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Analistas: El gobierno podría esgrimir el éxito de los Juegos como prueba de la eficacia de su autoritarismo

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El gobierno Chino ha salido de los Juegos Olímpicos de Pekín con una confianza reforzada y asentada a nivel interno en el orgullo nacional, dijeron analistas citados por la AFP.

Esa confianza habría dado fuerza a los sectores partidarios de políticas más represivas, después de unos Juegos organizados con un enfoque autoritario, que dejaron muy poco espacio a las preocupaciones internacionales sobre los derechos humanos y la libertad de expresión, advirtieron.

"Los partidarios de la línea dura son los principales beneficiarios (de los Juegos). El aparato estatal-policial parece más afianzado y se beneficiará en términos de mayor presupuesto y poder real", sostuvo Willy Lam, un académico basado en Hong Kong.

Muchos conocidos disidentes fueron encarcelados antes de la inauguración de las competiciones deportivas, como parte de una campaña destinada a acallar expresiones de descontento con la situación de los derechos humanos, la corrupción y las injusticias sociales.

Las autoridades chinas desencadenaron además una fuerte represión en el Tíbet budista, después de los disturbios de marzo, y en la región musulmana de Xinjiang, escenario de atentados.

Pero el Partido Comunista espera recoger los beneficios del orgullo nacionalista de 1.300 millones de chinos, que vieron a sus atletas dominar los podios deportivos, superando de lejos a todos los demás en cantidad de medallas de oro.

"Los Juegos son sin duda una legitimación del Partido Comunista", dijo el académico chino Tang Wenfang, de la Universidad estadounidense de Pittsburgh.

Lam estimó que el presidente chino, Hu Jintao, parecía comprometido con una reforma genuina, si bien lenta, antes de los Juegos Olímpicos.

Pero el éxito de la cita deportiva ha borrado al parecer cualquier esperanza de una política más tolerante, como la que aplicó Corea del Sur después de las olimpiadas de Seúl en 1988.

"No habrá ninguna liberalización política"; para los chinos, la venganza es un plato que se come frío, señaló Lam.

"Con la partida de todos los extranjeros y de los medios de comunicación mundiales, que ya no estarán centrados en China, se podrían tomar serias represalias", alertó.

La mano dura se aplicaría por todo el país, no sólo en Tíbet y en Xinjiang, dijo Russell Leigh Moses, un analista político basado en Pekín.

Los partidarios de la política férrea "ganaron la batalla para hacer de las olimpiadas 'sus' Juegos", y ahora esgrimen la ecuación de más control, más éxito para China, según Leigh Moses.

No obstante, consideró que el régimen comunista "debería tener cuidado" y no dejar que su confianza y buen desempeño le lleven a trasladar su inflexibilidad al extranjero.

Xu Wu, un antiguo periodista de la agencia oficial China Nueva y experto en el nacionalismo chino, opinó que el éxito olímpico ha contribuido a aliviar los dolorosos recuerdos del dominio extranjero en el país.

Incluso vaticinó que una China más confiada actuará de forma más responsable más allá de sus fronteras.

Sin embargo, Xu añadió que el país será menos tolerante ante las críticas mundiales sobre, por ejemplo, los derechos humanos.

"Después de tal cautivadora demostración de buena voluntad y simpatía hacia el mundo, si la llamada comunidad internacional sigue tratando a China como una conveniente cabeza de turco, las fuerzas nacionalistas duras se reforzarán en China", según Xu.

Con los Juegos Olímpicos finalizados, el gobierno dispone ahora de otras vías para impulsar el orgullo nacional en particular, su programa espacial.

"El próximo objetivo para cristalizar el enfoque nacional podría ser enviar un hombre a la Luna. Es el próximo paso hacia la gloria nacional", dijo Lam.


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