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Actualizado: 18/04/2024 23:36

EEUU, Elecciones, Trump

¿Puede Trump posponer las elecciones?

El futuro de las elecciones en Estados Unidos es incierto. ¿Serán como siempre? ¿Se fomentará el voto por correo?

La pandemia de coronavirus está poniendo en jaque gran parte de la economía estadounidense, pero también está causando estragos en el proceso democrático en año electoral, escribe Anthony Zurcher, Corresponsal de la BBC en Washington DC.

Las primarias han sido retrasadas o interrumpidas, con centros de votación cerrados y procesos de voto por correo puestos en tela de juicio.

Los políticos están inmersos en luchas contenciosas sobre el proceso electoral en los congresos estatales y en los tribunales.

En noviembre, los votantes tienen previsto ir a las urnas para elegir al próximo presidente, a gran parte del Congreso y a miles de candidatos del gobierno estatal.

Pero la pregunta sobre cómo será el día de las elecciones —si es que se lleva a cabo según lo previsto— es el principal objeto de debate.

¿Podría el presidente Donald Trump posponer las elecciones?

Por ahora, un total de 15 estados han retrasado sus elecciones primarias presidenciales. La mayoría de ellos las han pospuesto al menos hasta junio.

Eso plantea la cuestión apremiante de si las elecciones presidenciales de noviembre también se celebrarán más tarde.

Según una ley que data de 1845, las presidenciales de Estados Unidos están programadas para el martes siguiente al primer lunes de noviembre cada cuatro años: es decir, el 3 de noviembre de 2020.

Sería necesario un acto legislativo del Congreso —aprobado por las mayorías en la Cámara de Representantes, dominado por los demócratas, y en el Senado, controlado por los republicanos— para cambiar eso.

La perspectiva de un consenso legislativo bipartidista que subscriba cualquier demora en las elecciones es muy poco probable.

Es más, incluso aunque el día de votación cambie, la Constitución de Estados Unidos exige que una administración presidencial dure solo cuatro años.

En otras palabras, el primer mandato de Donald Trump expirará a mediodía el 20 de enero de 2021, de una forma o de otra.

Podría estar otros cuatro años si es reelegido. Podría ser reemplazado por el demócrata Joe Biden si es derrotado en las urnas. Pero el reloj ya echó a andar, y posponer la votación no lo detendrá.

¿Qué ocurre si las elecciones se posponen?

Si no se han celebrado las elecciones antes del día de inauguración programado, el 20 de enero, la línea de sucesión presidencial entra en acción.

En segundo lugar, está el vicepresidente Mike Pence, y dado que su mandato también termina ese día, él se encuentra en la misma situación que el presidente.

La siguiente en la fila es la presidenta de la Cámara, que actualmente es la demócrata Nancy Pelosi, pero su mandato de dos años termina a finales de diciembre.

El funcionario de mayor rango elegible para la presidencia en un escenario tan apocalíptico sería el republicano Chuck Grassley, de 86 años, de Iowa, el presidente pro tempore del Senado.

Eso suponiendo que los republicanos todavía controlen el Senado luego de que un tercio de sus 100 escaños hayan sido desocupados por la expiración de sus propios mandatos.

En general, todo esto parece más propio de una novela de suspense político que de realidad política.

¿Pero podría el virus alterar las elecciones?

Si bien es improbable un cambio absoluto en la fecha de las elecciones presidenciales, eso no significa que el proceso no esté en riesgo de una interrupción significativa.

Según el profesor Richard L. Hasen, un experto en leyes electorales de la Universidad de California en Irvine, Trump o los gobiernos estatales podrían usar sus poderes de emergencia para reducir drásticamente los lugares de votación en persona.

En las recientemente concluidas primarias de Wisconsin, por ejemplo, la preocupación sobre la exposición al virus, junto con la escasez de trabajadores electorales voluntarios y de suministros electorales, llevaron al cierre de 175 de los 180 centros de votación en Milwaukee, la ciudad más grande del estado.

Si se hiciera eso teniendo en cuenta los intereses políticos —tal vez atacando las fortalezas electorales de un oponente— podría tener impacto en los resultados de una elección.

¿Podrían los estados impugnar los resultados?

Hasen también sugiere otro contexto todavía más extraordinario, aunque poco probable.

Las asambleas legislativas en cada estado, citando preocupaciones sobre el virus, podrían recuperar el poder para determinar qué candidato gana su estado en las elecciones generales.

No hay obligación constitucional de que un estado apoye al candidato presidencial que gane una pluralidad de sus votos.

Todo gira en torno al Colegio Electoral, esa institución arcaica de Estados Unidos en la que cada estado tiene “electores” que votan por el presidente.

En condiciones normales, esos electores (casi siempre) apoyan a quien gane el voto popular en sus respectivos estados.

Sin embargo, no tiene que funcionar de esa manera necesariamente. En las elecciones de 1800, por ejemplo, varias asambleas legislativas estatales les dijeron a sus electores a quién votar.

Hasen admite que, si un estado hiciera un movimiento tan “duro” hoy en día, probablemente conduciría a manifestaciones masivas en las calles. Pero eso sería en caso de que se permitieran manifestaciones masivas bajo cuarentenas y decretos de distanciamiento social.

¿Habrá desafíos legales?

La experiencia reciente en las primarias de Wisconsin podría servir como una advertencia para la interrupción electoral que podría avecinarse, y no solo por las largas colas para votar en persona en las limitadas urnas, atendidas por voluntarios y soldados de la guardia nacional con equipos de protección.

Antes del día de las primarias, el gobernador demócrata, Tony Evers, y los republicanos que controlan la asamblea legislativa estatal participaron en arriesgadas batallas legales —una de las cuales finalmente fue decidida por la Corte Suprema de Estados Unidos— sobre si el gobernador tenía poder legal para posponer la votación hasta junio o extender el plazo de votación por correo.

En marzo, el gobernador republicano de Ohio, Mike DeWine, tuvo una batalla judicial similar antes de su exitoso movimiento para retrasar las primarias de su estado.

Un juez federal en Texas emitió el miércoles una orden que hizo que el miedo a contraer el coronavirus fuera una razón válida para solicitar el voto en ausencia (o por correo) en noviembre.

Los requisitos de ese estado para la votación por correo habían sido algunos de los más estrictos de la nación.

¿Qué cambia si se reduce el riesgo?

En una encuesta de opinión reciente realizada por el Pew Research Center, el 66 % de los estadounidenses dijeron que no se sentirían cómodos yendo a un centro de votación durante la actual crisis de salud pública.

Este tipo de preocupaciones han incrementado la presión sobre los estados para ampliar la disponibilidad de boletos por correo para todos los votantes, y así minimizar el riesgo de exposición viral.

Si bien cada estado prevé alguna forma de votación remota, los requisitos varían mucho.

“Tenemos un sistema muy descentralizado”, dice Hasen. “Los estados tienen mucho margen de maniobra en términos de cómo hacen estas cosas”.

Cinco estados en el oeste de Estados Unidos, incluidos Washington, Oregón y Colorado, llevan a cabo sus elecciones totalmente por correo. Otros, como California, proporcionan un boleto postal a cualquiera que lo solicite.

¿Por qué en algunos estados no gusta el voto por correo?

Por otra parte, 17 estados requieren que los votantes proporcionen una razón válida por la que no pueden votar en persona para calificar para el voto en ausencia.

A estos estados se les ha pedido que relajen sus requisitos y que hagan que la votación por correo sea más fácil de obtener, aunque algunos líderes se resisten.

Mike Parson, el gobernador republicano de Missouri, dijo que ampliar el acceso al voto en ausencia era un “problema político” y sugirió que el miedo a contraer el virus no es, en sí mismo, una razón para calificar para el voto por correo.

Republicanos en otros estados, como Carolina del Norte y Georgia, han expresado cosas similares.

El Congreso podría intervenir y exigir que los estados brinden un nivel mínimo de votación en ausencia o sistema de votación por correo, pero dado el estancamiento partidista actual en el Capitolio de Estados Unidos, las posibilidades de que eso ocurra son escasas.

¿Están de acuerdo los partidos en cómo proteger las elecciones?

No. Dada la intensa polarización de la política moderna, no debería sorprender que los cambios que puede haber en cómo se llevan a cabo las elecciones durante una pandemia se hayan convertido en un debate cada vez más polémico.

El propio Donald Trump se ha opuesto a la votación ampliada por correo, diciendo que es más susceptible al fraude.

También ha sugerido que un aumento en la participación al reducir las restricciones de votación podría dañar a los candidatos republicanos.

Pero no está claro que los conservadores sean más perjudicados por la votación por correo, ya que los republicanos suelen emitir un mayor número de votos en ausencia que los demócratas.

¿Está en riesgo la democracia en Estados Unidos?

El brote de coronavirus está afectando todos los aspectos de la vida estadounidense.

Si bien Trump y otros políticos están presionando para que la vida regrese a una normalidad aparente, no hay garantías de que todo esté bien en junio —cuando muchos estados han reprogramado sus primarias—, en agosto —las convenciones de los partidos—, en octubre —los debates presidenciales— o incluso el día de las elecciones en noviembre.

En épocas normales, los meses venideros marcarían un golpe de interés político nacional y de actividad creciente hasta el día de las elecciones.

En este punto, todo está en duda, incluidos, para algunos, los fundamentos de la democracia estadounidense.

“Incluso antes de que llegara el virus, estaba bastante preocupado de que la gente aceptara los resultados de las elecciones de 2020 porque estamos muy hiperpolarizados y obstruidos por la desinformación”, dice Hasen, autor de varios libros sobre elecciones, el más reciente Meltdown: dirty tricks, distrust, and the threat to American democracy (“Fusión electoral: trucos sucios, desconfianza y la amenaza a la democracia estadounidense”).

“El virus suma mucho más a esta preocupación”.

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