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Electricidad, Apagones, Petróleo

Gobierno cubano niega existencia de “apagones”

La disponibilidad de generación de potencia eléctrica en el país es superior a la demanda, afirma la empresa estatal Unión Eléctrica

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Las autoridades de la empresa estatal Unión Eléctrica (UNE) de Cuba aseguraron el lunes que “ni existen apagones ni están previstos”, aunque insistieron en los llamados al ahorro y el cumplimiento de las medidas adoptadas por el gobierno para reducir el consumo de combustibles en la Isla, informa la agencia Efe.

La disponibilidad de generación de potencia eléctrica en el país es superior a la demanda de 2.750 megavatios existente en esta época del año, la de mayor consumo debido a las altas temperaturas y las vacaciones estivales, según dijo el directivo de la UNE Pavel Angulo.

El director del Despacho Nacional de Carga de la UNE explicó que los “apagones” son cortes del servicio eléctrico realizados para cubrir la demanda del sistema eléctrico ante el déficit de generación, pero negó que se estén produciendo en este momento.

En respuesta a quejas de la población sobre cortes de electricidad ocurridos, Angulo indicó que se han debido, en un 40 %, a circunstancias imprevistas como averías en las redes y roturas.

“El 60 % restante ocurre a causa de los trabajos de mantenimiento que llevamos a cabo en las redes de distribución”, añadió el funcionario y aseguró que “estas labores se realizan siempre de manera programada. Se avisan”.

Precisó que en lo que va de año se han ejecutado acciones para “disminuir interrupciones imprevistas a los consumidores, eliminar zonas de bajo voltaje y minimizar las pérdidas eléctricas”.

En las últimas semanas directivos de la UNE han exhortado a la población a “consumir sin derroches”, sobre todo en La Habana, que consume el 26 % de la generación eléctrica del país.

Aunque señaló que se trabaja en momentos de “contingencia energética”, Fidalgo indicó que “no se trata de afectar sino de emplear la energía con eficiencia, solo la necesaria, sin derroche”.

El gobernante cubano, Raúl Castro, alertó el pasado julio respecto a las “circunstancias adversas” que afronta el país caribeño provocadas, entre otros factores, por la crisis de Venezuela y la “contracción” en el suministro de su petróleo.

Castro ordenó medidas a favor del ahorro energético y la contención del gasto de divisas.

Por su parte, el entonces ministro de Economía, Marino Murillo, anunció “un ajuste en el consumo de los portadores energéticos durante los últimos seis meses del año”, cuyo suministro se vería afectado en un 25 %.

El sistema energético cubano depende todavía en gran medida del crudo subsidiado que recibe de Venezuela, unos 100.000 barriles diarios, aunque la Isla produce 4 millones de toneladas de petróleo y gas al año que se destinan principalmente a la generación eléctrica, y solo cubre un 50 % del consumo del país.

El caos eléctrico imperante en la Isla es muy difícil de comprender desde el exterior. Son demasiados años de medidas torpes, equipos obsoletos y el depender de proveedores como primero la desaparecida Unión Soviética —un país que se caracterizó siempre por la fabricación de productos, desde camiones hasta proyectores cinematográficos, ajenos a las más elementales normas de ahorro— y luego la Venezuela de Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro.

Por décadas los cubanos han sido víctimas de una mezcla de escasez y despilfarro en todos los órdenes de la vida. Ningún sector ha ejemplificado esta paradoja con tanta abundancia como el energético. Al tiempo que los apagones se alargaban por varias horas, cuando había electricidad se malgastaba sin tino, casi siempre a consecuencia de instalaciones defectuosas, adaptaciones improvisadas y equipos electrodomésticos con décadas de funcionamiento.

Una de las última obsesiones del ahora exgobernante Fidel Castro —antes de tener que ceder temporalmente el poder— fue la “revolución energética”. Como era usual en los planes del Comandante en Jefe, una mezcla de proyectos inalcanzables, pasos certeros y decisiones erróneas marcaron esa transformación en el sistema eléctrico del país, destinada a poner fin a los frecuentes e insoportables apagones.

Difícil aún, luego de más de diez años, calcular el avance real del proyecto. Se vio desde el principio que la creación de pequeños grupos electrógenos, encargados de producir energía en pequeñas cantidades, no ofrecen una solución a largo plazo.

Sin embargo, la llegada del abundante crudo venezolano —cuyo costo despendía y depende de acuerdos y no del precio real del mercado—, junto a la distribución de equipos más eficientes, llevó a la casi desaparición de los “apagones”.

Pero ese mejoramiento de la producción eléctrica sigue dependiendo en buena medida del suministro de petróleo venezolano. Y aquí es donde viene creciendo la incertidumbre sobre el futuro de tales acuerdos.

El problema es que en Cuba no se ha realizado una verdadera transformación del sistema, sino que existe una red a la que constantemente se le vienen añadiendo parches y más parches sin que lo nuevo logre imponerse sobre lo viejo.

La triste realidad es que la llamada “revolución energética” no fue más que otro de los planes de Fidel Castro llamados al fracaso: se atiende un aspecto de la situación y se deja a un lado una visión de conjunto. El equivalente de entregarle un equipo de aire acondicionado a una persona que vive en una “villa miseria” o darle un convertible a alguien para que lo maneje por las calles de un barrio marginal. Solo que en ese caso ni siquiera quedaba la ilusión de un equipo último modelo o un artículo de lujo: los electrodomésticos vendidos por el Gobierno cubano durante la campaña energética de Fidel Castro resultaban mejores solo en comparación con los equipos obsoletos y que apenas funcionan o lo hacían a medias existentes en muchos hogares cubanos.

Mejorar este deterioro del nivel de vida, que los cubanos han soportado pacientemente durante décadas, continúa siendo el reto más fuerte que enfrenta el Gobierno de Raúl Castro. Por lo pronto, las soluciones en muchos casos, para tener mejores y más modernos equipos eléctricos en el hogar, han dependido de la generosidad, la suerte y las posibilidades de recibirlos desde el exterior, fundamentalmente de la comunidad cubana en Miami. La dependencia al petróleo adquirido fuera, para el consumo eléctrico continúa, y a quienes viven en la Isla no les queda más remedio que cruzar los dedos y ni siquiera encenderle una vela a “los santos”, porque lo mejor es guardarla por si vuelven los “apagones”, porque las noticias en la prensa oficial no sirven para alumbrarse.


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