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Rusia, Ucrania, Putin

Dilemas de la guerra

Para mantener el poder, Putin se ha visto obligado a retornar a la dictadura totalitaria de un solo partido. Pero esta vez sin la justificación ideológica de las utopías del comunismo

Cuando Vladimir Putin dio luz verde al inicio de la invasión de Ucrania, no fue el único en pensar que la victoria sería rápida. Muchos analistas occidentales también esperaban que Kiev, la capital, cayera en cuestión de horas. Y no fueron solo analistas; altos jefes militares de diferentes países consideraban lo mismo, incluyendo hasta el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, el general Mark Milley, que predijo a principios de febrero del 2022 que una invasión rusa de Ucrania podría tomar Kiev en solo “72 horas”, muy lejos del conflicto de casi mes y medio en el que Rusia y Ucrania están ahora involucradas.

Durante las audiencias al Congreso de Estados Unidos, que se efectuaron a puerta cerrada el 2 y el 3 de febrero, Milley se bajó con una sombría predicción diciendo que Ucrania probablemente perdería 15.000 soldados en comparación con los 4.000 de Rusia. Pero no solo Milley estaba completamente equivocado, de igual forma pensaba la cúpula militar rusa y altos dirigentes gubernamentales alrededor del planeta. No por casualidad le costó el cargo al jefe de la inteligencia rusa Sergey Beseda, y a la de Francia también el general Eric Vidaud.

El valor y el ingenio ucranianos esfumaron todas esas suposiciones. A medida que la guerra se extiende a la séptima semana la balanza de la victoria ya no se inclina hacia Rusia sino a Ucrania, y sería una victoria que redibujaría el mapa no solo de la seguridad europea, sino de toda la geopolítica actual. El presidente Volodymyr Zelensky ha explicado a las naciones más importantes del mundo en su excelente dominio de la comunicación, cómo el poder popular es el secreto de la resistencia de Ucrania y por qué la guerra está cambiando a favor de su nación. “Creemos en la victoria”, declaró. “Este es nuestro hogar, nuestra tierra, nuestra independencia. Es solo cuestión de tiempo”.

En el inicio de la invasión rusa, cuando Estados Unidos le ofreció a Zelensky la extracción segura de Ucrania y este les respondió: “No necesito un paseo, necesito armas”. (I don’t need a ride, I need weapons). En ese preciso instante, me di cuenta que Putin había perdido la guerra.

He tratado de explicar a muchos amigos escépticos, incluyendo a altos oficiales norteamericanos retirados que conozco hace décadas, el por qué mi convencimiento de que Putin ha perdido.

Perdió porque para mantener el poder y el pellejo, se ve obligado a retornar a la dictadura totalitaria de un solo partido en el poder. Pero esta vez sin la justificación ideológica de las utopías del comunismo; el futuro luminoso del paraíso de la clase obrera ya no cuadra en la ecuación. Las nuevas generaciones de rusos han probado la libertad y el derecho a pensar y expresarse libremente sin edictos imperiales desfasados. El supuesto apoyo interior según sus encuestas oficiales es ya un truco gastado. La pasividad del pueblo ruso basada en la represión y el miedo durará hasta el regreso de los estantes vacíos en los supermercados y el descenso precipitado de los niveles de vida ya afectados por la dictadura oligárquica que ostenta el poder.

Perdió porque se le ha desinflado el mito de invencibilidad del ejército ruso. Aunque trate de ocultar su fracaso e incapacidad militar a su propio pueblo la verdad se impondrá, pero lo peor para su ego es que a partir de este espectáculo, otras ex repúblicas soviéticas le perderán el respeto y seguro seguirán el ejemplo de Ucrania si el dictador ruso pretende extender sus aventuras.

Perdió por subestimar uno de los más importantes factores que deciden las guerras. Está probado que los pueblos que se deciden a luchar hasta las últimas consecuencias tienen más probabilidades de prevalecer que los militares que responden a autócratas.

El último anuncio de Rusia en las conversaciones bilaterales efectuada en Turquía de que iría retirando paulatinamente las fuerzas alrededor de la capital ucraniana como gesto para crear confianza en las conversaciones no son más que pamplinadas de Putin. El presidente ruso está contra la pared, le salió mal la jugada; el descalabro ha sido descomunal y la única forma que tiene de salvar un poco la cara ante el pueblo ruso y tratar de conservar la cabeza en los tenebrosos laberintos del Kremlin es bajarse con ese eufemismo.

¿Qué Putin va a continuar con sus bombardeos y ataques? Seguro que continuará mientras se sienta el nuevo Zar de Rusia y lo sorprenda la realidad.

¿Que existen graves peligros? Por supuesto que existen. Estados Unidos y sus aliados deben contemplar no una, sino tres crisis geopolíticas, que podrían ocurrir en rápida sucesión, al igual que la guerra en Europa del Este fue precedida por la guerra de Japón contra China, y fue seguida por la guerra de Hitler en Europa Occidental en 1940, y la guerra de Japón contra Estados Unidos y los imperios europeos en Asia en 1941.

China continuamente tantea el terreno para calibrar las consecuencias de sus ambiciones con Taiwán. Si se decide a seguir el camino de Putin y si además estallara la guerra entre Irán y sus enemigos regionales, o los estados árabes e Israel, entonces estaríamos en los umbrales de la Tercera Guerra Mundial.

Algunos descartan el riesgo de una Tercera Guerra Mundial sin analizar cómo ha cambiado la situación desde el final de la guerra fría. En aquella, fue la OTAN la que no podía esperar ganar una guerra convencional con la Unión Soviética. Por eso tenía armas nucleares tácticas listas para lanzar contra el Ejército Rojo si marchaba hacia Europa Occidental. Hoy Rusia como lo demuestra su invasión a Ucrania no tendría ninguna posibilidad en una guerra convencional contra la OTAN. Es por eso que Putin tiene armas nucleares tácticas listas para lanzar en respuesta a un ataque occidental contra Rusia. Y el Kremlin ha puesto ya por boca del propio Putin a las fuerzas estratégicas en estado de alerta.

El 25 de marzo, los generales rusos afirmaron que nunca había sido su intención capturar Kiev o Járkov, y que los ataques allí solo habían tenido la intención de distraer y degradar a las fuerzas ucranianas. Que el verdadero objetivo ruso era y es obtener el control total de la región de Donbás en el este del país. Esto tampoco cuadra con las grandes pérdidas que han sufrido desde que iniciaron la invasión. Esta afirmación está destinada al consumo interno de Rusia donde el nuevo régimen de terror ha convertido en delito nombrar la guerra por su nombre. Queda por ver si con la desmoralización y los fracasos el ejército de Putin puede alcanzar este objetivo. Lo que sí está claro que será un proceso lento y sangriento, como se ha podido ver en la brutalidad de las batallas libradas.

Dado que Rusia a cambiado el objetivo inicial y se encamina para tratar de lograr una victoria limitada en Ucrania, parece poco probable que Putin se intensifique de una manera que pueda llevarlo a un conflicto más amplio. Por lo tanto, es probable un alto el fuego en cuestión de semanas, porque para entonces los rusos habrán logrado o fracasado en su nueva ofensiva en el Donbás. De cualquier manera, tendrán que dar un descanso a sus soldados. El proceso de reclutamiento y entrenamiento de reemplazos está en marcha, pero pasarán muchos meses antes de que las nuevas tropas estén listas para el combate.

La paz va a tardar mucho más en resolverse. Con cada día que pasa de la resistencia ucraniana, las posiciones parecen haberse endurecido, especialmente en las cuestiones territoriales (el futuro estatus no solo de Donetsk y Lugansk, sino también de Crimea). Bien podemos esperar ceses del fuego que no se mantienen, intentos de ganar ventaja que conducen a episodios de combates, y todo esto durante mucho más tiempo de lo que nadie parece anticipar. Eso también significa que las sanciones contra Rusia persistirán, incluso si no se endurecen.

Pero la gran interrogante, aunque subjetiva, es clave para predecir el final de esta terrible pesadilla. ¿Estaría la oligarquía gobernante rusa dispuesta a escalar la guerra a un conflicto nuclear? ¿Se impondrá la ecuación de “riesgo-recompensa” en la mentalidad de los oligarcas? ¿Estarán dispuestos a perder en una conflagración nuclear sus palacios, sus yates multimillonarios, su poder descomunal por una región devastada ya por una década de guerra? Solo ellos podrán contestar esta interrogante.

Lo que si ya está demostrado es que los ucranianos van a resistir hasta el último hombre y la última bala.

© cubaencuentro

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