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Castro no está fuera

Serrano, Amuchástegui, Aguilar, Collazo y Miyares opinan sobre lo que se mueve en torno a la renuncia de Fidel Castro.

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Pío E. Serrano, escritor y miembro del Consejo de Redacción de la revista Encuentro.

"Seré cuidadoso" es la enigmática frase con la que Fidel Castro termina su Mensaje de renuncia a los cargos de presidente del Consejo de Estado y de Comandante en Jefe. Al atento lector no le cabe más que preguntarse: "Cuidadoso con respecto a qué", o mejor "quién debe cuidarse de su ojo observador". Sobre todo, cuando se observa que Castro no ha mencionado renunciar a la Secretaría General del Partido Comunista de Cuba. El león avejentado se aleja de la manada, pero no la pierde de vista. Lamento que la mejor manera breve de expresar mi impresión ante esta renuncia sea en inglés: Castro está aside pero no outside. No creo que todavía haya suficientes razones para manifestar un excesivo e imprudente entusiasmo.

Paradójicamente, pues la realidad cubana suele ser paradójica, con su renuncia, aun entendida parcialmente, Castro deja abierta la posibilidad de que Raúl y su equipo —no perder de vista al reconciliado Ramiro Valdés— implementen la añorada "vía China".

Quizás Raúl, alejado de los jóvenes —y no tan jóvenes— talibanes, sueñe en convertirse en el Deng Xiao Ping cubano, no en el Gorbachov: progresivas reformas económicas que alivien la precariedad de la vida cotidiana, cierta liberalización del trabajo por cuenta propia, discreto estímulo a la pequeña y media empresa privada, generosa invitación para la entrada de inversiones extranjeras; manteniendo, eso sí, una ortodoxia ideológica que, con el tiempo —quizás después de la muerte de Fidel— sea más retórica que efectiva. Pero todo ello, sellado hasta pasadas las elecciones presidenciales en EE UU, de cuyos resultados espera recibir una complaciente mirada, de la que no será ajena la Unión Europea.

Domingo Amuchástegui, profesor de Estudios Sociales en el Condado de Miami-Dade.

Mi percepción de este acontecimiento —luego de una lectura cuidadosa de sus palabras— se orienta a destacar cuatro ángulos fundamentales. Son ellos:

1) La anunciada decisión de renunciar a sus cargos posee una muy relativa importancia. La provisionalidad del abandono de sus cargos no podía prolongarse más ni asumir un carácter indefinido. Su innegable recuperación física venía aparejada de limitaciones que hacían imposible un retorno al Fidel Castro de años atrás y para él esto era y es inadmisible. Su renuncia definitiva tenía que producirse más temprano que tarde y, tras el proceso electoral y la inminencia de la elección de un nuevo Consejo de Estado, semejante acción se imponía irrevocablemente. En otras palabras, era algo sabido e inevitable.

2. Esta renuncia no debe sugerir en modo alguno su desaparición de la escena política. Se mantendrá activo e influyente en la medida en que su intelecto se lo permita; será un componente esencial en las decisiones cruciales y una suerte de conciencia crítica sobre el curso de los cambios por venir en la situación cubana. Y la totalidad de los dirigentes cubanos, más viejos o más jóvenes, así lo reconocen.

3. Al referirse a la constitución de la nueva Asamblea Nacional y del nuevo Consejo de Estado, Fidel Castro define con absoluta claridad que tocará a ellos emprender los cambios cruciales y reformas que se preparan para ser ejecutados. Al hacer esto, no s'ólo consigna la plena maduración de tales cambios, sino que, de hecho, los santifica y los da por adoptados en próximas etapas.

4. Por último, sugiere que el relevo histórico de la dirigencia debe estar compuesto por dos componentes generacionales. Uno, los más jóvenes, adolescentes, que se sumaron a la Revolución siéndolo y que hoy todavía disponen de la edad y la salud para continuar desempeñándose en cargos dirigentes clave. Esto es, hombres que están en sus 60, bordeando los 70, como Alarcón, Colomé Ibarra, Leopoldo Cintra Frías, Álvaro López Miera, Jaime Crombet, Esteban Lazo y otros.

La otra cantera, la representarán expresamente los jóvenes de los años ochenta que ahora bordean los 50, la así llamada "generación intermedia", mejor representada por Carlos Lage, Yadira García, Pedro Sáez Montejo, Miguel Díaz-Canel, Remírez de Estenoz, Enamorado Dager, Jorge Cuevas y otros, seguidos por los más jóvenes como Felipe Pérez Roque, Carlos Valenciaga, Otto Rivero…

Por último, al anunciar su renuncia antes de la elección de los miembros del Consejo de Estado, Fidel Castro crea una atmósfera mucho más abierta y flexible para que la votación se exprese más libremente, donde los 614 diputados votarán secretamente, sin el peso ni la presión de involucrar a Fidel Castro personalmente. Quedan, por así decirlo, en mayor libertad de escoger y votar por aquellos que mejor aceptación tienen entre los diputados y las recomendaciones que se han elevado por las asambleas provinciales.

Héctor Aguilar Camín, escritor mexicano.

La renuncia de Castro no me parece muy significativa, ni prometedora de grandes cambios. El comandante estorba mucho para los cambios de Cuba, pero la verdad es que el sistema estorba más. Mientras no se toque el sistema, da igual que Castro gobierne o no. Gobiernan de cualquier modo los catastróficos usos y costumbres que han arruinado los últimos sesenta años de la historia de Cuba.

No desestimo los pequeños cambios, ojalá empiece a haberlos. Pero Cuba necesita cambios mayores que no veo por dónde puedan empezar a producirse. El castrismo tardará más en morir que los Castro.

Enrique Collazo, economista.

Tras medio siglo ejerciendo el poder de forma omnímoda, cualquier movimiento en la cúpula del poder abre una probabilidad de cambio, que si bien no será inmediato, podría convertirse en una premisa esencial para el inicio de una transformación de fondo del actual régimen totalitario.

Raúl Castro tiene cierta vocación reformadora en el área económica; además, él no puede gobernar como su hermano, a partir de la movilización de las masas. O sea que está compelido a presentar resultados que al menos puedan paliar los devastadores efectos que sobre todo en la población ha ejercido la prolongada crisis estructural. Sin embargo, mientras el number one no delegue efectivamente sus importantes funciones, o incluso desaparezca físicamente, Raúl Castro no podrá comenzar a mover ninguna ficha del dominó político.

Visto desde este ángulo, es un requisito importante que apunta en una dirección promisoria, aunque —insisto— no debe esperarse nada de forma inmediata. Asimismo, estamos en un año electoral en EE UU y cualquiera de los candidatos que resulte electo, independientemente de su color político, estará muy atento al más mínimo movimiento que realice Raúl, para actuar en consecuencia. De modo que hay que tomar esta noticia con serenidad; sin euforia, pero evaluarla, sobre todo de cara al futuro, de una manera positiva.

Marcelino Miyares Sotolongo, presidente Partido Demócrata Cristiano de Cuba.

La noticia de la renuncia de Castro significa que el proceso de "sucesión" del poder en Cuba entra en una segunda fase de consolidación del poder de Raúl Castro. En esta segunda fase se esperan cambios/aperturas en la economía y una consolidación del sistema unipartidista político. La oposición, tanto dentro como fuera, ha de utilizar los espacios para continuar promoviendo un proceso de transición hacia una apertura democrática a largo plazo, mientras que a corto plazo seguirá buscando el apoyo internacional para la liberación de los presos y el levantamiento de las restricciones de viajes a Cuba. La renuncia de Castro es, sin duda, un cambio de mucha relevancia en el principio del final de una nueva era en la historia de Cuba.


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