Actualizado: 02/05/2024 23:14
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América Latina

Hilda, Cristina y Michelle

Si la doctora Molina logra salir de Cuba, Buenos Aires y Santiago se lo agradecerán a La Habana.

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La legitimación que los principales países de América Latina lideran con respecto a la dictadura de Fidel y Raúl Castro no favorecerá el acceso de los cubanos a sus libertades, pero propiciará determinados gestos.

La inclusión de Cuba en el Grupo de Río, con el único cuestionamiento del representante costarricense, y el silencio sobre derechos humanos en la Cumbre de Brasil, así como la unanimidad en contra del "bloqueo", son acciones que La Habana no pasó por alto, siempre anhelante de la "solidaridad" en la zona.

Si recordamos que la Cumbre en Brasil ayudó también a generar una serie de visitas presidenciales a la Isla, que advierten a Estados Unidos sobre la posibilidad de radicalización en países como Venezuela, Bolivia o Ecuador, entonces podríamos afirmar que, de ningún modo, el evento carecerá de la reciprocidad cubana.

Vinculadas con la defensa de los derechos humanos

Se espera que el fin de semana la presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegue a Cuba y que en febrero próximo lo haga la mandataria chilena Michelle Bachelet. Para tener una idea del significado de tales jornadas, hace 22 años que un mandatario argentino no pisa suelo cubano en visita oficial y 37 que no lo hace uno chileno.

Estas dos figuras de la política continental tienen en común no sólo el género y su alto cargo, sino el haberse convertido en referentes por su contribución en la defensa de los derechos humanos.

Si Bachelet fue víctima de la represión del régimen militar chileno y su padre murió asesinado, Cristina Fernández ha presionado para que se pague por los delitos cometidos durante el largo período en que los militares usurparon el poder en Argentina. Por esta preocupación, cuando todavía era candidata, recibió en Estados Unidos la Medalla Presidencial, que antes obtuvo Nelson Mandela.

Pero existe otra característica que acerca a las dos mandatarias. Ambas están de algún modo involucradas en el caso de la doctora cubana Hilda Molina, aunque, desde luego, Fernández lo está mucho más por ser Argentina el país al que espera viajar la doctora cuando Castro le levante la interdicción de abandonar la Isla. Molina no es una prueba, sino un emblema en la violación de los derechos humanos en Cuba, con independencia del tamaño de su otrora compromiso con el régimen de Castro.

Su madre, Hilda Morejón, ya tuvo que pagarle al régimen por cerca de tres lustros, antes que se le permitiera salir hacia Argentina hace pocos meses.

Una política inconsecuente

Si pensamos en el caso Molina, ya desde Néstor Kirchner fueron flagrantes las inconsecuencias de la Casa Rosada con respecto a las violaciones de los derechos humanos en Cuba, cuya alianza en este tema con el régimen militar argentino fue develada por la investigadora norteamericana Kezia McKeague.

Al mismo nivel del silencio sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, se encuentra la designación de Juliana Marino como embajadora en la Isla. La elección de una reconocida activista pro régimen invita a descreer de la rectitud con que la Casa Rosada aborda tanto los derechos humanos como su política exterior.

Si bien la contradictoria designación tuvo lugar en julio pasado, desde mucho antes, en la Cumbre de MERCOSUR, que se efectuó en Córdoba en 2006, Kirchner le entregó en sus manos a Castro una carta en pro de la neurocirujana, pero nunca recibió respuesta. Se dice que en círculos diplomáticos cercanos a Castro "se llegó a usar la palabra traición para referirse a la presión kirchnerista…".

Bien ha hecho Molina en recordar más de una vez que no sólo se violan sus derechos, sino los de sus nietos argentinos, y así situó al país austral como víctima directa del castrismo. Las cartas de Hilda fluyeron hacia distintos mandatarios, pero no siempre fueron contestadas.

Otra no respuesta

También mediante una carta se relaciona Michelle Bachelet con el caso Molina, cuyo "cerebro —ha dicho el propio Castro— es patrimonio del país".

En el lógico anhelo de que se le escuchara, la científica envió a Bachelet en 2006 una misiva en la que recuerda la condición de ambas, y le habla "como mujer, como médica, como madre y como víctima de una dictadura". La carta tenía como objetivo que la jefa de La Moneda ayudara a liberarla. Tampoco hubo respuesta.

Al respecto, Gabriel Salvia, presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), indicó: "confiábamos en que Bachelet podría tener coraje político para involucrarse en este tema, que tiene un enorme apoyo en América Latina, pero hasta el momento ha decepcionado".

Y añadió que "así como cierta derecha chilena mostró su nostalgia autoritaria ante la muerte de Pinochet, cierta izquierda chilena sigue mostrando su límite democratizante en la complacencia con la larga dictadura de los hermanos Castro. Y espero que este no sea el caso de Bachelet", concluyó.

Moneda de cambio

Jesse Jackson, García Márquez, Fraga Iribarne, Felipe González y otros han obtenido "liberaciones" por parte de Castro, cuyo propósito ha sido evitarles críticas por sus coqueteos con el régimen que lidera.

No sería nada absurdo que con tales antecedentes y casi obligado a la reciprocidad por la más que condescendiente actitud del Grupo de Río y la Cumbre de Brasil, Fidel Castro acceda a la liberación de Hilda Molina, lo cual se vinculará, casi obligatoriamente, con las visitas de Fernández y Bachelet.

Nada probable es que Molina salga del país con Fernández, sino después. Muy difícilmente habrá entrevistas entre las dos mujeres en suelo cubano, como tampoco la tendrá Bachelet con la disidencia. Castro no permite que en su feudo sus acciones se conviertan en victorias ajenas. Advertida a este respecto, Molina se adelantó a decir: "en Argentina no hablaré de política, porque eso lo hago en mi país", donde ciertamente llama "represor" al gobierno.

El que conozca un poco de los vericuetos de Castro sabrá que con este caballero todo es a su tiempo, un tiempo donde es él quien dicta la pauta y quien más gana.

Según un despacho reciente de la agencia EFE, Roberto Quiñones, hijo de Hilda Molina, confía en las gestiones "diplomáticas" del gobierno argentino para que su madre obtenga el permiso para viajar. Las declaraciones tuvieron lugar, sintomáticamente, a pesar del "hermetismo" en el tema.

Quiñones dijo tener "tranquilidad", pues "parece que andan trabajando por canales diplomáticos, y yo confío mucho en lo que hace el gobierno" argentino, subrayó.

Este, en fin, parece ser el momento de la confianza. Pero lo irónico de todo es que tanto Buenos Aires como Santiago agradecerán a Fidel Castro la liberación de una rehén que está sufriendo inhumano cautiverio desde 1994. El agradecimiento no es especulación: ya la Casa Rosada lo hizo cuando Castro accedió a que la anciana Hilda Morejón abandonara su prisión habanera.

Sólo cabe esperar que si las gestiones diplomáticas, con su discreción habitual, llevan a buen puerto el tema de Molina, sean también los canales para lograr la liberación de algunos de los cientos de presos políticos de la Isla, sobre los que no se dirá una sola palabra a micrófono abierto.


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