Como casi nadie sabe
Armando Añel | 01/07/2008 19:07
Tags: Cultura
La poesía no deja de crecer en Miami, una plaza editorial caracterizada por la heterogeneidad. Y no es que la ciudad constituya, culturalmente hablando, un punto de referencia insoslayable: es que el modo de vida americano le ha prestado una agilidad y una independencia que la poesía, cada vez más en desventaja en editoriales, bibliotecas y librerías, agradece en todo lo que vale. Como le comentaba a un amigo semanas atrás, el mundo editorial miamense se distingue por la existencia de muchos pequeños editores más que por el monopolio de uno en particular.
Precisamente, uno de los editores cubanos que más suena últimamente en Miami es el también escritor y crítico teatral Rodolfo Martínez Sotomayor. Se cuentan por aciertos los títulos de su Editorial Silueta, como Palabras por un joven suicida y Trilogía del paria, del poeta y ensayista Joaquín Gálvez (un poemario que recomiendo adquirir).
La última propuesta de Silueta, Como casi nadie sabe, de Carlos Barrunto, no tiene desperdicio. Reproduzco fragmentos de uno de sus poemas más extensos, el que, como apunta el también poeta Manuel Vázquez Portal, está en condiciones de figurar en cualquier antología del género:
¿Cómo sentarse, entonces, a la mesa,
y saber que es ésta y no otra,
la misma mesa donde fluyeron las voces de la sangre,
escuchadas ya desde el fondo de un tiempo
rigurosamente presentido?
¿Y cómo volver otra vez sobre la fuente,
donde treman los rosales abiertos del agua,
y adivinar allí la sandalia libre
que se hunde en la luz, sólo un instante,
y regresa luego al infinito?
Hasta aquí llegamos agitando las banderas antiguas del amor,
y aquella muchacha, cuya imagen se ha marchado
para siempre del cristal que la busca,
era cierta como un grano de arroz, imposible todavía para la sombra.
Qué lejos estábamos entonces de este viento
que destapa las tumbas
y colma nuestro pecho de insectos delirantes.
Pero el desastre fermentaba en los espejos
como la sombra en la espalda inasible de la luz.
Ya lo decían aquellos duendecillos del misterio,
cuyos finos augurios apenas comprendimos
bajo los toldos de la felicidad remota.
Publicado en: Cuba Inglesa | Actualizado 01/07/2008 19:20