Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Husein, Irak, Novela

El dictador y el novelista

¿Fue poner fin a la edición de una serie de novelas mediocres la justificación final de la invasión estadounidense de Irak?

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Cuando Sadam Husein fue capturado, uno de sus reclamos lo resumió con una pregunta, que era también una queja: ¿Por qué los militares estadounidenses le habían arrebatado sus materiales de escritura, e impedido con ello dedicarse a una nueva novela, que sería la última?

John Nixon relata la anécdota en Debriefing the President, que saldrá a la venta mañana. Nixon, quien fuera analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), fue enviado a confirmar la identidad del dictador iraquí, luego de la captura de quien por años sembró el terror en su país y para entonces permanecía escondido en un sótano, en los alrededores de su localidad natal, Tikrit.

Experto en Irak y por cinco años uno de los principales analistas de la CIA sobre el tema, Nixon considera que cuando ocurre la invasión estadounidense, en 2003, lejos de estar empeñado en lanzar ataques con armas de destrucción masiva, Husein había entregado la dirección del país a su vicepresidente Taha Yasin Ramadán, y a un grupo de asesores, y dedicaba su tiempo a escribir.

El propio Sadam se presentó a Nixon como presidente y escritor, y quería que se le consideraran ambas labores. Según un criterio que Nixon especifica es muy personal —quizá de un modo redundante—, Husein ya no estaba al mando del país, y su derrocamiento resultó innecesario.

Hay un dato que se añade a tal apreciación, según un artículo de The New Yorker, y es el número de muertes causadas por el conflicto.

“Entre 2003 y 2011, de acuerdo a un estudio de 2015 conducido por un equipo de investigadores académicos de Estados Unidos, Canadá e Irak, la guerra y sus consecuencias produjeron casi medio millón de muertes, entre iraquíes y personas que abandonaron el país”. Las causas no fueron solo disparos y explosiones, sino también la ingestión de aguas contaminadas, conflictos callejeros y hospitales saturados o destruidos. Muertes que pudieron evitarse si la invasión no se hubiera llevado a cabo, concluyen los investigadores. También han fallecido cerca de 7.000 militares estadounidenses en Irak y Afganistán.

De acuerdo a Debriefing the President, tras el 9/11 y el inicio de la llamada “guerra contra el terrorismo”, Husein pensó que se abría una oportunidad para que su Gobierno y el de Estados Unidos participarán unidos en el combate de un enemigo común. Existían motivos para ello. Su régimen no solo no había apoyado a Al Qaeda, sino que consideraba a Osama Bin Laden un fanático. En el transcurso de la preparación política para justificar la invasión, los argumentos de la administración de George W. Bush cambiaron, al no poder encontrar vínculos entre Husein, Al Qaeda y el 9/11, a la supuesta existencia de unas armas de exterminio masivo que nunca aparecieron.

Antes de morir, Husein afirmó que intentaba engañar a todo el mundo proclamando que disponía de armas de destrucción masiva. Lo justificó con el argumento de que afirmar que no era así, significaría reconocer la debilidad del país frente a su mayor enemigo, Irán.

Todo lo anterior no excluye que al ocurrir el derribo de las Torres Gemelas se alegrara, según confesó el ex vice primer ministro Tarik Asis durante los interrogatorios a que fue sometido entre enero y junio de 2004.

Lo ocurrido en Irak y las consecuencias de la guerra fue un factor determinante para que luego el presidente Barack Obama diera marcha atrás a un apoyo incondicional a los rebeldes sirios, y procurar de forma directa el derrocamiento de la dictadura de Bashar al-Ásad, al tener en consideración que no existía la posibilidad de formar un gobierno opositor firme y de permanencia, y que Estados Unidos acabaría repitiendo la experiencia de Irak, o aun peor.

La política de imponer un “cambio de régimen” en un país totalitario o regido por una dictadura, puesta en práctica por la administración de Bush Jr. tras el 9/11, a sugerencia de los “neocons” —antes Condoleezza Rice había dejado en claro que la función de los militares estadounidenses no era proteger las guarderías de Kosovo—, no brindó los resultados esperados. Ni en su vertiente mediante el uso de la fuerza militar, ni tampoco a través del impulso de movimientos de protesta en favor de la democracia. Ahora que se cumplen seis años del inicio de la “primavera árabe”, la decepción y la violencia dominan el panorama entonces promisorio. Solo en Túnez se ha completado la transición democrática.

Husein, el novelista

Cuando es capturado, el escribir no era algo nuevo para Sadam Husein. Ya había publicado tres novelas. Todas definidas por la épica y el misticismo, donde personajes y escenarios adquieren una carga alegórica y en las que siempre se destaca el sentido redentor de una victoria final.

Su primera novela, publicada en 2001 bajo el título de Zabiba y el rey, trata sobre un heroico monarca similar al propio Husein, una mujer llamada Zabiba que simboliza al pueblo iraquí, y un hombre tiránico que representa a Estados Unidos y viola a Zabiba. La segunda, Fortaleza amurallada, apareció poco tiempo después y en ella se describe a un héroe que defiende a Irak contra los ataques enemigos.

La tercera novela, El hombre y la ciudad, se publicó en 2002 y es la más autobiográfica y menos pomposa y simbólica. Está dedicada a ensalzar el pasado de Husein, con la descripción de su abuelo, quien supuestamente luchó contra los turcos durante el Imperio Otomano.

Mientras Irak se encontraba en guerra, entre el 20 de marzo y el 1 de mayo de 2003, estaba supuesta a salir una cuarta novela, ¡Afuera, demonios!, anunciada para abril de ese año. Llegaron a imprimirse 40.000 copias, pero no fueron distribuidas debido al triunfo de los aliados. La hija de Sadam, Raghad Sadam Husein, se quedó con el manuscrito para publicarlo en Jordania. En 2006 la editorial japonesa Tokuma Shoten sacó una traducción con el título de La danza del diablo, y posteriormente también fue traducida al turco.

La editorial independiente británica Hesperus ha anunciado la traducción al inglés y planes para publicar bajo su sello ¡Afuera, demonios! en diciembre de este año, con motivo del décimo aniversario de la muerte del dictador, el próximo día 30. Herperus Press es una editorial británica con participación de capital jordano, y casos de renuncias de miembros de su personal editorial, que tuvo un sonado conflicto sobre derechos de autor con el conocido escritor suizo Jonas Jonasson. Raghad Sadam Husein ha sido señalada como simpatizante de ISIS. Un artículo de National Review considera que parte de los fondos de venta de esta obra, en traducción inglesa, podrían ser utilizados para la financiación del grupo terrorista.

¿Sadam el autor?

La autoría de Sadam Husein sobre estas obras ha sido puesta en duda desde la aparición de la primera novela. Algunos consideran que el dictador iraquí utilizaba uno o varios escritores fantasmas, y que presentarse como novelista en el mundo árabe —donde la educación y la literatura están muy valoradas— era una estrategia para dar una imagen de líder preocupado por los valores culturales de su pueblo, pensador e intelectual. Pero más allá del debate sobre el verdadero autor de las obras, estas carecen de una calidad destacada, y siempre ha pesado más el hecho de su posible autor que el valor literario.

Aunque la idea de un dictador entregado a la creación, y abandonando sus funciones, e incluso colocando en peligro su supervivencia, no deja de ser atractiva —si bien algo pedestre—, como una señal de pasión o simplemente locura. Y quizá valga la pena reconocer que, en última instancia, las tropas estadounidenses impidieron que Sadam Husein cometiera nuevos desmanes, solo que literarios.

Una versión abreviada de este texto, por limitaciones de espacio en la edición impresa, aparece en El Nuevo Herald.


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