Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Dos veces Omara: “Reír y cantar” y “Omara & Chucho”

Omara Portuondo ha demostrado, durante más de 60 años, cualidades interpretativas que la convierten en leyenda viva de la canción y el bolero latinoamericano

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Escribe Zoé Valdés en La ficción Fidel: “Han desempolvado a la Omara Portuondo. Su magnífica voz la malgastó desgañitándose en himnos patrióticos, y de vez en cuando un feeling para equilibrar. Y dicen los publicistas sociolistas que Omara es la reina de la canción cubana. Las verdaderas reinas son Celia Cruz, Olga Guillot, o la Lupe y la Freddy, ya fallecidas; o Lucrecia, con un repertorio como compositora y cantante insuperable para su juventud. Lo siento, Omara Portuondo, Compay Segundo, y todo ese asilo Santovenia junto, no tendrán jamás el altísimo nivel, ni el repertorio, ni la calidad de un Orlando Contrera, de un Ñico Membiela, de un Chico O’Farrill, y de otros vivos o muertos en el camino del exilio”. Es indiscutible la desinformación musical de la autora de La nada cotidiana. (¿Qué hace el trompetista, compositor, arreglista y director de Jazz Band, Chico O’Farrill, en esta nómina de cantantes?). Es cierto, Olga Guillot, Celia Cruz, La Lupe, Freddy y Graciela son reinas, pero Omara ocupa un lugar destacado en ese séquito de majestades. Nunca entenderé ese afán de zaherir desde el exilio a los músicos, escritores, artistas, actores y cineastas cubanos que han decidido permanecer en la Isla. Omara es, por encima de todos los mohines políticos, una de las más grandes vocalistas cubanas de todos los tiempos

La ganadora del Grammy Latino, 2009 —Mejor Álbum de Música Tropical, Gracias— ha demostrado, durante más de 60 años, cualidades interpretativas que la convierten en leyenda viva de la canción y el bolero latinoamericano. En 1947 —con 17 años—, ingresa en el “Grupo Loquibambia Swing” (Frank Emilio, piano; José Antonio Mendez, Jorge Mazón, Bobby William, Elegio Valera, Leonel Bravet, Alberto Menéndez); en 1951, sustituye a Elena Burke en el Cuarteto de Orlando de la Rosa (Aurelio Reinoso, Roberto Barceló, Adalberto del Río); en 1952 es miembro de la Orquesta Anacaona; entre 1953 y1967, es fundadora y voz segunda del Cuarteto Las D’Aida (Aida Diestro, directora; Elena Burke, Moraima Secada, Haydée Portuondo, voces); en 1970 emprende larga gira internacional con la Orquesta Aragón (Francia, Japón, Bélgica, Finlandia, Suecia)… Algunos reconocimientos: Premio Festival de la Canción de Varadero (1970), Premio del Ayuntamiento de Saint Bois, Francia (1984), Medalla Alejo Carpentier (1988), Premio al Espectáculo Noche Cubana, España(1990), Orden Félix Varela (2002), Premio del Gran Teatro de La Habana (2011).

Discografía básica: 1957, Cuarteto Las D’Aida (RCA Victor) —dirección musical de Chico O’Farrill—; 1959, Magia negra —primer álbum como solista— (María Grever, Lecuona, Adolfo Guzmán, Portillo de la Luz y versiones de piezas de jazz: “Caravan”, Duke Ellington; “That Old Black Magic”, Harold Arlen); 1984, Omara Portuondo con Adalberto Álvarez (viraje en su carrera, exposición de sus cualidades como sonera/guarachera); 1995, Palabras (Nubes Negras); 1997, Desafíos —con Chucho Valdés— (Nubes Negras) y La Novia del Feeling (EGREM); 2000, La GranOmara (EGREM), Amigas: Omara Portuondo, Moraima Secada, Elena Burke (Marakka) y Omara Portuondo (World Circuit); 2001, Dos Gardenias (Tumi Music); 2002, Joyas Inéditas (EGREM); 2004, Flor de amor (World Circuit); 2005, Omara &Bethania (Montuno); 2007, Singles (Malanga Music); 2008, Gracias (Montuno); 2009, Pensamiento (EGREM); 2010, Rompiendo la rutina (EGREM), 2010, Reír y Cantar (Bis Music); 2011, Omara & Chucho (Montuno).

Semejante trayectoria pone en evidencia que nadie la ha “desempolvado”, su presencia en los espacios de la canción hispana ha sido recurrente, confirmación de su “altísimo nivel” internacional como vocalista. México, Canadá, España, Estados Unidos, Japón, Bélgica, Francia, Suecia y Finlandia, entre otros países, la han acogido y ovacionado. Ha compartido tablas con Edith Piaf, Pedro Vargas, Rita Montaner, Bola de Nieve, Elena Burke, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Danilo Pérez y John Patitucci, entre otros. Amiga de Ernesto Lecuona, Isolina Carrillo, Cesar Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Moraima Secada, Arsenio Rodríguez, Pablo Milanés, Rafael Lay, Ruben González, Ibrahim Ferrer… Nadie ha interpretado como ella “Dos Gardenias” (Isolina Carrillo) o “Noche Cubana” (Portillo de la Luz). Quien no haya escuchado sus inflexiones en el bolero “Te quería” (Alberto Vera) no sabe lo que es cantar con filin. Inició carrera con el apelativo de Omara Brown: La Novia del feeling; la disquera londinense World Circuit la bautizó La Diva del Buena Vista, ella prefiere llamarse, simplemente, Omara.

Reír y Cantar, convite con los niños

En el álbum Gracias, Omara Portuondo decide compartir “Cachita” (Rafael Hernández) con la niña Rossio Jiménez. La guaracha del compositor portorriqueño se convierte en un gozoso diálogo rítmico de inusitada belleza. “Me recuerda mucho a mi nieta, y ella a mí cuando yo era niña. Me emocionó mucho cantar con Rossio”, comentó la intérprete de “Lo que me queda por vivir”. No dudo que de esa experiencia naciera la idea de este álbum con canciones infantiles. Unos meses antes había sido reclamada por los productores de Tiana y el sapo (Walt Disney, 2010) para participar en la banda sonora con la canción del personaje de la anciana Mamá Odie, “Dig a Little Deeper”. Composiciones, de la pianista Enriqueta Almanza (1934–1996) con textos de Celia Torriente, muy conocidas por los infantes de la Isla. “Barquito de papel”, “Juan me tiene sin cuidado”, “Doce mulitos”, “Qué sí, Qué sí”, “¿Dónde está la cutara?”, “Rima rimando”…

Orquesta y coro de niños bajo dirección musical y orquestaciones de Eddy Cardoza López. Destacan las trompetas, flauta y cuerdas que subrayan algunas onomatopeyas y, asimismo, las percusiones que logran una suculenta parranda de rondas infantiles. Las modulaciones de Omara entran al terreno de lo lúdico con su característico rubato y fraseo de configuraciones siempre precisas.

Guaguancó (“Carpintero”), mambo (“¿Dónde está la cutara?”), sones (“Doce mulitos”, “Son de los niños”, “Qué sí, Qué sí”…), chachachá (“El cangrejito”, “Rima rimando”), marcha (“El soldadito de plomo”), balada (“Di por qué”), conga santiaguera (“¡Qué lindo es sembrar!”), guaracha (“¿Por qué no voy a bailar?”) y swing (“Canción del espantapájaros”, tema de Olga Navarro) en acusados armónicos y deleitables cadencias. Fonograma que presenta a una Omara arrebujada en los encantamientos de la canción infantil: perspicacia y ternura de una cantante ineludible.

Omara & Chucho, voz y piano se escurren por la delicadeza

Hay un viejo axioma jazzístico que reza más o menos así: no importa lo que se toque, lo que importa es cómo se conciba la ejecución de manera tal que parezca que es la primera vez que se interpreta y se haga único. En Omara & Chucho se patentiza cabalmente la sentencia a la que acabo de hacer referencia: doce temas que hemos escuchado un montón de veces, los cuales aparecen ahora arropados en caligrafías de novedosas enunciaciones armónicas. Segundo álbum de Omara Portuondo y Chucho Valdés en conversación holista, el anterior —Desafíos— lo produjo el sello español Nubes negras en 1997.

Piano profuso con guiños debussyanos y habla jazzística pespunteada con tumbao cubano (“Y decídete mi amor”, Méndez; “Huesito”, Fredy Alberto Solano) pero, también coordenadas y preámbulos clásicos (“Claro de luna/ Llanto de luna”, Beethoven/ Julio Gutiérrez) o citas de Rachmaninov (“Alma Mía”, María Grever). El filin no es, como muchos creen, bolero cubano empalmado a brozas jazzísticas. Ese intergénero que nació en un callejón (Hammel) del barrio habanero de Cayo Hueso en los años 40, es, sobre todo, un habla, un idiolecto, en el que confluyen muchos conformes musicales (Nat King Cole, Billie Holiday, Manuel Corona, Sindo Garay, Charlie Parker, Alberto Villalón, Benny Goodman, Duke Ellington, bebop, técnicas del scat, tonalidades impresionistas…). Esta grabación corrobora al filin en la integridad de su policromía cosmopolita.

Cartilla musical con introito de “Noche cubana” en voz sola de Omara: oratoria de rubato que juega con el tempo modificando los valores de las notas en un pulso expresivo incomparable. Piano accelerando y ritardando el tempo, de manera simultánea en las diferentes junturas de las piezas, que recuerda al Franz Listz de Les Préludes. En “Me acostumbré a estar sin ti” (Juan Almeida) Chucho acomete un exordio en bosquejos de swing que después entrecruza en los cauces de las inflexiones de Omara (si el comandante músico viviera se sentiría orgulloso de semejante arreglo). La trompeta de Wynton Marsalis entra en acción en el puente de “Esta tarde vi llover” (Armando Manzanero) con lenitivo y ondulante silbo del motivo melódico, espera las conclusiones y cede una coda de concordados soplos armstrongianos.

En “Si te contara” (Félix Reyna), “Mis sentimientos” (Piloto y Vera), “Recordaré tu boca” (Tania Castellano) y “Nuestra cobardía” (José Antonio Méndez) Chucho acompaña desde gradaciones ad libitum en una correspondencia de confabulación que nos lleva a esas encrucijadas que lograba Bill Evans con el bajista Scott LaFaro. Improvisaciones desbocadas, súbitas, al servicio del caprichoso rango (tesitura) en la exposición de las notas por Omara (mudas de contralto a mezzo agresiva y cordial).

La atmósfera conseguida en “Babalú Ayé” (Margarita Lecuona), irrepetible: cadencias enfáticas y abruptas en las que el “acorde de dominante” no es seguido por el esperado “acorde de tónica”: irregular progresión monkiana con baldones de Bud Powell y Peruchín. Omara se crece en este clásico afrocubano, haciendo uso de glissandos, escurriéndose de una nota a otra con fraseo y técnica de imaginativa concepción. Chucho remata con un solo de piano en “Noche cubana” de azorada distribución armónica/melódica: el motivo melódico se superpone, oscilante desde tersos ecos de Oscar Peterson.

Omara & Chucho o la providencial rareza del coloquio entre el mejor pianista de Cuba y su más facultada cantante. Razones del sentimiento que el corazón sí entiende, un tratado de las exaltaciones del alma o Descartes cantando boleros 350 años después.


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