Actualizado: 29/04/2024 14:55
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Una izquierda 'anti-izquierdista'

Los polos ideológicos y sus reacciones frente el castrismo. ¿A quién corresponde la mayor crítica?

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Cuba, discurso y realidad

El artículo Por una izquierda anticastrista muestra, por demás, que igual que la República cubana (1902-1959) fue capaz de engendrar un pensamiento marxista que no se ha dado nunca en los marcos de la propia revolución castrista, el propio exilio está concibiendo un pensamiento de izquierda, mucho más serio y digno de considerar, que ese que se produce en las instituciones sociológicas de la Isla.

El castrismo, por ser una fórmula que eleva a un individuo al nivel de una institución (los libros de Teoría del Derecho lo suscriben abiertamente: "los discursos del Comandante en Jefe son fuente de jurisprudencia"), está atravesado por desnivelaciones injustificables. Una de ellas tiene que ver con las fisuras que en ese proceso se dan entre teoría y práctica, entre discursividad y toma de decisiones.

El castrismo es, a pesar de todo, una alternativa que formalmente se posiciona en la izquierda. Su discursividad es anticapitalista y promueve una sensibilidad socializante capaz de adjuntar el más descarado "kitsch" del realismo rojo. En la práctica, sin embargo, ha terminado por afiliarse a la peor herencia del capitalismo salvaje descrito por Engels en su obra cumbre: La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844-1845).

Paradójicamente, en Cuba se ha cumplido la profecía antimarxista de Bernard Shaw: la working class se torna conservadora; ha empezado a rebautizar los hijos, a ir a la iglesia y guardar dinero; mientras tanto los intelectuales, particularmente los escritores, se atrincheran en el último reducto del subsidio y el paternalismo estatal, pretendiendo lo mejor del consumo capitalista.

Una crítica al castrismo tiene que contener las mismas movilidades del objeto que se propone criticar. De esta manera: 1) Como su discursividad es de izquierda, su crítica intelectual debe venir desde la derecha. 2) Como su práctica es de derecha, su crítica instrumental debe ser de izquierda.

Una crítica a la prédica discursiva del castrismo debe ser necesariamente "conservadora" y echar mano de lo mejor del pensamiento liberal clásico.

Gestos imposibles

Desde la teoría, la crítica socialista del socialismo castrista (una autocrítica de izquierda) no podría llegar a sus últimas consecuencias, pues de alguna manera u otra Castro es garante efectivo de unos cuantos dogmas básicos de la izquierda. Para la izquierda sería ilusorio tirar a un lado a Castro; su crítica podría hasta escribirse en los libros, pero el gesto no sería leal ni prácticamente posible.

En la práctica sucede lo mismo que en la discursividad, pero en sentido contrario: una derecha no puede negarse totalmente a todas las prácticas del castrismo pues, de alguna manera, este garantiza condiciones favorables de inversión de capital, movimiento obrero sin sindicatos, paz oportuna, policía cooperativa, etc. Eso explica la presencia de capital extranjero en La Habana; todo un escándalo comprensible.

Es a la izquierda a quien corresponde una crítica práctica del castrismo: en la defensa del derecho sindical, en la protección del medio ambiente, en la protección de los derechos de negros y mujeres, en la defensa de la libertad de expresión y la regulación del espionaje doméstico; incluso, en la defensa de la emigración y el exilio. Los consulados y embajadas cubanas no pueden seguir siendo perseguidores de la comunidad cubana en el exterior.

¿Cómo a la izquierda le va a parecer inmoral la edificación de un muro en la frontera sur de Estados Unidos y no se cuestiona el irse de copas con las delegaciones diplomáticas castristas en Washington y Nueva York que vigilan y saquean a la comunidad cubanoamericana?