Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cuba, Disidencia, Fariñas

Chiflados del “Coco”

Si una huelga de hambre incluye —a petición del huelguista— asistencia médica y hospitalaria cada vez que se desmaya, es pura farsa, afirma el autor del artículo

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Escribir la historia del anticastrismo perdido no sería ya tarea de historiadores, sino de psiquiatras. Tras perder la guerra civil, el anticastrismo beligerante declinó hasta el “caso de psiquiatra” —según Orlando Bosch— de Rodolfo Frómeta y sus comandos F-4; luego de restablecerse las relaciones diplomáticas Cuba-EEUU, el anticastrismo de la llamada oposición pacífica ha llegado al caso de psiquiatra de Guillermo “Coco” Fariñas y sus huelgas de hambre y sed[1].

Esta vez el “Coco” empezó por revelar un plan del gobierno para matarlo “en el momento que ingrese”, pero así y todo autorizó para que, si se desmayaba, fuera trasladado al hospital. De ahí deriva la trama cíclica que en su más reciente episodio presentó a Martha Beatriz Roque avisando el domingo que el “Coco” mismo “creía que no llegaba al martes y el “Coco” desmayándose el lunes para ir a reanimación completa en el hospital.

Esa película ha pasado ya cinco veces y, como no acaban de asesinarlo allí, la claque del “Coco” soltó ahora que el plan es matarlo “en su propio domicilio”, ya que “el Puesto de Mando de Salud se niega a ingresar[lo]”.

Al cabo la chifladura no es tanto del “Coco” Fariñas como del coco en los medios y la gente que vienen tragándose sus mentiras escandalosas, su proclividad al brete[2] y su incompetencia política de exigir al Estado que tome dos o tres decisiones de peso, pues de lo contrario morirá de hambre y sed. Lógica e historia demuestran que la cosa siempre ha sido y será perfectamente al revés: el Estado —no ya totalitario, sino incluso de corte democrático— toma sus decisiones sin importar la vida de tal o cual huelguista[3].

Huelgan comentarios

Dizque el “Coco” va ya por la ronda 25 de huelgas de hambre. Así corona el desprestigio de este recurso de la oposición pacífica con la serie de espectáculos que siguió al deceso de Orlando Zapata en huelga de hambre de verdad[4]:

  • La desbandada de la comparsa de huelguistas de UNPACU este año
  • La captura en video de Antúnez fundiendo concreto durante el lapso de la huelga de hambre que anunció en septiembre de 2015 con la divisa: “Santo Padre, nosotros también somos Cuba” y quedó registrada en los anales psiquiátricos de la disidencia como “la huelga de la concretera”
  • La “suspensión” de otra huelga de hambre por el propio Antúnez en febrero de 2014 para sumarse a un revuelo opositor en Venezuela, sin reanudarla después de concluir aquel revuelo
  • La captura en video de Martha Beatriz Roque recibiendo alimentos frescos a través de la ventana de su apartamento en septiembre de 2013, que pasó a los registros psiquiátricos de la disidencia como “la huelga del aguacate”
  • La huelga del “Coco” mismo entre febrero y julio del 2010, que mostró al mundo las virtudes de la medicina socialista en Cuba[5].

Una claque de chiflados del coco viene divulgando que el “Coco” está en huelga de “hambre y sed”[6], a pesar de que acumular así 47 días —hasta el lunes— resulta imposible para un cincuentón que, como declaró a Jaime Bayly en mayo de 2013, padece de polineuropatía y trombosis subclavia y yugular. A los 17 días de huelga de hambre, Julio Antonio Mella —que tenía 22 años y practicaba remo y otros deportes— sufrió ataque cardiaco y se debatía ya entre la vida y la muerte.

El quid radica en que la huelga de Mella concitó la movilización popular decisiva para conseguir lo que buscaba —excarcelación— mientras que el espectáculo del “Coco” consigue tan solo circo mediático y visitas de funcionarios hipócritas.

Si una huelga de hambre incluye —a petición del huelguista— asistencia médica y hospitalaria cada vez que se desmaya, es pura farsa. Desde la huelga de 2006 en demanda de acceso a Internet, la heroicidad del “Coco” quedó revelada en saber de antemano que los médicos harían y harán todo lo posible por preservar su vida.

No obstante, la protagonista de “la huelga del aguacate” salió a rendir honores al “Coco” con evidente intención de poner el parche antes de que salga el grano: “Nadie le podrá cuestionar algo porque deje la huelga”[7]. Y para consumar la jugada circula desde el domingo pasado una carta con la petición de que “pongas fin de forma inmediata a la huelga”.

Por el contrario, desde ya se puede, debe y tiene que cuestionar la incapacidad política del “Coco” por recurrir a este ademán de última instancia en pos de demandas inadmisibles, así como su descaro de trastocar —en plan rocambolesco para asesinarlo— el hecho confirmado de seguir vivo por obra y gracia de los médicos del Gobierno[8].

Atribuciones indebidas

Los chiflados del coco en torno al “Coco” han llegado al colmo de dar vuelo a su huelga de 2010 como “eje fundamental de una gran victoria de la oposición cubana: obligar al régimen de Raúl Castro a vaciar de presos políticos las cárceles cubanas”. Así no fue ni por asomo.

  • El 24 de febrero de 2010, Fariñas se declaró en huelga de hambre por la liberación de “26 prisioneros de conciencia [que no ponían] en peligro la estabilidad del Gobierno cubano, porque están tan enfermos que tienen que dedicarse más a su salud que a hacer política''
  • El 8 de julio abandonó la huelga tras anunciar la Iglesia Católica que el Gobierno pondría en libertad a los 52 reos aún penitentes de la Causa de los 75 (2003) con opción de viajar a España en compañía de sus familiares

El “Coco” no tuvo vela en el entierro del encarcelamiento, que todo el mundo sabe trajo su causa eficiente de la gestión conjunta del Vaticano —a través del Arzobispo de La Habana— y del Gobierno español. Su larga huelga sirvió tan solo para que el Gobierno alardeara: “Si hoy está vivo, hay que decirlo, es gracias a la atención médica calificada que ha recibido sin importar su condición” (Granma, 8 de marzo de 2010).

Coda

Al parecer el “Coco” y su claque chiflada del coco no leyeron bien el resto del alarde gubernamental: “No es la medicina la que debe resolver el problema intencionalmente creado, sino el propio paciente (…) Las consecuencias serán de su entera y única responsabilidad”.

Desde el principio, el “Coco” se colocó en la encrucijada de salir desprestigiado, por abandonar la huelga sin conseguir sus objetivos, o muerto, por llevarla de verdad hasta las últimas consecuencias e incluso por sobrevenir la muerte como consecuencia de alguna complicación imprevista. En ningún caso tendrá mayor repercusión. Si deja la huelga, el desprestigio será apenas un granito más en el montón de desprestigios; si muere, habrá alharaca mediática fuera, pero el efecto político dentro será igual al surtido por el “Coco” en vida: ninguno.



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