Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sinsonte, Literatura

Deuda con el sinsonte

Considerado el pájaro cantor por excelencia, los machos más virtuosos de estas aves pueden “interpretar” tonalidades de entre 50 y 200 melodías

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En la literatura, no cuenta con el mismo prestigio que disfrutan, por ejemplo, los perros y los gatos. Pero el sinsonte también puede presumir de muchas virtudes. Además y a diferencia de canes y mininos, nadie osaría discutirle sus grandes habilidades artísticas y su virtuosismo musical. Es el cantor por excelencia, un título que no el mismísimo canario se atrevería a poner en duda o reclamar para sí.

A propósito de esta última ave, hay quienes en una muestra de ignorancia que debería avergonzarles dan ese nombre al sinsonte. En Puerto Rico, para no ir más lejos, lo llaman canario. Más disculpable es que también suelan hacerlo en España, donde esa especie es desconocida. Eso explica que la célebre novela de Harper Lee y su versión cinematográfica se hayan traducido como Matar a un canario, cuando el título original es Matar a un sinsonte. Algo muy distinto es que en México su nombre sea cenzontle, palabra que proviene de náhuatl cenzontototl.

Y que nadie piense que ese y los otros nombres con que se le conoce fue puesto al azar. Nada de eso. Eso queda para otros animales. A ver, el perro, ¿por qué se llama así? Pues porque fue el primer nombre que le vino a la mente al que se lo puso. En cambio, cuánta sabiduría hay sintetizada en centzontototl: centzontli (cuatrocientas) y tototl (ave). Es decir, ave de cuatrocientas voces. Lo mismo en inglés: mockingbird: tomock (burlarse) y bird (pájaro). O sea, pájaro burlón. Y no digamos el nombre científico: mimus polyglottos: mimus (imitador), pollyglottos (muchas lenguas), imitador de muchas lenguas. ¿Qué otras especies del reino animal pueden presumir de semejante linaje etimológico?

No debe extrañar que al sinsonte no se le conozca en países como España. A diferencia, por ejemplo, del gorrión, que aunque es originario de Eurasia y el norte de África se puede encontrar por todo el mundo, a excepción de la Antártida, el hábitat del sinsonte se reduce a América del Norte, Centroamérica y el norte de Sudamérica. Otro rasgo que lo distingue del gorrión, adaptado a vivir cerca de los seres humanos, es que no le gustan los espacios urbanos, pues necesita de la vegetación. Construye sus nidos a unos tres metros del suelo, en árboles y arbustos de abundante follaje. No obstante, si se le trata con cariño y no se le molesta en la época de procreación, llega a adquirir mucha confianza. Incluso se posa en las ventanas y en algunas ocasiones hasta se aventura a entrar al interior de las casas.

Por lo general, el sinsonte reside permanentemente en una zona, aunque los del sur de Canadá y el norte de Estados Unidos emigran durante el invierno. Tienen una marcada preferencia por ciertos árboles (el liquidámbar, el arce, el platanillo), pero evitan los pinos. En las áreas urbanas raramente bajan a tierra. Se les ve, en cambio, encima de los postes del tendido eléctrico, así como en las ramas más altas de los árboles. Su dieta consiste en frutas e insectos. Recuerdo que cuando yo era niño, las personas que los criaban en la casa les daban de comer el fruto del cundeamor. Se trata de una baya amarilla y cubierta de rugosidades, que en su interior contiene unas semillas envueltas en una pulpa roja. Esas semillas son precisamente las que se dan a los sinsontes. También los criadores les preparaban unas bolitas de puré de papa remojadas en yema de huevo. Hablo, naturalmente, de otra época, aquella en la que en Cuba se ataba a los perros con ristras de longaniza.

Otros pájaros y aves se caracterizan por un plumaje vistoso y colorido. El sinsonte, por el contrario, prefiere vestirse son sobriedad y distinción. Padre, madre e hijos poseen un plumaje gris, con la cola de color oscuro con los bordes blancos. Las plumas de sus alas son mucho más oscuras y están fileteadas de blanco. Eso se puede apreciar mejor cuando vuelan o cuando las extienden en el suelo, un movimiento que realizan en dos etapas. Esto último es algo que también suelen hacer cuando cantan, y de acuerdo a los ornitólogos lo hacen como una exhibición territorial.

Valiente y agresivo al defender a sus crías

A simple vista, no es posible diferenciar a un sinsonte macho de la hembra. Ambos tienen un plumaje muy similar. Asimismo los dos participan en la construcción del nido, si bien es el macho el que realiza gran parte del trabajo. Como elemento diferenciador, se puede apuntar que la hembra tiene menos color blanco en las plumas y su tamaño es más pequeño que el del macho. Otro detalle es que este canta más fuerte y más seguido, sobre todo, en primavera. Durante los meses de verano, las hembras rara vez cantan.

El sinsonte es un pájaro muy independiente y solo se le ve acompañado de su pareja. Es además muy valiente y se vuelve muy agresivo al defender a sus crías. No permite que otras aves y animales se acerquen al nido. En el caso de los depredadores insistentes, emplea una táctica: a través de una llamada especial convocan a los sinsontes que se hallan en las áreas cercanas y entre todos atacan al intruso. Esta actitud debe sorprender a las aves de otras especies, pues se juntan para observar cómo los sinsontes defienden a sus crías y alejan al depredador.

Un equipo de la Universidad de la Florida llevó a cabo un estudio que probó que son capaces de distinguir a los seres humanos que representan una amenaza para sus nidos. Para ello, los científicos reclutaron voluntarios entre los estudiantes del campus. Instruyeron a algunos de ellos para que se acercasen a los nidos de los sinsontes y los tocaran. Esa acción se repitió tres veces más en 24 nidos. Aunque los fingidos agresores se cambiaron de ropa y se acercaron por distintos caminos, a la tercera vez los sinsontes reaccionaron de manera defensiva e incluso los atacaron en la cabeza con su pico. En cambio, ignoraron a aquellos que en ninguna de las visitas tocaron su nido. En el estudio participaron 51 mil estudiantes, pero a las aves les bastaron pocos minutos para aprender a reconocer entre ellos a sus potenciales enemigos.

Pero el sinsonte es conocido, sobre todo, por ser el cantor por excelencia. Ni siquiera el ruiseñor logra superarlo, pues además de las agradables modulaciones de su gorjeo, posee un repertorio mucho más amplio. La mayoría de los pájaros tienen un solo canto, y por eso al oírlos trinar resulta fácil adivinar cuál es. No ocurre lo mismo con el sinsonte. Eso se debe a su capacidad para imitar el canto de otras aves e incluso reproducir sonidos mecánicos. Cuando están para la broma y se dedican a tomar el pelo a otros pájaros, los machos más virtuosos pueden “interpretar” tonalidades de entre 50 y 200 melodías. Esa perfección para imitar tal variedad de cantos es precisamente lo que lo ha hecho ser merecedor de los distintos nombres con los cuales se le identifica.

Esa virtud de imitar el canto de muchas otras aves constituye para los ornitólogos todo un enigma. De ser un ave rapaz, podría pensarse que lo que lo lleva a emular a sus congéneres de otras especies es engañarlos para así darles caza. Pero el sinsonte no es predador de otras especies, de modo que tal hipótesis en su caso queda descartada. Lo cierto es que parece disfrutar cuando canta. Lo hace durante todo el año, excepto a fines del verano, cuando muda el plumaje. Se dice que canta más fuerte en el crepúsculo de la mañana, aunque a veces canta hasta de noche. Acompaña sus trinos con movimientos acompasados o, si se quiere, con una especie de danza. Y si está volando, describe en el aire unos círculos que se cruzan. El canto además le sirve en el momento de buscar pareja.

¡Si parece un sinsonte parado en una mata de mango!

Si se le cría desde pequeño, se le puede domesticar fácilmente. Con un poco de paciencia, se logra que aprenda algunas melodías. No hace mucho leí un artículo acerca de una familia de Las Tunas que tiene uno al que llaman Tatico. La señora le enseñó el Himno nacional, y según ella es una de sus piezas favoritas. También “interpreta” El manisero y El golpe de bibijagua, y hasta puede chiflar como una persona. De acuerdo a su dueña, se habituó a vivir en la ciudad y no quiere ni saber del monte. Cuando lo llevan, se pone triste y se niega a ejecutar sus gorjeos. En México existió uno muy famoso, llamado Caruso. Cuentan que silbaba a la perfección la Marcha nupcial de Schubert, así como el popular corrido La cucaracha.

Por todo ello, no es de extrañar que el término sinsonte haya pasado a aplicarse a determinadas personas cuyos méritos se quiere resaltar. Así, al poeta José Santos Chocano se le llamó “el sinsonte peruano”, lo cual es curioso puesto que esta especie no forma parte de la fauna de ese país andino. Para elogiar el arte inigualable de Benny Moré, la escritora cubana Fina García Marruz expresó: “¡Qué voz! ¡Si parece un sinsonte parado en una mata de mango!”. Mucho más difícil de comprender son las razones por las cuales los guionistas de la cuarta temporada de la popular serie de televisión Game of Thrones, dieron al séptimo episodio el título de Mockingbird.

Por el contrario, de todo punto inaceptable es el hecho de que la Agencia Central de Inteligencia tuviese el atrevimiento de llamar Operación Sinsonte a una de sus habituales actividades secretas. Fue puesta en marcha en la década de los 50, y su objetivo era influir en los medios de comunicación. Con ese fin, se contrató a destacados periodistas de los periódicos y canales de televisión más poderosos de Estados Unidos, quienes difundían noticias que la CIA les proporcionaba. La agencia además les pagaba con información clasificada que los ayudaba con su trabajo. La CIA llegó a controlar prácticamente publicaciones como The New York Times, Newsweek y Times Magazine.

Como resulta fácil suponer, el sinsonte ha merecido la atención de numerosos escritores y artistas. Me limitaré, no obstante, a ilustrarlo con unos pocos ejemplos. En la edición de mayo de 1889 del San Francisco Examiner, el norteamericano Ambrose Bierce dio a conocer la narración The Mocking-bird, que después recogió en el libro Cuentos de soldados y civiles. Está ambientado durante la Guerra Civil y su protagonista es un soldado del ejército federal. Se trata de un magnífico texto, en el cual Bierce, como es característico en sus narraciones, introduce lo irreal y lo fantástico. The Mocking-bird fue uno de los tres cuentos que el francés Robert Enrico adaptó al cine en su filme Au coeur de la vie (1963). Del mismo reproduzco a continuación este fragmento:

“Mano con mano y corazón con corazón los dos, los únicos hijos de una madre viuda, anduvieron por senderos de luz y valles de paz, viendo cosas nuevas bajo un sol nuevo. Y a través de todos los días dorados flotaba un sonido incesante: la rica, emotiva melodía de un sinsonte en una jaula junto a la puerta de la cabaña. Éste invadía y poseía todos los intervalos espirituales del sueño, como una bendición musical. El pájaro jubiloso siempre estaba cantando; sus infinitas, variadas notas parecían fluir de su garganta sin esfuerzo, en burbujas y riachuelos a cada latido del corazón, como las aguas de un manantial pulsante. Esa melodía fresca, clara parecía, en efecto, el espíritu de la escena, el significado y la interpretación del sentido de los misterios de la vida y el amor”.

En Cuba, el sinsonte es considerado el rey de las aves cantoras. Eso justifica que unos cuantos poetas le hayan dedicado poemas. En el segundo volumen de su Antología de la poesía cubana, José Lezama Lima apunta que la fuga de un sinsonte le inspiró a Julia Pérez y Montes de Oca su primera poesía. Y agrega que “su hermana Luisa, en otro poema, la regaña por querer retener el pajarillo”. En esa misma antología aparece “El sinsonte y el tocoloro”, donde su autor, el matancero José Jacinto Milanés, dice: “Mas yo espero, linda flor,/ linda flor de Canasí,/ que tú buscarás en mí/ no dinero, sino amor.// Mi esperanza no es error,/ y aunque el tocoloro apronte/ su pluma, que alegra el monte,/ tendrás su canto por ronco,/ pues siempre en cualquiera tronco/ canta mejor el sinsonte”.

Sinsontes dormidos, acróbatas y olvidadizos

El propio Lezama Lima escribió también estas décimas que desmienten su fama de poeta barroco y oscuro: “Le digo al amanecer/ que venga pasito a paso,/ con su vestido de raso/ acabado de coser./ El sinsonte vuelve ya/ a lavarse en el cantío/ que va murmurando el río/ con alegre libertad./ Su casa en el caserío,/ humea azul el cantar”. Del villareño José Yanes es “El sinsonte de la Sierra”: “El sinsonte de la Sierra/ abre su pico y desgrana/ un saludo a la mañana/ que brilla sobre la tierra./ No quiere un canto de guerra,/ prefiere un trino de amor,/ pero si un cuervo impostor/ daña la luz de la aurora,/ cierra su pico y perfora/ las entrañas del traidor”. No he podido consultar el poemario de Emilio de Armas Junto al álamo de los sinsontes, de modo que me limito a mencionarlo. Sí pude consultar El pájaro tras la flecha, de Orlando González Esteva, libro al cual pertenece este poema: “Hay un sinsonte dormido,/ en medio de la floresta,/ se separó de la fiesta/ cuando oyó venir el ruido./ Se ha taponado el oído/ con un trozo de jabón/ (le molesta el algodón)/ y le ha dado a su guitarra/ en vez de cuerdas la garra/ del silencio por canción”.

Pero no solo los poetas. También los narradores han escrito al sinsonte. Aquí reproduzco el comienzo del Cuento del sinsonte olvidadizo, de Antonio Orlando Rodríguez:

“Vuela que te busca y busca que te vuela, el sinsonte desmemoriado llegó junto al arroyo, y este, al verlo tan piquicerrado, le propuso con su voz de agua:

“—Canta mi canción, amigo.

“—A ver —suspiró el sinsonte—, ¿cómo es?

“—Así:

“Erre y erre rifirrafe

erre y erre raferrí,

rápido, arremolinado,

runruneante y saltarín.

Relumbrante, revoltoso,

refrescante y retozón,

risueño corre el arroyo:

reguilete bajo el sol”.

Aunque ya advertí antes que lo que aquí se mencionan son unos pocos ejemplos, no quiero dejar de anotar que los autores cubanos no son los únicos que han rendido homenaje al sinsonte. El mexicano José Rosas Moreno tiene un poema titulado “El cenzontle”, que es muy conocido y admirado. De paso, señalo que el billete mexicano de 100 pesos, puesto en circulación en 2010, reproduce escondidos en letra muy pequeña los versos más famosos de Netzahualcóyotl, el rey poeta de Texcoco: “Amo el canto del cenzontle,/ pájaro de cuatrocientas voces;/ amo el color del jade/ y el enervante perfume de las flores;/ pero amo más a mi hermano el hombre”.

Concluyo este modesto elogio del sinsonte con un texto de la escritora Ida Vitale, nacida en Uruguay, un país en donde nuestra ave no se conoce. Se titula “Sinsontes y margaritas”, y aparece en el libro Mella y criba (Editorial Pre-textos, Valencia, 2010):

De nuevo aquí el sinsonte,

el ruiseñor del día,

acróbata por los aires de plata.

De nuevo es marzo,

para él feliz y danza

y en ese impulso vuelan trinos

desde el mástil muy alto

al más cercano borde del azul,

vacila, lo borda por segundos,

recompone una malla,

tensa un vacío, mira con ojo exacto

las quietas margaritas

y vuelve, en un vuelo gracioso,

vigía sin paz,

a la misma, persistente atalaya

donde lo descubrí.

No le importa, sensato,

lo pasajero, lo que abajo pasa,

gente sin ton ni son,

sin música, agobiada de urgencias.

Él canta por su especie

como no lo hace el hombre”.