Actualizado: 07/05/2024 1:47
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Inventario de influencias

No hay nada salvable en este filme

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Todo lo que respecta a este filme es de gusto sofisticado y de grandes pretensiones, desde la banda sonora que incluye a John Coltrane, Bola de Nieve, Nina Simone, Billie Holliday, los claros de luna de Debussy y Beethoven, fragmentos de Erik Satié, Rachmaninov y Chopin, y por el patio Yusa, Arema Arega, Diana Fuentes y el mismísimo Silvio Rodríguez. Citas de Borges y Sartre, reproducciones del pintor gay canadiense Steve Walker, todo apunta a un enfoque de elevado nivel cultural. Todo es de intelectualidad de lujo, hasta el fatuo título. En fin, todo menos la película.

Atlántida interior es un filme hecho para la televisión (telefilme se denomina a sí mismo). Se presenta como un “estudio de la soledad”. Basada en la obra teatral 9 y 30 pm de Ubaldo Nayar y adaptada para el cine por Jorge Herrera, el largometraje se centra en una muy infeliz Alejandra, una mujer que aparentemente dejó su carrera musical por tener a su hijo, y su esposo Antonio, un profesor de literatura con un pasado homosexual reprimido y que ahora la va a engañar con uno de sus alumnos. Esto lo sabemos los espectadores, pero Alejandra no, por lo cual su tristeza se asocia a algo que no se nos dice. Se supone que es debido a la fría relación que sostiene con su marido, aunque repetidas veces, a través de otros personajes, representan el matrimonio ideal a los ojos del prójimo.

Como historias paralelas se presenta la relación entre Antonio, el profesor, y su alumno Adrián, que mimetiza un cuadro de Steve Walker que Alejandro compra al principio del filme y que presenta dos amantes enajenados en la orilla de una playa, así como la relación entre Alejandra y su hermana Vanessa, una doctora que aparentemente no escoge bien a los hombres con quienes se lía y termina siempre decepcionada. Tiene una historia detrás que nunca se nos dará a conocer. Anda siempre a la caza del macho ideal.

Con lapsos de guion, una narrativa torpe que apenas narra, diálogos graves de grandilocuencia indecible, se va desarrollando la trama. Los personajes se pasan la mayor parte de la película en estado de languidez, reclinados a algo, con miradas tristes, silencios profundos y poses meditabundas. Todo es triste, pero no se sabe bien por qué. Hay complejo de culpa en cada acto y en cada gesto.

Elena Palacios (o Elena Palacio Ramé, como aparece en otros créditos y en su cuenta de Facebook), tiene un cuento muy interesante, El amor oscuro, que aparece en algunas antologías de literatura femenina cubana. Aquí creo que debuta como directora (no es fácil encontrar información sobre ella) y a pesar de sus buenas intenciones de exhibir buen gusto y entregar un tema bien pensado, no hace más que mostrar de un solo golpe todo lo que la ha influenciado como cineasta. Los planos se centran en objetos, partes del cuerpo, muebles y plantas, o a veces el plano de observación es inclinado, con obvias influencias de Lucrecia Martel y de Fernando Pérez en Suite Habana. Lo peor es que no están en función de nada.

La banda sonora la utiliza inmisericorde para martillar un punto de vista o una observación, temiendo que el espectador no se dé cuenta de lo que quiere decir. El uso de la música es molesto, excesivo, repetitivo y no resulta más que un inventario de influencias. Convierte en obvio lo obvio.

El guion de Jorge Herrera, limita los diálogos a exabruptos grandilocuentes y esquemáticos, que se apoyan en recursos de fotografía pueriles, como tomar el filme en blanco y negro e incluir color en alguna escena o dentro del marco del blanco y negro (el cuadro de Walker, una televisión). Las tomas además, son a través de objetos que se interponen, o permiten que los personajes se salgan del encuadre, como una indigestión de Tsang Ming-Liang. Las costuras son demasiado visibles.

Ulik Anello (que ahora se firma Ulryk), un actor en este momento popular en la televisión cubana, a quien anteriormente había visto en Habanece, interpreta a Alejandro con anemia histriónica, pero es que el personaje no tiene muchos glóbulos rojos. Yerlín Pérez (Bocaccerías habaneras) se pasa la película sufriendo, pero no tiene oportunidad de mucho más. Olivia Santana hace lo mejor que puede como Vanessa en un personaje que está inserto en la trama de forma forzada y que apenas tiene matices. Por su parte, Joao Padilla, como el objeto romántico de Alejandro, es olvidable. Hay que conceder mérito a los actores por ser capaces de espetar los ridículos diálogos sin atragantarse. No es culpa de ellos.

No hay nada salvable en este filme, que para mayor confusión ganó el premio Sara Gómez que otorga la Red de Realizadoras Cubanas. Varias veces, como leit-motif, repite un exergo del poema de Jorge Luis Borges El remordimiento, que dice: “He cometido el peor de los pecados/que un hombre puede cometer. No he sido/ feliz…”. En realidad, el peor pecado es haber realizado este filme.

Atlántida interior (Cuba, 2014). Dirección: Elena Palacios. Guion: Jorge Herrera, basado en la obra 9 y 30 pm de Ubaldo Nayar. Directora de fotografía: Ana María Gutiérrez. Con: Ulrik Anello, Yerlín Pérez, Joao Padilla y Olivia Santana. El DVD puede comprarse en Kímbara Cinemateca Cubana.


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