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Pekín 2008

Regreso a Munich-72

Los ciudadanos juzgan en silencio la debacle: el deporte se quedó estático en el tiempo, al igual que los dirigentes.

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La pérdida en Pekín 2008 del metal dorado en béisbol, voleibol femenino y boxeo, los tres pilares del orgullo nacional, enmudecieron a millones de cubanos que esperaban triunfos al menos en estas disciplinas, las más populares del país.

El pugilismo, que varias veces en estas citas elevó el número de galardones principales, se fue en blanco, debido esta vez a que sus mejores peleadores abandonaron previamente la Isla en busca de libertad y mejores condiciones económicas. Guillermo Rigondeaux, el de mayores posibilidades por ser bicampeón olímpico y mundial, no asistió, castigado implacablemente por el intento de fuga durante los Panamericanos de 2007.

Volver al pasado ha sido imposible de lograr por parte de la ciencia; sin embargo, en materia deportiva, fue como si se regresara en el tiempo a la Olimpiada de Munich-72, donde la delegación de la Isla conquistó tres preseas doradas a través de los puños certeros de Orlando Martínez, Emilio Correa y Teófilo Stevenson, además de una plateada y cuatro bronceadas.

Varada en el limbo

En aquella oportunidad, donde Cuba terminó en el lugar 14, Corea del Sur compartió los escaños del 33 al 41 con una sola medalla de plata. Ahora, evidenció su enorme salto de calidad al finalizar séptima con 13 primeros lugares, 10 segundos y 8 terceros. Jamaica, con un bronce y el lugar 48 en la mencionada competencia, avanzó hasta el puesto 13 (6-3-2) y, todo ello, con 52 deportistas que únicamente intervinieron en atletismo.

Brasil, del sitio 41 (0-0-2) se elevó al 23 (3-4-8), y hasta la lejana Kenya, del 19 en la cita de Munich-72, se trasladó hasta el 15 con 5 pergaminos supremos, dos plateados y 4 bronceados.

Desde hace un tiempo, la merma del deporte nacional se atribuye al cacareado "robo de cerebros", pero muchos especialistas deportivos lo habían pronosticado, debido a numerosos factores. Uno de ellos tiene que ver con la caída del campo socialista, ya que infinidad de atletas cubanos, antes de las contiendas clave, se fogueaban con su similares de Europa del Este y durante meses y meses y adquirían una forma óptima.

El fabuloso avance deportivo de China, y en menor escala el de varios países democráticos como Alemania, Reino Unido, Sudcorea y Jamaica, mermaron también, de una u otra manera, las posibilidades de Cuba en el medallero final.

Las espectaculares fugas de los atletas de alto rendimiento también jugaron su papel, principalmente en el boxeo y el voli femenino, pero la culpa total corresponde a los máximos dirigentes del país que les pagan salarios miserables y les despojan de las fabulosa recompensas en metálico que se otorgan en las lides del exterior.

Por sólo citar algunos ejemplos, en los Grandes Premios de Atletismo, celebrados en los últimos doce meses, varios cubanos ganadores de primeros lugares obtuvieron miles de dólares que tuvieron que entregar al gobierno sin objeciones posibles.

Está el caso de Dayron Robles, el sensacional vallista que arrasó en varias competencias que le proporcionaron ganancias enormes, incluido un diamante de un quilate, con un valor de 10.000 dólares en la lid de Estocolmo, Suecia, el 22 de julio pasado. ¿Qué pasará con esos premios?

Viene al caso lo ocurrido al boxeador Joel Casamayor, ganador de una medalla de oro en Barcelona-92 y que, según ha contado aquí en numerosas oportunidades, de regreso a la Isla le entregaron como recompensa una flamante bicicleta china que cuatro meses después cambió disimuladamente por un cerdo para que su familia celebrara las Navidades de ese año.

Por supuesto, el ahora monarca en el boxeo profesional es uno de los "casos" que las autoridades deportivas pregonan a los cuatro vientos. Vale aclarar que el "robo de cerebros" —todos sabemos son escapadas hacia un futuro mejor— no es proporcional al saqueo que realiza el gobierno con el dinero logrado por los deportistas.

Sin escudos pero vivos

La conocida frase de "con el escudo o sobre el escudo", que era utilizada con los soldados hoplitas en la antigua Esparta antes de partir a los combates, donde debían vencer o morir, fue nuevamente esgrimida por Fidel Castro en un texto manuscrito entregado por José Ramón Fernández, presidente del Comité Olímpico Cubano, a los competidores poco antes de partir a Pekín.

Evidentemente, lejos de estimular a los competidores, les trajo confusión y aturdimiento en los momento clave, sobre todo a las Morenas del Caribe, peloteros y boxeadores que en sus últimos compromisos se encontraban obligados a ganar para mejorar el caudal de medallas. Que sepamos, los integrantes del colectivo regresaron sin el escudo, pero vivos.

Mientras esto sucedía con nuestros deportistas, infinidad de mandatarios del mundo, incluidos los de Rusia y China, daban a conocer la lista de gratificaciones para los triunfadores olímpicos, algunas por más de un millón de dólares.

Es de suponer que el máximo organismo deportivo comience a elaborar nuevos planes y estrategias para Londres 2012, mientras, como ha ocurrido tantas veces, a numerosos jerarcas de la delegación, entrenadores y atletas les espere el retiro o la separación, por no cumplir "las metas" propuestas.

El pueblo, que ya juzga en silencio la "debacle de Pekín", sabe que el deporte nacional se quedó estático en el tiempo, al igual que los dirigentes clavados en el poder. Hoy en el mundo, los atletas necesitan incentivos monetarios adecuados por sus actuaciones, a las que dedican los mejores años de su vidas.


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