Actualizado: 15/04/2024 23:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

Una izquierda 'anti-izquierdista'

Los polos ideológicos y sus reacciones frente el castrismo. ¿A quién corresponde la mayor crítica?

Enviar Imprimir

En 1841, el ministro de Instrucción de Federico Guillermo IV, recién estrenado emperador de Prusia, invita a Berlín a Schelling a ofrecer unas conferencias para, en rigor, hablar mal de Hegel. Sabían hacer las cosas: en lugar de meter presos a los jóvenes hegelianos que ya amenazaban hasta con una revolución, optaron por socavar las bases filosóficas de la misma.

Schelling dio unas charlas "espectaculares": no se limitó a criticar el hiperbolismo de la racionalidad hegeliana, ni ofreció a los políticos una alternativa racional más ajustada a la praxis; nada de eso: Schelling subió la parada negando la omnipotencia de la razón y coqueteando decididamente con la mística. Como diría una vez el profesor Alexis Jardines, Schelling había recorrido en sí mismo el camino que llevó a Occidente del cartesianismo al postmodernismo. Un ejemplo crucial de la unidad entre ontogénesis y filogénesis.

Dicen que el salón donde el filósofo disertó estaba abarrotado de oyentes, y se asegura que entre los mismos estaban Engels y Kierkegaard, dos pensadores que llevarían hasta las últimas consecuencias, cada uno por su lado, el programa antihegeliano.

Engels se mantuvo fiel al punto de vista de "la ideología alemana", buscando detrás de los gestos políticos unas macrotendencias socioeconómicas tan descomunales, que ya hacia al final de su vida tuvo que hacer una auto-revisión de su punto de vista (que es el punto de vista del marxismo), en una serie de documentos epistolares que se conocen como Cartas de la década del 90.

Kierkegaard, sin embargo, abría las puertas hacia una forma más humana de ver la historia, dirigiendo su mirada a las angustias y anhelos de la criatura edénica. Schopenhauer, Nietzsche y Freud complementarían su visión.

Si la revolución cubana de 1959 se entiende como un proceso político, cuya esencia es el ejercicio de una descomunal voluntad de poder durante casi medio siglo, no es entonces Hegel, ni Marx, quienes ayudarían a comprenderle, sino el último Schelling, Kierkegaard y Nietzche. El quid de la revolución castrista no está en la estructura (económica), sino en la biografía.

La metafísica del capricho

Como la voluntad y la afectividad de Fidel Castro constituyen en sí mismas la fuente de nuestra historia contemporánea, resulta muy difícil de ajustar a concepto; como lo es todo aquello que depende de inclinaciones individuales puntuales. Téngase en cuenta que no estamos ajustando a definición un objeto estructural con más o menos estabilidad ontológica.

Cuando tratamos de pensar la política castrista, de hecho nos enredamos en la paradójica faena de hacer historia del evento, de lo casual, de lo singular. Tratamos lo efímero con rango de eternidad. Es como si intentáramos producir una metafísica del capricho.

Esta perplejidad es palpable cada vez que se aprehende el castrismo en términos de revolución-contrarrevolución, elitismo-populismo, democracia-dictadura y, por supuesto, de izquierda y derecha.


« Anterior1234Siguiente »