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Barnet, Cultura, UNEAC

En vía de extinción

El problema siempre presente en reuniones como la celebración por el 55 aniversario de la UNEAC, es que se proyectan desde el pasado y no hacia el futuro

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El gobernante de Cuba, Raúl Castro, alertó en un mensaje a los intelectuales y artistas de la Isla de que el país está amenazado en el campo cultural por “proyectos subversivos” y una “oleada colonizadora global”, aunque confió en que podrán enfrentar el desafío, publican medios oficiales, de acuerdo a una información de la agencia Efe.

La misiva fue leída en la noche del lunes durante la celebración por los 55 años de la oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

“Hoy estamos doblemente amenazados en el campo de la cultura: por los proyectos subversivos que pretenden dividirnos y la oleada colonizadora global. La UNEAC del presente continuará encarando con valentía, compromiso revolucionario e inteligencia estos complejos desafíos”, leyó el presidente de la organización, Miguel Barnet.

Llama la atención como el régimen de La Habana se empeña en jugar a la carta de “plaza sitiada” o “país amenazado” cuando en realidad la situación no solo ha cambiado, sino ha sido ese propio Gobierno quien a diario contribuye a establecer el panorama actual.

Para llevar a cabo este objetivo, el centro de poder en la Plaza de la Revolución cuenta con tres aliados fundamentales. Uno es la introducción de esa especie de ajiaco ideológico donde se pierden los principios y solo se recurre a palabras al uso cuando es necesario aparentar ciertas definiciones. En ese caso, de momento le resulta suficiente recurrir a la “soberanía”, los “logros” o el rememorar constantemente otra época —la prensa nacional limitada a un texto alterado de historia. Otro es la propia ambigüedad en que se mueve Washington, no en sus acciones prácticas de momento sino en su carencia de un plan de futuro explícito respecto a la proyección de lo que ocurrirá en la Isla. La Casa Blanca solo está interesada en establecer una base difícil de modificar tras las elecciones presidenciales de noviembre, y es incapaz de avanzar más allá. La tercera es la socorrida y sencilla cooperación de testaferros oportunos para aprovechar personalmente lo que ocurre hoy y vivir su “momento feliz”, como es el caso del actual presidente de la UNEAC.

Así que el Gobierno de Raúl Castro puede aspirar tranquilamente a sacar ventajas económicas de la “oleada colonizadora global” y al mismo tiempo considerar que la población cubana está inmunizada —gracias fundamentalmente a la represión y el sacar aunque sea migajas del fenómeno— de los atisbos de otro mundo que en ocasiones llegan a sus calles: La Habana ha sido escenario para la filmación de series y películas estadounidenses como House of Lies y los más recientes episodios de las sagas cinematográficas Fast and Furious y Transformers; The Rolling Stones ofrecieron un concierto gratuito en marzo pasado en la capital cubana; el modisto Karl Lagerfeld y la firma Chanel realizaron un desfile de modas en el Paseo del Prado y celebridades como Katy Perry, Rihanna y Madonna han recorrido las calles de la ciudad. Importantes figuras en todos los campos del arte y la intelectualidad de Estados Unidos integraron una delegación de más de 50 miembros e invitados del Comité Presidencial para las Artes y las Humanidades, que arribó a la capital cubana apoyada por la Casa Blanca para estrechar vínculos culturales.

El esfuerzo para beneficiarse financieramente del oropel y el espectáculo, la pompa y circunstancia y el lujo y lo exótico cuenta a su favor con el establecimiento en la Isla de un deslinde superior al existente en otros países de Occidente, donde el espectáculo y la cultura se entremezclan. En Cuba la UNEAC pretende mantener una “pureza” que no es tal, sino simple sumisión.

El problema siempre presente en reuniones como la celebración por el 55 aniversario de la UNEAC, es que se proyectan desde el pasado y no hacia el futuro. El socialismo cubano dejó de ser un proyecto holístico, donde cualquier imperfección se explicaba —o justificaba— con una visión de conjunto, para convertirse en un modelo social identificado por poco más que un grupo de derechos sociales básicos, como la educación y la salud pública, proporcionados más mal o más bien por el Estado, pero donde la satisfacción de un conjunto creciente de necesidades individuales, desde la alimentación y la ropa hasta la recreación, quedaba en manos de la suerte o el destino de cada individuo. Aunque se niegue, la cultura se continúa concibiendo con un carácter elitista.

Para entender la cultura cubana en estos momentos hay que partir de la línea definitoria que constituye el surgimiento del mal llamado “Período Especial”. A partir de ese hecho, todas las proyecciones teleológicas han resultado fallidas. Más que una línea recta, ascendente o descendente, el transcurrir de la sociedad cubana a partir de abril de 1991 ha estado formado por trayectorias interrumpidas, vías quebradas, dudas y continuidades. Al tiempo que el socialismo ha dejado de ser un presente eterno en la Isla, tampoco se puede hablar de un hiato dentro de un capitalismo de larga duración, según el término acuñado por el historiador Fernand Braudel.

La realidad cubana se sitúa entonces dentro del ámbito de lo que se define como un “socialismo tardío” —quizá sería mejor hablar de rezagos socialistas— y una sociedad donde el concepto de “post-modernidad” se acoge por defecto y no por exceso.

El postmodernismo cubano —sería arriesgado hablar de post-socialismo— se define no por la existencia de una sociedad postindustrial, sino precisamente por su ausencia. Paradójicamente, la importancia que adquieren durante el Período Especial las imágenes de ruina y decadencia, junto con el renacimiento de lo que podría considerarse “música de ayer”, pasan a ser interpretadas como ejemplo de autenticidad y resistencia, no como muestras del fracaso del socialismo. Esta lectura es asumida no sólo por el discurso oficial de la Isla, o por las declaraciones de algunos de sus voceros, sino también por los medios de prensa y las industrias editorial y cinematográfica internacionales: el fenómeno Buena Vista Social Club, los numerosos libros con fotografías de La Habana y otras partes de Cuba y la infinidad de artículos aparecidos en publicaciones periódicas, iniciados en revistas como National Geographic y Cigar Aficionado y continuados en nuestros días hasta en periódicos locales de Estados Unidos. Los viejos automóviles, las tradiciones del pasado, el entramado urbano de una ciudad en ruina exhibidos no como ejemplos de una época capitalista ya desaparecida, sino como ejemplos de supervivencia precisamente gracias a la ausencia del capitalismo.

En esta lectura postmodernista de Cuba, donde la publicidad aparece junto al cartel político en cualquier vidriera de un establecimiento habanero, el Período Especial, en su momento cumbre de decadencia y miseria, fue una especie de República de Weimar, a la inversa en cuanto a riqueza y nivel de vida, pero no por ello ausente de una cultura que hasta cierto punto puede considerarse propia.

Sin embargo, en la celebración por el 55 aniversario de la UNEAC su presidente se limitó a volver, una vez más a las Palabras a los Intelectuales de Fidel Castro, referirse lacayunamente al 90 cumpleaños de Castro, y señalar que la institución aún le quedan “demonios por combatir, como la mediocridad, la chatura y el populismo”.

Solo en las sociedades cerradas no tienen cabida oficial el cinismo y la superficialidad como sustitutos de un afán intelectual —casi siempre inútil— por mejorar la sociedad. Pero más que hablar de una ventaja en estos casos, la situación puede resumirse en una culpa mayor: la imposición de la parodia disfrazada de alegato político, medidas pueriles y represión sin límites elevadas a la categoría de decretos de Estado.

La UNEAC es un rezago de otra época y su futuro es la extinción. Si no ocurre en la Cuba actual es porque aún conserva cierto valor ideológico. Su propia definición y razón de existencia responde al modelo social y político existente en la URSS y el campo socialista, ya extinguidos desde hace décadas.

El fin de la UNEAC traerá la desaparición de algunos privilegios para unos pocos y un sentimiento de indiferencia para la mayoría de quienes realizan una labor intelectual en Cuba.

Lo que ocurre en una sociedad democrática es que la necesaria libertad intelectual viene por lo general asociada a un menor interés de los centros de poder —y en última instancia de toda la sociedad— en las obras literarias y artísticas.

Este hecho no ocurre de igual forma en todos los países, pero en general se puede hablar de un proceso de parcelación cultural y social. Como parte de ese proceso, las universidades y diversas instituciones —algunas gubernamentales, sobre todo en los países europeos y en Canadá— asumen los valores de determinados grupos, o consideran necesaria su divulgación, y facilitan la creación y publicación de obras literarias y artísticas, con el objetivo de distribuirlas en un circuito más o menos amplio. Por otra parte, actúan como contrapartida al rechazo y desconocimiento de la cultura, en un mundo donde la lectura y la participación en actividades culturales ocupa cada vez más un lugar secundario.

Instituciones como academias, universidades, e incluso ministerios dedicados a la preservación y engrandecimiento de las tareas culturales resultan beneficiosas, pero la existencia de un órgano de control y censura, como la UNEAC, es más dañina que útil.


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