Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Estados Unidos

La mayor de las hipocresías

Con la prisión de Guantánamo, la política antiterrorista de Washington continúa en entredicho y deja un flanco abierto a las críticas.

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Volver a la vida "normal" es "imposible" después de pasar por Guantánamo y sufrir "abusos mentales, psicológicos y sexuales", dijo recientemente en Oviedo (España) el ciudadano británico Ruhel Ahmed, quien permaneció encarcelado dos años y medio en el centro de detención estadounidense en Cuba.

Ahmed, uno de los tres amigos que protagonizan la película Camino a Guantánamo, de Michael Winterbotton y Mat Whitecross, visitó Asturias como parte de la campaña emprendida por Amnistía Internacional (AI) para exigir el cierre de este centro al cumplirse el quinto aniversario de su creación.

El camino hacia Guantánamo comenzó para Ahmed, que tiene ahora 25 años, en su pueblo natal, Tipton (Reino Unido), donde trabajaba como empleado de Correos y del que partió hacia Pakistán junto a dos amigos, Asif Iqbal y Shafiq Rasul, para asistir a una boda.

Los tres entraron en Afganistán "para hacer trabajos humanitarios en una mezquita con una ONG" cuando se desencadenó el conflicto que les impidió salir del país y les llevó a entregarse como prisioneros de guerra a la denominada Alianza del Norte, que los puso en manos del ejército estadounidense.

Ahmed relató que tras veinticuatro horas de vuelo en condiciones de hacinamiento, llegaron a la base norteamericana de Guantánamo. Él y sus amigos fueron introducidos en jaulas y confinados en celdas de aislamiento sin saber de qué se les acusaba y sin que sus familias conocieran su paradero.

"Fue una experiencia horrible en la que no hay ningún momento peor que otro. Cada día temes por tu vida porque de forma continua te están pegando o golpeando", recordó Ahmed, quien agregó que cuatro meses después de su traslado a Guantánamo fueron informados de que se encontraban allí gracias a la mediación de la Cruz Roja.

A preguntas de los periodistas, admitió que el paso por Guantánamo le hizo profundizar en su fe. "Antes no éramos muy religiosos, éramos tíos normales, pero después del paso por Guantánamo somos mucho más religiosos, pero seguimos siendo todavía tíos normales", ironizó.

El relato de Ahmed es un botón de muestra del baldón que representa para el gobierno estadounidense mantener en funcionamiento esta cárcel "especial" en territorio cubano.

Guantánamo es un flanco que deja abierta las puertas a las críticas sobre la política de la administración de George W. Bush. No sería sorprendente que en la actual sesión de la Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra, La Habana enfile sus cañones contra la base estadounidense, con el fin de distraer la atención de las reiteradas violaciones de los derechos humanos en la Isla.

El régimen prefiere pasar página al episodio de la inauguración de esta prisión, cuando el general Raúl Castro, ministro de Defensa, se trasladó a las inmediaciones de la base para garantizar a los estadounidenses que si alguno de los detenidos conseguía fugarse y entrar en territorio cubano sería "capturado y devuelto" a la base.


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