Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Anestesia local, pistola en mano

Castro, Pérez Roque y el futuro de la Isla: ¿Está en los jóvenes la clave del problema?

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La corrupción ante el poder

Durante el llamado "Período Especial", el gobierno tiene que permitir ciertas parcelas de gestión económica, que funcionan con una relativa independencia estatal, ya sean privadas o autónomas. Lo hace obligado por una necesidad económica, pero también política. Se ha enfatizado —quizá demasiado— en los factores económicos.

El sentimiento político de buscar una apertura —latente en la población y a punto de estallar— encuentra tres posibles salidas: la inmigración (Crisis de los Balseros), la disidencia y la posibilidad de ganarse la vida sin recurrir al Estado. De enriquecerse o al menos situarse por encima del resto de los ciudadanos. Una gestión económica que se desvía del patrón establecido hasta entonces, debido a las circunstancias del momento, y que enmascara la falta de libertad con una ilusión de independencia.

La apertura económica —adoptada a regañadientes, según confesión repetida del gobernante— brindó no sólo dividendos monetarios. También una ganancia política fundamental: convirtió las limitaciones de una sociedad cerrada en una fuente de enriquecimiento para algunos.

Un "enriquecimiento" que sirvió para desviar la atención hacia problemas sociales más profundos. La falta o abundancia de artículos de consumo, como parte de una operación de distracción: "resolver" en vez de hablar mal del gobierno, especular en lugar de oponerse.

No importó entonces que el egoísmo llevara a la corrupción. La misma que ahora Castro hace eje de su campaña, porque se ha fortalecido en otros frentes y al mismo tiempo siente la necesidad de cambiar su táctica de ataque: la campaña contra la corrupción es el nuevo plan que le permite alejar la atención ciudadana —y de quienes le rodean— de otros factores fundamentales de la crisis nacional, así como reforzar el miedo en todos los niveles del gobierno.

Con la inmigración controlada, gracias a un acuerdo con el enemigo (que brinda beneficios mutuos, los cuales garantizan su permanencia), y la actividad disidente reducida a niveles mínimos, el mandatario ha decidido ampliar su lucha contra los que considera corruptos.

La 'disidencia oculta'

No hay que olvidar que antes de las detenciones masivas de los opositores pacíficos del Grupo de los 75, en la primavera de 2003, se había acentuado la persecución de quienes realizaban actividades económicas al margen del orden establecido. Ahora son los funcionarios gubernamentales quienes están en la mirilla, porque estos constituyen lo que podría llamarse la "disidencia oculta", los cientos o miles de funcionarios menores —y algunos no tan menores— que desde hace años desean un cambio.

Si el temor o una supuesta falta de egoísmo generan la incompetencia, y por el contrario el egoísta es corrupto y antisocial, ¿en dónde radica la solución del problema? Castro dice que en la educación y la ética. Pero también en la economía. Vuelve una y otra vez sobre las deficiencias y los gastos de combustible que causan los camiones, ventiladores y otros artículos de la época de los subsidios soviéticos. Promete que durante este año se producirá un reemplazo paulatino de estos equipos y un aumento en los niveles de abastecimiento de alimentos.

De sus palabras se desprende que la solución que impedirá el derrumbe del modelo socialista cubano se fundamenta, tanto en modernas tecnologías (factores objetivos) como en la existencia de una población joven, culta y educada, con una formación ética a prueba de tentaciones, así como el establecimiento de controles y la creación de una conciencia ciudadana que valore los costos y el valor monetario (factores subjetivos). "El dinero es sagrado", dice el Comandante.