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Actualizado: 17/05/2024 12:58

A debate

Foucault y el debate cubano

Decir que Martí combatió el autonomismo, simplemente porque pensaba que Cuba debía ser libre, es perder de vista su idea romántica de la revolución.


"Que se siga pensando a Martí desde las antípodas de las principales corrientes ideológicas de finales del siglo XIX (positivismo, liberalismo, cientificismo, etcétera) es tan simplista como ingenuo. La revolución de Martí, si bien se apoyó en una masa heterogénea de obreros y burgueses, no tenía previsto cambiar radicalmente el país, y la mayor muestra de ello es que nunca lo hizo. Martí combatió el anexionismo y el autonomismo porque pensaba que Cuba debía ser libre. Pero en lo que se refiere a la 'cuestión social', apostaba por la 'evolución' lenta a través de la historia", afirma Jorge Camacho.

Como en un par de artículos recientes he "pensado" así a Martí, destacando el contraste entre su pensamiento y el de Francisco Figueras, y la posible actualidad de aquella controversia entre el independentismo y el autonomismo, me veo en la obligación de intentar explicar por qué este acercamiento no es tan simplista e ingenuo como Camacho supone, y por qué me parece que la alternativa que él propone, la de la teoría foucaultiana, no resulta del todo productiva para estos debates cubanos.

Decir que el hecho de que la revolución de Martí no logró cambiar radicalmente el país evidencia que este no estaba entre sus propósitos, me parece, eso sí, bastante ingenuo: ya se sabe que una cosa son las intenciones y otra los resultados, y así es claro en este caso, pues la guerra no hizo sino propiciar aquella intervención norteamericana que Martí buscaba evitar a toda costa.

Concepción sacrificial del patriotismo

En el discurso martiano no es marginal la idea de un cambio radical del orden social de la Colonia. Mientras los autonomistas pretendían evolucionar desde este orden hacia la independencia, pasando por la autonomía; para Martí, que veía cómo en las "repúblicas de papel" las formas coloniales habían sobrevivido, se trataba de la fundación de una nueva comunidad nacional. Como Manuel de la Cruz, a la guerra le atribuía ese papel creador y redentor: decir que Martí combatió el autonomismo simplemente porque pensaba que Cuba debía ser libre es perder de vista su idea romántica de la revolución, tan cercana a la sensibilidad de un Michelet.

También muchos autonomistas pensaban que Cuba debía ser libre, pero temían los efectos devastadores de la revolución, y no creían que la nación —ese nuevo absoluto que en la revolución francesa sustituyera al poder del soberano— tuviera necesariamente que encarnar en un Estado para que fuera posible el ejercicio de determinadas libertades políticas. El autogobierno era, para ellos, suficiente como espacio mínimo para comenzar a desarrollar un proyecto de sociedad; a esto oponía Martí no un simple deseo de libertar a Cuba del despotismo español, sino una concepción sacrificial del patriotismo, presente ya en El presidio político en Cuba.

Ese apunte sobre la raza citado por Camacho muestra que en su fuero interno Martí podía estar muy cerca de los positivistas, pero lo cierto es que en sus discursos de propaganda su posición era la otra, la retórica de la fraternidad racial, que era también una retórica de la utopía. La contradicción entre el apunte privado y el discurso público evidencia, acaso, el costado demagógico, populista, del independentismo martiano; pero, en todo caso, oponer aquella retórica del "no hay razas" a las constataciones positivistas de Figueras no es reproducir el énfasis que en ella ha puesto el castrismo, sino comprender la especificidad, e incluso la profunda originalidad, del discurso martiano.

Al poner énfasis en sus comunidades con el liberalismo decimonónico, es Camacho quien simplifica, en tanto escamotea la resistencia fundamental de Martí al discurso civilizador representado por Saco, Sarmiento y tantos otros. "Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza", dice Martí en Nuestra América. La reivindicación de la autoctonía y de la naturaleza comporta en este panfleto una inequívoca inversión de la perspectiva civilizadora, letrada, y esta ruptura con aquella tradición ilustrada está estrechamente ligada, como ha visto Julio Ramos, a la adopción de una autoridad literaria.

Reducir lo que resulta irreductible

"Crear es la palabra de pase de esta generación", dice también allí Martí. La dicotomía de la creación y la crítica, de la revolución y la reforma, estaba ya, y desde luego tiene que ver con la fundación de una Cuba nueva. En ese punto Martí ya no es un liberal. De los que veían la incapacidad de los pueblos —que son, en el caso cubano, los anexionistas y autonomistas—, llega a decir: "Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre". Anteponiendo la patria a las libertades del individuo, pues ella representaba para Martí un reducto de sacralidad en ese mundo desencantado, vacío de grandeza y hazaña, descrito en su prólogo al Poema del Niágara.

Desde luego, estas diferencias se reducen si pensamos a Martí, como quiere Camacho, desde Foucault; como se reducen si las pensamos desde el marxismo. Como tanto pensamiento radical que hace su agosto en la academia norteamericana, el de Foucault tiende a reducir lo que, desde una posición más modesta, resulta irreductible: igual que Adorno y Horkheimer comprenden el sadismo como expresión de esa dominación del sujeto burgués sobre la naturaleza y los hombres que habría de conducir al totalitarismo, Foucault desarrolla una percepción apocalíptica de la modernidad liberal.

Donde el pensamiento liberal celebra una progresiva liberación de las autoridades de la tradición y la monarquía, Foucault percibe el progresivo aumento del control del Estado. Según esta perspectiva, las sociedades modernas son, ante todo, disciplinarias, y la democracia, formal. Ese milagro de la historia de la humanidad no tiene demasiado valor.

El problema de esta teoría es que tiende a borrar esa diferencia entre la democracia burguesa y el totalitarismo, que para quienes conocemos en carne propia este último, resulta preciosa. De hecho, Foucault apenas habló del totalitarismo; su concepción de la biopolítica define, sobre todo, la época moderna, donde lo que antes quedaba fuera de la esfera política —eso que Agamben, siguiendo a Benjamín, ha llamado "vida desnuda"— ha sido politizado, en un dispositivo de saber y poder que en el siglo XIX convirtió el cuerpo y la población en objetos de control del Estado burgués.

Pero adoptar semejante radicalismo, ¿no llevaría a perder de vista la diferencia no sólo de grado, sino de esencia, que desde una perspectiva liberal hay entre la democracia y el totalitarismo, entre los dispositivos del Estado liberal y las represiones del Estado totalitario?

Intentos a gran escala

La sociedad burguesa produjo, ciertamente, una gran cantidad de discursos sobre la sexualidad y la raza, pero sólo los regímenes totalitarios intentan en gran escala regenerar o exterminar a los "degenerados".

En Cuba existía una tradición de letrados que, desde Saco hasta Ortiz, criticó la vagancia, entre otros "vicios" como el juego y las lidias de gallos, pero sólo el totalitarismo comunista criminaliza el ocio, convirtiendo el hecho mismo de no trabajar en delito contrarrevolucionario. Se diría que es justamente la destrucción de la separación de lo público y lo privado en que se fundamenta el orden burgués, lo que hace posible la "biopolítica" totalitaria.

Creo, por tanto, que la "linealidad preocupante" entre la revolución de 1895 y la de 1959 no hay que buscarla en las prácticas represivas del Estado republicano, ni en aquello que el independentismo compartía con el liberalismo decimonónico, sino más bien en lo que en el discurso martiano se resistía al prosaísmo liberal. Es aquella dimensión sacrificial, patriótica y al cabo estética del independentismo martiano, que oponía la autenticidad de lo autóctono al exotismo de los "letrados de librería", lo que ha nutrido esa nueva "reivindicación de Cuba" que ha sido castrismo.

© cubaencuentro

14 Comentarios


14 by Marta Hernández Salván (Usuario no autenticado) 13/06/2008 0:20

Querido Duanel, Creo que acusas injustamente a la teoría foucaultiana de no haber sabido diferenciar entre el totalitarismo y la democracia. Sobre todo, cuando la sociedad moderna se transforma en una sociedad disciplinaria, cuya tecnología de poder acaba convirtiéndose en poder biopolítico. Precisamente Foucault hace hincapié en el estado nazi, estado totalitario por excelencia, como "desarrollo paroxístico de los nuevos mecanismos de poder que se habían introducido desde el siglo XVIII". Más adelante, Foucault destaca incluso el ejemplo del estado socialista como "estado racista con respecto a los enfermos mentales, los criminales, los adversarios políticos, etc." Estas citas son del Curso del Collège de France "Hay que defender la sociedad" que Foucault había dictado en el año 1975. Me imagino que el no tenía como modelo el caso cubano, del que por aquella época, los intelectuales progresistas franceses, tenían una idea muy equivocada, como ha demostrado Iván de la Nuez en Fantasía Roja. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Foucault habla explicitamente de los estados nazi y socialista como ejemplos de estados totalitarios donde el poder biopolítico llegó a sus consecuencias más brutales.

13 by E. González (Usuario no autenticado) 09/06/2008 15:40

Puede estar tranquilo el señor Osorio, pues nada de lo que cree acerca de mi es real. También puede tranquilizarse con su Foucault fantasma, quien por lo visto tampoco corresponde a lo comúnmente reconocido y debatido por los que mejor estudian su obra. Eso sí, ojalá tengamos aviso oportuno sobre dónde es que el señor Osorio se propone actuar “revolucionariamente” por si acaso decidimos no aportarnos por el sitio.

12 by E. González (Usuario no autenticado) 09/06/2008 14:40

De acuerdo a lo atinadamente planteado por Pirote, habría que concentrarse en los seminarios y conferencias anuales dictados en el Colegio de Francia, para de este material extrapolar y trasladar estrategias. De lo más próximo al terreno cubano se puede consultar la colección de Jonathan Xavier Inda, Anthropologies of Modernity: Foucault, Governmentality, and Life Politics. Por último, en cuanto al polémico pensador y filósofo, en el contexto argumental suscitado en estas páginas, lo mejor sería leer (y debatir con) el último libro de Slavoj Zizek, In Defense of Lost Causes (Una de cuyas causas perdidas y defendidas es la del radicalismo de Foucault en cuanto a Irán, como substituto del lugar alterno entre intelectuales de Occidente ocupado antiguamente por Cuba y Vietnam) -- Todo esto en el plano contradictorio típicamente Zizekiano, el de dar un buen paso en la peor de las direcciones. En fin, como puro acto interlocutorio, Zizek representa la Gran Bestia acuática y volante, el Moby Dick de la izquierda en la desaparecida latitud de sus naufragios

11 by Pedro Osorio (Usuario no autenticado) 09/06/2008 14:40

Senor Eduardo González Leo con atención sus comentarios y en especial esas diferenciaciones que hace entre los varios “Foucaults”. Creo ver en usted no tanto una duda metodológica como un miedo terrible a lo que significaría repensar a Cuba desde los postulados del filosofo frances, cosa que ya han hecho otros, incluyéndome a mi mismo desde hace veinte anios. Me puedo equivocar, pero sus comentarios sufren de un antidemocratismo y como dice Camacho, un antiintelectualismo profundo, que se traduce en esa frase donde afirma que las ideas de Foucault son contrarias al “neoliberalismo, al cristianismo social-democrático, al socialismo de estado, al populismo, a la inserción de la Isla en el concierto de las naciones abocadas a la globalización”. Bueno, menos mal que usted no es militar o ya que va en retirada, porque sus palabras serían ordenes. Revolucionariamente, PO

10 by Hugo Pirote (Usuario no autenticado) 09/06/2008 9:00

El problema me parece que no es tanto Foucualt sino la manera como lo leemos. En su obra hay zonas profundamente productivas para cualquier crítico. Lo importante es tomar en cuenta que hay otras zonas peligrosas, que hay que leerse con cuidado. También es importante contextualizarlo, el mejor remedio contra la tentación totalitaria de los teóricos de moda. Foucault escribió en la Francia burocrática y republicana del siglo XX. Sus trabajos de archivo se basaron en su mayoría, si mal no recuerdo, sobre experiencias en la historia de instituciones francesas. No sé si habrá llegado a las mismas conclusiones analizando otros archivos....No sé qué piensan ustedes....

9 by Eduardo González (Usuario no autenticado) 09/06/2008 1:40

El Foucault que describe y sitúa Iván de la Nuez en el contexto cubano no es ni el pastiche invocado por Jorge Camacho en su artículo sobre Martí ni el criticado por Duanel Díaz en su respuesta. El Foucault “tardío” (de Vigilar y castigar en adelante) es muy complejo y coincide con su expansiva recepción en EEUU e Inglaterra, en disciplinas tales como estudios culturales, gay and lesbian studies, teoría política, antropología, etc. (El Foucault tardío ES Foucault.) Dicho Foucault da un saldo teórico negativo en cuanto al estudio de políticas gubernamentales y sociales ubicadas en el orden liberal democrático electoral de partidos políticos y negociaciones en busca de conciliación y—precísamente—“gobernabilidad.” No fue en nada frívola la adhesión suya a causas disidentes y radicales. Pero se trataba de tipos de disidencia y radicalismo que mucho se distinguen de lo que de alguna manera caracterizaría las posibilidades y diferencias de la heterogénea disensión cubana actual. (Me imagino la risa suya al leer las propuestas social-cristianas de un Payá.) Conviene revalorar la polémica biografía de James Miller (1993), The Passion of Michel Foucault, (elogiada por Edward Said y Richard Rorty, entre otros), en la cual se trazan y contextualizan los factores de su sexualidad desde muy temprano, al mismo tiempo que se demuestra el papel constitutivo del marqués de Sade en su obra—y la inmensa influencia de Georges Bataille. Rechazo pues la sugerencia de frivolidad en relación con estos vectores de pensamiento y voluntad de carácter libertino—en un sentido histórico. Por cierto, no hice referencia al masoquismo de manera peyorativa o mojigata. Sólo quise advertir que el compromiso político a fondo con su epistemología, su conducta y sus vitales fueros de activista requiere cautela y reflexión. Por otra parte, la genuina restitución y apropiación de Foucault para incorporarlo en una modalidad de pensamiento crítico sobre una posible Cuba futura haría de dicha modalidad algo insobornablemente contrario al neoliberalismo, al cristianismo social-democrático, al socialismo de estado, al populismo, a la inserción de la Isla en el concierto de las naciones abocadas a la globalización…. La lista podría continuar... El tema da para una Conferencia. Cordialmente, EG

8 by Para los que se creen filósofos (Usuario no autenticado) 08/06/2008 21:00

Caballeros: déjense de inflar tanto globo y de tantas turbaciones mentales, que a lo que hubo y hay en Cuba, al único que puede aplicársele es a Mikhail Bajtín. Todo es bajtiniano en la Isla. Carnavalesco.

7 by Iván de la Nuez (Usuario no autenticado) 08/06/2008 19:40

Creo que, tratándose de "Foucault y el problema cubano", convendría recorrer la utilización de este pensador por parte de los ensayistas o historiadores cubanos. Los que nos servimos de él hace veinte años sabemos, al menos, dos cosas: 1. Lo que nos ayudó: A entender de otro modo las relaciones entre cultura y poder; a saber que este no es únicamente un asunto de Estado y se expande por los individuos -ese dictadorcito que todos llevamos dentro-; y, sobre todo, a comprender que pensar es, sobre todo, pensar de otra manera, distinta a la que se espera o a la que se nos impone.) 2. Lo mal recibido que fue. Se nos criticó por ello y era un problema ideológico. (A las hemerotecas me remito). En cuanto al asunto del sadomasoquismo, la gente que tradujo, trabajó o tuvo amistad con Foucault parece coincidir en que fue algo más bien tardío, sobre todo en su etapa de San Francisco. Tuvo zonas frívolas -su propensión a los maoistas, su fascinación, desde lejos, con el primer Khomeini, su vanidad para chupar cámara en las manifestaciones. Todo esto lo distanció, por ejemplo, de Deleuze. Y tuvo zonas turbias: flota sobre él la sospecha de que ya sabía que estaba enfermo y contagió a sabiendas a amantes y amigos. Creo que su obra es inmensa y, a los que nos servimos de ella en Cuba, nos resultó de gran ayuda.

6 by Jenofonte Ramirez (Usuario no autenticado) 08/06/2008 10:00

¿Cuál es esa obsesion de Eduardo González con analizar a Foucault a traves de su biografia? ¡No lo toquen que era “sadomasoquista”! ¡No lo citen que era maricon!! Eso es lo que está diciendo González y por supuesto, Duanel Diaz copia. Eduardo, por favor, no envenenes más a la sociedad ateniense con tus charlas socraticas, y deja que el muchacho escoja por sí mismo, que va y a lo mejor se decide por Foucault!

5 by Miguel Sisto (Usuario no autenticado) 07/06/2008 22:40

?Entonces Duanel Diaz copio un comentario de Eduardo González? No entiendo. Hay algo en este ensayo que sea de Duanel? Lo dudo. El prof. de John Hopkins University deberia ponerle una demanda a Duanel Diaz por plagio, no? Cierto.

4 by Eduardo González (Usuario no autenticado) 07/06/2008 18:20

Duanel Diaz da en el clavo con la crítica de Foucault. Como afirmé en un comentario anterior, el liberalismo para Foucault representaba una inflexión más de los regímenes de poder generados por la Ilustración. Hay además en Foucault cierta fervor por los regímenes de "castigo" en detrimento de los de "vigilancia"--algo que sus biógrafos han vinculado con sus devociones sadomasoquistas. (En los primeros se torturaba y mataba en nombre de la Deidad, en los segundos se vigilaba, se disciplinaba y se hacía la ortopedia de las almas y sus conductas.) En este sentido, el debatido asunto del "medievalismo" de Foucault en su condena y rechazo de las modernidades liberales disciplinarias habría intervenido en su estusiasmo inicial por los revolucionarios iraníes--al que aludí en mi comentario inicial. Creo que recurrir a Foucault a estas alturas para analizar asuntos históricos cubanos en una perspectiva presentista orientada hacia el futuro es un error. Como señala Duanel Diaz, con ello se arrasan las diferencias. Me parece que Camacho, a pesar de su notable inteligencia y conocimientos históricos, sigue demasiado interesado en reformar esa "escuelita" que, ya sea como cobija o como virus interno, controla las actitudes que él apropiadamente intenta demistificar. Pero me parece que la escuelita se convierte así en un clásico "straw man" (un muñeco de paja) en el torneo en pro o en contra del gran caballero Martí.

3 by Colibrí (Usuario no autenticado) 07/06/2008 10:00

El problema de todos estos análisis es que legitiman a la revolución como fuente de Significado cuando en realidad la revolución destuyó todo Significado en su intento por renovar los signos. Estos chicos no han entendido nada y amortiguan su confusión recuriendo a patrones de pensamiento que parten de otros contextos. Si hubiesen entendido a Foucault sabrían que es necesario salirse de los moldes e intentar la invención de otras categorías.

2 by Marco Lopo (Usuario no autenticado) 06/06/2008 15:40

Yo hubiera preferido a Julia Kristeva.

1 by joseluis sito (Usuario no autenticado) 06/06/2008 15:20

Foucault en sus últimos cursos du Collège de France ya ponía el liberalismo en otro pilar y lo sacaba precisamente de allí donde el marxismo y demás lo habían metido. Para el ultimo Foucault, justamente, no había el suficiente liberalismo, se precisaba aun más. Pero para eso hace falta saber de que liberalismo se habla y lo que produjo. Pero algo muy importante es lo que dice Foucault sobre el poder. Dice precisamente que el Poder no existe, existen poderes, mas exactamente relaciones de poder. A partir de aquí se pudiera entender mejor el porque de la toma de poder de los Castro, es decir que fue lo que condujo a la victoria de los unos sobre los otros. Y sobre todo lo que permitió guardar ese poder durante tantos años. El poder absoluto de los Castro no viene linealmente de una historia cubana, como una progresión histórica inevitable e irreprensible que conduce por la fuerza del destino hasta el Dictador Máximo. Los Castro (porque son varios) y sus cómplices toman el poder absoluto y lo guardan gracias a métodos, a operaciones, personas, etc. todo entramado en luchas que van a conducir a una guerra civil durante muchos años después de 1959. La dictadura totalitaria no se construye a partir de una epopeya martiana o revolucionaria, es, al contrario, la llamada Revolución cubana que se construye a partir de una Historia nacional. Pero, justamente, la Revolución cubana no tiene nada, en absoluto, que ver con la dictadura totalitaria castrista. La dictadura totalitaria y la llamada Revolución no son una misma cosa, son todo lo contrario. La dictadura se construye sobre formas típicas del terror, que no es únicamente matar y encarcelar, pero también ofrecer prebendas, honores y gratificaciones para los sirvientes, los domésticos. Esto seria útil de analizar y estudiar, para sacar la Revolución de la propaganda donde la metieron los castristas, para sacarla de la instrumentalización donde se encuentra. Para sacarla de la ecuación mentirosa: Revolución= castrismo. Queda mucho que hacer para salir de simplificaciones y dualidades simplistas como liberalismo-socialismo, independentistas-autonomistas, revolucionarios-conservadores, etc. Fue contra todas estas categorías facilonas que Foucault y Deleuze, entre otros, trabajaron. Un ejemplo. Los campos de concentración son una invención inglesa. Pero Foucault dice muy bien que eso no nos autoriza a decir que Inglaterra fue un país totalitario, y si hay un país que en la historia de Europa no fue totalitario es Inglaterra. Pero ella inventó los campos de concentración que serian uno de los principales instrumentos de los países totalitarios. Es un ejemplo de transposición de una técnica de poder, lo que no significa en absoluto que no haya diferencias entre un campo de concentración en un país democrático y en un país totalitario. Lo que no podemos hacer, y en esto Foucault insiste, es en absolver un régimen político de todo lo que puede hacer en nombre de principios que lo inspiran. Es decir, en nombre de una moralidad y ética, de principios muy altos, los castristas cometen y cometieron crímenes horrendos. Esto no se puede absolver. Entonces es importante analizar los mecanismos de poder, las relaciones de poder que condujeron a esta dictadura totalitaria y decir como funciona y en que consiste para impedir una serie de manipulaciones y mistificaciones. Trabajo por delante. Con esto ya estamos ayudando a levantar la tiniebla. Con lo otro todo sigue su curso y su runrún. RESISTENCIA ¡! UNION ¡! VIVA CUBA PRONTO LIBRE ¡!

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