Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Literatura

(H)ojeando revistas

Retomando el antecedente valioso de algunas publicaciones anteriores, el mensuario Cultura´64 cumplió el propósito de contribuir a la popularización del arte y la cultura

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Cada vez me convenzo más de que no siempre las cosas que nos ocurren son simple producto del azar o la casualidad. Estoy de acuerdo con el escritor argentino Miguel Vitagliano en que en algunos casos intervienen las revelaciones que se cuelan desde alguna zona misteriosa. Apunto esto a propósito del trabajo que publico esta semana. Las notas a partir de las cuales lo escribí las tomé hace unos dos años, y desde entonces han aguardado su turno. En más de una ocasión estuve a punto de sentarme a redactar el artículo, pero entonces aparecía un tema que reclamaba atención inmediata y lo aplazaba. Esa demora ha hecho que sea ahora cuando finalmente pude redactar el artículo. Un ahora que ha resultado ser el momento oportuno, el instante en que, como diría el otro, alcanza su definición mejor.

En enero de 1964, es decir, hace exactamente cincuenta años, circuló al primer número de Cultura´64, periódico mensual de arte y literatura publicado por el Consejo Nacional de Cultura de Oriente. Se hacía en Santiago de Cuba y su oficina estaba en el número 303 de la calle Heredia. Como aparecía en el machón, la responsable de la edición era la hoy directora de cine Rebeca Chávez. A partir del mes de junio, el tabloide pasó a contar con un consejo de redacción integrado por Madeline Santa Cruz y el actor Raúl Pomares, quienes además colaboraron en varias ocasiones. Cultura´64 se imprimía en la Editora Política del PURS de Oriente (luego apareció como Editora Política del PCC de Oriente). Se tiraban 1.500 ejemplares y se vendía a 10 centavos.

En aquel número inicial aparecía una nota titulada “A propósito de la publicación”. En la misma se expresaba que, a cinco años de revolución, “se hace necesaria una etapa de popularización de la cultura”. Para conseguir esto, los creadores se aprestan a profundizar en su trabajo, a buscar su verdadera expresión de identificación, “que por ende ha de estar en consonancia con el proceso histórico concreto que se desarrolla”. Y se agregaba que “se trata, en líneas generales, de patentizar nuestra nacionalidad y de despojar a nuestra cultura de toda mistificación, sin descontar, desde luego, las posibles raíces que la engendran”.

En ese texto además se podía leer: “Después de una ausencia de publicaciones de este carácter en Santiago y con un antecedente valioso de las revistas Galería y la de la Universidad de Oriente, ambas dirigidas por Jesús Sabourín, iniciamos este tabloide que recogerá al máximo de sus posibilidades no solamente opiniones críticas de las más diversas corrientes, sino que difundirá todo aquello que en materia de arte y literatura sea difundible, entendiendo con esto lo que posea calidad y valor: para ello nuestra divisa fundamental ha sido marcada por nuestro Primer Ministro: «… con la Revolución todo, contra la Revolución nada»”.

En ese primer número, ya estaba presente la línea editorial que mantendría Cultura´64. Por un lado, dar a conocer a los nuevos valores literarios y artísticos de Santiago, así como informar de manera regular sobre el quehacer cultural de la ciudad, tanto del presente como del pasado. Por otro, incluir trabajos acerca del arte y la cultura de Cuba y el ámbito internacional. Así, en esa entrega inicial se recogen textos sobre la enseñanza artística y sus nuevas perspectivas (Electo Silva) y las bibliotecas públicas en Santiago de Cuba (Zoila Ibarra). También hay colaboraciones de Fernando G. Campoamor (“Ehrenburg es siempre Ehrenburg”) y Galo Hernández (“France y la novela picaresca”, a propósito de la edición cubana de la novela El Figón de la Reina Patoja). Completan el contenido notas acerca del documental de Roberto Fandiño Gente de Moscú y una exposición sobre la Tumba Francesa.

En Cultura´64 escribieron asiduamente Belkis Cuza Malé, Rigoberto Díaz Cruz, Raúl Pomares, David García, Raúl Ibarra, y también, aunque más esporádicamente, críticos y escritores santiagueros y orientales como Adolfina Cossío, Lina de Feria, José Antonio Portuondo, Jesús Sabourín, César López, José Soler Puig. En las páginas del mensuario se pueden hallar además colaboraciones firmadas por Nicolás Guillén, Reynaldo González, José Lezama Lima, Guillermo Rodríguez Rivera, Ángel Arango, Virgilio Piñera, Manuel Díaz Martínez, Manuel Ballagas, Helio Orovio, Lisandro Otero, Miguel Collazo, Eliseo Diego, Roberto Fernández Retamar, Miguel Collazo, Antonio Benítez Rojo, Antonio Conte, Víctor Casaus, Heberto Padilla, Luis Agüero, Fayad Jamís, Ana Justina, David Fernández, Miguel Barnet, Luis Suardíaz, Évora Tamayo.

Tras haber revisado la colección completa de Cultura´64, me atrevo a decir que el colaborador más activo y constante fue Orlando Alomá. A él se deben, además de algunas traducciones, unos cuantos trabajos críticos sobre literatura y, sobre todo, cine. Ya en el contenido del primer número aparecía su selección cinematográfica de lo mejor del año 63, algo que igualmente hizo sobre el 64 y el 65. De acuerdo a su opinión, los diez filmes más destacados aquel año fueron Madre Juana de los Ángeles, Cenizas y diamantes, Viridiana, Un hombre en la vía, El Bravo, Divorcio a la italiana, El cochecito, Sansón, Plácido y La infancia de Iván.

En lo que se refiere a los intérpretes, Alomá escogió entre los actores a Zbigniew Cybulski (Cenizas y diamantes), Kazimierz Opalinski (Un hombre en la vía), Toshiro Mifune (El Bravo), Mieczsyslaw Voit (Madre Juana de los Ángeles) y José Isbert (El cochecito). Y entre las actrices, a Lucyna Winnicka (Madre Juana de los Ángeles). En la categoría de directores, privilegió a Andrzej Wadja (Cenizas y diamantes) y Jerzy Kawalerowicz (Madre Juana de los Ángeles). En fotografía, a Jerzy Wojcik (Sansón, Cenizas y diamantes, Madre Juana de los Ángeles). Y en música, a Masaru Goto (El Bravo).

En la lista correspondiente a 1964, Alomá incorporó dos nuevas categorías: Escenografía y reconstrucción de época y Filme más decepcionante. En esta última, seleccionó la coproducción cubano-soviética Soy Cuba: “En una temporada donde muchos filmes no fueron, ni por mucho, lo que de ellos se esperaba (A pleno sol, Lotna, El pagador de promesas, La abeja reina, Un día, un gato), el caso de Soy Cuba no tiene paralelo”. En el listado de 1965, hay un detalle simpático. En la nómina de las mejores actuaciones femeninas Alomá escogió a Anna Karina (Vivir su vida), Corinne Marchand (Cleo de 5 a 7), Monica Vitti (El eclipse), Aurora Bautista (La tía Tula) y la protagonista de Trono de sangre (esta última se excusa por no mencionarla por su nombre).

El mensuario prestó bastante atención al cine

Los propios editores del tabloide decidieron escoger también los hechos más destacados de la cultura en Oriente. Solo lo hicieron al terminar 1964, y la lista de su selección es como sigue: Conjunto coral: Orfeón Santiago; Música popular: Cuarteto Armonía; Música clásica: Grupo de Conciertos del Conservatorio Esteban Salas; Pintura: José L. Horrutinier; Puesta en escena: El macho y el guanajo, Conjunto Dramático de Oriente; Actuación: Valerio Bringas, por su labor durante todo el año; Joven creador: Lina de Feria; Divulgación cultural: Página Dos, Escuela de Letras de la Universidad de Oriente y el periódico Sierra Maestra; Actividad provincial: Festival de Bandas, Bayamo, y III Festival Nacional de Coros, Santiago; Actividad nacional en la provincia: El cuento del zoológico, Teatro Estudio.

Vuelvo a Soy Cuba, mencionada por Alomá como la película más decepcionante del año. En el número de enero de 1965 de Cultura´64, Raúl Ibarra publicó una dura reseña sobre la misma. Considera que es esquemática, que está hecha a partir de “un guión pobre y ridículo” y desarrollada “con una miopía inconcebible hacia lo cubano”. Se refiere también a otras coproducciones, Preludio 11 y Para quién baila La Habana, cuyo problema básico “es que en ellas, de una forma u otra, se quiere bucear en las razones que han dado lugar a la actual posición de Cuba en el mundo”, pero desde la óptica de realizadores extranjeros “que, si bien conocen los hechos, no conocen una serie de características que los condicionan y los hacen creíbles, reales”.

Asimismo Ibarra señala que “cada director viene con una idea determinada sobre el asunto -cuando no con un guión ya hecho a base de verdaderas utopías-, lo cual, finalmente, acaba por delimitar socialmente personajes que nunca han correspondido a esta (sic), a causa de infinitas circunstancias que nuestro medio, tan diferente al europeo, no ha creado”. Pese a que no se trata de una coproducción, destaca el ejemplo contrario del documental Ella, del danés Theodor Christensen. Según Ibarra, el cineasta “renuncia al paisajismo, al eterno dialogar con el proceso revolucionario”. Afirma que con su película, nos ha entregado un verdadero aporte a la comprensión de la mujer cubana, colocada ante nuevas posibilidades”. Y concluye que gracias a Ella, “el saldo de la participación extranjera en nuestro cine no alcanzó las cimas de lo catastrófico, aunque se acercó peligrosamente al borde, durante el año que terminó”.

En general, Cultura´64 prestó bastante atención al séptimo arte. Además de los textos antes citados, se incluyeron trabajos sobre Jonas Mekas, Jean-Luc Godard, Luis Buñuel, Ingmar Bergman. En algunos casos, se trataba de artículos aparecidos originalmente en publicaciones extranjeras como Nuestro Cine y Cinema 64. Igualmente los editores del mensuario dedicaron un espacio considerable a las artes escénicas. Se hizo un seguimiento puntual de los estrenos del Conjunto Dramático de Oriente (Santiago 57, Historia en Irkutsk, Una libra de carne, Las pericas, Los guapetones, El macho y el guanajo, Herr Puntilla), así como de otros espectáculos que se presentaban en Santiago (el ballet Avanzada, la obra teatral Recuerdos de Tulipa). Asimismo se publicaron entrevistas a Adolfo Gutkin, Francisco Morín, Jaime Sventisky, Paulina Politoff, Amanecer Dotta, aparte de artículos sobre Ionesco, Maia Plisetskaia y el teatro lírico en Holguín.

En el aspecto del diseño, un aspecto a señalar es la inclusión de fotografías e ilustraciones. En varias entregas se reprodujeron imágenes de Paolo Gasparini, Iván Cañas, Luc Chessex, Raúl Martínez, Enrique de la Uz. Precisamente, los tres últimos, junto al escritor Reynaldo González, integraron el equipo que preparó el último número que se editó, y que corresponde a febrero de 1967. En el mismo se recogieron textos poéticos y narrativos de una treintena de autores cubanos de distintas generaciones. La nómina era amplia e iba de Guillén, Diego y Piñera a Nancy Morejón, Antonio Conte y Pedro Pérez Sarduy. Asimismo en el plano gráfico en Cultura´64 se reprodujeron obras de Antonia Eiriz, Manuel Vidal y Dibb Pichardo, así como de Paul Klee y Picasso.

Además de textos de creación, el mensuario dio cabida a textos reflexivos y ensayísticos. Entre otros, cabe mencionar los firmados por Alberto Pedro (“El nacionalismo negro”), Adolfina Cossío (“Heredia, el primer romántico”), José Antonio Portuondo (“Problemas de la estética marxista”), Ricardo Repilado (“La Ma Teodora”), Raúl Oliva (“Apuntes sobre el arte contemporáneo y su ámbito”). A esos trabajos hay que agregar otros pertenecientes a Ernst Fisher, Maurice Forez, Roger Garaudy, Dominique Spinetta.

En sus 32 entregas, Cultura´64 acogió textos de y sobre escritores latinoamericanos. De Julio Cortázar se publicó su cuento “Reunión”, una selección de sus “Cronopios” ilustrada por Miguel Collazo y el texto de una conferencia suya “sobre las técnicas, el compromiso y el porvenir de la literatura”. Aprovechando la presencia en Cuba de los integrantes del jurado del Premio Casa de las Américas, se realizaron entrevistas a Jaime Augusto Shelley, Oscar Oliva y Jaime Sabines. Asimismo en el mensuario aparecieron narraciones y poemas de, entre otros, Jorge Onetti, Víctor García Robles, Jorge Zalamea, Octavio Paz, Pablo Neruda, Liliana Heker y el recientemente fallecido José Emilio Pacheco. En lo que se refiere a otras literaturas, se pueden hallar nombres como los de Louis Aragon, Yannis Ritsos, Edward Albee, Giorgio Bassani, así como dossiers sobre Poetas Norteamericanos y Poesía de Rumanía. Como es natural, no faltó, un número monográfico dedicado a Vietnam, bajo el título de “De Cultura´64 a Vietnam”.

Cultura´64 se editó ininterrumpidamente desde enero de 1964 hasta julio de 1966. A partir de esa fecha y hasta febrero de 1967, cuando vio la luz la última entrega, solo apareció una entrega más, aunque sin numeración. La Biblioteca Elvira Cape, de Santiago de Cuba, publicó en su revista Catálogo (noviembre-diciembre 1972) el índice completo del tabloide.