Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Anestesia local, pistola en mano

Castro, Pérez Roque y el futuro de la Isla: ¿Está en los jóvenes la clave del problema?

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La nación que más gasta en ahorrar

Está por verse el desarrollo económico. Menos seguras aún son las soluciones que propone para eliminar esos factores subjetivos que han puesto en peligro su modelo revolucionario. El sustituir a los empleados de las gasolineras por trabajadores sociales significa sólo un cambio de personal, que no garantiza nada.

Dentro de unos meses —o en estos momentos—, quienes despachan las bombas de combustible comenzarán las mismas actividades ilegales de sus antecesores. Lo único que impide que un "pistero" se enriquezca, es que la gasolina se venda a todo el mundo de acuerdo a los precios de mercado. La escasez y el racionamiento son los factores que posibilitan la especulación y el contrabando. Pero una abundancia sin restricciones no forma parte de las aspiraciones del régimen.

Por eso, aunque en su lucha contra la corrupción Castro está empleando el dinero además de sus dos armas tradicionales —la represión y el control—, lo hace con el objetivo de convertir a Cuba en un ejemplo ante el mundo: la nación que más gasta en ahorrar.

¿Vale la pena la discusión sobre la corrupción, enfatizar que ésta se genera en las altas esferas del gobierno y que al final lo que impera en la Isla es una lucha por la supervivencia? A todos los niveles. ¿No es la confesión de agarrar la pistola casi de inmediato la clave del discurso? No hay que desviar la vista de un hombre con una pistola. No importa lo que diga. Lo que cuenta es el arma.

Mostrar interés por el futuro, hacerle creer a los seguidores que se preocupa por la continuación del proceso cuando él ya no esté. Distraer a todos —en la Isla, en el exilio y en el resto del mundo— de la urgencia por mantener la pistola al alcance de una mano que sepa responder a tiempo y con precisión.

Desde la llegada de George W. Bush al poder, Washington aparenta jugarse la partida a esa carta: organizar la transición. Con este discurso, Castro también entra en el juego y se sienta a esperar que alguien a su alrededor apueste: discutir el futuro, caer en la trampa del Comandante.

¿Cómo lograr ser la única garantía de supervivencia hasta el presente y, al mismo tiempo, convencer a otros de que hay un futuro? Inventar, reinventarse todos los días, pero sin confiar en nadie. La mano del Comandante que toma la pistola: "Moví el peine, la cargué, le puse el seguro, se lo quité, le saqué el peine, le saqué la bala, y dije: Tranquilo… Me sentía con fuerzas para disparar". El resto sólo es apuntar con cuidado.

Coda: todo para perder

La pregunta de si el proceso revolucionario cubano pudiera derrumbarse tiene una respuesta —calificada por algunos ilusos de "inusitada"— en la intervención del ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, durante el VI período ordinario de sesiones de la VI Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Tonto pensar que no se trata de un movimiento acordado por el propio mandatario. Pero algo en el documento llama la atención. Pese a la pobre oratoria y al cuidado de no apartarse de lo expresado por el Comandante en Jefe, lo interesante de los planteamientos del canciller es que el enfoque de éste difiere en perspectiva.

Si Castro habla desde un presente eterno, Pérez Roque piensa en el futuro. Para el gobernante todo se reduce a una cuestión táctica. El ministro lo ve en términos de estrategia. Sólo que la táctica de Castro es en realidad su estrategia de supervivencia y las aspiraciones de Pérez Roque terminan —van a ser eliminadas en el momento oportuno— cuando pone en evidencia que él ha comenzado a ver más allá de ese movimiento elemental definido por el mecanismo innato de conservar el poder.

¿O no forma todo parte del mismo juego: poner a hablar del futuro al menos apto?