Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Puerto Rico

El “extraño” caso de Puerto Rico

Como todos los pueblos, el puertorriqueño tiene sus problemas y contradicciones. Pero ello no permite suponer que desee seguir el camino de Cuba, con el estruendoso fracaso de un proyecto que incumplió sus promesas

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El caso de Puerto Rico ha sido presentado por 22 años consecutivos ante el Comité de Descolonización de la ONU, en esta oportunidad por el eje La Habana-Caracas, con el apoyo de las satrapías de Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

La discusión de este asunto en Naciones Unidas sorprende porque desde hace años se efectúan consultas electorales para definir el futuro de la hermana isla caribeña, con tres opciones: continuar como estado libre asociado a Estados Unidos, integrarse como un estado más a la unión norteamericana o la plena independencia. Las consultas tuvieron total garantías y libertad mediante votación popular, con el resultado de amplio apoyo a las dos primeras propuestas, mientras el independentismo no ha podido sobrepasar el 5 % de los votos. La opción de estado libre asociado ha prevalecido estrechamente, aunque se incrementan los puertorriqueños que abogan por el estatus de estado. Esto se evidenció en la elección para gobernador en 2009 de Luis G. Fortuño, miembro del Partido Nuevo Progresista defensor de la conversión de Borinquén en un estado más de la Unión.

El tratamiento del tema en las Naciones Unidas es aún más paradójico este año, ya que días antes de la reunión del citado Comité, visitó Puerto Rico el Presidente Barack Obama. En esta ocasión subrayó que su país respetará cualquier decisión que tomen los borinqueños en el nuevo referéndum en dos fases que podría celebrarse próximamente. Este planteamiento fue obviado en la prensa cubana, siempre dispuesta a desinformar y manipular la situación real en la Isla.

Por sus dimensiones, Puerto Rico tiene una extensión equivalente al 8 % del territorio de Cuba, posee una población de 3,8 millones de habitantes, y más de 4 millones residentes en Estados Unidos. El producto Interno Bruto (PIB) fue 98,3 miles de millones de dólares en 2010, según el Banco de Desarrollo Nacional puertorriqueño, cifra muy superior a los 64,2 miles de millones de Cuba ese año, anunciado por la Oficina Nacional de Estadísticas y calculado sobre bases diferentes al Sistema de Cuentas Nacionales de la ONU. El PIB per cápita es sustancialmente superior al del resto de los países de América Latina. Ciertamente su economía ha tenido percances en los últimos años como consecuencia de la crisis que, de una forma u otra, ha afectado al mundo en su conjunto, sin embargo en 2011 se evidencian claros signos de recuperación.

Debe apuntarse que si a principios del Siglo XX la estructura económica descansaba fuertemente en la producción azucarera, en la segunda mitad comenzó a cambiar radicalmente, destacándose el avance de la petroquímica, la industria farmacéutica y otras de alto valor agregado, y el amplio desarrollo de la industria turística, con más de 5 millones de visitantes anuales. De acuerdo con los parámetros del Banco Mundial, Puerto Rico se clasifica como un país de alto ingreso. Por otra parte tiene amplia resonancia en el mundo por la difusión de su cultura, con enormes puntos de contacto con la cubana, como consecuencia de relaciones históricas estrechas y valores muy cercanos.

Por supuesto, como todos los pueblos, el puertorriqueño tiene sus problemas y contradicciones. Pero ello no permite suponer que desee seguir el camino de Cuba, con el estruendoso fracaso de un proyecto que incumplió sus promesas; o el de la Venezuela de Chávez con su desgobierno, que lleva al “milagro” del desastre a una nación con inmensas riquezas petroleras. Menos aún pensar que deseen convertirse en una dependencia de los petrodólares de Caracas como los estados fallidos de Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

Las ideas independentistas gozaron durante muchos años de la solidaridad del pueblo cubano. Pedro Albizu Campos fue un líder respetado. Su familia residió en La Habana, donde siempre recibió muestras de apoyo y simpatía. Nuestro cariño y cercanía se entrelazaron incluso con la presencia de puertorriqueños en las guerras de independencia donde alcanzaron los más altos grados. Asimismo participaron de forma prominente, junto al Apóstol José Martí, en la fundación del Partido Revolucionario Cubano, que en sus bases estableció como objetivo la independencia de ambas colonias españolas. Lamentablemente hoy el proyecto independentista no disfruta de la misma consideración. La culpa recae en ciertos dirigentes puertorriqueños vistos como meros seguidores de La Habana. Si al principio de la revolución cubana, el castrismo pudo haber tenido cierto sentido por las esperanzas generadas, actualmente al constatarse su abrumador fracaso, sólo provoca desdén y falta de legitimidad.

De todas formas resulta incomprensible que en Naciones Unidas, con tantos problemas que afronta la humanidad actualmente, se pierda el tiempo y recursos con esa burda manipulación. Hoy se requiere con urgencia profundizar la presión sobre los países violadores de los derechos humanos, como es el caso de Cuba, y los oscuros manejos de aspirantes a caudillos latinoamericanos, sin reparos en forjar alianzas con gobiernos tiránicos y sangrientos en otros continentes, como los de Irán, Libia y Siria. Es tiempo de dejar al pueblo puertorriqueño proseguir su camino hacia la autodeterminación y elegir su destino libremente, sin la injerencia de regímenes carentes de toda autoridad moral.


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