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Actualizado: 30/04/2024 23:28

Necrológica

La ruta del otro mago

Carlos Victoria, un escritor ajeno a cualquier petulancia.


Tras recibir la noticia de su muerte, no por esperada menos demoledora, contemplo de nuevo la foto: en un restaurante de Miami, donde acabamos de despachar el pescado más fresco de la Florida, aparecen Carlos Victoria y Germán Guerra, abrazados por mi hijo Daniel, en el centro. Tres sonrisas pletóricas. Y la mía cuando aprieto el obturador.

Durante esa comida veteada de complicidades, recuerdos insulares y literatura, Carlos disfrutó las interrupciones de mi hijo, sus abrazos repentinos, su manera de romper todo protocolo con la garantía de quien se siente inmune, dueño de los salvoconductos del cariño. Aquel día comprendí muchas cosas sobre Carlos, sobre sus ausencias y sus fantasmas personales, sobre sus adeudos y sus saldos pendientes. Algunas eran ya sospechas emboscadas entre las líneas de sus cuentos y novelas. Otras, las corroboré en la relectura.

Carlos, el huérfano inconsolable, ha abandonado a sus criaturas: César y Adela, Enrique, William, Ricardo, Abel, Natán, Marcos Manuel Velazco fruncen el ceño hoy, amagan la tristeza en todos los ejemplares de sus cuentos y sus novelas. Paternidad fructífera la de Carlos, que compuso con sus angustias, búsquedas y huidas la familia de personajes más consistente de la literatura cubana en el exilio. Pero de su literatura ya he hablado suficiente.

El Carlos Victoria que asiste ahora mismo a mi memoria no es el traducido en palabras, sino el amigo entrañable, el que no sólo convocaba el afecto, sino una necesidad de consolarlo por algo, de protegerlo de algo, aunque no supiéramos qué. Sí nos sabíamos incapaces de protegerlo de la historia y de sí mismo. La primera lo había perseguido siempre. El segundo, acechaba. Carlos había vencido a Carlos veintitantos años atrás, pero acechaba.

En Cuba y en el exilio, Carlos Victoria transitó por infiernos sucesivos. Se abrió cojo de padre al mundo, fue él mismo padre de su madre. Sin pases a bordo ni padrinos, empezó a abrirse paso en un mundo de escritores silenciados y comisarios de la palabra. El resultado, no por drástico, fue inesperado. A pesar de ello, conservó una confianza en el género humano que a muchos en su lugar se les encallece para siempre. Hay sobre eso una anécdota que hasta hoy no he contado y que me ronda con insistencia.

Confianza en el género humano

Junto con Guillermo Rosales, dotó al exilio, a Miami, de una literatura: artefactos de precisión que uno puede recorrer como una guía desolada del alma humana, de la ciudad, como un mapa de esa soledad que sólo abandonaba para frecuentar la amistad de un grupo sólido y fiel: su anclaje para sobrevivir, incluso en temporadas de ciclones.

La desmesura de su agradecimiento a quienes en algún momento abordábamos su obra o promovíamos su conocimiento era inquietante: al menos yo, siempre tuve la sensación de no merecerla, de no tener cambio para una gratitud de ese calibre.

Lo demás, es silencio: su silencio, ajeno a cualquier petulancia; aunque catara con exactitud las excelencias de su obra, siempre mantuvo a su ego en papeles secundarios, algo de agradecer entre nosotros. Se rió con ganas cuando le confié mi hipótesis de que nuestra literatura era, en potencia, la mayor del planeta. Bastaría que los cubanos publicáramos nuestra ínfulas completas. Su aporte, hay que decirlo, habría sido mínimo.

Por el contrario, su confianza en el género humano podía sorprender. Cuando el "Encuentro con Cuba en la distancia", celebrado en Cádiz, decidió homenajearlo, tuve la oportunidad de acompañarlo. Ese día, Carlos recibió un telegrama de felicitación muy cordial pero sin firma. Su confianza en la bondad de las personas por encima de las servidumbres del poder, le hizo pensar durante un buen rato que el autor de la felicitación era un antiguo compañero de estudios en la Universidad de La Habana, el actual ministro de Cultura Abel Prieto. Poco después, revelado el verdadero autor, Carlos comprendió que hay gestos contraindicados en el vademécum de la política.

No hay royalties ni premios Nobel para medir la calidad humana, pero sí me consta un indicio revelador: en un mundillo de chismorreos, infamias cruzadas y maledicencia deportiva, no he escuchado a nadie hablar mal de dos personas, dos escritores: Carlos Victoria y Guillermo Vidal. Ambos sintieron la literatura como una especie de sacerdocio, ambos vivieron los extremos exterior e interior del exilio y del insilio, respectivamente, ambos murieron antes de tiempo y, si existe justicia a posteriori, me gustaría que estuvieran ahora charlando de literatura en algún sitio confortable.

Inalcanzable ya para el dolor y la angustia, ignoro si más allá, Carlos, habrás alcanzado la paz, el sosiego. Confío en que tus fantasmas sean incapaces de traspasar la barrera y hayan quedado al pairo en este lado. Sí te aseguro que los fantasmas que lograste confinar en tus libros gozan de una vitalidad que crece con cada lectura. Ellos, como tú, habitan ya algún rincón protegido de nuestra memoria. Aunque quisiéramos, ellos te perpetúan, proscriben el olvido. Tanto, que incluso creo verte husmeando mientras escribo esas palabras. Y, socarrón, sonríes.

© cubaencuentro

11 Comentarios


11 by EDUARDO FAJARDO (Usuario no autenticado) 16/10/2007 10:00

Siempre lo recordare con su melena estilo James Taylor por las calles del Vedado. Algun dia ocuparas el lugar que mereces dentro de la literatura cubana ADIOS CARLOS

10 by Alejandro Anreus (Usuario no autenticado) 16/10/2007 9:50

He leido sus cuentos y sus novelas: prosa clara y fuerte, visión conmovedora del mundo. Un escritor esencial de la experiencia del exilio - el tiempo va a probar la importancia de su literatura, la cual sobrepasa su generación. Victoria esta entre nuestros grandes narradores, como Montenegro, Novas Calvo, Labrador Ruiz, y el mismo Luis Manuel García que lo recuerda en este articulo. Nunca olvidare su ponencia en NYU durante el seminario "Cuba, 170 Años de Presencia en Estados Unidos." Breve (4 paginas) y lucida, (titulada "De Mariel a los Balseros") conmovio a la audiencia. Sin duda alguna fue la mejor de ese dia. RIP.

9 by Osvaldo Contreras (Usuario no autenticado) 14/10/2007 15:30

No se quien era, pero ya pronto le haran una película como a Reynaldo Arenas O.C.

8 by Un Miamense (Usuario no autenticado) 13/10/2007 19:20

No hace justicia a un escritor exiiado e independiente como Carlos Victoria recordarlo a la espera de una felicitacion de Abel Prieto. Victoria como todos los exiliados no esperaba nada de la Cuba castrista.

7 by Carlos Centeno (Usuario no autenticado) 13/10/2007 19:20

Lo lamento....pero no se quien era Carlos Centeno

6 by James J. Pancrazio (Usuario no autenticado) 13/10/2007 9:50

Con lágrimas en los ojos, leí la noticia de Carlos Victoria. Me acuerdo haberlo conocido en Cádiz, y juntos con Fabio y Grace Murrieta compartimos una cena maravillosa, y una amistad que era igual de maravillosa. Adiós, querido Carlos V. James

5 by Denis Fortun (Usuario no autenticado) 13/10/2007 2:10

Conocí a Carlos recien llegado a Miami; seré simple:un escritor excelente; una buena persona. Sin dudas la literatura cubana, sin importar latitudes y orillas, pierde una voz enorme y un hecedor tremendo que merece todo el crédito que le asiste a los grandes. Dios lo tenga cerquita para que él le lea uno de sus cuentos.

4 by Armando VALDES-ZAMORA (Usuario no autenticado) 12/10/2007 22:10

He recibido hoy en Paris la noticia de la muerte de Carlos Victoria. Lo unico se me ha ocurrido hacer es ir a dar clases con "La travesia secreta" que él me regalara en Miami. Quienes conocieron a Carlos y quienes han leido sus libros saben cuanto pierden hoy (este dia para otros igual e intrascendente) la literatura y la dignidad humanas. El dia vendra en que Carlos Victoria ocupe el lugar que merece en la literatura cubana y también en la de la lengua. Gracias a los amigos que en estos meses han estado a su lado. Y dondequiera que estés, Carlos, un abrazo desde Paris, y toda la paz que no tuviste en este mundo. Armando

3 by Cristina fernandez Acosta (Usuario no autenticado) 12/10/2007 19:10

Lamento extraordinariamente la muerte de Carlos Victoria. Como escritor, magnifico; como ser humano, excelente. Lo primero esta demostrado en sus libros; lo segundo, en quienes lo vimos actuar como hijo, como amigo, como persona. Perdida irreparable para las letras y los sentimientos. Que descanse en paz, tranquilo, callado, ensimismado, pero en paz, como se merece.

2 by Escondido en Tarará (Usuario no autenticado) 12/10/2007 19:00

Ah, Carlos se va antes que su victimario... Lo siento, aunque conociéndolo, conociendo a sus personajes, sé que, si a alguien esto le daría lo mismo sería a él. Es curioso, Carlos Victoria ha quedado en mi memoria como muchos de sus personajes: escurridizos, honestos, discretos, pequeños, sabedores de lo valioso de su compañía, por la que no la entregaban a cualquiera. Hoy me dormiré leyendo sus relatos.

1 by José Prats Sariol (Usuario no autenticado) 12/10/2007 18:40

La cariñosa y exacta semblanza de Luis Manuel me abre recuerdos de cuando conversé con Carlos, la última vez en Miami. Ahora buscaré una foto en la acera de Universal... Coincido con Luis Manuel: Cuba pierde no sólo uno de sus mejores narradores sino uno de los escasos escritores llenos de fuerza y bondad, de amor al otro. Alguna vez le haremos un homenaje en Camagüey, será junto a las nuevas edciones que merece, será para que nunca más se discrimine en Cuba por la orientación sexual o política. Triste día, pérdida y reto. Otro que muere transterrado.

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