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Actualizado: 28/05/2024 14:48

Sociedad

Víctimas de las lluvias y el desprecio

Siete muertos y numerosas familias que se quedaron sin vivienda, no impidieron que Castro dedicara siete horas a responder a la revista 'Forbes'.

Las intensas y continuas lluvias caídas sobre la ciudad de La Habana, particularmente durante la tarde y noche del pasado 23 de mayo, dejaron un lamentable saldo de siete fallecidos, según cifras oficiales.

Lo paradójico del asunto es que en días anteriores se había desarrollado "exitosamente" y "con amplia participación" en todo el país el llamado Ejercicio Popular para la Reducción de Desastres "Meteoro 2006", cuyo objetivo —dijo el gobierno— es "organizar y comprobar los planes de medidas de la Defensa Civil para enfrentar el embate de huracanes y fuertes lluvias".

Los medios de difusión oficiales reportaron la participación en el ejercicio de "cientos de miles" de personas "organizadas en los Consejos de Defensa Provinciales, Municipales y de Zona", en un despliegue que involucró a diferentes grupos de trabajo de entidades del Estado: las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, organizaciones políticas (en referencia al Partido Comunista de Cuba y la Unión de Jóvenes Comunistas) y de masas, así como a la población de las áreas donde se realizaron los simulacros de incendios, evacuación, traslado de heridos, etcétera.

En todos los casos, la "maniobra ágil y efectiva" de las fuerzas desplegadas debía asegurar la tranquilidad de los ciudadanos ante las adversidades climáticas.

Dos días más tarde, los copiosos aguaceros en la capital se encargaron de desmentir la supuesta eficiencia de todo el aparato movilizado. La eficacia desplegada durante los simulacros se ausentó a la hora de enfrentar el evento real.

En La Habana, donde se concentran más de dos millones de habitantes, con un fondo habitacional mayoritariamente vetusto y en regulares o malas condiciones estructurales, con una red de alcantarillado en la que proliferan las tupiciones y roturas, y con deplorables condiciones higiénico-sanitarias (La Habana goza del dudoso prestigio de ser la ciudad más sucia de la Isla) que agravan los peligros de epidemias por contaminación de las aguas, la vulnerabilidad de la población y las instituciones demostró estar muy por encima de los cálculos.

En pocas horas se produjeron inundaciones en 8 de los 15 municipios de la capital, lo que impuso el cierre de los túneles de la calle Línea (Vedado) y de Quinta Avenida (Miramar), en los que se reportaron volúmenes de varios miles de metros cúbicos; se paralizó una planta de gas manufacturado; se produjeron cientos de interrupciones eléctricas y ocurrieron derrumbes totales y parciales en viviendas, sin que se haya precisado aún la cifra exacta.

¿Un contundente golpe moral?

Las justificaciones oficiales, sin embargo, han sido más rápidas que las acciones de prevención y salvamento. Los medios calificaron lo ocurrido como "evento hidrometeorológico de rápida formación y difícil pronóstico", pese a que ha habido precipitaciones, con variada intensidad pero de manera sostenida, en diversas regiones de la Isla, y los reportes meteorológicos del noticiero de televisión han insistido en la recurrencia de las lluvias y los altos niveles registrados en los últimos días.

Entre tanto, ni el meteoro ni sus víctimas contaron con la cobertura divulgativa que se ha dado a los comentarios de la revista Forbes contra el máximo líder de la revolución cubana.

Mientras muchos habaneros vieron en sus andanzas por la ciudad el triste espectáculo de numerosas familias sacando fuera de sus viviendas sus escasos bienes (muebles, colchones y otros enseres), en un intento de secarlos bajo el tímido sol de estos días, y decenas de familias han quedado sin vivienda y/o carecen de recursos para reparar los daños, un Castro exultante y exaltado se autocomplacía en una comparecencia televisiva de alrededor de siete horas para insistir sobre su modestia y humildad y exponer la "amplia repercusión mundial" de su presentación anterior, donde "asestó un contundente golpe moral" no sólo a la mencionada revista norteamericana, sino al propio gobierno de Estados Unidos.

Todo el tiempo del mundo le parece poco al dictador cubano para hablar sobre sí mismo y sobre los increíbles méritos que ha acumulado frente a Cuba y al mundo entero: una prueba irrefutable del desprecio absoluto que siente hacia el pueblo cubano.

Forbes y Bush deben estar profundamente complacidos por esta deferencia de Castro: se necesita dar importancia a algo o a alguien para convocar a toda una pléyade de "intelectuales" y personalidades de la política, ocupar los cuatro canales de la televisión del país y dedicar tantas horas a desbarrar sobre el mismo tema; mientras centenares de familias cubanas, de escasos recursos en su gran mayoría, se lamentan por las pérdidas sufridas —sobre todo por las muertes de siete humildes cubanos que no mencionaron Forbes ni Castro— bajo el embate de las torrenciales lluvias que asolaron nuestra destartalada ciudad.

© cubaencuentro

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