Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Entre la historia y la pared

Guerras, revoluciones, y la batalla de ideas que no quiere Fidel Castro.

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Castro, sin embargo, no aborda algunas realidades que no encajan con su tesis y que hasta cierto punto han sido soslayadas por la historiografía tradicional, como por ejemplo el hecho de que uno de los objetivos iniciales de la Guerra de 1868 fue la anexión con Estados Unidos, y que a dicho efecto la Cámara de Representantes del gobierno de la República en Armas pidió el 29 de abril de 1869 la anexión de Cuba al gobierno norteamericano, en un documento firmado por el propio Carlos Manuel de Céspedes; o que la Guerra de 1895, contrario a lo que pensaba José Martí, en vez de impedir que Estados Unidos cayera como una fuerza más sobre las naciones latinoamericanas, sirvió como pretexto para la intervención de ese país en Cuba y Puerto Rico; o que la revolución de 1933 para derrocar a Gerardo Machado, también sirvió para entronizar a Fulgencio Batista en la política cubana; y mucho menos reconocer que la lucha contra Batista no buscaba implantar el socialismo, sino defender la Constitución de 1940 y restablecer el juego democrático violado por el golpe militar del 10 de marzo de 1952, como afirmó él mismo en su alegato La historia me absolverá.

En el párrafo citado, punto central de la tesis oficial de que en Cuba ha habido una sola revolución a través de 100 años de lucha, lo único cierto que se dice —si omitimos los levantamientos previos a la fecha— es que el 10 de octubre de 1868 marcó en la Isla la introducción de la lucha armada como método para el cambio social, pero la similitud en el método utilizado no implica la igualdad de los fines de todos los actores, y mucho menos la validez o la efectividad del método.

Sobre las 'condiciones objetivas y subjetivas' para la libertad

"Hace 100 años no existía la nacionalidad cubana, hace 100 años no existía un pueblo con pleno sentido de un interés común y de un destino común. Nuestro pueblo hace 100 años era una masa abigarrada constituida, en primer término, por los ciudadanos de la potencia colonial que nos dominaba; una enorme masa también de ciudadanos nacidos en este país, algunos descendientes directos de los españoles, otros descendientes más remotos, de los cuales algunos se inclinaban a favor del poder colonial y otros eran alérgicos a aquel poder; una masa considerable de esclavos, traídos de manera criminal a nuestra tierra para explotarlos despiadadamente […] Se sabe que en la mente de los libertadores de América Latina se albergó también la idea de enviar a Cuba un ejército a liberarnos. Pero ciertamente aquí todavía no había una nación que liberar sencillamente porque no había nación, no había un pueblo que liberar porque no existía pueblo con la conciencia de la necesidad de esa libertad".

El cuadro pintado por Castro, lejos de apoyar su tesis, reivindica por sí mismo la aproximación gradual de aquellos reformadores de finales del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX, como José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, Francisco Arango y Parreño y José Antonio Saco, que junto a Félix Varela y otros comenzaron a sentar las bases de la futura nacionalidad cubana mucho antes de 1868.

Aquellos padres fundadores, precisamente porque en la Isla "todavía no había un pueblo que liberar porque no existía un pueblo con la conciencia de esa libertad", propugnaron un proceso de ingeniería social evolutiva basado en el desarrollo económico no sólo por medio de la explotación de la mano de obra esclava —que en aquella época desgraciadamente era de práctica común en Cuba, el resto de las Antillas y otras partes del mundo—, sino también a través del conocimiento científico; de la aplicación de los adelantos tecnológicos a la industria y la agricultura; de la maduración social por medio del fomento de la instrucción pública; y de la educación del individuo sobre principios morales y filosóficos que le prepararan para el ejercicio de la libertad, precisamente con el fin de fundar una nación a partir de aquellos elementos tan disímiles.

Si esas condiciones para la libertad no estaban dadas en 1868, como afirma el propio Castro, ¿qué nos hace pensar que por el solo hecho de haber triunfado las armas separatistas, digamos que en 1870 o en 1875, de repente íbamos a poder establecer una república independiente, moderna y viable; o que tras la derrota del ejército español, el país no iba a caer bajo el control de Francia, Inglaterra o Estados Unidos, potencias todas que codiciaban la Isla, como en efecto ocurrió en 1898?

Si las gestiones de los emisarios separatistas cubanos ante el gobierno del presidente Ulises S. Grant hubieran fructificado en 1869, Cuba, al igual que Texas en 1845, habría pasado a ser otro estado de la Unión, algo que no ocurrió por la reticencia del gobierno estadounidense a perjudicar sus relaciones con España, y que su sola posibilidad echa por tierra la tesis historicista oficial.

Sobre la esclavitud y la oposición a la lucha armada

"Y entre los sectores que ostentaban la riqueza de origen criollo, había un factor que los dividía profundamente. Los españoles lógicamente estaban contra las reformas y, aún más, contra la independencia. Pero muchos criollos ricos estaban también contra la idea de la independencia, puesto que los separaba de las ideas más radicales el problema de la esclavitud. Por lo que puede decirse que el problema de la esclavitud fue una cuestión fundamental que dividía profundamente a los elementos más radicales, más progresistas, de los criollos ricos, de aquellos elementos que, calificándose también de criollos —todavía no se hablaba propiamente de cubanos— se preocupaban por encima de todo de sus intereses ecnómicos, como es lógico; se procupaban por encima de todo de mantener la institución de la esclavitud. Y de ahí que apoyaran el anexionismo primero, el reformismo luego, y cualquier cosa menos la idea de la independencia y la idea de la conquista de los derechos por la vía de la lucha armada".

De nuevo, Castro recurre a verdades a medias y estereotipos para justificar la idea de la lucha armada. Aunque es cierto que el problema de la esclavitud fue un tema de vital importancia en la política de la época, ya que el desarrollo de la industria azucarera estaba basado en la mano de obra esclava, las diferencias fundamentales entre los criollos capitalistas y la metrópoli mercantilista eran el problema de la libertad económica y el de la representación política.

La controversia entre los criollos con respecto a la esclavitud, a partir de mediados del siglo XIX, se centraba más bien en la forma de abolirla: si se hacía de manera gradual y con compensación económica, o de manera inmediata y sin compensación. De hecho, como afirma el propio Castro en su discurso, "en Camagüey los revolucionarios desde el primer momento proclamaron la abolición de la esclavitud, y ya la Constitución de Guáimaro, el 10 de abril de 1869, consagró definitivamente el derecho a la libertad de todos los cubanos…".

Lo que no dice Castro es que muchos de aquellos revolucionarios que abolieron la esclavitud eran hacendados y terratenientes ricos, y que muchos de ellos simpatizaban con la anexión. De ahí que no se pueda generalizar que todos los criollos reformistas que se oponían a la lucha armada eran esclavistas; ni que todos los esclavistas se oponían a la lucha armada; ni que todos los anexionistas eran esclavistas; ni tampoco que los reformistas y luego los autonomistas se opusieran a la libertad, como implica la versión historicista oficial.

José Antonio Saco, que jamás poseyó un esclavo, nunca fue rico y murió en la pobreza, era reformista, se oponía a la esclavitud y al anexionismo, y consideraba que la vía armada para buscar la independencia ponía a Cuba en peligro de caer en manos de otras potencias extranjeras si se producía una salida prematura de España de la Isla.