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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Opinión

La goleada de Uribe

¿Hasta qué punto la reelección del presidente colombiano significa un punto y aparte en la tendencia continental?

Adelantándose por unos días a la pasión futbolística mundial, Álvaro Uribe ha ganado por goleada las elecciones colombianas. Sus partidarios (62% de los votos) han aprobado su gestión, lo que le permitirá gobernar el país por otros cuatro años.

Los comicios generales de Colombia, además de confirmar el liderazgo del mandatario, también afectan el ecosistema político regional: la revalidación de la Casa de Nariño supone un paréntesis en la tendencia de gobiernos de izquierda en la zona.

En la práctica, sin embargo, dicho resultado no puede interpretarse globalmente como una ruptura de mayores consecuencias, a pesar de los matices que obviamente generará la presencia en el poder de un líder derechista.

Aunque lo separa un océano ideológico de Hugo Chávez y Evo Morales, el presidente colombiano se verá obligado (ya lo ha hecho durante el último medio año) a desplegar una política de no enfrentamiento con las izquierdas radicales.

Esto podría justificarse por la susceptibilidad de la frontera colombo-venezolana, donde el terrorismo de las FARC incide notablemente. Igualmente, Chávez —mediante una 'generosa' chequera— ha creado una red clientelar favorable a sus políticas regionales, lo que supone un grave escollo para quienes se le oponen.

Salvo que se produzcan nuevas realidades en los países que este año celebran consultas electorales, Álvaro Uribe no dejará de ser una especie de isla y su actuación exterior probablemente será discreta, con el conflicto interno como prioridad gubernamental.

Dimensión interior

A esto se suma que desde 2005 el presidente ha confiado a La Habana el papel de mediador en un futuro diálogo con las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Esto le ha llevado a eludir posiciones críticas hacia el régimen cubano y hacia sus amigos más cercanos —léase Chávez y Morales—. Tal enfoque no es bueno ni malo per se, aunque claramente no beneficia los intereses de los demócratas cubanos. Aquí la derecha ha actuado con el mismo pragmatismo que tantas veces se ha reprochado a otros.

En clave interna, la reelección de Uribe Vélez podría ser positiva para su país, si la tendencia a la baja de los asesinatos, los secuestros y el narcotráfico logra sostenerse y mejorar, pero sin menoscabo de los derechos humanos y el respeto a las víctimas. La reelección no debería servir al mandatario para actuar con impunidad ni conseguir la pacificación a cualquier precio.

Por otra parte, no deja de ser significativo el ascenso electoral de Carlos Gaviria (Polo Alternativo Democrático, 22%), quien —a juzgar por sus declaraciones— pudiera constituir una opción responsable de izquierda —más cerca de Lula, Vázquez y Bachelet que de Castro, Chávez y Morales—, en dirección opuesta a la fiebre de populismo.

© cubaencuentro

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