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A Debate

¿El que calla otorga?: Lecciones del pospavonato

A raíz de los ataques publicados en La Jiribilla contra Jorge Luis Arcos, miembro del Consejo de Redacción de Encuentro.

Debería sorprender que, todavía ardientes las cenizas de la tenaz protesta vía electrónica de decenas de artistas cubanos, de las posteriores reflexiones y análisis profundos en torno a los fenómenos que atañen a la negociación de los espacios de diálogo y discusión en torno a la cultura y sociedad cubanas, aparezcan señales de que nada ha sucedido, de que tout va bien, o mejor, todo sigue igual. Pareciera que no se obtuvo nada con reflexionar, con advertir, y fuerzas hasta el momento en mutis comienzan a levantar la voz. Debería sorprender, digo, pero no sorprende.

Me explico: la edición de la última semana de enero de La Jiribilla publica un texto firmado por Ernesto Pérez Castillo titulado LA IMPACIENCIA DE LOS NUEVOS INQUISIDORES. Jorge Luis Arcos: el regreso del Capitán Araña, en el cual, para responder al texto de Arcos titulado Peor que olvidar el pasado es tener amnesia del presente, se vinculan sus palabras en tal escrito, y otras en comentarios anteriores o posteriores, a la posibilidad de que el escritor cubano, residente en Madrid desde el pasado año, aspire a ocupar; la vacante que dejara Jesús Díaz al morir el 5 de mayo del 2002 al frente de la revista Encuentro.

Dice Castillo que "Jorge Luis Arcos es uno de los impacientes que quiere ganar ventaja pescando en el río revuelto de los dineros que el gobierno de los Estados Unidos despilfarra a través de la Nacional Endowment for Democracy en su intento por destruir a la Revolución cubana"; Para ello ha publicado varios textos en los cuales alaba el pasado neocolonial y las virtudes democráticas de la República burguesa, pero también, como supone Castillo, y en ello parece situarse su denuncia, quiere "aumentar su crédito cortando porciones generosas del pastel que imaginó frente a sí tras la aparición en la televisión de la Isla de varios de los responsables de las arbitrarias políticas culturales del llamado "quinquenio gris".

Castillo hace referencia a las ahora denominadas Palabras de los intelectuales, como ya se denomina al intercambio de mensajes electrónicos que detonaran con la emisión de los programas televisivos de marras. Curioso que una publicación como La Jiribilla se haga eco de uno de estos comentarios, luego que ha silenciado el intercambio mismo.

Mas, lo realmente significativo del texto de Castillo no son sus palabras, sino las imágenes que lo acompañan, o mejor, sus pies de foto, los cuales rezan: Jorge Luis Arcos celebra el 1er. Aniversario de La Jiribilla (6 de mayo de 2002) Delante, el periodista Félix López, del diario Granma; Jorge Luis Arcos celebra el 1er. Aniversario de La Jiribilla (6 de mayo de 2002), y conversa animadamente con el poeta Carlos Martí, Presidente de la UNEAC. En la mesa, los escritores Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura, Jorge Ángel Pérez, Rogelio Riverón y la editora Ana María Muñoz Bach, Premio Nacional de Edición; Jorge Luis Arcos en la fiesta por el 1er. Aniversario de La Jiribilla (6 de mayo de 2002), junto al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, Premio Nacional de Literatura, Presidente de la Casa de las Américas y miembro del Consejo del Estado; En primera fila, en el Palacio del Segundo Cabo, Jorge Luis Arcos junto al Ministro de Cultura Abel Prieto e Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano del Libro, asisten a la presentación de Experiencia de la crítica, de la ensayista cubana Graziella Pogolotti, Vicepresidenta de la UNEAC (Enero de 2004); Jorge Luis Arcos, como parte de la delegación oficial cubana a la Feria del Libro de Guadalajara, presenta la Antología Poética de Fina García Marruz, publicada por el Fondo de Cultura Económica. (Noviembre de 2002); El poeta Edel Morales, Vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, y Jorge Luis Arcos presentan la revista Unión 48 y 49. (Enero de 2004).

Entonces, ¿se trata de una toma de posición o de un pase de cuenta? ¿Por qué señalar con tamaño énfasis la connivencia de Arcos con personalidades de la cultura cubana y figuras de jerarquía política? ¿Acaso no basta con saber que el poeta Arcos se ha vendido al enemigo histórico del socialismo cubano? La táctica goebelsiana está desplegada en toda plenitud: la palabra, el discurso, denuncia y expone a Arcos; la imagen calla más de lo que dice. Lo mismo el texto, cuando invita a pinchar en links externos que exponen las paradojas evidentes en las posiciones de Arcos. Nunca se dice que, en tanto poeta, su presencia en tales celebraciones y eventos no se debió a un oportunismo del que acaso haga gala ahora en España, sino a una obra destacada como poeta, editor y ensayista cubano. De esa obra apenas queda en las palabras de Castillo la faceta de funcionario político.

¿Para qué semejante despliegue, si con coquetear con el enemigo basta para perder la dignidad y el crédito? ¿Para qué zaherir, subrayar el delito con insinuaciones, destacando sin recato los cargos y pertenencias profesionales de los convidados del festín? ¿Hay mérito en ello? Si, como indica Castillo, este tipo ha traicionado todo lo que es justo, ¿a qué ese empeño en triturarlo?

A este paso, qué viene después. ¿Fotos de intelectuales revendiendo dólares, comprando carne de res en la bolsa negra, saliendo con platicos repletos de las soirees del Laguito adonde no van los albañiles de mi barrio? Sólo un oscuro oportunismo es capaz de tales métodos, un odio sordo y el ansia de destruir. Castillo no advierte que él mismo podría ser víctima de las tácticas que ahora usa, pues la peor calaña de informantes y soplones es aquella que condena por delitos que solo lo son en el futuro de las elecciones de cada cual. El único, el mayor delito de Arcos, es por cierto haber estado en una fiesta donde se hacían fotos que, más que acoger las cálidas armonías de una comunidad intelectual, la confianza entre colegas, servían como documentos de un futuro expediente policial.

La Jiribilla, El Caimán Barbudo, han cedido su razón de ser para prestarse a operaciones policiales, cuando se han prestado como tribunas no para las ideas en conflicto, sino para comisarios, represores y torturadores de almas, para oscuras conspiraciones que persiguen enlodar antes que hacer emerger la verdad compleja que surge de la confrontación. Supongamos que la necesidad de deslindar las asunciones políticas de algunos, de decretar su extirpación del campo intelectual nacional (léase, del oficialmente constituido, no del campo de la cultura, que opera por mecanismos diversos y de larga duración), justificase tales represalias públicas. Mas, ¿prestigia eso al campo intelectual que toma venganza? Y cuando se aplica a gente que vive en Cuba, que hace su trabajo dentro de los marcos (acaso no los oficiales, pero sí oficiosos) de la cultura cubana, ¿se gana algo? La propia Jiribilla ha sido escenario de tales abusos de poder en las Rouge; (para el que no hubo respuestas más que deslizar las supuestas disculpas de su autor) o en el reciente trapicheo en torno a Lina de Feria (¡verguenza!: coger para tales cosas a una mujer enferma) y su estancia en Estados Unidos. Ello es moneda corriente en espacios que se precian de acusar al "fascismo corriente". Que tienen el valor para hacer semejantes purgas pero no son capaces de publicar una línea sobre el tema intelectual del mes. Por cosas todavía menores se ha acusado a intelectuales cuya opinión se permite discrepar o salir en defensa de alguna postura no conveniada con esa microfacción. El propio Castillo pudo acusarme de varias cosas años atrás, en las páginas de la revista villaclareña Umbral, partiendo de dos errores que cometí en el citado de El hombre nuevo, de Ernesto Guevara (lo cual hacía en un texto a propósito de la influencia de aquella propuesta en la gestión del imaginario de mi generación, y del cual la revista publicó un fragmento). También entonces usaba como estrategia los links a palabras mías, en las que él suponía me contradecía, o mostraba la pata de "inquisidor". Para ello, invitaba a leer en un texto encontrable en la web cubana, titulado Arte es militancia, un sospechoso credo. El referido texto, publicado por Juventud Rebelde, era el resumen informativo de una sesión con Fidel del Consejo Ampliado de la UNEAC; su título, una síntesis del espíritu de las discusiones. Es decir, no se trataba de un artículo de opinión. Pero no le tembló la mano para manipular entonces. Igual recibió su respuesta, respuesta que los colegas de Umbral no publicaron.

Creo que vale la pena, porque viene muy al caso, incluir aquí un párrafo de entonces: "Si de algo sirve este anti-diálogo es para analizar las dificultades que aun presenta la edificación de una crítica del socialismo desde la izquierda. No solamente falta un aparato teórico sólido para emprenderla, un trabajo intenso desde la indagación comprometida pero ardua, que haga visible esa metodología imprescindible, sino también alejar los persistentes fantasmas que corroen entre los intelectuales revolucionarios la capacidad de destinar parte de su trabajo intelectual a temas tan álgidos como comprometidos con su contexto inmediato. Pues, para su mal, están siempre los vigilantes celosos, el verbo engrasado para descalificar a quien no cumpla con los requisitos de prestigio (que por ahora van siendo los de sostener la crítica desde las posturas de lo políticamente correcto, o el balance didáctico entre logros y deficiencias, de manera que las segundas queden empequeñecidas con las primeras o, como es el caso, que citar mal descalifica y, sobre todo, hace sospechoso todo el planteo) pues siempre está presente el fantasma aquel de que criticarnos le da armas al enemigo. Varias décadas de enfrentamiento nos enseñan que no hacer la crítica les da más armas todavía. Y hasta razones para descalificarnos".

Se confirma lo que escribiera Francis Sánchez: la crisis de la baja cultura nos concierne. Pero, en este caso, la crisis de una cultura de la ética. Nuestra respuesta debería ser desconocer esa autoridad, denunciar donde haga falta su bajeza intelectual y moral. Al cabo, no vale temer darle armas al enemigo, porque bajezas de tal calaña se las dan de sobra. Más allá de las políticas, alianzas y presuntos presupuestos o principios que no ven en los métodos con tal de obtener sus fines, hay una dimensión que se llama ética.

Quiero decir que ya está bueno de aguantar las estupideces de quienes acusan a todo lo que les huele raro de anexionista, francotirador o de coquetear con el enemigo. Su discurso es el mismo de quienes, a nombre de la Revolución, han expulsado del país a los que no comparten su visión del mundo. ¿Qué pasa en sus cabezas que no tienen el valor de convivir con aquellos que no piensan igual? De gente de esa calaña se nutrieron los tiempos en que Virgilio Piñera o Lezama fueron mandados al más oscuro de los olvidos, eso que ahora denominan "errores en la política cultural". Para su desgracia, no tuvieron correo electrónico. De lo contrario, la historia de la literatura cubana fuera distinta. Tuvieron, eso sí, expertos en silenciar y muchos supuestos amigos incapaces de jugarse el arroz de los hijos por alzar la voz en su defensa. En su caso, quizás el silencio sea siempre más digno que cualquier discurso, cuando te sabes viviendo una plenitud solamente tuya, la de la creación y el brillo propio, asediada por los mediocres de siempre.

Si algo hemos aprendido del último mes es a no sostener el silencio ante semejantes bajezas. Si para algo debe valernos cuanto ha sucedido es para mantenernos despiertos ante los arranques inquisitoriales de las facciones que siempre se han sentido impunes para decidir quién es revolucionario y quién no, para las publicaciones con editores inconsecuentes, para auditorios presas de la más terrible de las indolencias, para tolerar lo bajo como norma. Mírese en ellas las huellas tangibles, materiales, de todos los períodos grises que se quiera, para saber que siguen latentes aquellos que desean una sociedad que no desobedezca la autoridad (autoridad que no tiene el valor de someterse a escrutinio pública y abiertamente, razón suficiente para perder cualquier autoridad posible). Son los nuevos pavones, que levantan la voz para atacar pero no se juegan el pellejo defendiendo ninguna causa en la que no halla antes tres o cuatro tipos poderosos apuntados. Si una publicación insignia de la imagen que de su cultura brinda Cuba al mundo requiere de semejantes métodos, la cultura que pretende representar está en serios problemas. En el caso de quienes no los compartimos, callar no es opción válida después de enero de 2007. Ahora mismo, callar no es otorgar, pero sí dejar hacer.

© cubaencuentro

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