Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Bolivia

Racismo al revés

La cuestión étnica: meollo de la política de Evo Morales y de la crisis institucional que enfrenta el país andino.

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Por razones obvias, América Latina no podía permanecer fuera de la problemática de la etnicidad y de su corolario: el dilema identitario y el sentimiento de pertenencia que conmueve hoy amplias zonas del planeta.

En la región andina, el conflicto étnico cobra rasgos de particular agudeza. En el caso particular de Bolivia, ha adquirido la forma de una etnopolítica en la que reposa el proyecto de nación que Evo Morales quiere construir: la "refundación" de la República sobre bases étnicoculturales. De ahí que la cuestión étnica —en detrimento de otros aspectos cruciales— se haya convertido en el meollo de su política y de la crisis institucional que enfrenta hoy su país.

No se trata de negar la problemática indígena, sino de la manera simplista de analizarla y la manipulación que se hace de esta, queriendo subsanar injusticias pasadas a partir de un racismo al revés, o borrar la historia para regresar al pasado.

Una obra colectiva, La catégorisation ethnique en Bolivie, que acaba de publicarse en Francia, intenta conjugar la compleja y espinosa cuestión étnica boliviana, sus diferentes facetas, y el empleo del término indígena y sus declinaciones de mestizaje a través de los siglos, desde que el sabio francés Alcide d'Orbigny realizó el primer estudio sobre el tema, en 1830.

Ejemplo de esto último es la reciente cualidad indígena de Evo Morales, que como muchos mestizos de las zonas urbanas, no domina ninguna lengua indígena y antes de acceder a la presidencia de la Republica, era sindicalista, lo que en Bolivia es prueba de mestizaje cultural y étnico evidente. Bajo presión de indigenistas blancos y de ONG extranjeras, Morales asumió el papel de "indio". Una categoría a la cual debe ser fiel, porque sino caerá en desgracia ante sus seguidores, como le sucedió a Alejandro Toledo, ex presidente de Perú, quien perdió esta condición al adoptar medidas económicas neoliberales, además de no disputarse con Estados Unidos.

No se descarta que en Bolivia la polarización llegue a enfrentamientos entre regiones, ya que la cuestión étnica está determinada también por la geografía y la pertenencia regional. De ahí que no se excluya el peligro de fractura del territorio nacional.

El hilo conductor de la obra de los investigadores franceses, es contextualizar y evidenciar la complejidad de la calificación de indígena: de ser una evidencia real a tratarse de una demostración subjetivo-sensible que permite decidir ser indígena.

Al someter a revisión los procedimientos oficiales de etiquetaje y contabilización de los grupos étnicos bolivianos, con el objetivo de discernir su alcance y sus límites, se evidencia que aunque constituyan un material de conocimiento indudable, las informaciones que arrojan los censos reflejan el parecer de sus patrocinadores y de los proyectos políticos que estos intentan poner en obra. Según la época, se acentúan los porcentajes de indios, mestizos y blancos.

Un baluarte político

De particular interés es el ensayo del geógrafo Daniel Dory, quien se adentra en los procesos étnicos bolivianos, vistos desde un ángulo espacial y a largo plazo, con el objeto de esbozar una "geohistoria etnocultural" de Bolivia. Perspectiva esta que permite a Dory establecer un sistema étnico, articulando subsistemas localizados en sus dinámicas específicas, así como asir las etnias y categorías inherentes en sus "contextos relacionales y cambiantes", al despojarlas de esencialidad e inmanencia.

La maleabilidad de la condición de "indígena" o mestizo se evidencia en el análisis de la historiadora boliviana Rossana Barragán, que examina desde la perspectiva de la Historia esas categorías, abordadas por lo general desde un ángulo antropológico y orientadas hacia la cuestión identitaria y de la etnicidad. La autora analiza esos términos como "expresiones de un orden social que emana del poder del Estado".

Ejemplo de ello es la suerte del termino mestizo. La división de la población según la raza, a partir de los censos realizados en el siglo XIX, emplea este término hasta 1900, pero luego desaparece. A partir de 1950 se hace hincapié en los criterios de orden cultural para distinguir los indios de lo no indios y se practica la correlación entre el oficio o empleo que se ejerce, con las categorías étnicas y raciales, lo que conlleva la construcción de un orden jerárquico.

Jean-Pierre Lavaud ofrece un ensayo con el sugestivo título de La valse catégorielle: l'identification officielle ethnique en Bolivie. El autor analiza los datos arrojados por los censos de población, que revelan un elemento crucial: el empleo de esas clasificaciones obedece a orientaciones políticas. El censo del año 2001, por ejemplo, se inscribe en la lógica de promover políticas locales diferenciadas, orientadas a implementar la figura de la discriminación positiva.

Lavaud saca a la luz el hecho de que algunas investigadores sociales, pese a carecer de base científica, otorguen legitimidad a estimaciones emanadas de gobiernos u organismos internacionales.

Cécile Claudel, por su parte, se interesa por la metamorfosis que sufren quienes son considerados mestizos, mistis o cholos, que pasan a la categoría de obreros. Tras la reforma agraria de 1953, estos se convierten en vecinos, en burgueses, habitantes de un burgo, y notables, al reemplazar a los antiguos hacendados o patrones, el vecindario tradicional, blanco por definición. Una trayectoria que, de cierta manera, los ha emblanquecido.

Lo dos últimos capítulos están relacionados con los indígenas de los llanos o Tierras Bajas tropicales. Isabelle Combès estudia el caso de los chiriguanos, distribuidos en tres departamentos: Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija. Se trata de una etnogénesis que comienza en el siglo XVI y continúa hasta la actualidad, mediante el sustrato político del Estado y de las grandes agencias internacionales que condicionan su ayuda a los porcentajes de comunidades indígenas, obligando a los receptores a "indigenizarse" de la manera requerida. Desde entonces, el sustrato chiriguano o guaraní ha sido sometido a procesos de remodelación, consecuencia de conflictos internos y externos.

El ensayo de Isabelle Daillant estudia las relaciones entre tres poblaciones de una región del Beni, San Borja: los chimanes, los cambas (blancos) y los inmigrados, collas (andinos). Los conflictos entre estos estratos están determinados por la noción de indianidad y autoctonía, que la autora califica de antagonismo paradójico, puesto que en el continente americano son dos categorías que se confunden comúnmente.

Queda así demostrado que los censos públicos, cuyo objeto es hacer aparecer conjuntos étnicos o culturales, dependen de opciones o demandas políticas. Según Lavaud, son construcciones politizadas que contribuyen a simplificar arbitrariamente las situaciones y procesos de identificación, incitándolos a la monoidentificación étnica, con la tendencia a hacerla una esencia o sustancia que remite a una radicalización de las relaciones sociales.

La etnicidad se ha erigido en baluarte de una política que se propone una "refundación de la nación". Esto significa un retroceso evidente y la negación de cinco siglos de mestizaje cultural y biológico, lo que se personifica en el propio nombre del presidente boliviano, que deriva de Ivo en honor a un amigo yugoslavo de su madre y que un defecto de pronunciación transformó en Evo.


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