Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

¿Ordenó Castro el asesinato de Kennedy?

El documental alemán 'Cita con la muerte' reabre la pista cubana sobre el magnicidio de Dallas.

Enviar Imprimir

Persuadido de que todas las investigaciones previas habían dejado cabos sueltos en la pista mexicana, Huismann descarta de plano —y ésta es una de las objeciones a Cita con la muerte— su propia versión anterior del complot de la CIA-FBI y la contrarrevolución cubana, implícita en Querido Fidel. El cineasta solicita y, pese a los evidentes riesgos del tema durante el gobierno rojiverde de Gerhard Schroeder, consigue sin esfuerzo el apoyo financiero del Primer Canal de la Televisión Pública Alemana (ARD).

De inmediato, pone manos a la obra con la colaboración de expertos de Estados Unidos y México. La rigurosa investigación del equipo cinematográfico (ARD financió durante un año completo las pesquisas de un colaborador nativo en el Distrito Federal) duraría cinco años e incluiría entrevistas a testigos claves como la viuda de Oswald, el ex comandante rebelde Rolando Cubela, el general Fabián Escalante, dos desertores del G2 (Oscar Marino y Antulio Ramírez), el ex detective del FBI Laurence Keenan, un anónimo oficial activo del FSB ruso (antiguo KGB), la hija de Octavio Paz y Silvia Durán, ex funcionaria de la embajada cubana en Ciudad México.

El dato: Oswald en México

El documental gira alrededor del dato de que la estancia de Oswald en México fue más larga, y sus contactos con diplomáticos cubanos y agentes del G2, más intensos de lo que se creía. En realidad, permaneció seis días en el Distrito Federal. Y hubo un segundo viaje relámpago, días antes del magnicidio.

Consta que visitó en más de una ocasión la Embajada de Cuba e, incluso, según la hija de Octavio Paz, participó en una recepción (aparece en la foto) en casa de un alto dirigente del Partido Comunista de México en compañía de Silvia Durán, la misma que le cuelga el teléfono ofendida al entrevistador, tras aclararle que sólo habló con el "loco" de Oswald la única vez que éste se personó en la Embajada.

¿Cómo se explica entonces que el número de su teléfono privado figure en la agenda de Oswald? Más aún: ¿por qué el entonces presidente cubano Osvaldo Dorticós se toma la molestia de telefonear (se oye la grabación) a la embajada cubana en México para conocer pormenores de la conducta de la azteca durante el interrogatorio a que la sometió la Policía Federal de su país? Raro.

So pretexto de que ya todo se sabe, también la directora del Archivo General de la Policía Secreta mexicana se niega a desempolvar la foto del agente del G2, un negro pelirrojo, encargado de los contactos con Oswald. Escalante se burla de la idea de usar un agente con rasgos tan llamativos, pero tal agente existió y se sabe quién es.

Los cubanos alegan que el motivo de la visita a la Embajada fue la solicitud de una visa, que fue denegada. Hasta ahora todas las investigaciones partían de que Oswald nunca estuvo en Cuba. Sin embargo, en una filmación de archivo de 1959-1960, aparece enfrascado en una disputa con un exiliado cubano mientras repartía panfletos castristas en una calle de su ciudad natal. El espectador criollo tiende, pues, a dar por falsa la versión de que sus primeros contactos con La Habana daten de la época en que el KGB les llama la atención sobre él a los colegas de la Isla.

Según el agente del FSB, el dato consta en documentos de archivo. Por boca de una fuente tan fidedigna como la viuda de Oswald, hasta entonces apenas tenida en cuenta, nos enteramos de un plan de espanto de su marido: al regreso de la URSS, le propuso desviar un avión hacia La Habana. Para lograrlo, pasarían a bordo, de contrabando, un revólver oculto debajo de la canasta del bebé de ambos.

En contraste, en el filme se dan indicios razonables de que en realidad fue el entonces comandante Rolando Cubela (lo niega en pantalla) quien reclutó a Oswald en uno de sus viajes de proselitismo, antes de caer en desgracia a causa del plan para matar a Castro con el famoso bolígrafo trucado de la CIA.

Escalante en su laberinto

Otro que lo niega todo, como al decir suyo se puede dudar de la veracidad del vuelo a la Luna, es el general Fabián Escalante. En el facsímil de un manuscrito estrictamente confidencial para el presidente Lyndon B. Johnson se menciona una avioneta que, días después del magnicidio, despega en secreto desde un aeródromo mexicano con un único pasajero a bordo, a saber, el propio Escalante, a la sazón jefe del G2.

Previamente nos hemos enterado de que, por esa fecha, Oswald recibió la suma de 6.500 dólares en la Embajada de Cuba en México. Una cantidad considerable aun hoy. Llaman la atención otras dos coincidencias sorprendentes. Primera, en su calidad de presidente del tribunal que juzgó la Causa Número 1 de 1989, Escalante tiene en su conciencia al menos otro magnicidio, a saber, el del general Arnaldo Ochoa. Es, por tanto, hombre de la máxima confianza de Castro. Segunda coincidencia, acaba de salir a la luz en La Habana el tercer tomo de su trilogía La guerra secreta, titulado 1963: El complot. Objetivos JFK y Fidel.