¿Crisis deportiva?
Potenciar la imagen exterior por encima de las condiciones materiales de los cubanos ha comenzado a pasar factura a las propias actuaciones deportivas.
Los regímenes totalitarios recurren al deporte como prueba de sus "éxitos". El de Cuba no ha sido la excepción. Los Juegos Olímpicos de Pekín revelaron la forma en que China adoptó como "asunto de Estado" no sólo lo relativo a la organización, sino también a los resultados. Es por ello que la pobre actuación de la delegación cubana adquiere un significado aún mayor.
De acuerdo con parámetros internacionales, un país subdesarrollado, cada vez más pobre, con serios problemas de natalidad y nutrición, sobre todo en edades tempranas, desfila ahora donde quizás le corresponde: en el lugar 28 del medallero.
Evidentemente, los resultados obtenidos entre 1972 y 2004 estuvieron por encima de las posibilidades reales del país: fueron apuntalados por programas especiales de captación, desarrollo y fogueo que muy pocos gobiernos democráticos, y menos voluntaristas, pueden asumir.
Esta constatación no demerita en modo alguno el esfuerzo y los premios de atletas y entrenadores, pero sí dice mucho del nivel de prioridad que el régimen de Fidel Castro ha ofrecido al deporte, a contrapelo de muchas necesidades y obligaciones descuidadas.
Paradójicamente, potenciar la imagen exterior por encima de las condiciones materiales de los cubanos ha comenzado a pasar factura a las propias actuaciones deportivas. Un círculo vicioso en toda regla.
El chovinismo —tan ajeno a un verdadero espíritu olímpico— y el deporte usado con fines políticos, unidos a la grave crisis de los años noventa, han formado una especie de "tormenta perfecta" alrededor de la actividad deportiva nacional.
Esto, sin contar las recurrentes fugas de deportistas, quienes, hastiados de formar parte del circo político y temerosos de su futuro profesional y económico, han decidido alistarse en equipos foráneos. Nadie le ha robado cerebros o músculos a Cuba. El gobierno ha sido incapaz de generar condiciones para que estos permanezcan en el país y lo representen internacionalmente.
Para colmo de males, en su más reciente "reflexión", Fidel Castro ha defendido el comportamiento del taekwondista que agredió a un árbitro por descalificarle. El ex gobernante también ha culpado del escaso desempeño cubano a una "mafia" cuyo margen parece omnipotente.
Los resultados de Pekín 2008 son incontestables. Después de casi 50 años de resultados "de diseño", el deporte, como todo el país, comienza a ajustarse a la vida real.
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