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A Debate

¿Caso cerrado?

El debate sobre "el quinquenio gris", que ha tenido lugar en nuestro país a partir de la "resurrección" de tres ex funcionarios del Consejo Nacional de Cultura; Pavón, Quesada y Serguera; ya va llegando a su fin, se va extinguiendo; pudiéramos decir que está agonizando. Por un momento muchos pensamos que lo que había comenzado como un simple intercambio de cartas por e-mail podría dar pie a un verdadero debate sobre temas fundamentales de nuestra cultura y, también, de la economía y de la sociedad. Pero no ha sido así. En la muy criticada Declaración del Secretariado de la UNEAC, se reconoció que las apariciones de estos ex funcionarios "no respondían a una política del organismo y que en su gestación y realización se habían cometido graves errores". Se dijo que muchos de los que habían intervenido en la polémica lo hacían porque trabajaban "obviamente al servicio del enemigo" y se refirieron a "aquellos que pretenden ver en el debate entre revolucionarios posiciones ambiguas, fisuras u oportunidades para su agenda anexionista". En la última oración se ratificó que: "La política cultural martiana, antidogmática, creadora y participativa, de Fidel y Raúl, fundada con 'Palabras a los intelectuales', es irreversible". Como para sellar el debate, Alfredo Guevara se solidarizó con el texto de la UNEAC y acusó a los funcionarios de la televisión (que son nombrados por "el Partido") de ser los responsables de la "insurgencia beligerante de la ignorancia y la mediocridad" que impera en los medios de comunicación. Guevara jamás hizo alusión al "pavonado", ni al "quinquenio gris", ni a ninguna de las propuestas que se estaban haciendo.

Muchas personas dicen que "eso ya pasó", "que fue un 'catarro malo'" (según declaraciones de Reinaldo González publicadas por el diario El Clarín, 13 de febrero del 2007), que lo del "quinquenio gris" y la polémica ocurrida en los meses de enero y febrero de este año ya son "un caso cerrado", para utilizar una terminología que ha puesto de moda la famosa serie CSI: la escena del crimen.

Pienso que, efectivamente, muchas cosas han cambiado, para bien; que las persecuciones a homosexuales disminuyeron y, en la actualidad, aunque existen muchos prejuicios, ya no se puede expulsar a nadie por ese motivo de los trabajos y de las universidades. Incluso se transmiten por la propia televisión programas que tocan este tema con gran amplitud y profundidad, como fue la telenovela La cara oculta de la luna, exhibida recientemente. También es cierto que hay una apertura real y se plantean y cuestionan asuntos que, en aquellos años, hubieran sido imposibles de tratar (prueba de ello es esta polémica). Pero sí creo que todavía persisten serias limitaciones al ejercicio verdadero de la libertad de expresión, de asociación, de movimiento (por no mencionar otros problemas, muy serios, en la esfera productiva); se mantiene el derecho que se arrogan funcionarios a decidir qué es correcto ideológicamente o no; sigue vigente el otorgamiento o no de un permiso para salir o entrar del y al país donde uno nació, lo que no es otra cosa que un freno a la libertad de movimiento e, indirectamente, a la libertad de expresión (a muchas personas se les ha negado el derecho a viajar por sus opiniones políticas); los casos de censura a libros, autores (que viven en Cuba o fuera del país), documentales y películas, etc., existen, y han ocurrido en este siglo XXI, no en el "quinquenio gris".

Pero esta realidad no se acepta; tampoco se quieren reconocer los errores e injusticias que se cometieron. Y si no se reconocen, si no se señalan las causas verdaderas, no es posible plantear que es un "caso cerrado" porque, siguiendo con la terminología detectivesca, "las evidencias" de que todavía queda mucho por rectificar así lo demuestran.

Como dice el doctor Arnoldo Kraus en su libro ¿Quién hablará por ti?: Un recuento del Holocausto en Polonia:

El "silencio humano", ese silencio cómplice, soterrado y cobarde, es una invención moderna que protege a la comunidad, despersonaliza al individuo y exime a los verdugos. Es un estado que aleja la culpa y evita la reflexión. Cuando muchos no saben, nadie sabe. Cuando no hay culpables, nadie es responsable, y cuando no hay responsables, saber carece de sentido.

2En resumen, pienso que hay cosas que se repiten en nuestros días, igual que en aquellos años, y pondré algunos ejemplos:

1.

El debate actual no ha sido reflejado en la prensa (sólo la declaración de la UNEAC, sin ninguna explicación, por lo que las personas que no tienen e-mail y que no están relacionadas con el mundo de la cultura, no entendieron nada). Tampoco se informó sobre la reunión efectuada en la Casa de las Américas, el 30 de enero de este año, en la que participó Abel Prieto, ministro de Cultura y miembro del Buró Político. Esta situación se parece a la del año 1971, cuando el famoso "caso Padilla" (que también se mantuvo "a puertas cerradas" para la población), y su explicación, puede encontrarse en el discurso de clausura del Primer Congreso de Educación y Cultura: "Algunas cuestiones relacionadas con chismografía intelectual no han aparecido en nuestros periódicos. Entonces: '¡Qué problema, qué crisis, qué misterio, que no aparecen en los periódicos!'. Es que, señores liberales burgueses, esas cuestiones son demasiado intrascendentes, demasiado basura para que ocupen la atención de nuestros trabajadores y las páginas de nuestros periódicos".

2.

No se ha reconocido, oficialmente, que sí existió una persecución a los homosexuales, que fue política de gobierno y que no terminó en la década de 1970 (recordar el Éxodo del Mariel en 1980: "¡que se vayan los homosexuales!"; las expulsiones de militantes de la Juventud Comunista ocurridas en las universidades en esa década bajo la acusación de ser "amanerados" o "amaneradas", etc.). Esto queda reflejado en Cien horas con Fidel, páginas 253-255, segunda edición, septiembre del 2006.

3.

Irreversibilidad de la política trazada en 1961 con Palabras a los intelectuales. Toda política puede mejorarse, cambiarse, no tiene que ser "irreversible".

4.

Un alto funcionario del Ministerio de Cultura manifestó en la reunión celebrada en la Casa de las Américas, el 30 de enero pasado, que Padilla había sido "un cobarde, un actor y un cínico". En la conferencio que leyó ese día, El quinquenio gris: revisitando el término, Ambrosio Fornet escribe sobre lo que le sucedió a Padilla: "A cada rato oíamos decir que estaba muy activo como consultor espontáneo de diplomáticos y periodistas extranjeros de tránsito por La Habana, a los que instruía sobre los temas más disímiles: el destino del socialismo, de la revolución mundial, de la joven literatura cubana…". Creo que se debería reconocer, francamente, que lo que le sucedió a Padilla fue una injusticia y una violación de sus derechos humanos.

Se podría continuar la enumeración de ejemplos, pero ya en estos días se ha escrito mucho sobre lo ocurrido en los últimos años.

Pienso que muchas personas querían que el debate se extendiera, que no se quedara en el estrecho marco de la década de 1970. No fue así, aunque es bueno reconocer que, hasta ahora, se han respetado las opiniones expresadas a través del limitado espacio del correo electrónico y que, según se cuenta, los que pudieron participar en la conferencia del día 30 de enero, se expresaron con entera libertad. "Del lobo, un pelo", podríamos decir, sin mucho entusiasmo y poca convicción…

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