, todos aplaudieron.
“Devoraciones”; en: Cubaencuentro, Madrid,20de abril,2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/04/20/2027.html.



Ginebra 1, Havana Club 0

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Tras meses de intensos viajes, cabildeos, negociaciones, alabanzas e insultos, el 18 de abril a las 14:30, hora de Cuba, la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, por cerrada votación de 22 a favor (Argentina, Bélgica, Camerún, Canadá, Costa Rica, Rep. Checa, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Japón, Letonia, Madagascar, Noruega, Polonia, Portugal, Corea del Sur, Rumania, España, Reino Unido, Uruguay y Estados Unidos), y 20 en contra (Argelia, Burundi, China, Cuba, India, Indonesia, Liberia, Libia, Malasia, Nigeria, Pakistán, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Suazilandia, Siria, Venezuela, Vietnam y Zambia);con 10 abstenciones (Brasil, Colombia, Ecuador, Kenia, Mauricio, México, Níger, Perú, Senegal y Tailandia) y un ausente, la República Democrática del Congo, aprobó la moción de condena al gobierno cubano por su sistemática violación de los derechos humanos.
La condena en Ginebra es puramente simbólica, dado que no implica ningún tipo de sanción, salvo la moral. Y como el gobierno de La Habana califica su derrota de “victoria moral” —ignoro qué calificativo habrían acuñado en caso de no prosperar la moción—, ni eso. Pero me asalta una duda: si perder la votación fue una victoria; si según ellos el padre de la moción (Estados Unidos, por supuesto) sólo obtuvo una “victoria pírrica”; si este tipo de eventos no merecen ninguna credibilidad, al ser “selectivos” y “discriminatorios”; no comprendo por qué se gastó la leche condensada de tantos niños en viajes internacionales y cabildeos del canciller cubano y su equipo, por qué La Habana ha redondeado tantas mesas, hecho correr océanos de tinta sobre el tema, y traspasando las fronteras de la grosería empleando su nutrido arsenal de insultos contra las naciones que presuntamente votarían en su contra.
La Comisión de Derechos Humanos es objeto de manipulación política. Lo sabe hasta Vox Populi. Hay presiones de todas direcciones para fomentar o inhibir condenas, en dependencia de quien se trate, y la magnitud del mercado correspondiente no es ajena a estos tejemanejes. Países como China, por ejemplo, no son sancionados. Pero el hecho de que unos violadores sean absueltos (y no por falta de pruebas), o ni siquiera sean encausados, no significa que en Cuba no se violen los derechos humanos. De modo que la condena es justa, y no se trata, como repite la prensa oficial, de una moción “anticubana”, sino de una moción contra el gobierno cubano. Aunque en la Isla persistan en la engañosa sinonimia Cuba=Patria=Socialismo=Fidel. Aplicando después el carácter transitivo. Por el contrario, se trata de una moción pro cubana, en la medida que ejerce una simbólica presión para que se produzca una ganancia en las libertades de once millones, a costa de limitar la hoy omnímoda libertad de uno solo.
A pesar de no sentirse condenada, en palabras del canciller cubano, la nomenclatura insular, por boca de la prensa, ha echado mano a un catálogo de insultos que Borges habría envidiado en su Historia universal de la infamia. Lacayuna es la República Checa al presentar la moción; ignorados, pisoteados, vilipendiados y recibiendo órdenes directas de Colin Powell, actuaron los europeos, en especial la Gran Bretaña y España, en su papel de segundona. Con “los mismos méritos” votaron Canadá, Suecia (que no votó, aunque lo afirme el Granma, quizás se refieran a Noruega, hielo más hielo menos) y Japón. Aterrados los africanos, a quienes Estados Unidos amenazó sancionarlos a su vez en Ginebra, u ofrecerles dinero para combatir el SIDA en caso de que se portaran bien. Curiosamente, Sudáfrica, la nación de ese continente con más casos de SIDA, la que acaba de ganar la pelea a las multinacionales farmacéuticas norteamericanas y se dispone a fabricar sus propios medicamentos eludiendo patentes, votó contra la moción. “Nada sorprendentes”, según la prensa cubana, fueron las votaciones de los cuatro países latinoamericanos que aprobaron la propuesta checa.
Los que, en cambio, votaron al compás de Cuba, especialmente Argelia, Libia, China, Rusia y Venezuela, dieron “la cara al plenario” y denunciaron la vil maniobra. Esos son los buenos de la película. Y el malo malísimo, por supuesto, Estados Unidos, para el que la condena a Cuba era de tal importancia que un solo mandatario recibió diez llamadas de Bush en una madrugada; amenazaron con retirar el “weaver” que inhibe temporalmente la aplicación de la Helms-Burton; suprimir “blindajes financieros”; sus agregados militares ejercieron la intimidación (¿habrán amenazado con invadir en caso de que no se cumplieran las órdenes?); practicaron, según el embajador cubano ante la comisión, Carlos Amat, “el chantaje, las torceduras de brazos, y así y todo, no han conseguido variar los estándares de votación de otros años”. (Traducido: el gobierno cubano fue nuevamente sancionado, pero no por goleada). Y añade: “Todo el mundo estaba sobrecogido en el plenario por sus presiones. Parecían cuervos”. Vista la pavorosa situación, el milagro es que votaran contra la moción países como Indonesia, Malasia, o Qatar, e incluso Arabia Saudita, el aliado norteamericano en Oriente Medio. Parece que algunas caperucitas no le temen al lobo.
Del total de las naciones que ejercieron su derecho al voto, 52,11 eran latinoamericanas, 13 europeas, 2 de América del Norte, 14 africanas, 3 de Oriente Medio y 9 asiáticas. El comportamiento del voto fue el siguiente:

 

Continente

 

 

Países / % del total de votantes

 

 

A favor de la moción / % Continental

 

 

Contra la moción / % Continental

 

 

Se abstienen / % Continental

 

 

Latinoamérica

 

 

11 / 21%

 

 

4 / 36%

 

 

2 /18%

 

 

5 / 46%

 

 

Norteamérica

 

 

2 / 4%

 

 

2 / 100%

 

 

 

 

 

 

Europa

 

 

13 / 25%

 

 

12/ 92%

 

 

1 / 8%

 

 

 

 

África

 

 

14 /27%

 

 

2 / 14%

 

 

8 / 57%

 

 

4 / 29%

 

 

Oriente Medio

 

 

3 /6%

 

 

 

 

3 / 100%

 

 

 

 

Asia

 

 

9 / 17%

 

 

2 / 22%

 

 

6 / 67%

 

 

1 / 11%

 

 

TOTAL

 

 

52

 

 

22

 

 

20

 

 

10

 

Como se observa en esta estadística de bodega, Norteamérica es el continente donde las autoridades cubanas son menos populares, seguido de cerca por Europa, donde sólo Rusia desentona. Latinoamérica es el más dudoso, además de que allí los partidarios del régimen son la mitad que sus enemigos. En África, a pesar de las amenazas militares y farmacéuticas, el apoyo se acercó a las tres quintas partes de los países votantes; apoyo superado por el 67% de los asiáticos. De todo esto de desprende que, salvo en Asia, el hemisferio norte no se le da bien a Fidel Castro. En su propio hemisferio, sólo el 15% lo apoya abiertamente. Su pretensión de ser recordado como el Bolívar del Siglo XX no ha prosperado. A juzgar por las estadísticas, mejor se embadurna la cara como el negrito del teatro bufo y cambia de continente. O toma lecciones particulares de chino en la calle Zanja y se presenta en el Celeste Imperio como la reencarnación barbuda de Mao Zedong. Aunque, sin dudas, sus mejores opciones están en el Medio Oriente, donde le cederían un trozo de desierto, dispondría de un harén de mansos ministros, y podría cortar la mano a los ladrones y la lengua a los disidentes, y nadie se le iría en balsa porque el oleaje de dunas no es navegable. Puede que le queden algunos años para convertir el desierto en victoria y acabarle de desgraciar la vida a los periodistas especializados en el eterno conflicto de Oriente Medio. Árabes, palestinos, judíos y un jodío de postre.
Y lo más importante: de aceptar mi sugerencia, cuya demostración matemática es irrefutable, sentaría un magnífico precedente: que por primera vez emigren los gobiernos, no los pueblos.
“Ginebra 1, Havana Club 0”; en: El Nuevo Herald, Miami,24 de abril, 2001.
“Ginebra 1, Havana Club 0”; en: Cubaencuentro, Madrid,20de abril,2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/lasemana/2001/04/20/2054.html.



¿Ginebra o ron?

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Los debates en Ginebra sobre el estado de los Derechos Humanos, ya parecen formar parte de una cierta recurrencia noticiosa. Los periodistas desempolvan y retocan sus crónicas de la sesión anterior, porque en este planeta de limitados recursos, incluso la inteligencia es reciclable.
Que a cualquier ser humano le corresponden, por su mera existencia, ciertos derechos, es una concepción históricamente reciente. Y aún hoy contemplamos la existencia de ciudadanos y naciones con derechos de primera, segunda y hasta cuarta categoría. Ciudadanos con derechos musculares: injertos del tercer mundo en el primero que permite a las naranjas de California y al brócoli de Murcia, ser competitivos. Aún así, el mero hecho de que en 1948 se aprobara la Declaración Universal de Derechos Humanos fue un paso más gigantesco para la humanidad que el de Armstrong en la Luna: conceder a todos los humanos, aunque fuera sobre el papel, incluso sobre el papel mojado, ciertos derechos. Claro que aún distamos mucho de una política radical y “de principios” sobre el tema: existen naciones cuyo atractivo mercado “dulcifica” la falta de libertades.
Hay gobiernos que acuden a Ginebra sin temor a sanciones, quizás por aquello de que quien no la debe no la teme. Otros asisten (o ni se toman el trabajo) con las expectativas cumplidas de antemano: saberse condenados sistemáticamente por la violación de los derechos de sus ciudadanos, y con la tranquilidad de espíritu que concede el “no me importa”. El gobierno de Cuba, como de costumbre, arma la pataleta por anticipado.
Fidel Castro divide a los cubanos en dos grupos: quienes le apoyan (o, al menos, lo simulan) y los “anexionistas” (presuntos culpables de lesa yanquilidad) y, con su clara vocación universal, hace extensible esta parcelación al planeta entero: “justos”, que apoyarán al gobierno de la Isla, y “lacayos” del Imperialismo Yanqui. Del mismo modo que ningún cubano, en la sistemática del castrismo, tiene derecho a una tercera opinión, ningún país está autorizado por las autoridades de La Habana, a opinar según su propio criterio (a menos que ese criterio coincida con los de FC, en cuyo caso se trata de una clara independencia de pensamiento). Ya lo dijo Jaime Crombet, vicepresidente de la Asamblea Nacional cubana: “No se puede rechazar el bloqueo a Cuba y ser cómplice del Imperio que intenta justificarlo”. Como en una vieja película de John Wayne, hay que estar con los indios o con los cowboys. Y añadió, durante la 105a Conferencia de la Unión Interparlamentaria que se celebra en La Habana: “Para nosotros, quien apoye a Estados Unidos en sus maniobras y campañas difamatorias contra Cuba carecerá de autoridad para hablar sobre los derechos humanos y la democracia en nuestro país”. Y como no se puede denostar el embargo y, al mismo tiempo, sostener que en la Isla se violan sistemáticamente los derechos humanos, en la lógica de La Habana, sólo queda una actitud posible.
Un ejemplo claro es la respuesta, en la Conferencia Interparlamentaria, al delegado estonio, quien había leído una “diatriba contrarrevolucionaria que le instruyeron en defensa de los dos mercenarios checos que hace varias semanas fueron detenidos en nuestro país por venir a Cuba cumpliendo misiones de una potencia extranjera: instruir, abastecer y financiar a elementos aislados que aspiran con gran impotencia y el desprecio de nuestro pueblo a que Cuba sea anexada a Estados Unidos y regrese a la condición de colonia yanqui”. Como se observa, el estonio era una suerte de recadero, los parlamentarios checos eran agentes pagados por el Imperio, y los opositores en la Isla, “impotentes”, “despreciables” y “anexionistas”. Y eso que Borges nos alertaba contra el exceso de adjetivación.
Claro que el gobierno de FC es flexible, y acepta incluso con benevolencia las abstenciones en Ginebra, caso tradicional de algunos gobiernos latinoamericanos. Pero las cosas cambian: Argentina ya no es la de los “compañeros” militares que Cuba apoyó en la guerra de Las Malvinas, y se ha pasado al “enemigo”. El México de Fox es una incógnita: pretende relanzar las relaciones con La Isla, tiene en La Habana un embajador socialista; en Ginebra, una diplomática que censura la violación de los derechos humanos en Cuba, y un canciller de izquierdas, Jorge Castañeda, que se atreve a firmar: "El ejercicio de la soberanía no puede, de ninguna manera, perseguir fines inhumanos; no puede, por tanto, ser ejercida por un Estado en contra de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y de cada individuo que se encuentre en el ámbito de su soberanía''. Sabiendo que será confinado al Gulag ideológico de La Habana.
Las autoridades cubanas, además, se ofrecen para impartir un seminario universal sobre prácticas democráticas, como se desprende de lo sucedido en la Conferencia Interparlamentaria cuando el alemán Dieter Schloten calificó de insuficiente en Cuba el respeto a los derechos civiles y políticos y a la libertad de prensa, entre otros, y brindó la experiencia de su país para ayudarlos. Ramón Pez-Ferro, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional, respondió: “no necesitamos ni sus lecciones ni sus consejos”. Disfrutamos “de una democracia representativa y participativa que puede ser ejemplo de una verdadera democracia”. De modo que Cuba transitó hacia la democracia y ni nos enteramos.
A pesar de adjetivos, diatribas y gritería, Fidel Castro sospecha que la Ginebra no le sienta bien. Él prefiere el Chivas Regal. Y en su nombre, el canciller cubano Felipe Pérez Roque predice que de cualquier modo la votación será celebrada: "No podemos todavía hacer un pronóstico, pero ya podemos estar seguros de que si la votación no nos es favorable, obtendremos una victoria moral”. Es decir, que la celebración está cantada: si no es con Ginebra, será con Havana Club.
“¿Ginebra o ron?”; en: Cubaencuentro, Madrid, 6 de abril, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/04/06/1855.html.
“¿Ginebra o ron?”; en: Periodista Digital, 2001. http://www.periodistadigital.com/textos/colaboraciones/82.html.